0
Home  ›  Chapter  ›  Seré la reina

SLR – Capítulo 418

Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 418: Pensé que eras una marioneta

Mientras se mantenían las conversaciones matrimoniales con Lady Lariessa del Reino Gallico, éste había enviado una partida diplomática y se había entrometido en la redacción exacta del contrato matrimonial e incluso en el séquito. El marquesado, sin embargo, no estaba en condiciones de hacerlo.

Aunque el marqués Cinadeños era un gobernante apto para hablar de matrimonio con otro, su territorio no era más que un minúsculo marquesado en la frontera, ni siquiera incluido en la tierra firme del continente central. Era una tierra estéril y atrasada, plagada de herejes. Se mirara por donde se mirara, no era una nación que pudiera entablar una alianza matrimonial con el Reino Etrusco, que tenía un lugar firme en la parte centro-sur del continente y contaba con una larga historia.

La única razón por la que se estaba considerando era que el interés por Latgallin había alcanzado cotas récord tras la reciente Guerra Santa, y la familia de la marquesa muerta había recibido una buena fortuna que no merecían por su mala suerte. Esto les había hecho entrar en el punto de mira de León III, cegado por su codicia de expandir sus fronteras. Eso era todo.

Pensar en todas estas cosas triplicó el enfado de Delfinosa. Le espetó al funcionario—: ¡Entonces escribe “principessa” o “esposa del Príncipe”! Y si no les gusta, ¡que se queden en su tierra baldía!

“Principessa” no era un nombre destinado únicamente a la esposa de un príncipe. Se aplicaba a cualquier cónyuge de un sucesor al trono, así como a los miembros femeninos de la familia real que tuvieran algún tipo de derecho al trono. Desde el punto de vista técnico, la formulación podía crear problemas.

El funcionario sintió el impulso de preguntar, ‘Eso significaría que la familia real podría simplemente adoptar a Lady Julia Helena y convertirla en principessa’, pero se mordió el labio. No conseguiría nada más que una bofetada en la cabeza por preguntar. No había tiempo, y el marquesado no tenía poder de negociación.

‘No es que el marquesado me pague para que los cuide.’

Decidido a no ser reprendido por su superior por el bien de alguien a quien no conocía, corrió a buscar el borrador del contrato, que había sido redactado de antemano. El perfeccionismo del funcionario había sido derrotado.

Se añadiría la palabra “principessa” al contrato y, una vez sellado, se enviaría al marquesado Manchique mañana. El marquesado no podría rechazarlo.

Un nuevo jugador había entrado en la partida.

* * *

Isabella de Mare Contarini, que en su día había sido una firme candidata a ser la esposa del príncipe y la vencedora final en la vida anterior, no había conseguido ni de lejos su antigua gloria en la actual. En su lugar, descargaba su ira contra una amiga.

—Leticia. Préstame algo de dinero.

Leticia de Leonati miraba al suelo. No podía dejar que Isabella viera su rostro contorsionado. Isabella se aferró a Leticia sin apenas entusiasmo.

—¡Oh, Leticia!

—No tengo dinero. —murmuró Leticia débilmente.

Las palabras eran realmente difíciles de pronunciar para alguien que, en efecto, carecía de dinero, pero Isabella hizo gala de una sorprendente mezcla de payasadas simpáticas y despreocupación mientras seguía balanceando el brazo de Leticia.

—Sólo un poco será suficiente. ¿Hmm?

Isabella se había peleado con Leticia de Leonati hacía apenas unos días y ahora estaba aquí, en la mansión de los Leonati, para pedir dinero prestado. No se habían reconciliado. Simplemente había venido porque Leticia siempre hacía lo que Isabella le pedía.

—No lo necesitaré por mucho tiempo —dijo Isabella. Empezaba a enfadarse porque Leticia no le daba el dinero. Sin embargo, esta no era la etapa que requería amenazas aterradoras. Hizo un adorable mohín. Siempre funcionaba cuando quería persuadir a alguien, independientemente de su sexo. 

—Cuando conozca a la mujer de Niccolo, podré volver a casa. Te lo pagaré entonces, ya que mi padre me dará dinero. ¿Hmm?

Leticia aguzó el oído, pero no fue la promesa de un rápido reembolso lo que llamó su atención. Isabella había incumplido sus promesas demasiadas veces para eso. 

—¿La mujer de Niccolo?

—¡Sí, Niccolo, el mayordomo! —este era un tema que Isabella también disfrutaba—. Andreas organizó la reunión.

Se permitió presumir de otro hombre que se había enamorado de ella. Empezó a alardear de los sentimientos del conde DiPascale hacia ella. Fue muy valiente por su parte, ya que aún no había pedido prestado el dinero. En realidad, no era tanto valor como confianza en que Leticia haría lo que ella le pidiera, independientemente de cómo actuara.

—Es tan dulce. Es amable y me consigue todo lo que necesito...

Leticia no pudo vencer el impulso de decir la verdad. 

