SLR – Capítulo 18
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 18: El deseo del Conde Césare
Césare de Como. Era bastardo del Rey León III, pero registrado como hijo del Conde Como. Césare estaba descontento con su vida. Su gloria siempre le era robada delante de sus narices por alguien inferior a él, de la misma manera que ese pueril, Alfonso, se convirtió en Príncipe en lugar de él.
Césare estaba sentado en el asiento del balcón situado a la derecha de la sala principal, pero a pesar de ello estaba descontento. Su asiento estaba un piso más abajo que los asientos más altos del balcón, que era donde se sentaba la familia real.
El Rey siempre se sentaba en los asientos superiores del balcón derecho, junto con su poco simpática Reina y su entrañable hijo. El ambiente entre la familia real era siempre incómodo y tenso, mientras que los asientos de abajo estaban llenos de bromas y risas.
Pero el Rey nunca visitaba los asientos inferiores, ya que Césare y la Condesa Rubina sólo podían estar con el Rey en privado, y nunca en público.
La atención de Césare se centraba por completo en los asientos superiores del balcón derecho. Pero su orgullo nunca le permitió levantar la vista. La idea de aquel impotente Príncipe Alfonso mirándole fijamente era sencillamente espantosa. Había dos cosas que Césare odiaba sobremanera, y eran arrodillarse y que le miraran hacia abajo.
En su lugar, Césare miró a la multitud para distraerse. La hermosa hija del Cardenal, Isabella, desfilaba por el salón principal. El acto en sí era vulgar y de mal gusto. Pero ver a una hermosa muchacha de 17 años dándose aires de grandeza resultaba agradable a la vista.
Isabella tenía un encanto que cautivaba a la gente. A su paso, todos los hombres se volvían para mirarla.
Era un espectáculo digno de ver. 'Parecían un puñado de palomas persiguiendo una miga de pan.' Césare se burló de los hombres sin distinción que ni siquiera eran capaces de controlar sus cabezas, hechizados por una chica.
Césare se creía especial. Había nacido de la realeza y era el primogénito del rey. Su pedigrí era superior, lo que significaba que podía tener cualquier cosa y todo en el mundo. Como el hombre más distinguido de San Carlo, se merecía a la mujer más deseada de la capital. Y esa era Isabella de Mare.
César deseaba tener a Isabella de Mare, igual que deseaba el rubí de Oporto del tamaño de un puño, una exquisita esclava mora de piel oscura y el nuevo cañón inventado en el Ducado de Balloa. En realidad, a Césare no le interesaban los objetos en sí: sólo quería que la gente le admirara y le envidiara.
“Nadie puede superar al Conde Césare. ¿No son suyos todos los mejores caballos?”
“No son sólo los caballos. Todas las bellezas de San Carlo están encaprichadas con él.”
“¡Incluso Isabella de Mare! Qué hombre tan extraordinario.”
Césare sonrió satisfecho mientras imaginaba cómo le idolatraría su pandilla.
La deslumbrante muchacha le sonreía adorablemente desde abajo. Debía de hacer falta mucho valor para que una tímida dama expresara sus sentimientos con tanta audacia. Césare se sintió obligado a responder como un caballero y le devolvió el gesto coqueto con una inclinación de cabeza.
'Debería regresar para hablar con el Cardenal sobre el matrimonio en un futuro próximo. También debería comentárselo a mi padre cuando le vea el mes que viene.'
Mientras Césare miraba a Isabella con avidez, se fijó en una chica de pelo negro que caminaba detrás de ella. El aspecto desangelado de la muchacha destacaba entre Isabella y Lucrecia, que iban extravagantemente vestidas.
César preguntó a la condesa Rubina, que estaba sentada detrás de él—: Madre, ¿quién es esa muchacha sombría que camina con la familia del Cardenal?
—Es la segunda hija del Cardenal que nació de otra amante. He oído que la niña ya se ha ganado el favor de la Reina Margarita. —respondió la Condesa Rubina mientras seguía concentrada en arreglarse las uñas con una larga cuerda.
—¿Con ese aspecto?
