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SLR – Capítulo 306

Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 306: Requisitos para el amor

—Ahora admite abiertamente que hay algo entre usted y el Príncipe —dijo Sancha, chasqueando la lengua.

Ariadne se mordió la punta de la lengua.

‘Mira a mi señora replicando si he oído algo sobre Su Alteza y ella en cuanto se mencionó al Príncipe. Es como si ella confirmara que había algo entre ellos y simplemente deseara saber si los rumores se habían extendido.’

Avergonzada, Ariadne se hundió más en la bañera.

—¿No tengo razón? —exigió Sancha.

Ariadne sacudió la cabeza bajo el agua en un gesto desesperado de negación. Su pelo negro fluía como algas en la bañera. 

—No, te equivocas. No hay nada.

Sin embargo, Sancha se negó a creer una palabra de lo que decía su señora. 

—No lo niegue. Su rostro se ilumina como el sol radiante cada vez que se encuentra con Su Alteza en palacio —Sancha levantó el brazo derecho de Ariadne—. ¿Por qué si no se reuniría con el agente del duque de Harenae, incluso después de la desgracia de un accidente de carruaje?

Sancha rozó impecablemente cada centímetro del brazo de Ariadne mientras soltaba bombas de verdad. 

—Deseaba estar con el Príncipe como guía de Bianca. Si no, no podría verlo.

La cara de Ariadne se puso roja como la remolacha. Parecía que tenía mucho que decir, pero finalmente no negó lo que Sancha había afirmado.

La amistad de Ariadne y Sancha no permite mentiras de ningún tipo.

—Oh, vamos. Sea sincera.

Ariadne dejó escapar un profundo suspiro y dijo de mala gana.

—Es-que las cosas no son tan sencillas.

Si alguien le preguntara si Ariadne ya no amaba a Alfonso, diría que no al instante. Amaba cada momento compartido con su antiguo amante, el Príncipe de Oro, tan limpio y puro como el aire del amanecer. Sin embargo, su le preguntaran si haría lo que fuera para que estuvieran juntos, volvería a decir que no.

—Alfonso... merece conocer a alguien mejor que yo.

‘Eso no altera mi amor por él, pero se merece algo mejor.’

Sancha aplicó una abundante cantidad de jabón en la esponja, buscó el pecho y el cuerpo de Ariadne bajo el agua y lo frotó suavemente como si quisiera animarla. Pero su temperamento debió de estallar de frustración.

Enderezando la cintura, Sancha gritó—: ¡Deje de comportarse tan miserablemente! —volviéndose hacia el lado opuesto de la bañera, Sancha preguntó—: ¿Es por la diferencia de estatus?

Ariadne dejó escapar un suspiro. Sí, en parte se debía a la diferencia de estatus, pero Sancha no aceptaba esa respuesta.

Sancha continuó con fervor—: ¡No es como si usted fuera una princesa cuando lo conoció y de repente la degradaron a ser la hija del cardenal! Ha mejorado mucho desde entonces. Antes era tan apasionada por conquistarlo, ¿por qué duda tanto ahora?

Ahora, era el momento de limpiar el brazo izquierdo de su señora. Sancha tiró del brazo izquierdo de Ariadne con cierta fuerza y gritó—: ¡Sé que lo dudará, pero para mí el Príncipe no es superior a usted! ¡Y mire! Sus manos están perfectamente curadas. Ni una mancha a la vista.

Para Sancha, la mano izquierda de Ariadne parecía impecable. Su mano lucía un suave e impoluto blanco crema con robustas uñas rosadas como una perfecta obra de arte.

—¡Qué bueno ver su hermosa mano en años! —exclamó Sancha.

Ariadne forzó una sonrisa. Una de las exclusiones de la “regla de no mentir” entre Ariadne y Sancha era mantener en secreto su reencarnación. 

—¿Verdad que sí? La medicina de la morisca funciona a las mil maravillas.

