SLR – Capítulo 125
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 125: Rafael de Baltazar
François nunca había conocido a una señora que le preguntara por su sueldo cuando acababan de conocerse.
—¿Las damas etruscas preguntan por el salario de un hombre incluso antes de saludarlo? —preguntó, desconcertado. Miró a la mujer de pelo castaño claro. Sus ojos color zanahoria brillaban bajo la luz primaveral. No se desanimó y preguntó atrevidamente.
—¿Cuánto ganas? Puedo darte el doble.
A François le temblaron los ojos. Apenas lograba mantener la calma. Era cierto que necesitaba dinero desesperadamente, pero su nuevo trabajo le permitía ganar muy poco. Era imposible ahorrar cuando apenas ganaba nada. Aunque cobrara el doble, nunca sería suficiente.
—No, gracias —declinó—. Que tenga un buen día.
Se dio la vuelta y empezó a marcharse.
—¡Espera! François. Eres el domestico de la casa del Vizconde Leonati, antiguamente del Reino Gallico. Estás más que cualificado para trabajar en una casa más rica. Hay algo realmente sospechoso en ti, ¿lo sabías?
—¿Cómo supo mi nombre? ¿Hizo una investigación secreta o algo así? —preguntó François, frunciendo el ceño. Miró fijamente a Julia, pero no lo hizo como un ataque. Más bien estaba nervioso. No podía dejar que los demás se fijaran en él en momentos así.
—¿Una investigación secreta? No. Me lo comentó su jefe. —dijo Julia.
—¿Qué demonios quiere? —preguntó el doméstico.
Julia desvió la mirada y respondió: —¿Qué quiero? Te quiero a ti.
—¿Perdón? —replicó François. Estaba realmente desconcertado.
Julia no se dio cuenta hasta después de pronunciar las palabras en voz alta de que sonaba rara. Se ruborizó y siguió divagando.
—Quiero decir. No quiero decir que te desee. Quiero decir, ya sabes. Quiero emplearte. Por favor, trabaja como domestico en mi casa.
—¿En qué casa vives? —preguntó el domestico.
Julia se dio cuenta de que François no tenía ni idea de quién era.
De alguna manera, se sentía derrotada, pero estaba bien. Si le convencía para trabajar en su casa, tendría otra oportunidad. Y entonces ella podría ser la ganadora.
Julia respondió con confianza:
—Soy la hija del marqués Baltazar, Julia de Baltazar.
Ella dobló elegantemente las rodillas y le saludó cortésmente. Desconcertado, François le devolvió rápidamente el cortés saludo. Sus reflejos demostraban claramente que tenía clase.
—¿Qué tal si trabajas para la residencia del marqués Baltazar en vez de para la del vizconde Leonati? —sugirió Julia.
—Bueno, esto fue inesperado...
—¿Qué tal el doble de salario, una habitación para ti solo y una semana de vacaciones anuales?
A François le tiemblan los ojos ante la sugerencia de tener una habitación sólo para él. Intentaba acostumbrarse a su nueva vida laboral, que exigía compartir habitación con otras siete personas. Pero era difícil.
Julia se dio cuenta de que François estaba tentado y añadió: —Te triplicaré el sueldo y te daré una paga extra. Es mi última oferta.
—Lo pensaré seriamente... ¿Dónde puedo contactar con usted? —preguntó el domestico.
—Ven a la residencia del marqués Baltazar. Les diré que vas de visita —dijo Julia.
Julia se había jactado de poder triplicar el sueldo del doméstico, pero temblaba al pensar en su madre regañándola por ello. Pero si le rogaba y la persuadía, su madre acabaría cediendo. Y honestamente hablando, una vez que su madre viera lo guapo que era François, Julia podría no tener que rogar y suplicar. Su belleza era única, rara incluso para un domestico.
'¡¿Me he vuelto loca?!'
Pero incluso mientras pensaba eso, sintió que una fuerte sensación de energía soplaba en su interior. Se sentía viva.