—No juzgues un libro por su portada. Esa inteligente joven ya sabe cómo ganarse el favor de la quisquillosa Reina. No deberías tomar a la chica a la ligera.
—¿Para qué sirve una chica lista?
La condesa Rubina entrecerró los ojos sobre su hijo.
—¿Crees que he llegado hasta aquí sólo con mi apariencia?
—¿No es así?
La condesa Rubina fulminó con la mirada a su insolente hijo.
—Niño patético.
Era una belleza esbelta y fría, igual que su hijo.
En ese momento, el grandioso sonido del órgano de tubos resonó en la capilla, señalando el comienzo del sermón.
Con la música sonando de fondo, un hombre vestido con una áspera túnica de cáñamo y un zucchetto se acercó lentamente al altar. Era inusualmente alto y tenía unos ojos grandes que brillaban de forma inquietante.
N/T zucchetto: El solideo o zucchetto es un casquete de seda que portan el papa, los obispos y algunos eclesiásticos para cubrirse la cabeza. Solo se lo quitan ante Dios, es decir, ante el Santísimo Sacramento, por ejemplo durante la Misa desde el Prefacio hasta después de la Comunión.
—El sermón debe de estar empezando. Ese hombre debe de ser el Apóstol de Assereto.
Césare se sintió frustrado, pero fingió concentrarse en el sermón para evitar la ira de su madre.
La bulliciosa multitud se calmó una vez que el Apóstol de Assereto subió al altar. La gente parecía más expectante y concentrada que cuando escuchaban el sermón del Cardenal.
A diferencia del Cardenal, que predicaba en latín, el Apóstol de Assereto hablaba en etrusco, que también era la lengua común en Assereto.
—Nació humano.
Las primeras palabras del Apóstol fueron provocadoras.
—Nació en Jesarche como hijo de un pastor. Creció como humano hasta que fue llamado a ser hijo de nuestro Santo Dios a la edad de treinta años.
La gente se concentró en silencio en el sermón del Apóstol.
—A través de su primera abnegación, fue elegido como hijo del Santo Dios. Y sólo entonces se convirtió en Santo y alcanzó la santidad, equivalente a nuestro Santo Dios.
La reacción del público se dividió dramáticamente en dos. Algunos aplaudieron fervientemente la afirmación del Apóstol, mientras que otros parecían incómodos.
—Entonces, ¿el Gon de Jesarche nació como hijo de un humano, y no del Santo Dios?
—¿No es eso demasiado extremo?
El sermón del Apóstol provocó que la gente reaccionara de diferentes maneras.
Su mensaje fue alabado por los indigentes, que se sintieron seducidos por la idea de que incluso la gente de baja cuna puede ser nombrada gobernante en el cielo, si aprenden y viven según las palabras de Dios.
A los nobles, en cambio, el sermón del Apóstol les parecía sedicioso y amenazador, porque transmitía el mensaje de que incluso las personas de baja cuna podían ascender en la escala social.
La Iglesia, formada por personas de clase alta, siempre predicaba lo siguiente: “Las almas dignas nacen en la realeza o la nobleza para practicar la noblesse oblige. Las almas nobles nacen como plebeyas para arrepentirse de sus pecados, y deben llevar a cabo muchas buenas acciones para nacer como nobles en la próxima vida. Por lo tanto, nacer en la realeza o la nobleza es prueba de que los individuos son dignos e idóneos a los ojos de Dios.”
N/T noblesse oblige:
Gracias a esta enseñanza, los monarcas y los nobles podían reivindicar su legitimidad a la soberanía. Así, decir que un plebeyo puede convertirse en hijo de Dios sin pasar por los pasos predicados, era desafiar el orden social existente.
El Apóstol de Assereto también planteó un problema más sustancial para la iglesia.
La Biblia consistía en dos partes: las Meditaciones, que fue escrita por el Gon de Jesarche, y los Evangelios, que fue escrita por sus seis discipulos.
Los Evangelios estaban abiertos a diferentes interpretaciones, ya que fueron escritos por humanos. Pero cada palabra, signo de puntuación y errata en las Meditaciones se consideraban sagradas e incontestables, ya que fueron escritas por el hijo de Dios.
