0
Home  ›  Chapter  ›  Seré la reina parte 2

SLR – Capítulo 483

SLR – Capítulo 483-1

Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 483: En realidad no hiciste eso, ¿verdad?

El señor Delfinosa corrió como el viento desde algún lugar y atrapó a León III antes de que cayera hacia atrás.

El rey esperaba que Delfinosa leyera sus pensamientos y fuera el primero en gritar que Alfonso debía ser decapitado, pero su leal secretario sólo pudo decir una cosa—: Majestad, Majestad, por favor, cálmese.

—¡Delfi-Delfinosa...! '¿Parece que puedo calmarme?' La réplica se perdió en su jadeo.

—¡Debe salvaguardar su cuerpo real...! ¡Tú, trae agua! ¡Agua!

'Lo que necesito no es agua', pensó Leo III mientras tragaba aire. '¡Necesito ver a mi hijo llorando, gimoteando y arrastrándose a mis pies!'

Su hijo adulto, por supuesto, no estaba dispuesto a cumplir este deseo. Lo único que hizo fue observarle con mirada gélida.

Cuando aquellos ojos penetrantes le examinaron, se sintió como si una bestia depredadora le estuviera evaluando para ver cómo podía dominarle físicamente, aunque era imposible saber si eso era lo que Alfonso estaba pensando realmente.

—¡Tú... tú...!

Las sacudidas del viejo rey fueron inútiles. Se sentía impotente y resentido con su cuerpo por haber elegido este momento para derrumbarse. Quería acercarse a Alfonso con toda la energía de su juventud y golpearle en la cabeza. Antes era un caballero de cierto renombre.

Alfonso dio un gran paso hacia él. La intimidante figura del hijo proyectaba una sombra sobre el cuerpo envejecido y encogido del padre.

No le gustó ni el acercamiento de su hijo ni su silencio.

—¡Te atreves... te atreves...! —gritó.

Alfonso miró fijamente a León III durante largo rato sin decir nada. El silencio era sofocante; León III decidió llenar el vacío con ademanes y gritos.

Habiendo visto suficiente dramatismo por parte de su padre, Alfonso se dio la vuelta bruscamente y abandonó el comedor del rey sin vacilar.

—¡Eso, eso, eso...! —León III agitó un dedo tembloroso a la espalda de su hijo cuando éste salió de la habitación sin pedir permiso. Era todo lo que podía hacer ahora. Detrás de él, el señor Delfinosa inclinó la cabeza; era la única persona a la que el rey podía obligar a hacerlo.

El viejo rey, dominado por la rabia, bajó la cabeza hacia el suelo y gritó.

—¡Aaaargh!

***

Puede que se sintiera impotente en ese momento, pero aún tenía mucho poder para hacer algo, y su rencor le desbordaba. Por lo tanto, hizo algo que podía hacer.

—¿Hablas en serio? —exclamó el señor Manfredi. El señor Bernardino, su interlocutor, acababa de regresar de una reunión con el jefe de asuntos generales, pero Manfredi no podía creer lo que le habían contado.

—¿Su Majestad el Rey recortó la totalidad del presupuesto del príncipe?

—Tengo que hablar primero con el señor Delfinosa o con el marqués Baltazar, pero así parece —respondió Bernardino, con aire abatido. Había ido a cobrar el pago de este mes y sólo había recibido una pequeña bolsa con 80 florines. Había sido tan pequeña y ligera que había preguntado por él al encargado.

—¿El Palacio Carlo pagará presupuestos en pagarés a partir de este mes?

No era nada de eso. Todos los departamentos, excepto el palacio del príncipe, habían recibido su parte íntegra en ducados. León III había cumplido su amenaza de recortar los pagos al palacio del príncipe; eso era todo.

—Oh, Dios…

Bernardino se había preguntado por los 80 florines. Le habían dicho que eran los intereses del dinero que el rey había tomado prestado del presupuesto del príncipe para reparar un muro exterior. En verdad, era un monarca frugal en varios sentidos.

