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SLR – Capítulo 290

 Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 290: Una situación inesperada

Antes de que Rafael confesara sus verdaderos sentimientos a Ariadne, llegó a una conclusión sencilla pero lógica. La razón por la que guardaba para sí sus sentimientos por Ariadne era ser leal a su amigo Alfonso. Pero su amistad había terminado. Ahora, nada podía detenerle.

Pensó que también sería bueno para Ariadne. Los deseos románticos de Ariadne se hicieron añicos. ¿No se sentiría mejor si tuviera otra opción?

Sin embargo, Rafael se dio cuenta a través de esta experiencia de que la razón no siempre funcionaba.

Ariadne miraba al suelo con los ojos verdes llorosos. Quería preguntarle si estaba bien, pero no podía soltar las palabras. Rafael deseó haberse callado hacía tres minutos.

Ahora, los hombros de Ariadne empezaron a temblar violentamente. Estaba claro que lloraba, aunque rara vez lo hacía. Rafael sintió que le sudaban las palmas de las manos.

—Ari, Ari.

Rafael extendió torpemente el brazo y abrazó los hombros temblorosos de Ariadne. Afortunadamente, ella no lo apartó ni se enfadó.

Los hombros de Ariadne temblaron durante largo rato entre los brazos de Rafael. En los diez minutos siguientes se sintió atenazado por una dolorosa culpa por haber hecho llorar a la mujer que amaba.

Finalmente, sus hombros dejaron de temblar y susurró en voz baja.

—Gracias por consolarme.

Eso significaba que podía dejar de abrazarla. Rafael hizo lo que ella quería y bajó el brazo que la abrazaba. Su olor, una mezcla de almizcle dulce y tierra húmeda, también se distanció. Rafael respiró hondo, arrepentido.

Pero a pesar de su arrepentimiento, tenía que zanjar el asunto.

Rafael empezó atentamente.

—Eh... ¿Ari?

'Por favor, que diga que sí.'

—Me retractaré de mis palabras... ¿Puedes olvidarlo?

Al ver las lágrimas de Ariadne, Rafael no pudo evitar reconocer que ella probablemente le rechazaría y le sugeriría que "siguieran siendo buenos amigos", incluso si él insistiera en el tema.

Ariadne también se alegró de oírlo. Su único amigo íntimo era Rafael. También estaba unida a Sancha y Julia, pero ellas no podían compensar a Rafael.

Si Rafael insistía en buscar una relación romántica, ella no tendría más remedio que negarse en el acto. Pero no tenía que hacerlo si Rafael no insistía más.

Lo darían por terminado hoy.

—Haré como si nunca hubiera ocurrido —dijo Ariadne, enfatizando cada palabra—. No volveré a sacar el tema nunca más. 

Ella asintió con firmeza.

Sin embargo, los dos tenían pensamientos diferentes. Ariadne pensaba que Rafael no volvería a sacar el tema. Seguirían siendo amigos como siempre. Al menos, eso era lo que ella esperaba.

Pero Rafael ya estaba esperando otra oportunidad. 'No era el momento adecuado, eso es todo. Las cosas irán mejor en mi segundo intento'. Eso es lo que quería creer.

—Y sobre la audiencia de hoy...

Quedaría mal si hablara mal de Alfonso después de hacer un movimiento atrevido con Ariadne. Rafael trató de informar a la audiencia de hoy de la forma más sencilla posible... excepto en la parte en la que lo insultó con un gesto de sus dedos.

—Ya no soy amigo de Alfonso —dijo Rafael.

Para Ariadne, lo que dijo Rafael no fue inesperado ya que se había preparado para lo peor, pero aún así le dolió saber que la amistad de Rafael y Alfonso estaba rota.

Estudió la cara de Rafael disculpándose. 

—Si esto pasó por mi culpa... Lo siento mucho —y añadió—: Vosotros dos erais mejores amigos.

Toda la capital sabía que los dos eran íntimos desde niños. Sin embargo, Rafael dijo tajante.

—No, esto también es entre Alfonso y yo.

Rafael no podía admitir que Alfonso diera prioridad a Elco sobre él. Era demasiado doloroso que ya no fuera el mejor amigo de Alfonso.

Sin embargo, olvidó el hecho de que su mejor amiga era ahora Ariadne, no Alfonso de Carlo. Las relaciones siempre cambiaban con el paso del tiempo. Las relaciones eran temporales, no eternas.

