SLR – Capítulo 239
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 239: La carta
Alfonso entró en la tienda a grandes zancadas y se puso el casco. Mientras se desprendía de la abrazadera para desvestirse la armadura, el señor Elco le apoyó desde su lado.
—Elco… —dijo Alfonso con una mirada incómoda.
—Sí, Alteza —respomdió Elco.
—No necesito una mano extra. Puedo hacerlo yo solo.
Pero el señor Elco negó con la cabeza.
—Ningún caballero se quita la armadura sin un escudero.
—Pero tú no eres mi escudero.
'Eres mi caballero', estuvo a punto de añadir Alfonso, pero se tragó las palabras porque el señor Elco ya no podía usar una espada. Pensaría en Elco como un caballero para siempre, pero no estaba seguro de cómo le haría sentir decir eso en voz alta.
En lugar de eso, Alfonso paró a Elco y le dijo—: Si necesito un criado, conseguiré uno que haga las tareas para ahorrarte el trabajo.
El señor Elco volvió a negar con la cabeza con una mirada perpleja.
—Su Alteza... por favor, no me despida.
—¿Despedirte? —exclamó Alfonso con incredulidad—. ¡En absoluto! Sólo quería decir que tengo tareas más importantes para ti.
—Pero... ¿qué tarea importante puedo hacer aparte de asistirte y hacer tareas para ti?
Era una pregunta extremadamente delicada, y Alfonso no podía responderla. El señor Elco insistió con fuerza—: Alteza, yo era como un corderito perdido, pero usted me aceptó. Y de nuevo, aunque era un inútil, me aceptasteis y me disteis una segunda oportunidad —recalcó una vez más—: Dedico mi vida a usted, Alteza. Estaré encantado de hacer cualquier cosa que pueda hacer por usted, por pequeña que sea. Por favor, no me rechace.
Finalmente, Alfonso dejó que Elco le quitara la armadura. El señor Elco soltó con su mano buena todas las abrazaderas de la armadura de Alfonso, junto con cada uno de sus componentes, y los apiló cuidadosamente en un rincón de la tienda.
Liberado de los pesados trozos de metal, Alfonso se sentó en el escritorio. La vacilante luz de las velas era la única fuente que le permitía ver las dos cartas que tenía sobre el escritorio. El señor Elco no salió de la tienda. Conteniendo la respiración, limpió la armadura de Alfonso con un paño aceitoso a espaldas del Príncipe.
La primera carta que tomó Alfonso era el documento probatorio de la procedencia de los fondos de la Santa Sede.
—No puedo creer que la parroquia local de la Santa Sede haya enviado esto. Son incluso mejores que mi familia —refunfuñó Alfonso con una sonrisa amarga.
El señor Elco coincidió—: Las parroquias son muy generosas —y añadió—: Hacen lo que pueden porque en su corazón saben que eres digno como auténtico monarca.
Pero no dijo ni una palabra sobre Ariadne. Lo único que hizo Alfonso fue reírse brevemente, pero no mostró ninguna otra reacción a lo que dijo Elco.
Alfonso recogió la segunda carta. El señor Elco intentó respirar con naturalidad, pero las palmas de las manos se le estaban mojando. Estaba tan sudado que Elco no podía distinguir si la armadura estaba pegajosa por el aceite o por su sudor.
Zas.
Alfonso rasgó el sobre sin nada escrito en la superficie y sacó la carta.
—...
Con expresión rígida, leyó repetidamente el primer párrafo de la carta.
—Elco...
—Sí, Su Alteza...
—¿Podrías dejarme a solas un minuto?
Elco sintió un escalofrío.
—¿Puedo preguntar por qué...?
—Sólo necesito un tiempo a solas.
Alfonso rara vez era así de firme, y Elco no tenía más remedio que obedecer.
—Lo haré, Su Alteza... Buenas noches.
Dejó la armadura a medio limpiar y salió de la tienda a regañadientes.
* * *
Solo, Alfonso volvió a mirar la carta que tenía en la mano.
[De Lariessa a mi querido Alfonso,]
Después de la primera línea, la carta tenía un largo espacio en blanco, y seguía un contenido chocante. Iba directa al grano desde el primer párrafo.
[Sólo quería avisarte por si te preguntabas qué está pasado. Tu ex novia está comprometida con tu medio hermano.]