* * *
Salía el sol y hoy era el día del baile real. Ariadne empezó a prepararse por la mañana temprano para el baile real, que empezaba por la noche.
—¡Mi señora! ¡Prepararé un baño de aceite para usted!
Ariadne se había convertido en la señora oficialmente de la casa, y ahora, su aseo estaba a otro nivel. Su nivel de vida aumentó de una vez por todas. Subió un poco cuando acababa de llegar a la mansión De Mare desde Vergatum, otro más cuando había aumentado su reputación al derrotar al Apóstol de Assereto, y cuando había demostrado ser útil en la casa. Y por último volvió a aumentar su nivel de vida subió cuando ganó autoridad como señora de la casa.
Ahora, sin duda, se había convertido en una gran dama noble de San Carlo, la capital que lideraba una cultura y una tendencia florecientes en el continente central.
—¿Qué aceite le gustaría aplicarse en el pelo? —preguntó Sancha, después de pedir a su señora que se metiera en la gigantesca bañera de porcelana.
Pero Ariadne ladeó la cabeza.
—Sólo voy a visitar al heredero de la familia de Baltazar. ¿Sería necesario aplicar aceite?
Alfonso y Ariadne tenían cada uno su propia pareja en el baile real. Podían saludarse con una inclinación de cabeza, pero no hacer nada más que eso. Pero Ariadne no tenía intención de aplicar aceite debido a un hombre al que no conocía.
—¡Oh, vaya! Mi señora, supongo que el sucesor de la familia de Baltazar no es alguien en quien se fijaría ahora. —dijo Sancha burlonamente, pero ella también estaba asombrada.
Ariadne se sonrojó y negó:
—No. No es así....
—Ser el hijo del marqués es una brom para usted, ¿eh? —se burló Sancha.
—No. No...
Era sólo porque Ariadne estaba teniendo citas con alguien más. Su novio era un príncipe, pero el estatus no le importaba. Era sólo una coincidencia que su novio tuviera una posición más alta.
Sancha soltó una risita al ver a su señora sumergir su cara roja como un tomate en el agua.
—Pero aunque no sea nada para usted, en el baile conocerá a todo tipo de gente —insistió Sancha—. La gente la recordará por su olor, aunque no haya hablado con ellos.
—Vaya, parece has acudido a un baile cientos de veces —dijo Ariadne asombrada.
Pero Sancha no había ido ni una vez al baile y se ruborizó.
—¡Todo está en mi imaginación, pero eso es lo que supongo! Aunque puede que me equivoque.
—No, tienes razón —convino Ariadne, asintiendo.
Cedió y eligió el aceite de jazmín blanco, un artículo especial importado del Imperio Moro. Ariadne cerró los ojos y dejó que las sirvientas hicieran su trabajo. Le aplicaron el aceite en el pelo negro como el ébano.
—Mi señora, ya que su vestido es azul, ¿qué tal si se pone el Corazón del Mar Azul Profundo a juego?
—No. Eso llamaría demasiado la atención. Tráeme el collar con numerosas medallas de zafiro conectadas con topacio blanco. Y los pendientes que lo acompañan. —dijo Ariadne.
Ariadne se dirigió a la Boutique Collezione y compró un nuevo juego de joyas. La reina Margarita le había regalado joyas, pero eran pequeños accesorios para una joven adolescente y no incluían ninguna joya digna de tres quilates o más. Por lo tanto, necesitaba un nuevo juego de accesorios que combinara con su lujoso atuendo.
—Es una pena que no pudieras llevar el vestido rojo.
Sancha hablaba del vestido que Ariadne pensaba llevar en la gran misa. Cuando las luces se reflejaban en el vestido de satén rojo brillante, éste dejaba escapar un hermoso destello rojo como una rosa en plena floración. Era la gran obra maestra de Collezione.
—Algún día podré ponérmelo. —dijo Ariadne con un suspiro pesaroso.
