SLR – Capítulo 382
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 382: No me hagas esto
En cuanto a cómo Alfonso y Ariadne supieron la llegada de Rafael a Trévero, algunos lo explicarían como pura coincidencia, mientras que otros dirían que se debía a que los tres -o, para ser más exactos, Ariadne y Rafael- tenían gustos muy similares. Algo intermedio entre la casualidad y el destino.
—¿Por qué no salimos a tomar el aire?
—¿Eh? ¿Un poco de aire?
Alfonso salió a la ciudad, de la mano de Ariadne, para una excursión. Alfonso ya no se guardaba nada, ahora que habían acordado casarse. Vació su agenda y despidió a los caballeros. Ella estaría a salvo si él estaba con ella, a menos que enviaran un pelotón para hacerle daño. Llevaba una capa con capucha sólo por cortesía.
Nunca volverían a Trevero así cuando él un día se convirtiera en rey, y ella un día en su reina. Tampoco había muchas posibilidades de que vagaran libremente por la ciudad. Por ello, quería crear momentos preciosos y memorables para Ariadne antes de que eso ocurriera.
Correspondió a Ariadne elegir el lugar exacto de su excursión. Eligió una tienda de libros antiguos dentro de las murallas de Trevero. Y allí fue donde lo encontraron... a él.
—¿Rafael...?
Ariadne fue la primera en reconocerlo. Un instante después se dio cuenta de que había pronunciado en voz alta el nombre de un amigo que tenía el potencial de convertirse en algo más, justo en presencia de su amante. Miró a Alfonso, con la mirada vacilante.
Podrían haberse alejado sin más y haber evitado encontrarse con él, pero dio la casualidad de que Rafael había reconocido la voz de Ariadne al instante. Levantó la vista del raro tomo antiguo en el que había enterrado su rostro, con un monóculo en la cara.
Se quedó boquiabierto al mirar a Alfonso y a Ariadne.
—¿Lady Ari...? ¿Alfonso...?
Ariadne agachó la cabeza, sintiendo una oleada de incomodidad extrema. No había hecho nada malo, pero lo sentía así. Rafael, sin embargo, notó algo diferente. Alfonso tenía su brazo enlazado con el de Ariadne. No era por cortesía, según la etiqueta de palacio. Realmente estaban enlazando sus brazos.
Estaban uno cerca del otro, y el codo de Alfonso casi rozaba el pecho de Ariadne, pero a ninguno de los dos parecía importarle. Rafael notó que algo había cambiado entre ellos.
Alfonso echó aceite a las brasas de su desconfianza. Con una sonrisa amable en el rostro, se acercó a Rafael con los brazos abiertos. —¡Rafael!
Alfonso intentó abrazar a Rafael. Él usó la poca agilidad que le quedaba para apartarse a duras penas. Había dejado de entrenar con la espada desde que entró en la Santa Sede. Resolvió para sí mismo que lo reanudaría a partir de mañana.
—¡Alfonso! ¿Qué hacéis aquí solos? —se refería al hecho de que aparentemente se habían escabullido sin caballeros que los custodiaran—. ¡Deberíais manteneros a salvo! ¿Hmm? Quedaros dentro. ¿No es eso lo más sensato? ¡Quedarse dentro, rodeado de sus caballeros!
Alfonso susurró al oído de Ariadne—: Pidamos ayuda a Rafael.
—¿Qué? ¿Ayudarnos con qué?
—Realmente no quería preguntarle al cardenal. Peropodemos confiar en Rafael.
Viendo que Ariadne no se negaba en redondo, Alfonso cortó a Rafael.
—Rafael, tenemos que pedirte un favor —se acercó y susurró en voz baja—: ¿Quieres ser el testigo de nuestra boda?
Rafael casi salta.
—¿Qué? ¿Tu boda?
—¡Shh! —Ariadne intervino rápidamente, intentando que Rafael no dijera nada más—. ¡Aún no lo hemos hecho público!
Alfonso sonrió amistosamente y añadió—: Pensábamos que lo único que teníamos que hacer era redactar nuestros votos matrimoniales y que un clérigo los aprobara. Resulta que no importa nada más. Así que vamos a casarnos enseguida, aunque la boda no sea nada impresionante.
Alfonso se inclinó y besó la mejilla de Ariadne.
—Te daré una boda mucho más grande más tarde. Siento obligarte a casarte conmigo así, en secreto.
—No digas eso...
