SLR – Capítulo 289
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 289: Nuevo brote
—¡Es un bastardo salvaje! —Elco gritó con todas sus fuerzas después de que Rafael saliera furioso de la habitación de Alfonso.
Su arrebato fue en parte alimentado por la ira genuina, pero sobre todo, fue orquestado para crear una clara impresión de Rafael como un personaje malévolo a los ojos de Alfonso y los otros caballeros.
—A pesar de su traición, nuestro Príncipe aceptó su audiencia con amplitud de miras, ¡¿pero cómo pudo echar la culpa a Su Alteza y maldecirle?!
Elco tenía razón. Rafael debería haber pensado antes de actuar. El señor Bernardino y señor Manfredi no podían soportar estar del lado de Rafael en este caso.
—Elco, no te pongas así.
—¡Tengo todo el derecho a estar alterado! —protestó Elco—. ¡¡Acaba de insultar al Príncipe con los dedos!!
Tras no conseguir calmar a Elco, el señor Bernardino cambió de tema para desviar su atención del incidente.
—Debemos ayudar al Príncipe a prepararse para la reunión concertada por el Marqués Gualtieri.
—Tiene razón, Elco. Tenemos trabajo que hacer, así que hablemos de esto más tarde.
El señor Manfredi también instó.
—Debemos darnos prisa.
El señor Manfredi golpeó la pared con su vaina a modo de señal. Podía usar simplemente el tirador de la campana, pero aún no estaba acostumbrado a las costumbres reales. Sin embargo, los criados reales estaban bien entrenados y acudieron todos a la vez para ayudar al Príncipe a vestirse, incluso a la señal informal. A medida que se iba reuniendo más gente, Elco ya no podía hablar de asuntos delicados.
Alfonso también estaba más acostumbrado al campo de batalla y a las armaduras que a palacio. Quería que los sirvientes interfirieran lo menos posible.
Después de que le ayudaran con las bases de la vestimenta real formal, Alfonso les hizo un gesto con la mano para que se marcharan y se levantó.
—Vamos —ordenó.
Sin embargo, no cabe duda de que vestirse en la capital tenía sus cosas buenas. Al verse rodeado de gente, el Príncipe se vio obligado a guardar silencio y a calmarse. Para entonces, Alfonso ya no estaba enfadado.
Con la boca bien cerrada, Alfonso atravesó el recinto del palacio real y salió por la puerta principal. Los guardias respondieron al unísono para saludar cortésmente la partida del Príncipe, y Su Alteza y sus caballeros pasaron orgullosos por delante del centinela alineado.
Alfonso optó por un caballo como medio de transporte hasta la residencia del marqués Gualtieri, y no por un carruaje. El señor Elco también le asistió en su camino hacia el destino, no porque fuera invitado sino porque insistió mucho en ello.
A pesar de tener una discapacidad y de tener prohibido asistir a reuniones oficiales, insistió en acompañar al Príncipe, como mínimo, hasta la puerta principal.
—Elco —empezó Alfonso.
—Sí, Alteza —respondió Elco.
Pero pronto, Elco empezó a arrepentirse de su decisión de insistir en acompañarles durante el viaje.
—Sobre el dinero —continuó el Príncipe.
—Sí, Alteza.
—¿De qué dinero hablaba? —luego Alfonso añadió—: ¿Recibimos oro de la condesa de Mare?
El Príncipe rara vez repetía una pregunta durante su conversación con sus subordinados. Pero ahora, repitió su pregunta para obtener detalles.
Elco sintió momentáneamente que un escalofrío le recorría la espina dorsal, pero siendo el mentiroso descarado que era, mintió.
—Por supuesto que no, Alteza. Lo habríamos sabido si hubiéramos recibido algo así.
Alfonso no contestó, pero arrugó profundamente las cejas y apretó los labios en una línea recta.
Elco supo por una mirada de reojo que el Príncipe no había sido persuadido.
—El oro que Baltazar había traído fue enviado en nombre de la Santa Sede etrusca, ¿no es así?
La explicación de Elco se alargó innecesariamente en un intento adicional de sonar convincente.
—Esa mujer... ¿No es el Cardenal de Mare su padre? Como jefe de la diócesis de San Carlo y director principal de la Santa Sede Etrusca, es probable que enviara el dinero. Pero ella afirma haber sido quien envió el dinero después de convencer a su padre de que lo hiciera, supongo.
El príncipe no pidió más explicaciones, pero Elco divagó innecesariamente.
—¡No, pero el cardenal de Mare no tomaría decisiones sobre asuntos importantes en nombre de la Santa Sede sólo porque su hija se lo rogara! ¡El hombre incluso mató a su esposa! Es ridículo que esa mujer intente atribuirse el mérito del trabajo de su padre.