A Alfonso no le hizo ninguna gracia el saludo de Lariessa, pero el primer párrafo hizo que a Alfonso se le trabara la respiración en la garganta.
[Te lo dije. Como dije antes, ella te traicionó y le rogó al Rey de Etrusco que reconociera a tu medio hermano como parte de la familia real. Y en el baile que conmemoraba oficialmente el reconocimiento del Conde Césare de Como como miembro de la realeza, Lady Ariadne De Mare realizó el primer baile con él. Ahora todo está claro. Ella te dejó.]
La sangre se drenó del rostro inexpresivo de Alfonso.
[Las puertas del Salón del Sol estaban abiertas, y Su Majestad el Rey ofició en persona la ceremonia de compromiso. Y a ella se le confirió el título de condesa Lady de Mare.
Durante tu ausencia, ella fue incorporada oficialmente en la alta sociedad de San Carlo y ahora es una dama noble oficial. Al ser la prometida del duque real con derecho de sucesión al trono, ahora es la mujer soltera más digna de la capital. Recibió el título a cambio de su corazón.]
Después de eso, sólo había contenido innecesario. La Gran Duquesa Lariessa divagaba una y otra vez sobre lo mucho que quería a Alfonso, su vida cotidiana y elogios sobre sus logros militares.
'Pero, ¿cómo sabe ella de mis meritorios actos realizados en la guerra?'
Pero no sabía la respuesta a su pregunta. El Reino Gallico era el mayor patrocinador de las Cruzadas, y el Gran Duque Eudes era la persona de mayor autoridad en el Reino Gallico. Naturalmente, habría informes oficiales y no oficiales hechos al Gran Duque con respecto a la guerra.
Tras un aluvión de elogios sobre las destacadas hazañas de Alfonso, Lariessa remató la carta con un consejo.
[Me alegra saber que te has ganado una gran reputación entre los cruzados.
Pero ya es hora de que vuelvas. Eres el heredero del trono y un descendiente real, a diferencia de los inútiles que arriesgan su vida en el campo de batalla para hacerse ricos de la noche a la mañana.
Tu hermanastro está ganando poder en San Carlo, tanto como para amenazarte. Probablemente sepas que se ha convertido en el Comandante Supremo en Etrusco. No puedes dejar que un hijo ilegítimo del Rey te amenace. Así que regresa para protegerte y mantener tu posición.
Y ya es hora de que vuelvas a mí. Hace siglos que no te veo.
De Lariessa, tu fiel y leal esposa.]
'Ariadne me traicionó.'
El príncipe Alfonso leyó repetidamente las palabras sobre lo que había hecho Ariadne.
'Ariadne traicionó a Alfonso.'
Repitió esa frase una, dos y docenas de veces, pero no parecía real.
Pensó en la posibilidad de que Lariessa estuviera diciendo una mentira hiriente. Pero aunque Lariessa mentía todos los días para parecer mejor, nunca lo hacía sobre hechos fundamentales relacionados con asuntos políticos y militares, la situación actual y otros asuntos graves. Ella no tendría las agallas para mentir sobre tales asuntos en el papel y hacer frente a las consecuencias.
Pero no podía ser real. Ariadne no podía traicionarlo. Incluso cuando el mundo estaba en su contra, su chica no lo haría, ¿verdad?
Atónito, Alfonso reestructuró ahora la frase.
'Ariadne de Mare se convirtió en la mujer de otro hombre, y Césare de Como me la arrebató.'
Los labios de Alfonso empezaron a temblar. Y la frase se recreó como si tuviera mente propia.
'Ariadne de Mare ya no ama a Alfonso de Carlo.'
Bum. Sintió que su corazón latía como loco.
Alfonso podía soportarlo todo menos que le arrebataran el corazón a Ariadne. Incluso si Ariadne estaba comprometida con Césare, incluso si lo utilizaba para recibir el título de Condesa, no le importaba. Diría que estaba bien, que lo soportaría, y la abrazaría cálidamente. La gente l llamaría idiota, pero a él no le importaba. Se limitaría a decirles que se metieran en sus asuntos.
Ella era la única razón por la que podía superar los duros días en el campo de batalla. Soñaba que algún día volvería a casa en la gloria y daría vueltas y vueltas con Ariadne en brazos sobre la muralla del castillo de San Carlo.
La recordaba parada en el muro del castillo cuando salió de San Carlo. Deseaba desesperadamente cogerla de la mano, abrazarla y besarla. En aquel momento, su deseo se hizo añicos, pero estaba decidido a hacer realidad su deseo algún día.