A Rafael no le importaba lo que estos dos tortolitos hicieran delante de él. O quizás era porque no soportaba verlos. Pensó todo lo que pudo. Necesitaba distraerlos de alguna manera.
—Esperad un momento.
Una idea centelleó en su cerebro. Tenía la sensación de haber descubierto el origen de la rareza que había notado antes.
—¿Cuál es la prisa? —Rafael comenzó—. Todavía no has terminado las cosas con la Gran Duquesa Lariessa, y Su Majestad tampoco te ha dado permiso. La única razón por la que tendrías que darte prisa sería…
Se dio cuenta mientras hablaba. Alfonso, el muy bastardo, había hecho algo de lo que tenía que responsabilizarse. Era la única respuesta posible. Se tapó la boca.
—No me digas que vosotros dos habéis intimado...
—¡No! ¡Shh!
Atónita, Ariadne se abalanzó sobre él, intentando taparle la boca con una mano. El ratán era el idioma preferido en Trevero, incluso en entornos cotidianos, así que no había ninguna posibilidad de que alguien les entendiera. Sin embargo, estaba tan desconcertada que no era capaz de recordarlo.
Rafael esquivó fácilmente su embestida y le tapó los oídos con las manos. Le susurró suavemente, como el hermano mayor de un cuento de hadas.
—Lady Ari, por favor, deme un momento. No querrás oír esto.
Entonces su rostro se contorsionó y pasó de ser el de un ángel al de un demonio.
—¡Alfonso de Carlo! —escupió lentamente—. ¿No tienes conciencia?
Habló en voz baja para que no le oyeran los demás, pero Alfonso se dio cuenta de la enfática reprimenda que había en su voz.
—Santo cielo, hay cruces en cada una de las habitaciones de la Santa Sede. ¿Realmente hiciste eso debajo de una de ellas?
Alfonso se limitó a reír y dio un paso atrás. Rafael se inclinó hacia delante y le espetó—: ¿Eh? ¡Dime! ¿De verdad querías hacer una cosa así, con Gon mirando desde la pared, y la Virgen María mirando desde la mesilla de noche? ¿Qué tienes que decir a eso?
Enfurecido el doble que antes, Rafael siguió este ataque verbal con una sonora bofetada en el hombro de Alfonso.
—¡Ay!
Los duros músculos de Alfonso no hacían más que lastimar la mano de Rafael. Con la imaginación desbordada, Rafael apretó los dientes y bramó—: ¿Qué le has hecho a Lady Ari con este ladrillo de cuerpo que tienes? ¡Maldito bastardo!
Le escocía la mano y se le saltaron algunas lágrimas.
‘Vuelvo a entrenar, a partir de mañana. No sé para qué lo usaré, pero voy a hacerlo.’
—¿Y quieres que yo la presida? Desvergonzado hijo de p*ta...
Alfonso se rió.
—Lo siento.
Tal vez como disculpa, Alfonso no intentó evitar ninguna de las bofetadas de Rafael. Aún más molesto, Rafael volvió a golpear a Alfonso en el hombro. Esto no logró nada, sólo hizo que le doliera más la mano.
—Maldición, eso duele...
***
El rey Filippo IV acudió a ver al papa Ludovico de inmediato, sin concertar antes ningún alojamiento. Esto era bastante peculiar, ya que normalmente había alguien de por medio que daba la noticia de la llegada de un gobernante. Esta persona también arreglaba perfectamente de antemano los aposentos y otras consideraciones. Entonces, después de algunas cuidadosas negociaciones a través de apoderados en cuanto a la ubicación y demás, tendría lugar una reunión entre tales personajes de alto rango.
Como resultado, el papa Ludovico se vio obligado a dejar a su nuevo pero anciano sucesor, el cardenal de Mare, en algún estudio para ir a ver al rey Filippo IV.
—Le agradezco infinitamente que me reciba tan cordialmente y con tan poca antelación —dijo el rey Filippo IV, mostrándose extremadamente cortés con el Papa. Era casi como si quisiera pedirle un favor. El rey Filippo IV era mucho más delgado de lo que el Papa había creído, y menos amable.
El Papa soltó una carcajada. ‘Sin duda, la gente también se sorprenderá al verme mucho más pequeño de lo que habían oído.’
Era natural tratándose de una persona que se acercaba al final de su vida. El Papa no tuvo pelos en la lengua con el rey galo.
—¿Qué le trae por aquí? Dada su prisa, espero que tenga alguna razón especial.
Al rey Filippo IV le gustaba un enfoque tan sensato. No tenía mucho tiempo.
