SLR – Capítulo 324
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 324: El baile de debutantes de la Princesa Bianca (1)
La primera persona a la que convocó el príncipe Alfonso fue el señor Manfredi. La baronesa Gianelli sólo le había transmitido la situación actual de las casas nobles de la capital, afirmando que habían declinado masivamente la invitación al baile de la princesa Bianca. El Príncipe necesitaba más detalles para comprender la causa subyacente.
El señor Manfredi era hijo de una histórica casa noble de San Carlo, por lo que era idóneo para el deber de investigación.
—Visita inmediatamente a tu madre y pregúntale sobre el asunto.
La condesa Manfredi se asustó mucho al ver a su hijo en casa durante el día y supuso que había sido expulsado de la caballería. Más tarde, Manfredi transmitió el relato de su madre, y fue gracias a la ayuda de la condesa que Alfonso pudo descubrir rápidamente la verdad.
—Alteza, ¿cómo resolveremos el asunto? —preguntó el señor Manfredi, con los ojos desorbitados.
—Como usted bien sabe, las damas de la sociedad no son propensas a alterar sus planes apresuradamente antes del evento.
No dependía únicamente de la familia correspondiente determinar a qué fiesta asistir. Cada detalle se examinaba con meticuloso cuidado, incluida la elección de la fiesta y el momento preferido por cada familia, junto con la selección de los miembros de la familia que debían asistir. La decisión final dependería de su examen minucioso.
El Príncipe Alfonso podría enviar invitaciones a todas las casas y pedir su participación en el baile de debut de la Princesa Bianca hoy. Sin embargo, su carta sería en vano, ya que las mujeres nobles de la sociedad nunca cambiarían de opinión por la mera petición del Príncipe.
En lugar de ello, entablarían fervientes discusiones sobre los destinatarios de la carta del príncipe Alfonso y los que no la habían recibido, los que podrían alterar sus planes debido a su contenido, y en última instancia consolidarían sus determinaciones basándose en la información recopilada.
Y con decisión, el Príncipe no podría completarlo todo en un solo día.
El señor Manfredi se esforzó por devanarse los sesos.
—No se me ocurre una solución mejor. Lo mejor que puedo decir es que destruyamos la residencia Balzzo con pólvora.
Sin la localización disponible, la fiesta no podría celebrarse.
—¿O si tal vez podríamos detener y confinar a la condesa Balzzo...?
—Deja de decir sandeces —le reprendió el príncipe Alfonso y se levantó de su asiento—. Yo me ocuparé del asunto, así que monta guardia.
* * *
Salía el sol y hoy era el día del baile de debutante. Los preparativos físicos del baile había progresado sin problemas. Sin embargo, el hermoso y grandioso salón de baile no serviría de nada si no hubiera invitados. Incapaz de ocultar su ansiedad, Ariadne miró hacia abajo desde el pasillo del segundo piso.
Toda la primera planta se había transformado en el salón de baile para la fiesta de debut de la princesa Bianca. El espacioso salón de baile, adornado con granito gris claro y una deslumbrante araña de cristal, irradiaba una atmósfera limpia y lujosa a la vez.
Era evidente que se había invertido una suma considerable en el salón de baile. El delicioso aroma del vino de frutas, que corría por un canal interno, llenaba el aire, y llovía confeti en todas direcciones para marcar el comienzo de la fiesta.
Sin embargo, había un problema crucial en este magnífico salón de baile. Sólo faltaba una hora para que llegara el rey León III, el invitado de honor de hoy, pero el salón de baile permanecía en su mayor parte vacío.
—Quizá habría sido mejor organizar asientos reservados en lugar de una fiesta de pie.
Al principio, Ariadne había dispuesto mesas redondas y asientos reservados en consideración a los nobles participantes de edad avanzada. Sin embargo, debido a la inesperad participación por el evento de la condesa Balzzo, el baile se había cambiado a una fiesta de pie por si quedaban demasiados asientos libres, lo que subrayaría el escaso número de participantes. Sin embargo, una fiesta de pie más bien resaltaba la escasa población del salón de baile, ya que las mesas al menos habrían aumentado la densidad.
