0
Home  ›  Chapter  ›  Seré la reina parte 2

SLR – Capítulo 475

SLR – Capítulo 475-1

Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 475: ¿Hay algo roto dentro de mí?

El señor Bernardino enrojeció ante la pregunta de si el rey había hecho algo. En su opinión, era bastante embarazoso.

—Su Majestad se ha ido a un corto viaje de caza, así que aún no ha abordado esa parte... pero debería volver pronto. Estoy seguro de que promulgará algún tipo de medida una vez que regrese.

Se mostró escéptico incluso al decir esto. Servía estrechamente al príncipe; lo había vigilado desde su infancia y lo había seguido a la guerra de Jesarche. No esperaba nada en absoluto de León III. Preocupado por haber hecho anticipar innecesariamente a Ariadne que el rey tomaría cartas en el asunto, se apresuró a añadir—: Pero la gente del pueblo la llama princesa.

En la puerta principal del refugio de Rambouillet se amontinaban lirios de finales de otoño como una montaña que crecía a cada hora. Los plebeyos que no podían permitirse flores de floristería recogían hierba silvestre de los campos para colocarla delante de las rejas de hierro del refugio. Personas de todas las edades y sexos unían sus manos para rezar por la paz de la princesa y por el nacimiento seguro del bebé que habría sido el futuro del reino.

—El pueblo es más sabio que nadie.

No mencionó que, tras el colapso de Ariadne, los caballeros habían resuelto, sin que Alfonso lo supiera, referirse a ella como princesa entre ellos.

El príncipe había vagado por la habitación como un fantasma mientras ella estaba inconsciente y de vez en cuando hablaba consigo mismo como alguien que no estaba del todo allí. 'Si hubiera insistido más firmemente en que la convirtieran en princesa…'

Había pasado por todos los tipos de arrepentimiento posibles. Los caballeros no podían retroceder en el tiempo para corregir la causa de su dolor, pero había algo más que podían hacer. La sugerencia había venido del señor Manfredi, que había permanecido cerca de él mientras luchaba por tragar un sorbo de agua.

—¡Empecemos a llamar a la Condesa de Mare 'Su Alteza la Princesa', aunque sea entre nosotros! —había propuesto alegremente—. Están casados y algún día le darán el título. No hay nada que nos detenga.

Todos los principales caballeros habían estado de acuerdo. Para la gente que había galopado por los campos de batalla, que alguien recibiera un título demasiado pronto o demasiado tarde no era un problema importante. Lo que importaba era que el príncipe era su comandante y que Ariadne era la compañera de su comandante.

El señor Bernardino técnicamente debería haber intentado detenerlos, pero no había dicho nada. Aunque a León III no le hubiera gustado que los caballeros la llamaran princesa, la forma en que había manejado la situación era demasiado dura, incluso desde la perspectiva de Bernardino. Además, los plebeyos habían empezado por su cuenta a rezar por "Su Alteza la Princesa", y la práctica se había extendido como la pólvora. Castigar a los caballeros sólo serviría para ridiculizar al rey.

'Me pregunto si Su Majestad impondrá un severo castigo a la condesa Contarini cuando regrese'. En opinión de Bernardino, no lo haría. Sin embargo, se abstuvo de relatar todo esto a Ariadne en detalle. Más bien le avergonzaba -por diferentes motivos- que el rey fuera incapaz de actuar de una manera acorde a su edad o su posición y que los caballeros hubieran tomado la iniciativa de empezar a referirse a ella como princesa.

—He robado demasiado tiempo a Su Alteza —le hizo una profunda reverencia—. Por favor, descanse un poco.

Cuando se marchó, Ariadne sintió una secreta vergüenza y volvió a quedarse sola. Estaba conmocionada por los acontecimientos. Nunca antes en su vida había recibido tal bombardeo de amor. Los regalos de Rubina y Julia Helena podían haber sido enviados con intenciones políticas, y los de Bianca y el gerente Caruso podían ser muestras de consuelo de viejos amigos, pero nunca había imaginado que la gente llevaría voluntariamente flores al refugio en su honor.