Era la primera salida tras finalizar el periodo de luto. El baile real era un acontecimiento del Festival de Primavera, y Ariadne quería llevar el vestido que recordaba a las flores primaverales. Pero eligió intencionadamente un vestido más apagado y tranquilo para evitar que la gente hablara mal de ella por deslealtad a su difunta madre.
—Me aseguraré de que su peinado y su maquillaje sean los mejores de todos. —dijo Anna, sonriendo.
Ariadne le devolvió la sonrisa y dijo:
—Sé que puedo confiar en ti. Las habilidades de Anna son siempre las mejores de todo San Carlo.
***
Y Ariadne hablaba en serio. Sancha había elegido el vestido azul oscuro de Collezione y Anna le había maquillado los ojos. Gracias a ellas, Ariadne se transformó en una belleza de retrato. Su abundante cabellera negra estaba semirecogida, trenzada como una corona, y un encaje salpicado de diamantes la sujetaba.
Con su peinado, maquillaje, vestido azul y joyas de topacio blanco y zafiro, Ariadne parecía Artemisa, diosa de la caza, adorada por los paganos.
—¡Señora, me he enamorado de usted! —exclamó Sancha.
Pero en lugar de negarlo como antes, Ariadne se limitó a sonreír ante el cumplido de Sancha. Ya era tarde. Era hora de que la recogiera su compañera del baile real.
—¿Ha llegado el hijo del marqués Baltazar? —preguntó Ariadne.
—Sí, señora. Está esperando en el salón principal, abajo.
—¿Cuándo ha llegado? ¿Le he hecho esperar? —preguntó Ariadne con ansiedad.
—No, acaba de llegar.
Ariadne se sintió aliviada por no haberle hecho esperar y se apresuró a bajar las escaleras. De camino, esperó que el hermano de Julia no fuera raro o un imbécil. Teniendo en cuenta el carácter o la personalidad de Julia, su hermano no podía ser tan extravagante, pero Ariadne estaba un poco preocupada ya que su amiga había hablado muy mal de su hermano.
'Y ella dijo que era antisocial... Que era un solitario que se quedaba en su habitación todo el tiempo…'
Ariadne entró en el salón principal y pensó: 'Me gustaría que no haya incomodidad cuando estemos juntos.'
Reverencia.
Ariadne inclinó hacia atrás la insignia que colgaba de la puerta en forma de arco y saludó al invitado.
—Encantada de conocerle, señor de Baltazar —saludó Ariadne, inclinándose cortésmente—. Soy Ariadne De Mare, la segunda hija del cardenal De Mare.
—Encantado de conocerle a ti también. Soy Rafael de Baltazar —le saludó Rafael—. Alfonso, quiero decir, Su Alteza me habló mucho de usted.
Su voz era muy suave. Ariadne levantó la vista para mirarle. Vio a un joven noble de deslumbrante cabello plateado. Parecía cortés y educado.
—Por favor, llámame Rafael.
Ariadne contuvo el impulso de mirarle fijamente y se apresuró a bajar la mirada. No quería ser descortés.
N/T Rafael es albino: El albinismo es una mutación genética transmitida de forma hereditaria. Las personas afectadas tienen la dificultad de producir el pigmento de melanina (el pigmento que protege la piel de los rayos ultravioletas) por eso deben tener especial precaución a la luz solar y les afecta en el color de ojos el pelo y la piel.
El joven que tenía delante era blanco y deslumbrante, como la cerámica blanca y pura. El único color más oscuro de su cuerpo eran sus ojos, demasiado rojos para ser marrones.
En cambio, su hermana Julia tenía el pelo castaño y los ojos marrón oscuro. Y su primera impresión fue considerablemente fría, pues tenía rasgos pequeños y delicados. El hijo del marqués de Baltazar también tenía rasgos pequeños y delicados, pero a diferencia de su hermana pequeña, las comisuras de sus ojos se inclinaban hacia abajo y las comisuras de sus labios hacia arriba, incluso cuando no sonreía. Su aspecto era totalmente distinto al de su hermana.
