SLR – Capítulo 181
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 181: La lógica del poder
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Cuando Filippo IV declaró que estaban totalmente preparados para la invasión, el príncipe Alfonso apretó los dientes y se dio la vuelta.
—Princesa Auguste de Briand y Su Majestad Filippo IV... ¿tienen la menor idea de lo que acaban de decir?
Filippo mantuvo la boca cerrada y se limitó a mostrar una leve sonrisa, pero Auguste, tan orgullosa de sí misma, respondió triunfante en su lugar.
—¡Nos vengamos de nuestra tía! Su palacio real falló en el control interno, y esto dañó el noble linaje de la realeza Briand —miró al príncipe Alfonso de arriba abajo como juzgándole—. Príncipe Alfonso, si formas parte de la familia Briand, tú también debes estar enfadado —sonriendo amablemente, la princesa Auguste añadió—: Príncipe Alfonso de Carlo, perdiste a tu madre por culpa de una sucia concubina.
Alfonso contestó lentamente.
—Sí...
Eso fue lo único correcto que Auguste dijo hoy.
—Tiene razón. Soy la persona con el corazón más roto por la muerte de mi madre. Por eso puedo decir esto con confianza.
Alfonso se acercó a la mesa de conferencias, puso la mano sobre el mármol, bajó la parte superior del cuerpo y fulminó con la mirada a Auguste, que parloteaba como un pajarito excitado.
—Deja de jugar a tus malditos juegos. No es un hecho confirmado que la condesa Rubina de Como asesinara a la reina Margarita.
Sorprendida por la actitud amenazadora de Alfonso, Auguste empujó su trasero hacia atrás. No estaba sentada en una silla de oficina para los participantes en la negociación, sino en un taburete justo al lado del Rey, sin nada que le sostuviera la espalda. Se arrastró hacia atrás en el taburete y estuvo a punto de caerse.
—¡Ahhh!
Al final, perdió el equilibrio y gritó. Cuando Filippo IV vio a la princesa Auguste a punto de caer, se deshizo de su expresión como una máscara.
—Alfonso de Carlo —gritó como un animal salvaje. Extendió el brazo delante de la princesa como para bloquear a Alfonso y protegerla de él—. Un hecho confirmado es como un bien lujoso. Sólo se puede obtener cuando uno se lo puede permitir —dijo Filippo con voz medio cantarina, medio rugiente como un lobo—. Pero piénselo otra vez. Nuestra división militar, incluyendo la caballería pesada de Montpellier, cruzó tus fronteras nacionales. En situaciones pacíficas, podrías tener una oportunidad. ¿Pero ahora? No lo creo.
Filippo IV ya no se molestó en ocultar su verdadera intención. Normalmente, al menos habría amortiguado la tensión diciendo algo como: "Tanto el equipo militar como el sentimiento público son importantes cuando se moviliza la fuerza militar". Pero incluso después de que el príncipe Alfonso viera los verdaderos colores de Filippo, no dio un paso atrás. No, no podía dar un paso atrás.
—Su Majestad Filippo IV. ¿Sabe lo que es tan importante como la fuerza en las relaciones internacionales?
—Eso no existe —se burló Filippo.
Pero a Alfonso no le importó y respondió a su propia pregunta.
—Un gran motivo —el Príncipe Alfonso miró a Filippo IV directamente a los ojos y añadió—: Si un monarca jesarca invade otra monarquía jesarca por una razón objetivamente injustificable, la Santa Sede y cada país del continente central no le dejarán salirse con la suya a largo plazo.
Filippo IV frunció las cejas. El Príncipe Alfonso dijo esto por una razón. Filippo IV no apoyó voluntariamente la Guerra Santa sin ninguna razón, prometió apoyo financiero como soborno a la Santa Sede.
Pero el Papa Ludovico no era un hombre fácil. Era el tipo de persona que recibía el dinero pero lo podría excomulgar si era necesario.
—¿Y? —el Rey preguntó al instante para demostrar que no le importaba. Pero el hecho de que no ignorara a Alfonso demostraba su turbación.
Alfonso fulminó con la mirada a Filippo y respondió—: Hasta que no se confirme que la condesa Rubina de Como es culpable, la petición del Reino Gallico será deshonrosa.
Pero el joven Rey tenía más experiencia que el joven Príncipe. Ante las palabras de Alfonso, una gran sonrisa cruzó el rostro de Filippo IV.
