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SLR – Capítulo 119

Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 119: La historia de amor

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Ariadne informó inmediatamente a Alfonso de sus nuevos planes. La respuesta general de Alfonso fue positiva respecto a que Ariadne fuera al baile real con el hijo mayor del marqués Baltazar.

[¡Rafael y yo somos muy amigos! Bueno, no nos hemos visto en los últimos años, pero sé que será un buen escolta.

¿Qué tal si le cuento a Rafael nuestras circunstancias antes del baile? Si te parece bien, claro. Dime lo que piensas.]

Alfonso parecía ansioso por permitir que Ariadne fuera con Rafael de Baltazar sin poner a su amigo al corriente de los detalles. Francamente hablando, era mejor que uno de sus caballeros de escolta llevara a Ariadne al baile en lugar de Rafael, pero no estaba en contra si un amigo suyo fuera el compañero de su novia en el baile.
Ariadne no estaba segura de si era porque había dado razones razonables o si estaba en la naturaleza de Alfonso dejar que la dama que amaba hiciera lo que quisiera, si era posible.

'Incluso en la vida anterior, dejó que Isabella hiciera lo que quisiera sin cuestionarlo'.

Ariadne recordaba a Isabella comprando toda clase de objetos y vestidos lujosos y organizando todos aquellos bailes festivos, aunque el príncipe Alfonso no era una persona extravagante.

'Comenzar una nueva relación amorosa es como adentrarse en un mundo completamente nuevo', pensó Ariadne.

En la vida anterior de Ariadne, el mundo giraba en torno a Césare, pero Alfonso era todo lo con la atrario de su hermanastro. En general fue más aburrido, pero el querido príncipe era mucho más amable y gentil.
Claro que no siempre fue un blandengue. Estaba decidido a ser un poco terco.

[No le des la mano al Señor Baltazar sin guantes, y no te quedes a solas con él mucho tiempo. Que sea tu compañero de baile no es excusa], decía la carta de Alfonso.

'Hmpf. Vale, papá', refunfuñó Ariadne en silencio, pero no pudo evitar que sus labios se curvaran en señal de satisfacción.

Y entonces llegó una carta de invitación, la que se había preparado para rechazar todo el tiempo.

—Lady Ariadne, tenemos una carta del Conde Césare.

Ariadne desdobló la carta.

[Para mi dama debutante,

Parece que las cartas de invitación ya se habrán entregado a todo el mundo. Y la casa De Mare, por supuesto, no sería una excepción. ¿Me concedería el honor de acompañarla a otro baile?

Atentamente,
Conde Césare]

Ariadne había estado esperando su carta todo este tiempo para rechazarlo. Escribió imprudentemente las excusas que había preparado en su respuesta.

Pero su carta era más amistosa que de costumbre. Era larga, incluía cumplidos al Conde Césare, y también destacaba que no era culpa suya que ella rechazara su oferta. Pero en resumen, ella lo rechazaba.

 [Siento mucho no poder ir contigo al baile].

Al terminar la frase, Ariadne se estremeció. Su letra se volvió descuidada al escribir palabras poco sinceras. Siguió hablando de por qué no podía ser su compañera y dio una larga lista de razones. Finalmente, terminó y dejó la pluma sobre el escritorio.

'Bueno, hice lo que pude. Si el Conde Césare decide enfadarse a pesar de todos mis esfuerzos, al menos lo intenté'.

'No puedo obligarme a ser su compañera sólo por miedo a herir sus sentimientos y complacer a alguien más'.

Ariadne entregó su larga carta de disculpas al criado mensajero.

—Buen viaje. Y vuelve antes de que el dueño de la casa abra la carta. —le advirtió Ariadne.

Césare tenía mal genio y podría descargar su ira contra el criado de De Mare, así que Ariadne advirtió al mensajero por si acaso.

***

En efecto, Césare estaba de mal humor tras recibir la carta de Ariadne.

—¿Rafael de Baltazar? —preguntó Césare con incredulidad—. ¿Me está rechazando a mí, el poderoso Conde Césare, por su culpa?