Terminaría las Cruzadas con victoria y regresaría al reino Etrusco en buena lid. Con la barbilla en alto, le haría una petición a su padre.
N/T buena lid: Mantener la compostura en una pelea, también se refiere a salir en una situación sin hacer trampas ni argucias.
'No soy una pieza de ajedrez en el juego del matrimonio de conveniencia. Me casaré con Ariadne de Mare. Creo que me lo merezco por mis interminables victorias.'
Si tenía que romper el compromiso forzoso con la Gran Ducal Lariessa, Etrusco tenía que ser abrumadoramente superior a Gallico -Alfonso aún no sabía que el compromiso que había firmado era ineficaz-. Por eso insistió en situarse al frente de la tropa destacada, a pesar de que en la retaguardia podía situarse con seguridad como Príncipe de Etrusco.
Se convertiría en el Rey de los Caballeros y dominaría a Gallico con su fuerza militar para que el Rey Gallico ni siquiera se atreviera a ir contra su reino.
Pero las palabras de la frase volvieron a reestructurarse en la mente de Alfonso.
'Ariadne de Mare nunca amó a Alfonso de Carlo.'
¡Ruido sordo!
Alfonso sintió que el corazón se le hundía hasta los pies. La frase volvió a transformarse.
'Ariadne de Mare deseaba un alto cargo y un título nobiliario. Alfonso de Carlo pudo concederle ambas cosas antes, pero ya no es así. Sin embargo Césare de Como hizo realidad su deseo.'
—No... Eso no puede ser… —Alfonso negó sus pensamientos en voz alta. Pero sus pensamientos continuaron como si tuvieran mente propia. Las palabras de negación no tenían fuerza. Las palabras que dijo en voz alta pronto fueron disueltas por la fuerza de sus pensamientos.
Y en su mente, llegó a una conclusión final: 'Ariadne de Mare nunca amó a Alfonso de Carlo.'
'No. No puede ser. No puede ser. Esto no está sucediendo.'
Alfonso sacudió la cabeza de un lado a otro para alejar sus pensamientos. Sus labios, su sonrisa, su calidez, su viveza, todo eso no podía ser falso.
Alfonso había estado bien, incluso después de luchar por su vida durante tres días y tres noches en el campo de batalla. Pero, de repente, una fuerte oleada de agotamiento lo abrumó y su cabeza cayó sobre el escritorio. Era demasiado para él.
Y fuera de la tienda de Alfonso estaba el señor Elco inspeccionando cómo se encontraba el Príncipe, observándole atentamente. La noche se alargaba.
* * *
Tras colarse en la habitación de su hermana, Isabella escudriñó los alrededores.
'Qué maniática del orden.'
No había ni una sola nota de polvo a la vista. Estaba demasiado ordenado para ser inspeccionado. Se sentiría mucho más tranquila si los papeles estuvieran amontonados en el escritorio, pero nada.
Había largas hileras de estanterías, pero sólo exhibían libros encuadernados. No había libros de contabilidad, notas secretas, tesoros de hombres ni otros objetos que Isabella buscaba para sostener una espada sobre la cabeza de Ariadne.
¡Crujido!
Isabella abrió imprudentemente el cajón de Ariadne, pero allí tampoco encontró nada útil. Todo lo que vio fueron frascos de tinta e hileras ordenadas de pergaminos de cartas sin usar.
—¿Qué le pasa a esa muchacha? Está hecha un desastre. Al menos debería haber alguna joya o maquillaje viejo en su tocador. Caramba —refunfuñó Isabella. Luego, abrió el gran armario—. Oh...
Dentro del gran armario había una gran caja fuerte. Isabella miró la cerradura. Podía abrirse con una llave, no con una contraseña.
'Así que todo lo que busco estará ahí.'
El Corazón del Profundo Mar Azul, varios libros de contabilidad, monedas de oro y otros objetos de valor estarán en la caja fuerte. Isabella tiró de la puerta de la caja, deseando que la suerte estuviera de su lado, pero no funcionó.
'tsk.'
Volvió a rebuscar en los cajones de Ariadne por si la llave estaba allí, aunque no lo esperaba.
Pero Ariadne no era una idiota que pusiera la llave junto a la caja fuerte, y la búsqueda de Isabella terminó en vano.