Sancha se quedó asombrada al ver la mano izquierda de Ariadne impecable y exclamó—: ¡Es increíblemente efectivo! ¿Cómo pueden desaparecer todas esas manchas en un instante? Es tan valioso, podría hacerse millonaria vendiéndolo.

Sin embargo, la mujer morisca no “curó” las cicatrices de Ariadne. Para los demás era una ilusión pasajera.

Para Ariadne, las cicatrices rojas y sangrientas de su mano izquierda -no, de su brazo izquierdo- seguían siendo evidentes.

La última noche del mes anterior, la mujer mora pidió encarecidamente a Ariadne: “Esto es magia negra, no una cura. Es invisible para los demás pero visible para ti. Nunca olvides ese hecho.”

“¿Pero eso... realmente importa? Me conformo con que los demás no lo vean.”

La morisca chasqueó la lengua. Por muy inteligentes que parecieran los bárbaros occidentales, no dejaban de ser unos ignorantes. Ni siquiera podía imaginar por dónde empezar con ella.

Era una joven... bueno, no. Era su segunda oportunidad en la vida. En lugar de educar al bárbaro, era mejor para ella colocar hachas en varios puntos de la brújula. A continuación, tuvo que dedicar las especias preparadas como ofrenda. La presentación de la ofrenda marcaba el inicio de la ceremonia ritual: la oración.

El canto que entonaría hoy era una plegaria a las misteriosas criaturas nativas cuando Los de los Ojos Abiertos estaban ocupados en la última noche del mes.

“Esta es una hechicería que emplea la energía terrenal de este territorio. Hablando con franqueza, soy escéptica de que los dioses nativos de la tierra oriental de los bárbaros puedan otorgarnos mucho poder.”

Ariadne no supo qué decir a eso y se limitó a mantener la boca cerrada. Ahora se encontraba en las tierras del este. ¿Por qué no pensar en el lado bueno de la gente de aquí?

Sin embargo, la morisca no tuvo en cuenta lo que pensaría Ariadne y se centró en el ritual. Masculló y murmuró durante largo rato, realizó pasos de danza en cada punto del compás, corrió y palpó el aire y, en última instancia, lo terminó con una gran sonrisa.

“¡Gracias!” La mujer mora se inclinó cortésmente mientras bajaba su bastón.

La tierra pareció detenerse momentáneamente y Ariadne sintió que la oración había llegado a su fin.

“Ya hemos terminado.” dijo la mujer, entregándole el bastón a Ariadne. Ariadne recibió el bastón antes de darse cuenta.

“Mientras perdure el poder de los dioses nativos, las cicatrices de tu brazo izquierdo estarán veladas para los demás.”

Ariadne se miró el brazo izquierdo, pero no pasó nada. “Pero respecto al poder de los dioses... ¿Cuándo comienza, y cuán duradero es? Pero el poder de los dioses paganos... ciertamente terminará en fracaso. Incluso las denominaciones del cuerpo religioso Jesarcano son consideradas paganas. Ningún creyente sirve a Dioses paganos totalmente desligados de la Jesarqueanidad.”

Ante la mirada desolada de Ariadne, la morisca rió a carcajadas. 

“¡No lleves surcos de preocupación en la cara! Los poderes de los dioses nativos pueden ser invocados y utilizados, independientemente del cuerpo religioso de cada uno o de la religión en la que crea. Pero sus poderes no son fuertes.”

“¿Es cierto?”

“Tienes mi palabra. Y dura más de lo previsto. Dura todo un ciclo lunar. Podemos rejuvenecer el poder a través del ritual mensual subsiguiente... A veces, puedo encontrarme demasiado ocupado, y el ritual debe ser omitido. Pero no es necesario que te aflijas en exceso.”

Ariadne finalmente dejó escapar un suspiro de alivio.

“¡Pero eso no significa que debas bajar la guardia!”

Ariadne estaba un poco molesta. “¡¿Entonces qué esperas exactamente de mí?!”

La morisca tenía mucho que decir. “¡Eso es porque no sabes nada de la dottrina della media (doctrina de la mediana)! Debe ser lo justo, ni mucho ni poco.”

