SLR – Capítulo 379
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 379: La tercera propuesta de matrimonio en esta vida
Ariadne se quedó boquiabierta ante la inesperada petición de Alfonso.
—Si te casas conmigo ahora… —dijo ella. No sólo no tenían el permiso del rey León III, sino que además existía el problema de que se trataba de un matrimonio morganático—. La situación es complicada. Está el asunto de la sucesión, el permiso de nuestros padres, la relación con el Reino Gallico…
N/T: Se conoce como matrimonio morganático a la unión realizada entre dos personas de rango social desigual -por ejemplo, entre príncipe y condesa o entre noble y plebeyo-, en el cual se impide que el cónyuge y cualquier hijo de dicha unión herede u obtenga los títulos, privilegios y propiedades del noble.
Alfonso presionó sus labios con un dedo húmedo.
—Shh.
Estaba húmedo, pero su dedo seguía siendo áspero. El grueso dedo se encontró con los suaves labios de Ariadne. Le rozó el exterior del labio inferior y luego lo introdujo, explorando sus dientes y la suave carne del interior de la boca como si los sintiera por primera vez.
—Mmm...
Le susurró al oído—: Muy bien. Eso es precisamente lo que quería oír. El placer de la noche anterior le había dicho con certeza que Ariadne lo amaba apasionadamente, más profundamente que a nadie en el mundo—. Sólo di “sí” en momentos como éste.
Parecían hechos el uno para el otro. Una melodía que nunca habían tocado se convertía en una vieja y familiar cuando él estaba con ella, y en sus cabezas estallaban fuegos artificiales. Cada movimiento y cada gesto habían sido un éxtasis.
Ariadne gimió sugestivamente mientras Alfonso movía el dedo. —Mmm... Ohh...
Le levantó la barbilla.
—No. Dilo bien.
Su cara enrojeció. Alfonso siguió moviendo el dedo, con la barbilla de ella en la mano. Era como un músico genio, de los que aprenden a una velocidad exponencial mientras tocan. Ariadne no podía parar y se le escapó otro gemido erótico. Hundida en el agua, sacudió la cabeza y apartó la mano de Alfonso.
—¡Pero aun así! —protestó ella, apartando el pecho de Alfonso con las manos—. ¿Quieres que responda ahora a una pregunta tan importante? —se señaló a sí misma. Lo único que cubría su cuerpo era una manta mojada y el agua de la bañera—. ¿Con este aspecto?
Alfonso contempló a la empapada Ariadne. Su piel suave y húmeda, sus labios ligeramente hinchados y enrojecidos, e incluso sus dientes delanteros ligeramente salientes eran de una belleza sin medida.
Alfonso levantó las rodillas en la bañera, encerrándola en su abrazo.
—¡Uf!
—Entonces... —poniendo sus grandes manos sobre el cuerpo de ella, y con la ayuda de su flotabilidad, la puso a flote en el agua—. ¿No quieres casarte conmigo?
Sus ojos azul grisáceo la observaban con un toque de humor y vasto afecto. Ella sonrió torpemente, luego giró la cabeza.
—Bueno, no es eso lo que quiero decir...
—Dormirás a mi lado todas las noches —le besó el puente de la nariz—. Y despertando igual cada mañana.
Esta vez, le besó la punta de la nariz. No iba a mencionar lo que pasaría durante la noche. Otro beso.
—Recibirás a los invitados de Estado a mi lado —esta vez, le dio un pico en el entrecejo. Quería decirle una cosa más, pero se la guardó. La besó los labios, sin decir nada.
Esta vez no fue un beso ligero, sino uno más intenso.
Ella gimió.
—Oh... Mmm...
Estaban en la misma frecuencia. Si él probaba algo nuevo, ella respondía enseguida con placer.
—¿No quieres hacer esto el resto de tu vida conmigo? —la abrazó en el agua. Hacía rato que habían sacado la bañera y se había enfriado hasta alcanzar la temperatura corporal—. Piensa sólo en una cosa. Olvídate del reino, de la sucesión, de los obstáculos y de cualquier otra cosa complicada. Sólo fíjate en la esencia.