Alfonso miró a Elco mientras decía: "Ese hombre incluso mató a su mujer".
La alta sociedad sabía de boca en boca que el cardenal de Mare había matado a Lucrecia, su amante, por traer problemas a la familia. No era un gran secreto, pero, de nuevo, Elco no tenía conexiones en el círculo social. No había nacido noble, ni tenía conexiones estrechas con la nobleza de la alta sociedad.
Alfonso preguntó de repente—: ¿Tienes una amante?
—¿Perdón?
Elco se sobresaltó momentáneamente ante la pregunta de Alfonso. Nunca pensó que le harían una pregunta así en su vida.
Finalmente, se esforzó por responder—: ¿Quién saldría con un hombre como yo...?
En ese momento, Alfonso volvió a mirar hacia delante.
Elco no parecía estar mintiendo. Y teniendo en cuenta su agenda, no había ninguna mujer con la que estuviera saliendo. Pero, ¿cómo diablos se habría enterado Elco de todos esos rumores sin una amante noble?
—Señor Dino —llamó Alfonso.
—Sí, Alteza.
—Antes te encargabas de la gestión de mi agenda, ¿no?
—Sí, cuando estábamos en el palacio.
El señor Bernardino tuvo que practicar esgrima en Jesarche, por lo que el señor Elco gestionó todos los asuntos administrativos.
—Ya que hemos vuelto, volverás a estar al mando.
En la memoria de Alfonso, el cardenal de Mare tenía prevista sin duda una audiencia con él.
'Pero el momento de la audiencia del Cardenal es extraño.'
Si la explicación del señor Elco era cierta, el Cardenal de Mare era el mayor accionista del regreso con honores del Príncipe Alfonso. Las monedas de oro de la Santa Sede etrusca habían desempeñado el mayor papel en el desarrollo del ejército del príncipe Alfonso, que pasó de ser un grupo de caballeros apenas supervivientes a una organizada y todopoderosa Tropa de los Cascos Negros.
De ser así, el Cardenal debería haber sido el primer visitante cuando el Príncipe organizaba una sentada de protesta en el campamento provisional frente a las murallas de San Carlo. Ningún inversor se limitaba a invertir sin cobrar su recompensa. Aunque algunos inversores raros lo hicieran, el Cardenal de Mare no era uno de ellos.
Y era significativamente extraño que un inversor tan grande no hubiera hecho ninguna petición durante las batallas del Príncipe en Jesarche.
'Incluso el marqués Gualtieri apareció cuando estaba en el campamento fuera de las murallas.'
Cualquiera que pretendiera establecer conexiones con el Príncipe ya había aparecido cuando estaba en el campamento de las afueras. Diez mil ducados era una fortuna. Era imposible que un inversor hiciera una inversión tan grande por adelantado y no apareciera.
'El señor Dino y Elco trabajan de forma diferente.'
Alfonso sospechó que el señor Elco impidió la visita del Cardenal de Mare y retrasó su audiencia.
Elco era el tipo de hombre que planifica meticulosamente después de examinar cada detalle. Realizaba todas las tareas con eficacia, incluso sin instrucciones, para comodidad de Alfonso, pero tenía tendencia a sobrepasar los límites. Siempre que Alfonso trabajaba con Elco, a veces tenía la sensación de que alguna información no le llegaba.
En cambio, el señor Dino nunca daba por supuestas las intenciones de Alfonso. Siempre pedía la confirmación de Alfonso si no estaba seguro antes de proceder con la tarea. No era bueno ejecutando varias tareas a la vez, pero se aseguraba de ser minucioso para evitar omisiones en las tareas en las que Alfonso estaba directamente implicado.
'Ya que hemos regresado al palacio real, es hora de que reorganice nuestra organización.'
Confiaba plenamente en la lealtad de Elco hacia él y le había permitido ocuparse de los asuntos administrativos. Sin embargo, ahora que ya no estaban en el campo de batalla, la gestión de los horarios se había vuelto más crítica que las batallas. Alfonso optó por supervisar personalmente su propia agenda.
'Si es cierto que Elco había cambiado la fecha de audiencia sin mi permiso…'
De ser así, el cardenal de Mare probablemente se pondría furioso cuando se reunieran, ya que Alfonso se había limitado a recibir las monedas de oro sin nada a cambio.
Cuando ese pensamiento entró en su mente, Alfonso de repente quiso dejarlo todo. Las cosas eran más sencillas en el campo de batalla. Todo lo que tenían que hacer era luchar conjuntamente, ganar y marchar.
'Es sofocante.'