'En mi vida pasada, me llamaban la perra loba del Regente…'

Era de baja cuna, hija ilegítima de un clérigo. Su belleza era más aguda y seductora que pura. No tenía rasgos que la hicieran agradable a los plebeyos. Aunque ser la pareja de un bastardo real que había tomado el poder mediante un golpe de estado no podía haber ayudado, hasta ahora había creído que la desaprobación que había soportado en el pasado se debía a sus propios defectos, no a los problemas de legitimidad en torno al gobierno de Césare.

'Quién hubiera podido predecir algo tan inverosímil…' Estaba desconcertada, y no sólo porque le hubieran dicho que la gente rezaba por ella. 'No tenía ni idea de que mi padre me pediría perdón…' En sus recuerdos, el cardenal siempre vestía espléndidos ornamentos blancos y le daba la espalda. Ahora se abrazaban con lágrimas en los ojos. Estar en sus brazos le había resultado totalmente desconocido, pero... cálido.

Estaba asombrada por todo el amor que había recibido para empezar, y entonces su corazón estaba lleno. Sin embargo, pronto su estado de ánimo se volvió extraño, y de un modo desagradable; empezó a estar ansiosa y asustada.

Cuando todos los demás se hubieron marchado y Sancha por fin regresó, susurró en voz muy baja—: Sabes, Sancha....

—Sí, milady.

Los ojos verde claro de Sancha la miraron con amor inquebrantable. Brillaban de la misma forma que siempre lo habían hecho, lo que reconfortó a Ariadne.

—Todos están... siendo amables conmigo porque creen que tengo el corazón roto por el aborto espontáneo, ¿verdad?

Alfonso y el cardenal de Mare se habían mostrado más apenados que de costumbre, con los ojos llenos de lágrimas, lástima y culpa. Todos estaban tan seguros, sin preguntarle siquiera, ya que había perdido lo más preciado del mundo para ella. Lo mismo ocurría con el sinfín de regalos; los remitentes se habían dedicado a consolar a una mujer que había sufrido la mayor pérdida de su vida.

En cambio, la mirada de Sancha era la misma de siempre. Contenía la cantidad habitual de afecto, la cantidad habitual de amor e incluso la cantidad habitual de alegría. Esto dio a Ariadne el valor para hablar.

—... No estoy triste en absoluto.

Sancha abrió los ojos mientras la miraba fijamente.

—Ni siquiera sabía que el niño estaba allí.

Al despertarse, todos lloraban junto a su cama. Sintió que debía unirse a esa tristeza, pero realmente no podía. —Para ser honesta, estoy... bastante aliviada.

En cuanto recobró el conocimiento, imaginó lo que habría ocurrido si el niño hubiera vivido. Alfonso se habría enfrentado a León III para convertir al niño en su heredero, mientras que León III habría apresurado el matrimonio de Césare y Julia Helena para arrebatarle el poder a Alfonso. Había dejado claros sus sentimientos al respecto al ascender a Césare como Archiduque.

Y entonces... Ariadne habría quedado atrapada.

—Yo... no me siento ni un poco preparada.

Prefería morir antes que convertirse en una vulnerabilidad para Alfonso. Aunque creía que no podría vivir sin él, se imaginaba poniéndole en el trono para luego dar media vuelta y alejarse con paso ligero. No quería que alguien como él, que brillaba con toda la justificación y legitimidad del mundo, se viera atado por cuestiones como un matrimonio morganático o unos hijos que no reunían los requisitos para heredar. Ella ya había cometido muchos pecados contra él, y no podía añadir más. Una mujer como Julia Helena podría ser más adecuada para estar a su lado.

Y la verdad es que aún le quedaban muchas cosas por hacer. Además de administrar el hogar en la mansión De Mare, dirigía tanto el Refugio Rambouillet como la Scuola di Greta. Con Rafael retirándose de la escuela para unirse al clero, ella estaba muy ocupada con ese lado de las cosas también.

