0
Home  ›  Chapter  ›  Seré la reina parte 2

SLR – Capítulo 455

Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 455: El mejor manjar de San Carlo

Que la condesa de Mare ignorara a la condesa Contarini era una cosa -quizá no se llevaran bien-, pero Julia Helena vio claramente cómo se le desencajaba la cara a León III.

‘¿Por qué iba a enfadarse el rey por ignorar a la dama de compañía de la duquesa?’

Si fuera una noble experta en la vida palaciega y sus tribulaciones, se habría dado cuenta enseguida de que había algo entre el rey y la dama de compañía. Sin embargo, su vida en la corte del marquesado de Manchike había consistido en experiencias parecidas a las de los niños jugando a las casitas. Aún no estaba acostumbrada al culebrón de mayores que se vivía en San Carlo.

‘¿No siente la condesa Contarini algo por el duque Césare? ¿Por qué el rey se pone de su parte?’ En la fiesta del té de unos días antes, Julia Helena se había formado una firme primera impresión de Isabella como rival por los afectos de Césare. ‘Es común que un hombre tenga una aventura con una de las criadas de su madre, y esa condesa definitivamente estaba descargando su ira conmigo después de que el duque rechazara sus avances.’

Era una deducción lógica, y aunque el proceso no era del todo correcto, más o menos había llegado a la conclusión verdadera. Sin embargo, nunca podría haber imaginado que, además de eso, la misma mujer también iba tras el padre del duque. El hecho de que ese mismo padre, el rey, le siguiera la corriente a pesar de saberlo todo era otro horizonte inexplorado.

Sus pensamientos se interrumpieron en el momento en que Alfonso se dirigió al duque Césare. 

—Gracias por hacer el largo viaje hasta aquí, Duque.

—En absoluto. 

La repentina alocución hizo que Césare inclinara la cabeza en un ángulo torcido. Esto debería haberle dado un aspecto patético, pensó Julia Helena, pero lo único que pudo ver fue lo afilado que era el puente de su nariz cuando se giraba de lado. No estaba en sus cabales.

Alfonso también había notado la hostilidad de León III hacia Ariadne. 

—Ven aquí. Te deben de doler las piernas —dijo, con un tono bastante natural mientras daba órdenes a su hermanastro mayor. Césare era, en efecto, el adversario menos temible; el príncipe dirigía con confianza a todos hacia la mesa como si fuera el dueño del lugar.

Era una mesa redonda. León III había dispuesto cuidadosamente las cosas para que Alfonso no se sentara en una posición más elevada que Césare. La autoridad, sin embargo, no se otorgaba; uno tenía que crearse la suya propia. Alfonso eligió la silla más al fondo y sonrió a Césare, que parecía descontento.

—Vamos a sentarnos.

Césare le devolvió la mirada en protesta silenciosa por su comportamiento dominante. Alfonso avanzó dos pasos y puso una mano, tan grande y gruesa como la silla de montar de un caballo normal, sobre el delgado hombro de Césare. Aquella mano callosa y pesada agarró con fuerza los huesos y empujó hacia abajo.

Césare, impotente ante tal fuerza, se agarró al respaldo de la silla más cercana. Era la más cercana a la puerta.

‘Uf, ¡ese tonto!’ Rubina se mordió el labio mientras observaba a su torpe hijo, y luego miró hacia los lados en busca de apoyo. Desgraciadamente, León III no parecía muy interesado en interferir.

‘¡Se pondrá del lado de la mujer Contarini, pero no de nuestro hijo!’

A pesar de la furia de Rubina, Césare retiró la silla y se la ofreció a Lady Julia Helena. Ella aceptó su ayuda y se sentó a la mesa redonda antes que nadie.

‘¡Césare, idiota! ¿No puedes aceptar lo que te han ofrecido en bandeja?’ 

La duquesa quiso exigir por qué el príncipe estaba asignando asientos y declarar que la silla más interior pertenecía a Su Majestad, no a él, pero los ojos alertas y móviles de Julia Helena la incomodaron increíblemente. Siguió mirando a su alrededor, preguntándose qué estaba pasando.