Mientras el señor Manfredi parpadeaba, sin habla, la boca del príncipe Alfonso permanecía firmemente cerrada. Su rostro, en cambio, era aterrador; parecía dispuesto a matar un oso con sus propias manos.

Para ser justos, puede que necesite matar algo, pero no un oso.

—No podemos dejar que esto ocurra sin más —afirmó Manfredi.

—Ya, ya —el señor Bernardino, sabiendo las implicaciones que podían derivarse de aquello, hizo un esfuerzo por suavizar el ambiente—. ¿Es evidente, no crees, que esto surgió de un momentáneo estallido de ira por parte de Su Majestad?

Las miradas desesperadas que dirigió a Manfredi hicieron que éste se diera cuenta de que había metido la pata.

—Así es —convino—. Debe de estar enfadado, pero sólo temporalmente.

Sin embargo el señor Desciglio, el más joven de los caballeros, no era lo bastante avispado para captar lo que se decía. Además era un hombre valiente.

—¿Haría eso sólo por un breve ataque de ira? ¡Esta decisión no tiene sentido! ¡Es ridícula!

Para Desciglio, que tenía un fuerte sentido de la justicia, las acciones del rey no podían ser más injustas.

—Tenemos que ir a verle ahora mismo para protestar...

El señor Manfredi se apresuró a darle una patada en la espinilla. '¡¿Cómo propones que afrontemos las consecuencias de protestar?!'

Mientras el señor Desciglio se agarraba la espinilla y gemía de dolor, Bernardino recuperó rápidamente la palabra.

—Alteza —sugirió con suavidad—, ¿y si esperáis a que el mal genio de Su Majestad se haya calmado, y entonces le visitáis de nuevo para hablar con él...?

Rebelarse contra el rey alargaría este conflicto, y eso les llevaría a la ruina. No había necesidad de llegar a tales extremos contra él.

Bernardino intentaba determinar el momento adecuado para la conversación. Inmediatamente sería demasiado pronto, pero ¿quizá esta tarde, cuando el rey estuviera tomando el té?

—No —espetó el príncipe Alfonso con voz sonora, rompiendo su silencio. Aquello no era propio de él—. No me arrastraré ante Su Majestad —declaró resueltamente.

Sus caballeros sólo pudieron intercambiar miradas. El palacio del príncipe no disponía de fondos para pagar los sueldos de los caballeros el mes próximo. Puede que estuvieran bien, pero seguro que había algunos entre los 800 a los que les importaría.

Los líderes de los caballeros eran un grupo leal centrado en el príncipe. La mayoría de ellos habían sido sus compañeros de juegos en la infancia. Los que no lo habían sido seguían siendo etruscos y habían perfeccionado su lealtad durante mucho tiempo. También eran en su mayoría de origen aristocrático; ninguno de ellos sufriría por no cobrar durante un mes o dos aunque no pertenecieran a familias de alto rango.

Sin embargo, los Caballeros del Yelmo Nero tenían su origen en que Alfonso acogió a las unidades que habían sido derrotadas en la guerra de Jesarche. Casi todos los caballeros etruscos que se habían alistado por una apasionada fe religiosa, o que habían estado sirviendo a otro señor por motivos profesionales antes de acabar en la guerra, se habían reunido bajo su mando.

Aun así, al menos el 70% de sus caballeros eran extranjeros. Aunque había camaradería entre ellos debido a sus experiencias en el campo de batalla, no podía esperar que le fueran leales como un súbdito lo sería a un monarca. Pocos de ellos tenían familia propia porque hacía poco que habían vuelto a casa, pero eso no significaba que pudieran sobrevivir mucho tiempo sin sueldo.

El señor Manfredi, que siempre adoptaba la posición de abogado del diablo, se armó de valor y dijo—: No habrá mucho que podamos hacer, entonces, Alteza —era el único que podía decir cosas así—. Los caballeros podrían aguantar unos días de retraso, pero si pasan dos o más meses sin ello, bastantes de ellos desertarán.

Alfonso permaneció en silencio. En su lugar, una voz de mujer grave y ronca replicó—: Por supuesto, hay algo que podemos hacer.