—Oh, ¿Te ha sorprendido ? —preguntó echándose el pelo hacia atrás. Al hacerlo, su cabello harinoso y fino cayó entre sus dedos como la seda—. El color de mi pelo y mis ojos son bastante singulares. La mayoría de la gente se sorprende mucho cuando me conoce. —admitió Rafael.
—No, no. Lo siento.
Se rió en voz baja, pareciendo haberse dado cuenta de la culpabilidad de Ariadne. Cortésmente, añadió una ligera excusa:
—Pero el sol me escuece y me hace daño en los ojos. Por lo demás, no soy diferente a los demás.
Decidió cambiar de tema y elogiar a su compañero de baile. Su jubón gris claro, la prenda inferior de color vino tinto y las botas marrón oscuro combinaban a la perfección con su pelo plateado y sus ojos rojos. Y la capa que llevaba al hombro era magnífica.
—Te queda muy bien la ropa brillante.
—Gracias —dijo Rafael—. Presté especial atención a mi atuendo desde que Alfonso me dijo que usted era su conocida.
Ante eso, Ariadne no pudo ocultar una amplia sonrisa y preguntó:
—¿Cómo os conocisteis Alfonso y tú?
Parecía alegrarse de ver brillar a Ariadne y su disposición.
—¿No te lo ha contado Alfonso? —preguntó Rafael.
En realidad, Ariadne había estado demasiado ocupada haciendo otras cosas cuando se vio con Alfonso y tuvo poco tiempo para hablar. En cuanto le vino ese pensamiento a la cabeza, se ruborizó inconscientemente.
Ella negó con la cabeza y contestó:
—No, no me he lo dijo.
—Oh, eso es duro —dijo Rafael con una sonrisa—. Éramos amigos desde pequeños. Cuando Su Alteza cumplió seis años, el palacio real buscó niños de su edad para que jugaran con él, y yo fui seleccionado porque teníamos más o menos la misma edad. Después, naturalmente, me uní cada vez que Su Alteza solicitaba a chicos jóvenes para entrenarlos como caballeros.
—Oh, así que sois amigos de la infancia. —dijo Ariadne.
—Supongo que se puede decir eso. —convino Rafael. —Pero me fui a estudiar a Padua y después no tuve ocasión de ver a Su Alteza a menudo.
Pero Rafael no contó toda la historia. Podría haber sido un gesto social de él, queriendo mantener las cosas ligeras ya que acababan de conocerse, o podría haber sido que quería quedar bien delante de ella inconscientemente. Ni él mismo sabía cuál era la respuesta.
—Lady Ariadne. Oh, ¿está bien que te llame así?
—Sí, está bien —dijo Ariadne.
—Estoy seguro de que le gustas mucho a Alfonso. Hacía tiempo que no recibía una carta de Alfonso, y pensé: 'Ah, ¿pasó algo?' Pero toda su carta hablaba de ti, y me pidió muchas veces que fuera bueno contigo. —dijo Raphael.
Contrariamente a la descripción que Julia hizo de su hermano, diciendo que su hermano era antisocial y solitario, Rafael tenía tacto y sabía decir las palabras adecuadas. Era extremadamente sociable y sabía cómo ser educado con otra persona. No era tímido en absoluto, y su conversación era fluida como si hablara con una amiga.
A Ariadne le gustaba mucho este hombre.
—Señor de Baltazar, espero que hoy lo pasemos muy bien. —dijo Ariadne.
Ante eso, Raphael sonrió de acuerdo. Levantó el brazo izquierdo hacia la dama para escoltarla, y Ariadne dejó que Rafael la guiara hasta el carruaje de Baltazar.
Tras subir al carruaje, Rafael sonrió y preguntó:
—Señora, ¿me permite llevarla al palacio real? Su Alteza la espera allí.
La fiesta había comenzado. ¡Qué gran comienzo!
Me encanto el capitulo Seguin publicando en Este canal
ResponderBorrarPor fin apareció mi querido Rafi
ResponderBorrarAy qué lindo el hermano de Julia, mejor él que Alfonso.
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