Los ojos húmedos de Alfonso la miraban directamente. Su cuerpo era poderoso, incluso en el agua fría. Ella levantó la cabeza entre sus brazos.
—Sólo dime si quieres estar conmigo o no —su jocosidad había desaparecido mientras pronunciaba cada palabra con sumo cuidado—. ¿No quieres casarte conmigo?
Su rostro estaba lleno de amor. Su pecho era duro y musculoso mientras la abrazaba, su abrazo inspiraba pura confianza. Lo único que se sentía caliente en el agua tibia era su cuerpo. Contenía una vida que nunca se apagaría, ni siquiera en el fin del mundo.
Nada era eterno, ni el amor ni ninguna otra emoción. Los propios humanos eran mortales. Pero había algo irresistible en la calidez de Alfonso. Era un encanto que la obligaba a aceptar lo que en su cabeza sabía que no tenía sentido, que era casi mágico.
Ariadne asintió lentamente.
—Sí, quiero...
Alfonso rió a carcajadas. El agua salpicaba por todas partes mientras él la apretaba enérgicamente, y la luz del sol que entraba por la enorme ventana se refractaba en todas direcciones mientras el agua volaba por todas partes. Era un espectáculo deslumbrante.
En aquella lluvia temporal de arco iris, le susurró al oído—: Te haré la mujer más feliz del mundo. Te lo prometo.
***
Rafael de Baltazar, viceabad del monasterio de Averluce, acababa de hablar con el papa Ludovico.
Ahora ladeó la cabeza.
—¿Por qué demonios quería verme?
El Papa sólo había colmado a Rafael de preguntas que no podía entender. Al menos al principio habían parecido razonables, dentro de lo previsible.
—¿Qué pecado ha cometido el Cardenal de Mare? ¿Soborno? ¿Nunca ha vendido un cargo por dinero? ¿Qué tenía que decir el difunto abad? —había preguntado el Papa, con los ojos brillantes—. Vamos, dímelo. Tiene que haber algo.
—Sólo he sido clérigo durante un tiempo...
El Papa Ludovico rió a carcajadas, pero sus palabras estaban lejos de ser amistosas.
—No seas ingenuo —el Papa había hablado despreocupadamente, como si se limitara a mencionar lo que había almorzado ayer—. Sé que en 1123 fuiste al extranjero por un asunto de dinero. Luego había añadido—: Tenías un salvoconducto de la rama etrusca de la Santa Sede.
No era necesaria ninguna prueba o documentación adicional. Con un hombre tan poderoso como el Papa, incluso las sospechas erróneas se convertían en hechos que requerían pruebas reales para ser corregidos. Rafael se puso rígido, sin haber esperado ese ataque. Cuando había hecho el recado para Ariadne, había utilizado monasterios en ciudades portuarias como escala. Lo había hablado con Ariadne con antelación.
La primera entrega la había hecho él mismo, pero las demás se las había tenido que dejar a los empleados de la compañía Bocanegro. Naturalmente, había necesitado alguna forma de evitar que alguien robara el dinero. Por eso se había hecho pasar por funcionario de la Santa Sede y había hecho que los clérigos de los monasterios aislados hicieran un doble control intermedio de las cantidades.
El papa Ludovico había sonreído amistosamente y se había inclinado hacia delante, preguntando en tono sutil—: Dime. ¿Ese viaje no era para blanquear el dinero de De Mare?
Pero el “muso terribile” de San Carlo no había conseguido su infamia gracias al póquer. Una lengua sucia era un requisito previo para tal mala fama, pero al mismo tiempo se requería una gran capacidad de adaptación. Encajar los insultos perfectos en los momentos adecuados no era algo que pudiera hacer una persona tonta.
El “muso terribile” de San Carlo no defraudó.
—¿Lavado? ¿Se refiere a las donaciones que transferí?
Rafael sospechaba que el Papa estaba haciendo estas preguntas debido a alguna carta anónima desde dentro de la Santa Sede etrusca. El Papa no haría preguntas tan insistentes a menos que hubiera algún registro de juego sucio por parte del Cardenal de Mare. En ningún momento Rafael llegó a imaginar que Ludovico persiguiera personalmente al Cardenal de Mare.