“¡Nunca he oído tal cosa! ¡¿En nombre del cielo, qué significa la doctrina de la mediana?!”

“¡Oh, pequeña ignorante!”

Cuando Ariadne sintió que la anciana estaba a punto de blandir su bastón como antes, lo esquivó rápidamente.

La mujer refunfuñó y continuó elucubrando: “Siempre que expones el brazo, el dios nativo debe utilizar poderes sobrenaturales para ocultar tus cicatrices. Por lo tanto, es mejor velarlo con un guante o ropa a menos que sea completamente necesario.”

“Oh…”

“Se consume una unidad de poder sobrenatural para ocultar el brazo a una persona. Se necesitan 30 para 30 personas, y 20.000 para 20.000 personas. Por lo tanto, debes cubrirte el brazo en lugares públicos concurridos.”

“Comprendo el mecanismo.”

Ariadne se sintió entusiasmada ante la idea de llevar un fino vestido de muselina sin guantes en pleno verano, pero enseguida se sintió decepcionada. Si era así como funcionaba, no podía desperdiciar el poder permaneciendo sin guantes en la vida cotidiana.

La mujer debió compadecerse de ella porque añadió: “Si deseas encontrarte con gente sin guantes, asiste a pequeñas reuniones de tus allegados. Y reúnete con ellos poco después de nuestras devociones, si es posible.”

La mujer siguió alardeando inútilmente de que esa hechicería de la ilusión habría durado al menos seis meses en su tierra natal. Pero no olvidó advertirla por última vez. 

“Las manchas de tu brazo sirven para medir tu karma. Permanecerán siempre visibles para ti.”

“...”

“Tenlo siempre presente. Si olvidas tu karma, lo olvidas todo.

Y si olvidas tu pasado... sin duda fracasarás.”

Ariadne respondió a regañadientes: 

“Lo tendré en cuenta.”

‘El número de muertes, las consecuencias de mis pecados y mi karma me perseguirán durante el resto de mi vida.’

Por eso Ariadne no pudo iniciar primero el contacto con Alfonso. Ella había instigado demasiados asuntos sangrientos para estar con él, incluso quitándole la vida en su existencia anterior.

* * *

Sancha había instado a Ariadne que llamara a un médico para que la visitara y la examinara, pero otra persona lo necesitaba más desesperadamente.

—¡Arrgh! ¡Ahhh! —Isabella sufría contracciones desde hacía 42 horas seguidas. Aún así, parecía tener energía de sobra para chillar con todas sus fuerzas.

‘Es una chica tenaz…’ La pinscher en miniatura, Clemente de Bartolini no había visitado la residencia de su familia original desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, allí estaba, fuera de la sala de partos, sacudiendo la cabeza con los brazos cruzados.

Hacía 4 horas que la comadrona les había dicho que “debían prepararse”, pues la vida de su señora estaba en juego si no daba a luz hoy mismo.

Ottavio se encaró a la pared con mirada desolada.

No podían expresar verbalmente algunos pensamientos vulgares, siendo dignos herederos del difunto conde. No obstante, Clemente pensó que estarían mejor en caso de que Isabella falleciera.

‘Si la boda de Camellia hubiera sido un mes más tarde…’

En tal caso, Ottavio sería soltero para entonces. Si imploraba a Camellia que se casara con él, serían parientes de la familia de Castiglione. Si eso hubiera ocurrido, no estarían en un aprieto tan preocupante.

Por supuesto, nada de esto habría sucedido si ese patético hermano suyo no hubiera estado tan cegado por la belleza de esa lunática y se hubiera casado con ella.

—¡Frota sus manos y pies!

—¡Trae agua caliente!

—¡La Condesa se ha desmayado!

Finalmente, la inquietud invadió la cámara de partos. Las sirvientas que entraban y salían con frecuencia de la sala tenían un aspecto sombrío, y el aire de la sala era grave.

Hoy parecía el día en que Isabella podría exhalar su último suspiro.

—¡No respira!

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