El poder de la iglesia estaba arraigado en las Meditaciones. Cuando las autoridades seculares actuaban contra la Iglesia, ésta las refutaba con extractos de las Meditaciones. Esta táctica era siempre efectiva cuando se usaba con la autoridad del Papa para sentenciar excomuniones.
Hace unos años, el Gran Duque de Assereto intentó abandonar a su esposa para casarse con Bianca de Harenae, que entonces sólo tenía siete años. El rey León III y los monarcas de los países vecinos temían que las tierras de Harenae fueran a ser heredadas por Assereto, y presionaron al Papa para que actuara.
Finalmente, el Papa Ludovico se opuso vehementemente al Duque de Assereto con las siguientes citas de las Meditaciones: «Trata a tu esposa con bondad. El matrimonio es sagrado. Los viejos no deben codiciar a los jóvenes.»
Los extractos eran incontestables, ya que las Meditaciones se consideraban santas y sagradas. No había lugar a discusión.
Pero si las Meditaciones fueron escritas por el Gon de Jesarche cuando era un simple humano, los extractos estarían abiertos a diferentes interpretaciones.
«Trata a tu mujer con bondad.»
La suposición de que los extractos eran las enseñanzas de un humano, y no la palabra de Dios, indujo muchas preguntas. ¿Y si la esposa no merecía ser tratada con bondad? ¿Y si la mujer estaba llena de vicios y celos? ¿Debe el marido seguir siendo amable con su esposa?
«El matrimonio es sagrado.»
El matrimonio era considerado sagrado porque un hijo legítimo nacido a través del matrimonio era bendecido por el Dios Santo. Pero, ¿y si la mujer era estéril? ¿Debe seguir respetándose el matrimonio?
«El viejo no debe codiciar al joven.»
¿Está bien si la persona más joven era lo suficientemente madura mentalmente? ¿Y si la persona más joven amaba primero a la persona mayor? ¿No debería considerarse eso como una exención?
El Papa amenazó con excomulgar al Duque de Assereto basándose en los ejercicios de las Meditaciones. Y finalmente, el Duque se vio obligado a renunciar a Bianca de Harenae.
Pero después de que eso ocurriera, el Duque de Assereto empezó a apadrinar al Apóstol de Assereto, que entonces se llamaba Sacerdote Alejandro. El Duque permitió a Alejandro, que era un simple sacerdote, predicar en la gran capilla, y también proporcionó ayuda económica para alimentar y vestir a los seguidores de Alejandro.
En pocos años, el sacerdote Alejandro se convirtió en el Apóstol de Assereto. Con el respaldo de numerosos seguidores, el Apóstol de Assereto desafiaba ahora la autoridad de la Iglesia y de los nobles.
Ariadne estaba sentada en los asientos del balcón de la izquierda, detrás de Lucrecia, Isabella y Arabella. Cuando Ariadne se levantó silenciosamente de su asiento, Arabella la miró. Pero Ariadne susurró brevemente al oído de Arabella—: Tengo que ir al baño.
Ariadne se quitó los pendientes de oro que le había regalado Lucrecia y los escondió en sus mangas. Un escenario perfecto requería un atuendo perfecto.
Bajó sigilosamente las empinadas escaleras hasta la sala principal del primer piso. Luego se escondió detrás de las barandillas, esperando el momento oportuno.
El sermón del Apóstol estaba llegando a su clímax.
—¡Por lo tanto, el Gon de Jesarche es hijo de un humano!
El público escuchaba atentamente al hombre de mediana edad mientras su profunda voz de barítono resonaba en la gran capilla.
Pero en ese momento, otra voz resonó por los pasillos de la capilla. La voz era ligeramente más ronca que la de una chica normal, pero resultaba agradable al oído.
—¡Debería darte vergüenza!
Era Ariadne.
😐😐😐😐😐
ResponderBorrarPerturbador el cómo la pobre Bianca es deseada a tan corta edad y solo por sus posesiones :c viejo cochino >:c
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