Sea como fuere, sin embargo, no tenía ninguna intención de traicionar al padre de Ariadne y actual cardenal de su reino ante un Papa al que ni siquiera había visto antes de hoy. Tampoco iba a decirle al Papa de dónde había salido el oro.
Rafael ni siquiera había sudado.
—Donaciones muy grandes... destinadas a financiar la Guerra Santa.
—¿La Guerra Santa? —preguntó sorprendido el Papa.
Rafael había asentido con descaro.
—Por supuesto. Fueron transferidos al Príncipe Alfonso del Reino Etrusco a través del Gran Duque Juldenburg. Deben tener un recibo de la transacción.
El Papa frunció el ceño.
—Habría sido bastante sencillo pasar el dinero por el rey etrusco, que es la ruta oficial. ¿Por qué enviar un emisario en secreto?
Había muchos métodos para hacerlo, incluido el uso de los barcos de la República de Oporto.
Rafael gimió de forma exagerada.
—Hubo un pequeño problema en Palacio Carlo en ese momento —dijo como si compartiera algún gran secreto.
Los de fuera tendían a tener una preferencia excesiva por las teorías conspirativas.
—Ese habría sido el enfoque correcto, sí. Pero nos enteramos de que la duquesa Rubina, amante del rey, había recurrido a algún engaño para asegurarse de que el príncipe Alfonso, hijo legítimo de la reina muerta, pudiera distinguirse.
El Papa hizo una mueca. Como segundo hijo de una casa prestigiosa, odiaba a los que ganaban fama o riqueza y no eran nobles. El príncipe Alfonso era actualmente su joven favorito.
Su logro, que quedaría registrado en los libros de historia y sería alabado a lo largo de las generaciones, fue la Tercera Guerra Santa. El Príncipe Alfonso había sido la espada más afilada del Padre Celestial, asegurando la victoria en el frente.
—Hubo muchas afirmaciones de que se utilizó la Santa Sede como vía tortuosa, ya que el dinero no podía enviarse oficialmente a través de palacio.
El rostro vicioso de Ludovico se enfureció aún más. ‘¿Qué? ¿Que no podían hacer qué? ¡Los ingratos!’
—Desconozco la procedencia del dinero, ya que yo sólo era el mensajero. Pero incluso si eso vino
de la rama etrusca de la Santa Sede, entiendo que el dinero se usó correctamente si se destinó a financiar la Guerra Santa.
—De Mare... ¿apoyó la Guerra Santa? —preguntó Ludovico en un tono extraño.
—¡Por supuesto!
Al decir una mentira -especialmente sobre un tema del que uno no estaba del todo seguro- era importante sonar lo más seguro de sí mismo posible. Rafael añadió una frase que no era más que una repetición de su intención, pero de la que nadie podría negar la verdad.
—El dinero va donde está el corazón.
Mientras Rafael intentaba averiguar de qué había ido todo esto después de que le despacharan, el Papa Ludovico se sentó solo en la habitación, experimentando una transformación radical en su pensamiento.
‘¿Por qué... por qué excluí a de Mare de mis planes?'
Necesito un Alfonso en mi vida 💛 💙
ResponderBorrarVaya papa es alguien peligrosamente tonto o peligrosamente listo?
ResponderBorrarMe encanta, me encanta está historia. Es realmente emocionante y apasionante lo que está sucediendo con A&A, el papa es un personaje interesante, que bueno que Rafael a vuelto a la escena, siempre pense que idealizo a Ari, ya que su sueño siempre fue la iglesia pienso que desempeñara un papel importante en esta organización y será un aliado para A&A en el futuro. Muchas gracias!
ResponderBorrarGracias por las notas me gusta aprender algo nuevo.
ResponderBorrarMe parece que Rafael le acaba de salvar la vida al cardenal de Mare
ResponderBorrarY el Cardenal despreció a Rafael como yerno por su título 😞
ResponderBorrarQue sepas que ahora le debes la vida! >:c
Rafael acaba de salvar al papá de Ari.
ResponderBorrarVaya las ilustraciones son simplemente hermosas!
ResponderBorrarLas ilustraciones son simplemente hermosas!
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