Césare daba vueltas a su estudio una y otra vez. Ottavio se sentó en el lujoso sofá de Césare y rió con picardía.

—¡Vaya! El poderoso Conde Césare vencido por el pequeño Rafael de Baltazar! —se burló Ottavio—. Puedo ver por qué. A Lady De Mare le gustan los chicos más guapos. Tiene gustos refinados.

Ottavio estaba perdiendo confianza en su propio aspecto. Él tenía rasgos toscos y se parecía a un toro cuando estaba al lado de Césare quien conquistaba el corazón de todas las mujeres con su aspecto perfecto y cincelado. Pero ahora parecía estar pasándoselo como nunca viendo a su perfecto amigo perder ante otro hombre.

—¡Cállate! —gritó Césare—. No es así.

Césare lanzó la carta de Ariadne a su amigo.

[Mi mejor amiga Julia de Baltazar me pidió que…]

Después de hojear la carta, Ottavio parecía un poco decepcionado. Devolvió la carta a su amigo.

—Las cosas se estaban poniendo divertidas, pero qué pena.

Ottavio esperaba que la señora dijera: “Piérdete. No me gustas”, pero no, se limitó a decir que tenía que estar con el hermano de su amiga porque ésta se lo había suplicado. Y que estaría con Césare la próxima vez.

—Pero ya sabes—comenzó Ottavio.

La gente solía creer aquello que deseaba que sucediera.

—No deberías escuchar el rechazo tal como lo dice.

Aunque Ottavio no había conocido a tantas mujeres como su amigo, tenía mucha más experiencia en ser rechazado. Así que le dio un consejo serio a Césare basado en la experiencia.

—Hay que buscar el significado detrás de las palabras. Siempre dicen: "Me gustas mucho, pero como amigo". "Si llegamos a ser novios pero rompemos de alguna manera, también acabará nuestra amistad". 'No quiero que nuestra relación termine..." Y bla, bla, bla. Todo son tonterías—Ottavio puso su cara justo en frente de la nariz de su amigo y dijo con firmeza—: Acéptalo. Simplemente no le gustas.

Césare se había quitado los guantes y jugueteaba con ellos, pero ante la clara verdad que soltó su amigo, se los echó a la cara.

—¡Cállate! —gruñó Césare.

Los guantes de piel de ciervo golpearon a Ottavio justo en la cara, pero éste se rió de forma odiosa. Césare sabía que dejar salir su ira sólo le haría ver más tonto. Se dejó caer de mala gana en el sofá con la mente perturbada.

—Sólo falta una semana para el baile. ¿Dónde puedo conseguir una nueva pareja? —se preguntó Césare.

—¿Por qué preocuparse por eso? Sabes que puedes preguntarle a cualquiera. —dijo Ottavio.

—Las mejores ya no están disponibles, por eso. —replicó Césare.

Podía conseguir una dama que ya tuviera pareja, o pelearse con el tipo por la dama, pero eso traería rumores innecesarios. Por supuesto, el conde Césare no se inmutaba ante los rumores, pero no quería arriesgarse por una mujer con la que ni siquiera quería salir.

—¿Con quién irás? —preguntó Césare.

Podía robarle una dama que ya tuviera pareja, o pelearse con el tipo por la dama, pero eso traería rumores innecesarios. Por supuesto, el Conde Césare no se inmutaba ante los rumores, pero no quería arriesgarse por una mujer con la que ni siquiera quería salir.

—Ya sabes con quién. Como siempre, iré con mi prometida, Camellia de Caste Castiglione —dijo Ottavio con un suspiro—. A veces me pregunto: “¿Se ha terminado ya mi juventud?”

Extendió los brazos de forma espectacular.

—Ahora, nunca podré conocer a otra dama. Tendré que conformarme con Lady Camelia para siempre. Toda mi vida, estoy obligado a dedicarme a una sola mujer. Y ella me controlará, como un perro con correa.