—Permítame ser directo con usted. Su Santidad, me gustaría una amnistía general con respecto a la Ley Allerman.
Esta ley fue decretada por la Iglesia. Prohibía a los hijos ilegítimos heredar nada. En el continente central no existía el impuesto sobre donaciones ni el impuesto de sucesiones, por lo que, sorprendentemente, esta ley no afectaba a la riqueza. La gente podía dejar dinero en efectivo, granjas o cosas de esa naturaleza a sus hijos ilegítimos, ya fuera verbalmente o a título póstumo, a través de un testamento.
Pero esto no se aplicaba a los títulos, que definían el estatus social, así como el derecho a la sucesión del trono -el más alto de todos esos títulos-.
Las arrugas aparecieron alrededor de los ojos del Papa.
—¿Y por qué debería hacerlo?
Una amnistía general a la Ley Alemana significaría que los hijos ilegítimos nacidos serían considerados con los mismos derechos que los hijos legítimo si nacieron durante un periodo de tiempo determinado, es decir, un año, o una fecha arbitraria determinada por el Papa, como como entre 1101 y 1113.
—Habrá una guerra sangrienta que pagar si hago tal cosa.
Las cosas se complicarían también para los países que tuvieran reina. Un hijo bastardo excluido de la sucesión podría reclamar el trono. La Ley Allerman prevalece sobre la Ley Sallica, que prohíbe la sucesión a las mujeres. Una reina que hubiera accedido al trono gracias a la primera se enfrentaría a una situación difícil.
N/T: Si por ejemplo una reina es legítima y asciende al trono protegida por la ley Allerman pero tiene un hermano ilegítimo, sea u no mayor que ella él tendría mucho más derecho al trono al serle reconocido el derecho a sucesión solo por ser hombre y la ley Sallica si esta se aplicara. En el caso que plantea Filippo de darle derecho a sucesión a hijos bastardos 🙃
Afortunadamente, ninguna de las principales naciones del continente central tenía una reina como gobernante, pero lo mismo ocurriría innumerables veces también con los títulos nobiliarios.
—El orden de sucesión cambiará múltiples veces para muchas familias reales —dijo el Papa.
También habría problemas en los casos en que un hijo bastardo resultara ser mayor que un hijo legítimo que hubiera heredado el trono. O cuando un primo se convertía en rey porque no había herederos legítimos.
—Habrá muchos conflictos de diversa envergadura. ¿Cómo cree que se gestionarán esas luchas? Al final, todo se reduce al poder.
Aquellos que estuvieran respaldados por un ejército o alguien con un ejército se haría con tronos y títulos, mientras que los legítimos ocupantes serían desalojados. El Papa Ludovico deseaba proteger los derechos de los legítimos, por supuesto, pero no tenía motivos para arriesgarse a sumir al continente central en el caos.
—El continente central debe permanecer estable.
Sólo así se podía enviar un gran ejército a Jesarche. La Cuarta Cruzada estaba a la vuelta de la esquina, y no se podía ir a la guerra con un continente enfrentado.
—Olvídelo —dijo el Papa.
El blanco de los ojos del rey Filippo IV brilló.
—Nunca le pediría que me ayudara sin ningún beneficio, Santidad —había algo desesperado en el comportamiento del hombre. Al mismo tiempo, parecía resignado—. Le daré Pisarino.
Pisarino era un puerto propiedad del reino de Gallico. También era algo que Trevero, atrapado tierra adentro entre Gallico y Etrusco, siempre había anhelado.
A&A Mi pareja favorita, siempre me encantado Rafael y su forma de pensar, su forma de reprender a Alfonso es graciosa. El papa Ludovico tiene poco tiempo, esa ley puede crear caos respecto a la sucesión y también puede afectar los planes del papa, dejándolo sin aliados, ya que él quiere que su obra siga su curso después de su muerte, ese soborno de Filippo es tentador pero afectará el legado de Ludovico y dificultará al cardenal de Mare para continúe. Lo aceptará?
ResponderBorrarGracias por el cap!
ResponderBorrarMuchísimas gracias por el capítulo! 🫶💕
ResponderBorrarRafael modo suegra me encanta
ResponderBorrarAy Rafael UnU en el fondo cuánto le habrá dolido??
ResponderBorrarYa siéntate Filipo
Me indigné banda, me indigné... que horror la ley Sallica >:c
ResponderBorrarCómo es posible que este loquito norteño gaste la cordura que le queda en esto???? 😖