Esto hizo que Ariadne acabara por perder su habitual compostura. Al ver que su amiga se mordía las uñas con ansiedad, Camellia Vittely intentó tranquilizarla.
—Cuando empiece el baile, la fiesta se volverá más animada. Es porque todo el mundo está de pie en las esquinas.
Camellia se sintió profundamente desconcertada, cargando con un sentimiento de culpa al creer que su posición social había llevado a otros nobles a declinar las invitaciones al baile de debutante de la princesa Bianca.
De pie junto a su esposa, el afamado Caruso también se esforzó por calmar a Ariadne.
—Sí, y pronto llegarán nobles participantes extranjeros.
Ariadne había visitado al señor y al señor Vittely hacía varios días para pedirles su apoyo y que invitaran a sus conocidos nobles extranjeros residentes en San Carlo. Para los nobles internacionales, era una rara oportunidad ser invitados al baile de debutante de la hija de un duque extranjero. A pesar de la poca antelación, la mayoría de los residentes internacionales respondieron con entusiasmo. Corrió el rumor de que las tiendas de antifaces del centro de San Carlo se llenaron de clientes la víspera de la fiesta.
Sin embargo, la mayoría de los residentes internacionales en San Carlo eran aristócratas de rango inferior. Su presencia en el extranjero se debía principalmente a fines comerciales, algo parecido a lo que ocurría en la casa del barón Castiglione. Por lo tanto, los invitados extranjeros no podían sustituir a los dignos asistentes locales que realzarían la elegancia del baile de la princesa Bianca. Pero los invitados extranjeros aún no habían aparecido en el salon de baile.
Rafael, que había participado como compañero de baile de Ariadne, habló sarcásticamente.
—En efecto, qué lamentable es que los nobles de todas las naciones y posiciones consideren encomiable la tardanza.
Sin embargo, era totalmente comprensible, ya que una llegada temprana aumentaba el riesgo de encontrarse solo en el vasto y escaso salón de baile, justo como lo estaba Ariadne en ese momento.
—Al menos deben presentarse antes de la llegada de Su Majestad.
Ante las palabras de Rafael, Ariadne dejó escapar una sonrisa vacía. En el escaso salón de baile del primer piso sólo había unos pocos mercaderes, aristócratas locales de bajo rango y algunos nobles extranjeros.
Si León III se encontrara con una situación semejante, sería culpada de una terrible impertinencia. No sólo se avergonzaría a la Casa del Duque de Harenae, el anfitrión de la fiesta, sino que también se culparía al príncipe Alfonso, el tutor, por haber descuidado a su prima segunda. Ariadne sintió que el interior de su boca se secaba de tensión.
* * *
Ariadne no era la única que vigilaba atentamente el escaso salón de baile del primer piso. Rubina había llegado con antelación, ya que el rey León III había partido del coto de caza en lugar del palacio real. Se rió a carcajadas al ver el inmenso salón de baile, escasamente poblado.
—El plan funcionó a las mil maravillas —se dijo triunfante—. ¡Un baile sin invitados! ¡Ja!
Hoy, Rubina estaba de nuevo atrapada con Devorah ya que la condesa Bartolini, su nueva doncella principal, había sido enviada a la reunión benéfica de la condesa Balzzo.
Como a Devorah le habían asignado el papel de séquito de Rubina, la habían adornado lujosamente.
—Duquesa, ¿puedo preguntar...? —Devorah preguntó atentamente—. ¿Va a participar el Duque Césare realmente en la reunión de caridad?