Césare golpeó la nuca de su amigo. 

—Nada te satisface, ni siquiera cuando lo tienes todo. Tendrás una mujer preciosa, y tu futuro suegro es el hombre más rico de San Carlo.

Camellia de Caste Castiglione tenía fama de ser la dama más bella de San Carlo antes de que Isabella De Mare celebrara su baile de debutantes. Además, el barón Castiglione era un burgués emergente y dominaba el negocio de fabricación textil de la capital.

Tal vez se pudiera encontrar en la capital, después de muchos esfuerzos, una dama más hermosa que Camelia, y podría haber hombres más ricos que el barón Castiglione. Sin embargo, ninguna mujer poseía a la vez belleza y riqueza, incluso dejando de lado el hecho de que una dama así eligiera a Ottavio como marido.

—En eso tienes razón —convino Ottavio, relamiéndose los labios—. Pero un hombre nunca puede tener suficiente ambición, y mi futuro suegro puede ser rico, pero no tiene poder.

—Bueno, en eso tienes razón. La posición de la familia Castiglione es un poco precaria ya que son parvenos.

N/T parvenos: Un advenedizo, trepador o escalador social, o también parveno (de parvenu, el participio pasado del verbo francés parvenir «lograr», «alcanzar») es una persona relativamente nueva en una clase socioeconómica superior. Es decir, una persona de origen humilde que rápidamente ha ganado riqueza o una posición social influyente; un nouveau riche («nuevo rico»).

—Hubiera sido perfecto si Camelia tuviera un hermano Cardenal.

—Ottavio, espabila. Si fuera así, nunca estaría comprometida contigo.
—¡Césare!

N/T:  El idiota de Ottavio se queja de que su prometida no es Isabella porque le gusta, pero claro, Camellia es demasiado para él y eso no puede verlo, qué patán.

Césare soltó una risita, satisfecho de sí mismo por haberle devuelto el favor y entregó un vaso de whisky helado a su amigo.

* * *

La posición de Ippólito era muy incierta en la alta sociedad de San Carlo.

Era el hijo mayor del Cardenal De Mare, el cardenal más poderoso de todos, el cargo de clérigo no se transmitía a la siguiente generación porque no era hereditari. E Ippólito tampoco tenía otro título nobiliario que reclamar.

Como individo, Ippólito tenía una gran complexión, pero no era precisamente guapo. Salía con amigos nobles, pero él mismo no era de clase alta. En otras palabras, no era lo suficientemente impresionante como para atraer a las damas de ninguna manera.

Pero tampoco era del tipo amable, así que no tenía amigas. Ninguna dama le invitaba a salir al baile, así que él se lo pidió primero. Pero todo lo que recibía eran respuestas rechazándole.

[Le agradezco su amable oferta. Sin embargo, un joven señor de una casa condal me invitó a salir, e iré al baile real con él... Espero que nos volvamos a ver en el futuro…]

[Me tomó un poco por sorpresa su abrupta propuesta... El invierno pasado, mi familia organizó mis esponsales, y me temo que iré al baile con mi prometido…]

—Ippolito, ¿eres tonto? —se burló Isabella, que estaba de pie junto al escritorio de su hermano—. Ni una sola vez has hablado con ella. ¿Por qué saldría contigo si eres prácticamente un extraño?

Isabella repasó las cartas de su hermano y se echó a reír. 

—Esto delata que ella no te importa nada. ¿Cómo es posible que ni siquiera supieras que tenía un prometido? ¿Quién saldría con un tipo tan indiferente?

Eso puso de mal humor a Ippólito. 

—Cállate antes de que te obligue. —le amenazó.

—Oye, mira las fechas. Invitaste a salir a la segunda dama antes incluso de recibir respuesta de la primera. ¿Y si ambas decían que sí? Ah, sí. Supongo que eso nunca pasará.

—Te lo dije. Cállate…

—¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Darme una paliza? Iré directamente a papá y se lo diré. “Padre, ¡ese maldito inútil de Ippolito golpeó a tu hermosa y buena hija! Me dejó la cara llena de cicatrices. Ahora, nunca me casaré”.