—Tiene mujer.

Isabella se enfadó de inmediato y respondió.

SLR – Capítulo 418-1

—¿Y qué? No es como si tuviera una aventura con él.

Se habían besado, pero a ojos de Isabella, eso había sido simplemente una muestra de “buena voluntad”.

—No me acosté con ese hombre.

Leticia no tenía ni idea de que los dos se habían besado, e Isabella tampoco tenía intención de decírselo. Isabella la acosó.

—¿Por qué hablas así?

Leticia aún no le había dado el dinero a pesar de las amables peticiones de Isabella. Era el momento de adoptar un tono más firme. Acobardada, Leticia se disculpó inmediatamente.

—Lo siento...

—Lo sientes, ¿verdad? Deberías hacerlo. ¡Hmph!

Isabella estaba tan enfadada que se le había puesto la cara roja. Sólo después de seguir hablando de la gran oportunidad que le había brindado “su Andreas” empezó a sentirse mejor. En realidad, Isabella también se estaba quedando sin dinero estos días. No había nadie con quien pudiera hablar libremente del conde DiPascale en casa de Clemente.

Tampoco era algo de lo que pudiera hablar con Ottavio. Así que le contó a Leticia todas las cosas de las que quería hablar. Leticia, por su parte, se maravillaba de que hasta entonces no se hubiera hecho ni una sola mención a su hermano, Ippólito.

—En cualquier caso, la mujer de Niccolo vendrá a mi mansión por la tarde.

La mansión era de Clemente, para ser precisos, pero Leticia sabía que no debía repetir su error. No tenía intención de molestar a Isabella cuando no tenía nada que ganar con ello. Le tenía miedo, e Isabella acababa de perder los estribos hacía poco. Ya era hora de que fuera más cautelosa. Pero no podía contener su curiosidad.

—¿Y por qué viene? —preguntó.

—¿Tu qué crees? Me contará cómo van las cosas en casa, ¡y podré enterarme con todo detalle de lo que se cuece!

—¿Así que por fin puedes hablar con alguien de tu casa? Enhorabuena.

Leticia lo decía en serio, pero la debilidad actual de Isabella era la mala relación con su padre. A ella tampoco le gustaba como sonaba esto.

—No seas sarcástica —dijo Isabella.

—No lo estaba siendo.

—¡Dios, eres tan molesta!

—Lo siento.

Isabella fulminó a Leticia con la mirada. Era la segunda disculpa. Sabía que había llegado el momento de qué decirle.

—Préstame dinero si lo sientes —Leticia miró a Isabella con ojos temblorosos. Isabella ofreció generosamente—: 25 ducados. No es una gran suma.

Leticia reprimió un suspiro de alivio. Era una cantidad menor de la que esperaba. Pero eso no significaba que fuera una suma objetivamente pequeña.

—No puedo prestarte tanto...

—¡25! Ni un ducado menos.

Al final, Isabella consiguió de Leticia la cantidad que quería. Leticia entregó a Isabella algo de dinero que había estado guardando cuidadosa y frugalmente, y luego preguntó con cautela—: ¿Y a qué viene la mujer de Niccolo?

—No lo sé —dijo Isabella molesta. Era muy descuidado de su parte—. Supongo que lo averiguaré dentro de dos horas, cuando me reúna con ella en mi habitación.

‘Dos horas. La habitación de Isabella en la mansión Bartolini’. Leticia repitió las palabras en su mente.

* * *

Cuando Isabella regresó a la mansión Bartolini, Leticia subió cautelosamente a su habitación.

—Uh...

—Shh.

Una figura alta pero algo endeble apareció de la oscuridad y tapó la boca de Leticia con una gran mano. Leticia se sonrojó, pero el hombre no parecía haberlo hecho con intención romántica.

—Cállate. Los demás te oirán —Gruñó.

El hombre era Ippólito de Mare, o mejor dicho, sólo Ippólito, puesto que ya no tenía padre.

—Ah, vale —dijo Leticia con una voz más teatral que de costumbre. También había timidez y vergüenza en su tono. Leticia susurró al oído de Ippólito, con la cara roja. Estaba sinceramente contenta de tener una excusa para susurrarle. 

—Isabella se reunirá con la mujer de Niccolo por la tarde.

La mirada de Ippólito cambió. 

—¿Para qué? —preguntó.

—No puedo estar segura. Dijo que iba a averiguar qué pasaba en casa y le dijo a la esposa que trajera varias cosas... ¿No crees que estaría bien que te unieras a Isabella para la reunión?

Era una sugerencia razonable, pero Ippólito gimió. Había muchas razones por las que se había escondido en casa de Leticia, la mayor de ellas Marco. Se rumoreaba que Marco estaba muy enfadado, alegando que la receta de Ippólito para el tabaco powack no era la correcta.

“Quizá sólo necesite mi toque” había dicho Ippólito al hombre que le había traído la noticia, pero se sentía algo culpable.