El príncipe Alfonso estaba desconcertado. No esperaba esto de él.
—¿Cómo podemos confiar en el Reino Etrusco...? —preguntó Filippo IV. Acarició la mesa de mármol con su largo dedo—. Esta es una mesa de mármol, una especialidad de Lastera, situada al norte de Etrusco.
El veteado blanco era visible entre los sutiles destellos del rosa.
—Pero si digo que "esto es una especialidad de Gallico en nuestra nación", se convertirá en una especialidad de Gallico —Filippo miró fijamente a Alfonso—. Si el poder soberano es fuerte, no hay que preocuparse por datos no identificables, como la información de envío. Incluso las características visibles a simple vista pueden disfrazarse, como el material. Si digo que es una mesa de granito y no de mármol, la gente bajo mi control pensará que es una mesa de granito. Y lo mismo si la llamo mesa de arenisca, arcilla o madera.
Sin dejar de mirar a Alfonso, Filippo IV mostró una amplia sonrisa.
—Y no soy el único. Cualquier monarca con un fuerte poder soberano puede hacerlo. Eso también va para Su Majestad León III, tu padre, y mi querido ex tío.
Por la mente de Alfonso pasaron escenas de León III insistiendo en que se fuera a ultramar.
—Y además tienes prisa y estás desesperado. Tan desesperado como para hacer inocente a un culpable. Si yo fuera el Rey de Etrusco, tampoco me detendría ante nada para averiguar motivos por los que la Condesa Rubina es inocente. ¿Pero por qué esperas que confíe en el sistema legal de Etrusco en esta situación? —el joven rey gallico golpeó la mesa de mármol con su mano derecha con un estruendo—. Debes enviar también aquí a la Condesa Rubina. Ejecutaremos el juicio.
El Conde Marques, sentado junto al príncipe Alfonso, susurró en voz baja—: ¡Eso no tiene sentido...!
La princesa Auguste fulminó con la mirada al Conde Marques por haber dicho eso.
Pero a Filippo IV no le molestó el alboroto en la sala y mostró su habitual sonrisa relajada.
Sus ojos de serpiente escrutaron al Príncipe Alfonso.
—Ah, sí. Querido primo.
Cuando era joven, ni siquiera podía pensar en conocer al próximo sucesor al trono de Etrusco. Pero ahora, lo controlaba totalmente como un ventrílocuo a un muñeco. Filippo rió alegremente y le clavó el dedo en la llaga.
—Pero tú no eres el embajador extraordinario y plenipotenciario, ¿verdad?
Un "embajador extraordinario y plenipotenciario" era un enviado diplomático con autoridad para decidir sin necesidad de obtener la aprobación de su país de origen.
El transporte de mercancías y pasajeros era lento en el continente central. Un viaje a caballo para cruzar el ancho y extenso continente llevaba hasta tres meses. Por eso, cada vez que se enviaba a un enviado diplomático a otra nación para negociaciones importantes, éste estaba capacitado para actuar en nombre de la nación. Esta autoridad se concedía para estabilizar las negociaciones en caso de que el rey anulara los resultados de la negociación una vez que el enviado regresara a su país de origen.
León III no había habilitado al príncipe Alfonso, su hijo, para actuar en nombre del país.
—¡Eso significa que no puedes decidir nada a menos que tengas el permiso de tu padre! Pero no pasa nada. Lo comprendo. Eres demasiado joven para ganarte la confianza de tu padre.
La cara de Alfonso se puso roja de furia y humillación. No sólo apretó los dientes, sino que se mordió las encías de la boca y saboreó la sangre. Quería darle un puñetazo en la cara. Pero Alfonso no estaba seguro de si quería golpear a Filippo IV o a su querida Majestad el Rey en casa.
N/T: Arriba se refiere a que también querría golpear a su padre, León III.
El príncipe Alfonso mantuvo a duras penas la compostura y espetó—: Volveré a casa inmediatamente y transmitiré las demandas de Gallico a mi padre.
Pero el rey gallico no le dejó escapar tan fácilmente.
—¿Volver a casa? —Filippo estaba a punto de reír como un loco, como si estuviera viendo un número cómico representado por el payaso de la corte—. ¡Sabes lo duro que fue venir al país de tu madre! Sería una pena volver tan pronto.