—¡Idiota!

Isabella vio que su hermano estaba realmente furioso y finalmente dejó de burlarse. De todas formas, no tenía intención de pelearse con él. Sólo estaba frustrada por la ignorancia de su hermano respecto a las mujeres.

—No tienes pareja, ¿verdad? ¿Qué tal si vas con mi amiga? —le sugirió Isabella.

Pero Ippólito seguía enfadado porque su hermana se burlaba de él. 

—Creía que ya no te quedaban amigos.
—¡Eh...!

Isabella estaba a punto de maldecir pero apenas se contuvo.

Tiró la carta que había traído. 

—Eso es desagradable, viniendo de ti. Sabes que nunca encontrarás pareja.

Isabella estaba a punto de decir: "¿Y cómo es que tus "amigos" no te presentan a sus hermanas o primas? Ah, ya veo. Porque su posición también era un problema".

Pero se tragó esas palabras. En realidad, las cosas tampoco eran tan diferentes para ella.

—Lee la carta. —dijo Isabella.

La carta era de Leticia de Leonati, hija de un vizconde. Lamentablemente, ahora era la única amiga de Isabella. Leticia escribió que había planeado ir al baile con un noble caballero, amigo suyo, pero la semana pasada, él se comprometió, así que no tenía pareja con quien ir.

—Es simpática. Y demasiado buena para ti. —dijo Isabella.

Ahora que Leticia se había convertido en su única amiga, la arrogante Isabella parecía haberse dado cuenta de su importancia.

Antes de convertirse en una paria, nunca habría recomendado a Leticia como pareja de su hermano y preferiría que Ippólito se sentara solo en un rincón. Antes consideraba a Leticia más como su criada que una amiga.

—Oh, ¿la fea? ¿El de la cara hinchada y la mandíbula grande?

Ippólito leyó la carta con el ceño fruncido.

—¡No estás en posición de ser exigente! —señaló Isabella enfadada—. ¿Planeas bailar con una muñeca de bisque o algo así? ¿O piensas llevarte a una criada guapa? Eso sí que sería un espectáculo.

N/T muñeca bisque: Una muñeca bisque o de porcelana es una muñeca hecha total o parcialmente de bisque o biscuit de porcelana . Las muñecas Bisque se caracterizan por su acabado mate realista, similar a la piel . Tuvieron su pico de popularidad entre 1860 y 1900 con muñecas francesas y alemanas. Las muñecas bisque son coleccionables y las muñecas antiguas pueden valer miles de dólares. Las muñecas bisque antiguas alemanas y francesas del siglo XIX se fabricaban a menudo como juguetes para niños, pero las muñecas bisque contemporáneas se fabrican predominantemente directamente para el mercado de coleccionistas.

Al oír la palabra "criada", Ippólito fulminó a su hermana con la mirada. Cualquier cosa relacionada con la criada Maletta le enfurecía. No sabía qué había salido mal. Pero desde que se relacionó con aquella criada codiciosa, todo le salió mal y, al final, perdió a su madre.

—Deja de burlarte.

Isabella se dio cuenta de que su hermano estaba furioso y cerró la boca. Estaba de mal humor, pero no era el momento de pelearse con su único hermano.

—De todos modos, piénsalo hasta mañana —instó Isabella—. Entonces enviaré una respuesta.

Cerró prudentemente la boca y salió de la habitación.

En cuanto lo hizo, el criado mensajero la buscó. 

—¡Lady Isabella! Aquí está. Tengo una carta para usted.

'¡Por fin! ¿Es una invitación para el baile?' Isabella recibió la carta del criado y comprobó el sobre.

—¿Qué? ¿Quién ha enviado esto? —preguntó Isabella, desconcertada—. No tiene nombre.

Lo único que podía ver en el sobre era su nombre, “Isabella De Mare”, garabateado con letra irregular, pero no había ninguna información sobre el remitente.


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