Ariadne también recibía informes sobre las trayectorias de las inversiones que gestionaba a través del representante Caruso y reajustaba personalmente sus rumbos cuando era necesario. Su conocimiento del futuro seguía siendo útil en ese ámbito; le reportaban cantidades disparatadas de beneficios.

¿Añadir un niño a todo esto?

Aunque los niños se confiaran a niñeras, había cuidados emocionales que sólo los padres reales podían proporcionar. Cada niño requeriría diez años de tiempo y sentimientos invertidos, y luego estaban las limitaciones físicas del embarazo y el periodo inmediatamente posterior al parto.

También estaba el problema de su aspecto. Siempre le había preocupado ser muy poco atractiva; su figura era lo único que se alababa universalmente. Ahora estaba mucho mejor, pero hubo un tiempo en que luchó sola por mantener un cuerpo esbelto, llegando incluso a restringir su dieta de forma absurda. ¿Y si su cuerpo hubiera cambiado por completo después de tener un hijo? ¿Y si nunca volvía a ser como era ahora? No estaba en absoluto preparada para ser madre.

—¿Se ha roto algo dentro de mí?

***

Alfonso se había quedado solo en el pasillo, llorando en silencio, pero no tardó en recuperar la compostura. Se había criado en la familia real desde que nació. Era natural en él esbozar una sonrisa perfecta, como si no le importara lo más mínimo lo que estuviera ocurriendo.

Entró en su salón y se sentó. Un hombre de mediana edad ya estaba sentado allí y, a juzgar por su taza de té vacía y su bandeja de aperitivos, llevaba mucho tiempo esperando.

—Me han dicho que has esperado bastante para verme —Alfonso miró atentamente al representante del pueblo, pero su expresión era completamente inexpresiva. —Técnicamente, se supone que no debemos vernos —le reprendió.

—Su Alteza —el representante inclinó la cabeza—. Entiendo muy bien lo que dice. Sólo puedo expresar mi profunda gratitud por haberse dignado a reunirse con su humilde servidor.

Alfonso era un príncipe que tenía un poder militar que el rey no tenía. Sin embargo, el hecho de que no fuera príncipe heredero no podía ignorarse. Era inevitable que el poder de gobernar el país pasara a sus manos, pero León III estaba haciendo todo lo posible para evitarlo. En otras palabras, el rey estaba haciendo todo lo posible para mantener al príncipe bajo control. Si se salía de la raya, le lloverían las quejas porque se estaba apoderando del gobierno.

—El único propósito de nuestra visita de hoy es traer un regalo para desear a la Conde de Mare una completa recuperación.

El representante le tendió un regalo envuelto. Era una estatua de madera tallada de la Virgen María, del tamaño aproximado del antebrazo de un adulto. El delicado y meticuloso tallado y el brillo de un toque humano revelaban el cuidado que había detrás, pero era un objeto sin valor monetario, lo que en realidad lo convertía en el regalo ideal para esta ocasión. Sería difícil que alguien acusara al príncipe de aceptar sobornos o malversar fondos cuando lo único que había hecho era aceptar una estatua religiosa de madera de un plebeyo.

Si la estatua estuviera hecha de oro y diamantes, la narración habría sido completamente distinta. El representante estaba demostrando ser fundamentalmente competente en su trabajo. Alfonso asintió.

—No le mencioné nada más aparte de eso.

—Entonces —preguntó Alfonso con el rostro inexpresivo—, ¿qué es lo que no me has contado hoy?

—Por favor, ayúdenos, Su Alteza.

60
Pink velvet
tiktokfacebook tumblr youtube bloggerThinking about ⌕ blue lock - bachira meguru?! Casada con Caleb de love and deep space 🍎★ yEeS ! ★ yEeS !
32 comentarios
Ad Blocker Detected!
We know ads are annoying but please bear with us here and disable your adblocker!

Refresh

Buscar
Menú
Tema
Compartir
Additional JS