Estaba de muy mal humor. Ya era bastante frustrante ver a Rafael huyendo, pero se sentía aún más frustrado al pensar a dónde se había dirigido.
'Es obvio…'
Rafael habría ido inmediatamente a ver a Ariadne. Alfonso conocía demasiado bien a su ex amigo. No podía entenderle pero podía predecir su próximo movimiento.
—Su Alteza, me temo que ahora debo irme.
Alfonso se volvió hacia la voz de Elco. Antes de que se diera cuenta, habían llegado a la puerta principal del marqués Gualtieri. De nuevo tuvo que ponerse su máscara social de Príncipe competente y Comandante imbatible.
—Vámonos.
Ahora había que ver qué sugería el marqués Gualtieri al príncipe Alfonso en nombre de los grandes señores feudales.
* * *
—¡Ari!
Ariadne vio a Rafael entrar en su estudio, furioso. Sabía que algo iba mal por la expresión de su cara. Y la astuta Ariadne sabía qué malas noticias traería al instante. Quería salir corriendo. No estaba preparada para oír la verdad.
—¡Ari! Acabo de volver del palacio.
Quería taparse los oídos ante la verdad inquebrantable: que Alfonso se había olvidado de ella y ya no la quería, y que ya no podían estar juntos.
—Alfonso y yo hablamos —la cara de Rafael parecía desencajada como una placa de cristal mal hecha—. Perdóname, Ari. No debería haber ido allí.
Su respiración enfurecida sonaba ensordecedora a sus oídos. Ariadne quería suplicarle que parara. Por favor. No quería oír más.
Pero Rafael escupió sin piedad la verdad.
—Es verdad que Alfonso es un hombre casado.
'No.'
—¡Se casó con la Gran Duquesa Lariessa!
Su ominosa corazonada se hizo realidad.
—¡Lo juzgué mal!
'Así terminan las cosas.'
La voz de Rafael seguía resonando en sus oídos, pero sonaba irreal y apagada, como si estuviera nadando bajo el agua.
—¡Alfonso es realmente un traidor!
'No. Por favor. No más.'
—Ari, ¿cómo ha podido ese maldito Alfonso apuñalarnos por la espalda después de todo lo que hicimos por él?
'No dejes que lo oiga.'
—Qué asqueroso y patético... ¡Deberías haber visto su cara! Ese bastardo...
'No hables mal de él. Sólo déjame vagar en un purgatorio donde el tiempo se ha detenido eternamente.'
Una historia sin final daba esperanzas, ya que podía ser buena o mala.
—Qué descortés es traer a ese rufián de Césare repetidamente...
Quería rogarle a Rafael que se detuviera. Pero estaba demasiado asustada para hacerlo. Por muchas razones, se sentía ahogada y no podía hablar.
Rafael puso la lógica como su máxima prioridad. Él podría estar decepcionado con ella por cerrar sus oídos debido a razones emocionales.
En los últimos 4 años, Rafael había sido el socio, camarada y mejor amigo de Ariadne. Se habían conocido a través de Julia, pero ahora estaba más cerca de Rafael que de ella. Si lo alejaba y su amistad terminaba, Ariadne no tendría a nadie con quien hablar o compartir los mismos pensamientos.
Una persona no puede vivir sola. Ariadne no era precisamente una persona sociable, pero se dio cuenta de que no podía vivir sola.
La voz de Rafael sonaba muy distante.
—¿Cómo puede recibir todas las monedas de oro... pero decir que no eres la única que lo apoya? No te lo agradece porque Lariessa también lo ayudó económicamente...
La voz de Rafael alternaba entre acercarse y alejarse. Ariadne luchaba con la incertidumbre, preguntándose si se debía a ella o si su voz fluctuaba realmente en la distancia.
Por eso a Ariadne le costó creer lo que oía cuando escuchó sus siguientes palabras.
—¡Ari, empecemos una relación!
Ay, me da pena Ari ahora, tener que escuchar algo que no quería, aunque no sea lo mejor a veces la ignorancia parece menos dolorosa
ResponderBorrarEspero que Alfonso pueda cancelar su compromiso con Lariessa
No entiendo cómo Alfonso no se enoja con Elco al escuchar que le llama de "esa mujer"
En serio Rafael escogió el peor momento para declararse
Gracias por el cap💜
Hasta yo debo admitir que fue un pésimo momento para declararse x'd
ResponderBorrarTe odio tanto Elco
ResponderBorrarAy Rafael de todos los momentos, justo ese elegís para confesarte?
ResponderBorrarEntiendo a Rafael, él pensaba tener una disputa justa con Alfonso por el amor de Ariadne pero ahora lo ve como un patán, creo que se dejó llevar por sus emociones
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