No hacía mucho que Devorah había sido reclutada como criada de la duquesa Rubina, por lo que nunca había visto al duque Césare en persona. Por lo que ella sabía, era el único duque del reino. Además, era soltero y el hombre más guapo de la capital. Tras 5 años de ausencia, ¡por fin se dejaba ver en San Carlo mientras ella estaba atrapada en otro baile! ¡Le parecia terriblemente injusto haber perdido semejante oportunidad!
Sin embargo, la duquesa Rubina miró patéticamente a Devorah como si fuera la muchacha más tonta que existía sobre la tierra.
—Yo... preferiría no hablar.
—¿Perdón?
Ante la expresión dolida de Devorah, la duquesa Rubina la atacó ferozmente.
—¡Tú eres quien envía las cartas entre mi hijo y yo! ¡¿Qué tan tonta puedes ser?!
¿Cómo podía Devorah saber algo así? Entonces protestó con seguridad.
—P-pero yo sólo las envié y no sabía nada del contenido.
Rubina le lanzó una mirada patética, como si pensara que era la más desgraciada. Y se limitó a responder porque estaba de muy buen humor.
—¡Idiota! No recibí respuesta a mi carta.
—Oh...
—¿No tienes ni idea del significado de eso?
La duquesa Rubina extendió su pie cubierto de medias de seda.
—Masajea mi pie —ordenó—. Si careces de cerebro, el trabajo físico es tu única oportunidad.
Devorah se apresuró a masajear el pequeño pie de la duquesa Rubina.
—Nunca vendrá —le informó finalmente Rubina—. Es un mero rumor.
Incluso si Césare se negaba a participar en la reunión, la condesa Balzzo, anfitriona de la fiesta, y la condesa Bartolini, organizadora, pagarían el precio. No era asunto de Rubina.
De buen humor, Rubina soltó una risita.
—Difundir ese rumor fue sin duda una jugada inteligente. No hay más que ver este salón de baile desierto. Jajajaja.
* * *
Sólo faltaba media hora para la esperada llegada de León III. La princesa Bianca de Harenae, la debutante, se había arreglado y acicalado por completo.
Sin embargo, los invitados seguían sin aparecer, a excepción de varios aristócratas extranjeros, que habían llegado con retraso. Los únicos invitados de casas nobles establecidas eran Julia y Rafael de Baltazar, el conde y la condesa Marques, y Ottavio e Isabella de Contarini, que habían perdido la oportunidad de ser invitados a la fiesta más codiciada de la capital.
Además, estaba Camellia, ya que su linaje procedía de la Casa Castiglione. Sin embargo, se asemejaban más a una familia de comerciantes que a la nobleza.
—¡¿Cómo asumirá la responsabilidad por esto, Condesa de Mare?! —exigió la baronesa Gianelli en voz baja, pero lo más fuerte posible, entre dientes apretados—. ¡No, nunca podría compensar el daño causado! Ni siquiera su vida bastaría para restaurar la empañada reputación de Harenae.
Lo único que Ariadne podía hacer era mirar al frente, pues ninguna palabra podía justificar sus actos.
—¡Le haré pagar a toda costa! —exclamó la baronesa Gianelli.
Sus palabras picaron los oídos de Ariadne como espinas. Había más invitados, pero no eran figuras prominentes. Afortunadamente, el baile de máscaras ocultaba a los invitados menos significativos, pero los asistentes de alto rango acabarían siendo revelados. Su destino sólo se había retrasado, no evadido.
Para colmo, el príncipe Alfonso, compañero de baile de la princesa Bianca, llegaba tarde. Ariadne sintió una ira hirviente. ‘¡Es un inútil! ¿Cómo puede llegar tarde en una ocasión así?’
Su única tarea era honrar el baile con su presencia como pareja y tutor de la princesa Bianca. Sin embargo, no cumplió con su único deber. Ariadne también estaba preocupada por la princesa Bianca, que estaría terriblemente ansiosa.
—¿Cuándo... entro en el salón de baile del primer piso? —preguntó inocentemente la princesa Bianca desde el interior del tocador que estaba exclusivamente adornado para ella.