Era Ariadne, condesa de Mare, que se había quedado en palacio desde su desmayo en lugar de regresar a su mansión. Pasó junto a Manfredi con paso seguro; él tuvo la sensación de que, al hacerlo, lo miraba como una persona elevada contemplaría a un tonto.

—Puede que con el tiempo te reconcilies con Su Majestad, pero si ahora vas suplicando perdón, parecerás un cachorro fácilmente domesticable.

Ariadne se había acercado al señor Bernardino, que supervisaba el servicio doméstico de los caballeros. Le ofreció un trozo de pergamino que parecía un recibo.

—¿Qué...?

—Este es un pagaré por 4.000 ducados.

La sala enmudeció al instante y todos la miraron. Su sonrisa relajada no vaciló a pesar de sus miradas explosivas.

—Puedes usarlo para financiar a los caballeros este mes.

Una actitud despreocupada como la suya sólo podía provenir de alguien que también podría reunir fácilmente una cantidad similar de dinero para el mes siguiente. Un halo pareció iluminar su nuca.

'Es única…' pensó el señor Bernardino. Ni siquiera una princesa de un reino mediano podría sacar de su bolsillo un cheque de 4.000 ducados. En su habilidad para financiar a los caballeros -en otras palabras-, su habilidad para movilizar dinero era superior a cualquier hija de monarca.

A decir verdad, Bernardino había pensado muy brevemente que su amo actuaba de forma inusual tras haber sido cegado por el amor.

'Creía que simplemente... se había enamorado a primera vista y que insistía en que no le importaba que fuera una condesa cualquiera... ¡¿podría ser que tuviera todo esto en cuenta antes de casarse con ella?!' Su imaginación empezó a volar. '¿Planeaba utilizar esos fondos militares para conquistar el continente? ¿Tenía ambiciones de convertirse en emperador...?'

—¡Sin duda os casasteis bien, Alteza! —exclamó el señor Manfredi, mucho más sensato, desde detrás de él.

***

—¡Delfinosa! —León III llamó triunfante a su secretario.

—Sí, Majestad.

—¿Y? ¿Qué dijo Alfonso cuando no recibió su pago?

—Él... no ha dicho nada...

Por supuesto que no; el príncipe no era quien venía a cobrar los pagos, aunque no habría cambiado nada si lo hubiera sido. Entonces Delfinosa habría evitado estar allí.

En cualquier caso, había enviado a un subordinado.

—¡Debe de estar en pánico y agitándose nervioso! —el rey no pudo ocultar su sonrisa de emoción—. ¿Crees que vendrá arrastrándose hacia mí y se disculpará?

—No sé...

—¿Por qué? ¿Crees que no se arrastrará? ¿Es porque su palacio está demasiado lejos de aquí? ¿Tal vez se arrastre hasta aquí como un pato? Pero el príncipe haciendo eso sería un golpe a mi dignidad también…

En ese momento, la Gran Duquesa viuda Rubina apareció en la sala de desayunos del rey, habiendo comido ya ella sola.

—Majestad —sus ojos se abrieron de par en par con asombro—. Usted no...

Dicho esto, dio media vuelta y se marchó. 

—N-no importa.

Había corrido hacia allí después de escuchar las noticias porque tenía mucha curiosidad, pero ver la cara traviesa del rey brillando de expectación le había hecho decidir que lo mejor sería dar media vuelta lo antes posible.

—¿Por qué no terminas lo que estabas diciendo? —exigió León III con irritación. Últimamente se pasaba la mitad del tiempo enfadado. De vez en cuando Rubina daba gracias al cielo por la presencia de Isabella. 

—¡Suéltalo!

—Bueno... Su Majestad, ¿eliminó el presupuesto para el palacio del príncipe?

62
Pink velvet
tiktokfacebook tumblr youtube bloggerThinking about ⌕ blue lock - bachira meguru?! Casada con Caleb de love and deep space 🍎★ yEeS ! ★ yEeS !
49 comentarios
Ad Blocker Detected!
We know ads are annoying but please bear with us here and disable your adblocker!

Refresh

Buscar
Menú
Tema
Compartir
Additional JS