Sintiéndose tardíamente molesto por tener que ceder también los terrenos de almacenamiento cercanos al puerto, había sido muy descuidado al transferir la receta. De hecho, había omitido un elemento clave. El tabaco en polvo que se vendía en el mercado en ese momento era caro de hacer, pero carecía de la adicción habitual.

En cualquier caso, con Marco tan alterado, no podía dejarse ver por las calles. Incapaz de volver con los rufianes con los que solía pasar el tiempo, necesitaba quedarse en algún lugar agradable al que no pudieran acceder: el dormitorio de una dama noble, por ejemplo.

—Quédate quieta —dijo tranquilizador, tirando de Leticia hacia él. Ella parecía extasiada. Ippólito la miró con desdén. Sólo había tirado de ella para poder pisar la moqueta, no el suelo desnudo, mientras avanzaba.

‘¿Qué le pasa a esta mujer?’

Pero por ahora, dependía de ella. No intentó revelar lo que sentía por ella.

—Tú espera. Tengo que salir un momento.

—¿Adónde vas? —A Leticia parecía que se le iba a acabar el mundo—. ¿A la mansión de Isabella? Si es así, simplemente puedo enviarle un sirviente-.

—¡No hagas nada innecesario! —dijo levantando la voz. No se sabía lo que esa mujer idiota podría hacer. Tampoco creía que la mansión en la que se alojaba Isabella fuera segura.

Había ido a menudo a la mansión Bartolini mientras había sido distribuidor del tabaco powack. Los hombres de Marco estarían muy familiarizados con ella, y no podía visitarla abiertamente.

—Estoy haciendo una visita tranquila. Quédate aquí y no intentes nada.

—Volverás, ¿verdad? —preguntó Leticia desesperada.

Ippólito sintió un escalofrío. Casi sonaba como una amante lánguida. La criada pelirroja había actuado de forma similar. Se sentía frustrado porque sólo las mujeres feas parecían sentirse atraídas por él. Aunque fuesen feas, habría apreciado a alguien como Bianca de Harenae, pero sólo las mujeres de clase baja se sentían atraídas por él.

Reprimió un suspiro, pero le concedió a Leticia el pago por dejarle quedarse con ella.

—Volveré a por ti cuando arregle las cosas, sé paciente. 

Era un farol, una de las cosas que mejor se le daban. Leticia volvió a sonrojarse e Ippólito se quedó perplejo.

‘No puedo creer que cayera en eso.’

Emocionado por encontrarla tan crédula, empezó a hacerle dulces promesas incesante.

—Si consigo el control de la Casa de Mare, serás mi Condesa. ¡Todo lo que la p*rra Ariadne posee será tuyo!

Leticia se ruborizó aún más. No era la promesa de la posición de Ariadne de Mare, sino otra cosa lo que la conmovía.

‘¡Condesa! ¡Ippólito quiere hacerme su esposa!’

Pero las palabras de Ippólito sólo se ofrecían tan libremente porque no estaban destinadas a ser cumplidas. Estaba dispuesto a huir en cuanto Leticia empezara a aferrarse a él.

—Hasta luego, entonces.

Incluso ahora, la esquivaba porque el ambiente se estaba volviendo demasiado apasionado. Sin embargo, no pudo evitar exhibirse. Saltó por la ventana de la habitación de Leticia, que estaba en el primer piso. Al aterrizar por error en la maleza, las ramas pequeñas y afiladas le desgarraron las pantorrillas, los muslos y la ingle.

¡Ay!

Pero ni siquiera tuvo que levantar la vista para saber que Leticia le miraba como un caballero salido de alguna leyenda. Las piernas le escocían horrores, pero se cuidó de no cojear mientras caminaba por el jardín de la forma más masculina posible.

¡Ah, el camino de la hombría es duro de verdad!

* * *

El carruaje del Papa Ludovico avanzaba muy lentamente por San Carlo. Los caballos eran conducidos con gran cuidado para evitar que el viejo cuerpo del Papa sintiera el esfuerzo.

—Ya sabe, condesa de Mare —le dijo a Ariadne. Tardarían un poco más en llegar al refugio de Rambouillet, que el Papa había pedido ver. Ariadne intentó averiguar de qué quería hablar el Papa.

‘¿Una donación al Refugio de Rambouillet?’

Esto no encajaba muy bien. El Papa volvió a hablar.

—¡Haha! No pareces una mujer de tu edad. Pareces más bien una astuta mujer mayor que ha pasado por mucho —Y añadió con ligereza—: ¿O quizás ya has vivido esta vida antes?

Era como si una mano fría y húmeda recorriera su columna vertebral.

130
Pink velvet
tiktokfacebook tumblr youtube bloggerThinking about ⌕ blue lock - bachira meguru?! ★ yEeS ! ★ yEeS !
4 comentarios
Ad Blocker Detected!
We know ads are annoying but please bear with us here and disable your adblocker!

Refresh

Buscar
Menú
Tema
Compartir
Additional JS