'¡Qué frustrante!', murmuró Isabella en silencio. Tras revisar de nuevo el escritorio de Ariadne, las yemas de sus dedos tocaron un grueso manojo de pergaminos.
'¿Qué es eso?'
Un manojo de pergaminos estaba arrancado y amontonado en el estante del escritorio. Pero no era papel en blanco, sino un montón de cartas sin terminar.
'¿Qué...?'
Isabella empezó a leer el montón de cartas.
[Por mi querido Alfonso,
Hoy era un día lluvioso en San Carlo. Quería pasear contigo bajo un único paraguas en un día lluvioso…]
—Aw, vamos.
Era una colección de aburridas cartas de amor. Algunas iban dirigidas a Ariadne y otras al príncipe. Isabella chasqueó la lengua.
'Supongo que el chisme sobre que salía con el Príncipe no era un rumor.'
Pero Isabella no ganaría mucho con las cartas.
'Hubiera sido mucho mejor que estuviera enamorada y tuviera una relación sexual con la escoria del barrio. Habría sido una gran noticia para la alta sociedad. Pero esto no sirve para nada.'
Pero el manojo de cartas fue lo único que encontró hoy. Isabella hojeó las cartas.
'Espera un segundo... ¿Pero por qué no entregó las cartas selladas?'
Había algo raro. Isabella volvió a hojear las cartas. La mayoría estaban sin terminar, pero algunas habían sido enviadas. Las cartas se enviaban con regularidad, pero faltaban algunas. Y algunas cartas decían que no había respuesta a "su carta enviada anteriormente". No había respuestas entre sus cartas, más bien Ariadne decía repetidamente que "no había recibido respuesta de Alfonso".
'Y las fechas... son relativamente de hace poco.'
Isabella pensó que las cartas podrían ser útiles de algún modo y saltó hasta llegar a la última.
Como era de esperar, la última carta se escribió hace muy poco.
[22 de diciembre de 1123
Para mi querido Alfonso.]
Isabella abrió mucho los ojos.
'Escribió esto después de... ¡su compromiso con el duque Césare!'
Rápidamente hojeó la última carta.
[Cada vez hace más frío y cada vez estoy más preocupada por ti. Me dijeron que Jesarche tenía un clima más cálido que San Carlo, pero sé que la vida en los campamentos militares no es fácil.]
'Mírala actuando toda virtuosa y angelical. Puaghhhh.'
Isabella chasqueó la lengua con disgusto y siguió leyendo.
[El frío me recuerda cuando viniste al funeral de Arabella. Recuerdo la nieve, los copos de nieve, el frío de tu capa y nuestro agridulce beso…]
Isabella frunció el ceño.
'¿Cómo pudo besarse con un hombre en el funeral de su hermana? ¡Está delirando!'
Isabella debe haber olvidado por qué se había celebrado el funeral en primer lugar.
'Qué z*rra…'
Hablaba mal de su hermana mientras sus ojos se entrecerraban diabólicamente. Sus labios se curvaron en una leve pero viciosa sonrisa. La carta sería útil de alguna manera.
Isabella se apresuró a guardarse la carta en el pecho. Pensó: '¿Y si Ariadne monta un escándalo porque le falta la carta?' Pero pronto se lo quitó de la cabeza.
'Ella no puede hacer nada sobre la carta perdida. ¿Cómo podría revisar mis cosas sin pruebas?'
Pero aún así, era mejor que no la pillaran. Isabella cerró bien los estantes de Ariadne y comprobó bruscamente si todo estaba en su sitio.
Luego, salió a la entrada del estudio y escuchó ruidos fuera. No oyó a nadie.
Isabella salió con cuidado y abandonó el estudio.
Milagro que hace algo la Isabela, se me estaba olvidando que existía xd
ResponderBorrarLamento mucho el dolor de Alfonso, todo por culpa de su ayudante :(
ResponderBorrarNo sé quién es peor, Lariessa o Isabella. Me pregunto qué haría Isabella si tuviera la posición y el poder de una gran duquesa 😖
Cuando pienso que Isabella finalmente va a hacer algo inteligente me vuelve a decepcionar.
ResponderBorrarSi su intención es hacerla quedar mal por querer a Alfonso estando comprometida no le va a salir, ya se sabía que había rumores de una relación con Alfonso previo a todo, y el compromiso fue algo ordenado.
Pobre Alonso
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