‘Lo soportaré. La necesito’. Esa presa grande y jugosa aún no había caído en su red. Necesitaba mantenerse enmascarada hasta que se hubieran firmado los votos matrimoniales. Tanto el hecho de que esta familia estaba al borde del desastre como la total falta de inteligencia de su hijo debían permanecer en secreto.

—Sí, por favor, tome asiento, Lady Julia Helena —sugirió a través de los labios mordidos—. ¡Etrusco tiene muchas delicias!

Rubina se refería a los alimentos de temporada disponibles en San Carlo a principios de invierno, pero si “manjar” también puede definirse como “algo que no puede encontrarse en ningún otro sitio”, en esta reunión había bastantes invitados más extraordinarios que esos alimentos.

Una joven madre que se había propuesto convertirse en la amante oficial del anciano rey. El hecho de que el anciano rey fuera el padre del hombre que la había despojado de su virginidad. El hermano mayor, que se había acostado con innumerables mujeres, pero no podía olvidar a la esposa de su hermano menor. El padre que guardaba rencor a la mujer de su hijo porque ella lo había rechazado.

Comparada con todos ellos, una mujer que había puesto fin a su compromiso con el hermano mayor y se había casado con el menor, y que ahora se encontraba en una celebración en casa de sus suegros, era tan corriente que resultaba anodina.

Sí, si las cosas que no se pueden encontrar en ningún otro sitio se pueden llamar manjares, esta comida era la más extraordinaria de todas.

Así, se levantó el telón del banquete, el manjar más raro de San Carlo.

***

—No es mucho, pero espero que todos lo disfruten —dijo Rubina una vez que todos estuvieron sentados alrededor de la mesa, sonriendo como si fuera la señora de la casa.

La comida que empezaron a traer los criados era un espectáculo que contradecía su modestia.

—Se trata de pez gato asado, que sólo está disponible a principios de invierno. Se les espolvorea trufa blanca por encima antes de freírlos ligeramente en aceite de girasol. 

La piel del pescado blanco de cada plato había sido cortada en finas lonchas y decorada con especias; parecía un encaje.

—¡Parece más una obra de arte que un pez! —comentó Julia Helena, con los ojos muy abiertos.

—El reino etrusco siempre ha tenido en alta estima la belleza y el arte. 

León III miró de reojo a Isabella mientras pronunciaba la palabra “belleza” en tono solemne, con lo que ella olvidó la pena de haber sido ignorada por Ariadne y arrugó la nariz en una tímida sonrisa. 

—Ya que vas a vivir aquí a partir de ahora, espero que te acostumbres a nuestras costumbres y te diviertas con ellas.

Julia Helena se preguntaba si realmente viviría aquí y, en caso afirmativo, cuál sería exactamente su estatus en el reino etrusco. Mientras tanto, los ojos de Rubina se encendieron de furia al notar las miradas que se cruzaron León III e Isabella. ‘¡Esa z*rra!’

El rey fue un paso más allá, a pesar del enfado de Rubina. 

—Y si hay algo de lo que no estés segura, puedes preguntar aquí a Isabella. Ella podrá ayudarte ya que tenéis más o menos la misma edad.

Isabella añadió su propia respuesta a sus palabras: arrugó la nariz una vez más y sonrió bellamente en dirección a Julia Helena.

Julia Helena entornó los ojos. Definitivamente, la condesa Contarini no había sido tan dulce y sonriente cuando se conocieron en la fiesta del té.

—Tú, hija de Mare —espetó Rubina al verlo, sin poder contenerse—, tú y Césare os conocéis muy bien, ¿verdad?

Sus ojos se clavaron en Isabella, cuyo rostro se congeló ante la pregunta. La barba de León III temblaba minuciosamente.

‘Sí, se conocen muy bien, tanto que él sabe todo lo que hay bajo sus faldas’. La duquesa Rubina no dijo esas cosas en voz alta, por supuesto, pero sonaron dentro de la cabeza del rey como el campanario que señala el mediodía.

Rubina, por su parte, sonreía con indiferencia. ‘¿Qué, he dicho algo inapropiado? Pero es verdad.’

Se dio cuenta después de haber dejado escapar las palabras, de que se había metido en un lío. Césare e Isabella se conocían desde niños, así que por supuesto se conocían bien. Además, dos de las hijas de Mare se habían relacionado con él. Si León III la castigaba por haber sido grosera con Isabella, Rubina podía limitarse a protestar que tenía la mente sucia, que se había referido al compromiso de Ariadne de Mare con Césare, y que Lady Julia Helena tenía derecho a saberlo.