Auguste intervino—: Le permitiremos especialmente enviar un enviado a su reino.
'¿Permitir?' Los ojos de Alfonso se volvieron ardientes de ira al oír esa palabra.
—Auguste, para. ¿Qué quieres decir con 'permitir'? ¿Cómo podemos atrevernos a dar órdenes al sucesor al trono de Etrusco? —dijo Filippo.
Auguste no aguantó más y resopló.
Sin tener en cuenta a su hermana, Filippo siguió con el espectáculo—: Pero no me atrevo a despedirte. ¡Has tardado días en venir, mi distinguido invitado! ¡Toca la música para nuestro invitado! Ja. Ja, ja. HA HA HA HA!
Pero no pudo contenerse y se agarró el vientre mientras estallaba en feroces carcajadas. Filippo y Auguste se partieron de risa, los nobles de la corte entre subordinados a su izquierda y derecha se unieron a las carcajadas, y los funcionarios miraron fijamente a los tres oficiales etruscos con frialdad.
Lo único que hicieron el príncipe Alfonso y los dos aristócratas etruscos fue apretar los dientes con cara de pálida.
—Ahora, acompañad a nuestros distinguidos invitados a sus habitaciones —ordenó Filippo.
Los estaba echando.
En un abrir y cerrar de ojos, una veintena de caballeros reales rodearon al príncipe Alfonso y a los dos nobles. Alfonso se deshizo violentamente del caballero real más cercano y le dijo—: ¡Quítame las manos de encima! Iré yo mismo.
* * *
Entre la delegación del Príncipe Alfonso, el Conde Marques fue nombrado para volver a Etrusco.
—Alteza, ¿cómo vais a gestionar este odioso lugar sin mí...? —preguntó con pesar el Conde Marques.
El Conde Marques era el único diplomático del partido y un veterano experimentado. El señor Bernardino también era experimentado y prudente, pero hizo carrera como ayudante, no como diplomático.
Pero el Príncipe Alfonso negó con la cabeza.
—No hay mucho que podamos hacer aquí con el poder diplomático.
Tenía razón.
—El único avance que tenemos es persuadir a Su Majestad el Rey en casa.
El señor Bernardino, el señor Manfredi y el señor Elco, envuelto en vendas, estuvieron de acuerdo con lo que dijo Alfonso.
—500.000 ducados es ridículo. Pero tenemos que pacificar a Filippo IV como sea. Necesitamos habilidades políticas y que Su Majestad el Rey ceda o se sacrifique.
El señor Bernardino mantuvo la boca cerrada. No podía imaginarse a León III cediendo o sacrificándose.
—El que tiene más posibilidades entre nosotros de persuadir a Su Majestad para que tome la decisión correcta es el Conde Marques.
Sentimientos encontrados golpearon al Conde Marques, y bajó la cabeza ante la idea de dejar atrás al joven Príncipe y a los jóvenes caballeros de su edad y escapar solo del campamento enemigo.
—¡Pero...! —empezó el Conde.
—No es así —atajó el príncipe Alfonso—. Por favor, vuelve a casa y habla con mi padre. Nadie excepto tú puede cambiar esta situación —Alfonso cogió la mano del Conde Marqués—. Por favor.
El Conde Marques asintió lentamente.
—Yo, Anselmo de Marques, me esforzaré al máximo para ejecutar vuestras órdenes, Alteza.
* * *
Así fue como el Conde Marqués cruzó las montañas Prinoyak con cinco caballerías reales nombradas por el Príncipe. Ya no era joven, y le costó mucho esfuerzo. El viaje de Etrusco a Gallico duró un mes entero, pero el Conde llegó a Etrusco en doce días.
—Este es el final de mi informe, Su Majestad.
Tras notificar todo lo que había sucedido en Gallico hasta el momento, el Conde Marqués se arrodilló ante León III. Ni siquiera se había bañado e inmediatamente pidió una audiencia con el Rey en el palacio real.
El Conde Marques sintió que se desmayaría en cualquier momento, pero empleó hasta la última gota de energía que le quedaba para suplicar—: ¡Por favor, salven a Su Alteza, base de la nación, y a los jóvenes detenidos en Gallico!
Pero León III no respondió.
Nada como una buena tajada a Filippa y Agosto. Y no sé por qué pero su relación me huele a algo más que una estrecha relación familiar...?
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