* * *

—¡Un brindis por el Príncipe Alfonso por enaltecer el nombre de nuestro Padre Celestial en territorio pagano!

—¡Salud!

Las varoniles voces de los señores feudales y los caballeros entonaron un brindis de celebración, seguido de otro por la salud y la fortuna del Príncipe.

El marqués Gualtieri había puesto todo su empeño en ofrecer una recepción acogedora y cálida. Había dispuesto el mejor licor, deliciosas especialidades culinarias, lujosos interiores y exóticos animadoras. El marqués Gualtieri se enorgullecía de presentar a sus bailarinas, compuestas en su totalidad por moras.

Como tenían que parecer inofensivos a los ojos de León III, se había invitado a diversas personas. A primera vista, parecía una reunión social con juegos de cartas y licor. Sin embargo, los tres fieles seguidores del rey -Baltazar, Contarini y Marques- no estaban invitados a esta fiesta.

—Los precios de los impuestos se han disparado, y los señores feudales están sufriendo mucho —empezó diciendo el marqués Gualtieri, levantando su copa. Luego, señaló a los bailarines y añadió—: Los campesinos de los señores feudales no son personas esclavizadas como los bailarines de aquí. Son libres de trasladarse a otros territorios.

La gigantesca mesa rectangular estaba en el centro mismo de la sala del banquete. En los asientos superiores se sentaban el marqués Gualtieri y su distinguido invitado, el príncipe Alfonso, junto con los demás que estaban sentados según sus títulos y clases. Y bailarinas moras danzaban exóticamente en el mismo centro de la mesa rectangular.

—No se pueden subir los impuestos locales por temor a que los campesinos se marchen a territorios feudales vecinos con tipos impositivos más bajos. Sin embargo, el gobierno central nos exige pagar elevadas impuestos, por lo que los señores feudales locales se quejan de lo asfixiante de la situación.

El marqués Gualtieri, sentado frente a Alfonso, era un gran señor feudal, poseedor de una gigantesca extensión de tierra en la zona oriental. Sin embargo, si los señores feudales locales con territorios pequeños o medianos subían los impuestos, él se beneficiaría cuando los campesinos acudieran a sus tierras. Alfonso no pensaba que estuviera hablando de los problemas de los señores feudales en su nombre por pura buena voluntad.

—Sin embargo, debemos pagar impuestos para los ingresos y gastos nacionales. No podemos negarnos a pagar, ¿verdad?

—Hmm.

En lugar de responder, Alfonso inclinó la copa de licor y tomó un sorbo para pensar. El marqués Gualtieri le había obsequiado con un nocino de gran calidad. Saboreó el dulce y aromático aroma de las nueces mientras sorbía el licor fuerte. Normalmente no era un bebedor empedernido, pero hoy el licor tenía un sabor extrañamente dulce.

N/T nocino: Un tipo de licor originario de Italia que se obtiene a partir de la maceración en alcohol de nueces verdes y especias. Se suele producir durante el verano, con la recogida de la nuez en el mes de junio, y se consume durante los meses de invierno a partir del comienzo de la Navidad. Su sabor se describe como aromático pero agridulce y picante. Su color es marrón oscuro y es perfecto como digestivo. Si les interesa se puede hacer en casa les dejo la receta: https://brujulacotidiana.com/es/el-nocino

—Así pues, hay que revisar el sistema arancelario —continuó el marqués—. El contrabando de los comerciantes ya no es secreto.

—Los barcos comerciales etruscos incluso atracan en Jesarche... —Alfonso aceptó vacilante.

—¡Eso es lo que estoy diciendo! Los impuestos se han disparado mucho. Hay demasiados beneficios fiscales para ellos.

Finalmente, pidió al Príncipe que mantuviera los precios de los impuestos para las tierras feudales y que procurara los impuestos necesarios para la realeza a los comerciantes, no a los señores feudales. Su sugerencia fiscal debió de ser rechazada por León III en el acto.

—Como bien sabes —empezó Alfonso, dando otro sorbo al licor. Su mal humor no se calmaba hoy. Aunque estaba achispado, el licor le quemaba la garganta. De repente, se sintió totalmente despierto—. Corresponde a Su Majestad el Rey decidir si se revisa el sistema tributario. Está fuera de mi control.

La lira y el santur, instrumentos musicales moros, y el laúd, instrumento local del continente central, crearon juntos una exótica melodía. Los bailarines aplaudían continuamente al ritmo, aumentando la diversión.