Eso, por supuesto, pondría a la intachable Condesa de Mare en una posición difícil, pero no era en absoluto un problema para Rubina. No sentía ninguna necesidad de quedar bien con Ariadne, no cuando León III no la respetaba.

Ariadne se mordió el labio, percibiendo las verdaderas intenciones de Rubina, mientras a Césare se le caía el corazón al suelo. ‘¿Por qué...?’

Su madre siempre fue así. Le decía que lo amaba y le prohibía dudar de su amor, para luego darle un golpe bajo cuando menos se lo esperaba. Si “hija de de Mare” se refería a Isabella, lo había ofrecido como cordero de sacrificio al rey; si mencionaba a Ariadne, había arruinado su posible compromiso con Julia Helena.

‘¿Qué demonios quieres de mí?’ Le había ordenado que se casara con la dama, pero ahora intentaba alejarla; era confuso. Sin embargo, una cosa estaba clara: había confirmado una vez más que su propia madre estaba completamente despreocupada por su seguridad.

También era difícil estar en la misma habitación que Isabella, el símbolo de sus malas acciones pasadas. Fue él quien las cometió, sí, pero Isabella le atrajo a ellas.

—Cuando el Príncipe Alfonso regrese, ella te dejará... es justo que se lo hagas pagar.

Ese susurro serpenteante, ese aroma diabólicamente dulce. Las manos que había puesto en su cuerpo. Ariadne, su salvación, que lo había abandonado para siempre. Si pudiera acabar con todo golpeando a Isabella con una piedra, lo haría.

Inclinó la cabeza. Normalmente, diría algo así como “Conozco muy bien a mucha gente” en tono malicioso; esta vez, se calló.

‘¿De qué está hablando Rubina? ¿La hija de de Mare?’ León III estaba evaluando a la misma persona que Césare, pero sus conclusiones eran diferentes porque tenía fe en Rubina, aunque no como persona. Sólo tenía fe en que ella no provocaría deliberadamente su disgusto. Aunque no estaba seguro -dudaba que ella lo pusiera tan abiertamente de los nervios-, supuso que se refería a Ariadne. Miró inquisitivamente en dirección a la condesa de Mare como preguntando: ‘¿Eran muy amigos?’

Ariadne estaba siendo mencionada en asociación con Césare mientras Alfonso observaba; ella sólo pudo parpadear ante la repentina acusación. Justo cuando iba a decir algo, la voz grave de Alfonso rompió el silencio.

—Dadas las estrictas leyes de la capital —dijo con cara de hartazgo mientras miraba a León III, Rubina, Césare e Isabella por turnos—, dudo que llegaran a conocerse tremendamente bien.

Julia Helena era la única persona aquí que no sabía nada del compromiso roto ni de los escándalos de Césare. Miró a los que estaban a su lado, sin entender a qué se refería.

SLR – Capítulo 455-1

‘¿Qué? Rubina dijo algo sobre: “Hija de de Mare...” ¿Por qué habla el príncipe?’ Se había perdido parte de la frase después de “hija de Mare”. ¿Acaso quienquiera que fuese sólo tenía un apellido similar al de Ariadne? Por otra parte, todos miraban a Isabella mientras hablaban de la “hija de Mare” para luego dirigir su atención bruscamente hacia Ariadne, confundiendo aún más a Julia Helena.

Acabó dando un codazo a Césare para preguntarle.

—Duque, ¿de quién hablan? —sentía curiosidad por todo lo que tuviera que ver con él—. ¿De quién era amigo? ¿Sólo de una de ellas, o de ambas? ¿Era más cercano de una que de la otra?

63
Pink velvet
tiktokfacebook tumblr youtube bloggerThinking about ⌕ blue lock - bachira meguru?! Casada con Caleb de love and deep space 🍎★ yEeS ! ★ yEeS !
21 comentarios
Ad Blocker Detected!
We know ads are annoying but please bear with us here and disable your adblocker!

Refresh

Buscar
Menú
Tema
Compartir
Additional JS