Forzando una sonrisa en su rostro, Ariadne respondió de mala gana.
—Será pronto, Alteza. El príncipe Alfonso llegará pronto y os escoltará.
Cada gota de humedad del cuerpo de Ariadne pareció evaporarse. Se lamió nerviosamente los labios resecos. El maquillaje que Anna le había aplicado cuidadosamente hacía tiempo que se había desvanecido, y de sus labios agrietados brotaba sangre fresca.
Ariadne decidió más bien idear un plan para más adelante.
‘Si puedo relacionar el fracaso del baile con el plan de la duquesa Rubina y darle publicidad, quizá pueda salvar parcialmente la reputación de la Casa del Duque de Harenae…’
Sin embargo, justo entonces.
¡Honk!
El sonoro bocinazo de la trompa, tocada exclusivamente para anunciar la entrada de la familia real, resonó por todo el salón de baile.
‘¡¿Su Majestad el Rey ha llegado antes de lo previsto?!’
Con el semblante pálido, Ariadne miró desesperada hacia abajo, apoyada en la barandilla del segundo piso. Para su alivio, el doméstico de la Casa del Duque de Harenae anunció otro nombre.
—¡Aquí viene Su Alteza el Príncipe Alfonso de Carlo-!
‘¡Alfonso!’
Vestido con un uniforme color crema, el Príncipe rubio clareado por el sol entró en el salón de baile con pasos lentos y elegantes. Su estatura imponente y gigantesca transmitía seguridad.
Ariadne se alegró de que por fin hubiera llegado el príncipe, pero su alegría pronto se mezcló con el alivio y la rabia. ‘¿Por qué entró por el primer piso como si quisiera alardear de su tardanza?’
Alfonso debía entrar por el pasillo destinado exclusivamente al invitado de honor, que comunicaba con el segundo piso. La entrada del primer piso era para los invitados ordinarios. Además, según le informó el señor Bernardino, tenía el deber de acompañar a Bianca, su pareja, escaleras abajo desde el segundo piso.
Mientras Ariadne miraba desde arriba, el príncipe Alfonso cruzaba tranquilamente el escasamente poblado salón de baile.
Pero entonces, el doméstico anunció de repente—: ¡Aquí vienen el marqués y la marquesa Gualtieri!
—¡Aquí vienen el Marqués y la Marquesa Montefeltro y su hijo mayor y su nuera!
—¡Aquí vienen el Conde y la Condesa Rinaldi...!
—¡Aquí vienen el Conde y la Condesa Delatore...!
—¡Aquí vienen el marqués y la marquesa Salbati-!
Detrás del Príncipe Alfonso le seguía una multitud de miembros de la alta sociedad de San Carlo.
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Que habrá hecho Alfonsooo? :0
ResponderBorrarAlfonso resolvió!
ResponderBorrarHonestamente, no veía una manera de resolver el dilema de los dos bailes. Tengo mucha curiosidad por saber qué hizo Alfonso para convencer de última hora a los nobles de San Carlo...y también cómo le hicieron para prepararse con tan poca antelación, dado que es una fiesta de máscaras.
Jajaja yo esperaría que si hubieran derribado la mansión de la fiesta de Rubina
BorrarAlfonso, literalmente, un hombre que resuelve 🤭
ResponderBorrarNecesito uno de esos 🥺♥️
BorrarWow, Alfonso sí que tuvo que resolver la encrucijada.
ResponderBorrarAlfonso, baby, como tu no hay dos!! 💞😻
ResponderBorrarTodas en este momento si fuéramos Ariadne estaríamos encantadas de darle un sonoro beso a Alfonso Casco Nero, Príncipe de Oro, un hombre que sí resuelve. XD
ResponderBorrarAlfonso se ve guapísimo
ResponderBorrarRubina se va morir del coraje.
ResponderBorrarAlfonso mi patrón 🥹
ResponderBorrarAriadne, Alfonso se merece todo 😳
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