N/T santur: El santur es un instrumento de cuerda percutida. El percutor puede ser una varilla que golpea una cuerda o más creando melodías (como en el caso de la cítara, el qanun árabe, y el cimbalo o címbalo húngaro), o bien un grupo de cuerdas creando un acompañamiento rítmico. Dos de los más conocidos intérpretes de este instrumento son Faramarz Payvar (en Irán) y Shivkumar Sharma (en la India).

Originalmente, no existía una política de esclavitud en el Continente Central, pero los esclavos se introdujeron a través de las conexiones y el comercio con el Imperio Moro.

Los esclavos moros con un talento excepcional para la música o el baile eran más populares entre las mujeres de la nobleza a las que les gustaba presumir. Tras la guerra de Jesarche, el número de esclavos moros en el continente central fue aumentando.

—Por supuesto que soy consciente de ese hecho. Sin embargo, Su Alteza el Príncipe sucederá en el cargo como único Sol del Reino Etrusco, ¿no es así?

Alfonso no confiaba plenamente en el marqués Gualtieri. —El actual Sol de Etrusco sigue sano y lleno de vitalidad. No es justo que su sucesor opine sobre el asunto.

—Por supuesto, pero...

—Estoy seguro de que te veré en numerosos eventos en el futuro. Será un placer reunirnos entonces.

—¡Gracias por su generosidad, Su Alteza!

Su discusión política llegó a su fin. Alfonso le pidió más inversiones y el marqués Gualtieri aceptó el trato.

El mal humor de Alfonso empeoró y se tragó todo el vaso de alcohol. La afable bailarina le sirvió otro vaso lleno.

La mayoría de los participantes en la fiesta ya estaban borrachos. Alfonso miró a su alrededor.

Incluso el rostro del marqués Gualtieri estaba rojo como la remolacha por haber bebido vasos de alcohol servidos por los bailarines, y el señor Dino y el señor Manfredi bebían copiosamente desde la distancia. Algunos estaban en el suelo de la sala de banquetes.

—Jalalatuk, min fadliki. (Su Majestad, por favor.)

N/T: Aquí la bailarina habla otro idioma inspirado en el árabe pero es inventado por la autora.

Una bailarina alta se acercó a Alfonso y entornó los ojos con una sonrisa. En árabe preguntó si Alfonso quería otra copa.

Le hizo señas para que se fuera, pero la bailarina era tenaz. Se negó a marcharse y le instó a tomar otra copa. Alfonso se levantó violentamente de su asiento.

Drag. ¡BANG!

Al levantarse, Alfonso derribó la silla. La silla cayó con un fuerte golpe, pero todo el mundo estaba demasiado borracho para darse cuenta.

—¿Jalalatuk? (¿Su Majestad?)

Dejando atrás a la bailarina, Alfonso salió de la sala de banquetes. El único sonido que se oía en la sala era la voz de la bailarina llamando al Príncipe.

* * *

Ariadne estaba a punto de dormirse cuando oyó los repetidos golpes. Se incorporó y miró a su alrededor.

¡Twack!

Volvió a oírlo claramente.

¡THWACK!

Esta vez, era más fuerte. Venía de la ventana. Ariadne no llevaba chal, pero se asomó rápidamente a través de las cortinas y abrió la ventana. No tenía tiempo que perder, pues el sonido era cada vez más fuerte y apremiante.

Tras abrir la ventana, se quedó quieta como una estatua.

Estaba de pie bajo la luz plateada de la luna, con sus rizos rubios cayendo en cascada, la piel aceitunada por los rayos del desierto y una presencia imponente, al menos medio metro más alto que la mayoría de los hombres.

'¿Alfonso...?'

Su físico robusto y su complexión se parecían poco al joven príncipe de piel clara que había conocido hacía unos años. Sin embargo, el puente de la nariz del hombre seguía siendo el mismo, iluminado por la luz de la luna.

Con un objeto en la mano, se preparó para balancear el brazo y lanzarlo. Esta vez, el guijarro era más grande que el anterior.

Desconcertada, Ariadne gritó—: ¡No lo tires!

Era Alfonso. Se detuvo un largo instante ante el arrebato de Ariadne y finalmente dejó caer el brazo a su lado. Ariadne se dio cuenta de que aquello no era un sueño.

Ella no podía creer lo que veía y replicó.

—¿De verdad eres tú? ¿Qué haces aquí?

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