Ariadne llevaba un vestido oscuro y el pelo negro recogido en un moño. Pero a diferencia de su atuendo sencillo y su aspecto joven, hablaba con una voz digna que atrajo la atención de todos.

—Según los Evangelios de Manuel 19:17, el Gon de Jesarche dijo a sus discípulos: 'Id a evangelizar a la gente y bautizadla en el nombre de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo'. También, los Evangelios de Sandro 7:21 testifican claramente que 'El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo comparten una misma unión.' ¿Quién eres tú para afirmar que sabes más que San Manuel y San Sandro, que fueron discípulos de Gon de Jesarche?

En la capilla se desató el caos y la multitud murmuró confundida.

Pero a pesar del desafío de Ariadne, el Apóstol de Assereto mantuvo la compostura y respondió con una suave sonrisa—: Soy un simple aldeano que predica las palabras de Dios en una isla del campo. Pero el Dios Santo no siempre fue el Padre. Hubo un tiempo en que estaba solo. El Dios Santo, que es un ser eterno, creó a su hijo de la nada. Por tanto, el hijo es su creación.

El Apóstol continuó con calma—: En Éxodo 3:14, el Dios Santo dijo 'Yo soy el creador'. Y al mismo tiempo, dijo 'Yo soy el único Dios'. El Gon de Jesarche es hijo del Santo Dios y un eminente profeta, pero no puede superar al Santo Dios. ¿Cómo puede el hijo ser un equivalente del Dios Santo, cuando sólo hay una divinidad? ¿No es nuestro Dios Santo el único y omnipotente Dios?

Hablaba con suavidad, pero era una afirmación peligrosa.

La réplica de Ariadne fue aguda y precisa. Su argumento era lógico y se basaba en pasajes de la Biblia, que recitó perfectamente como si la hubiera memorizado.

—En los Evangelios de Paolo 3:16, el Gon de Jesarche es descrito como 'Dios Padre en carne y huesos', ¡revelando que el Gon de Jesarche es el prosopón consustancial del Santo Dios, así como su hijo! ¿Tienes más conocimiento que San Paolo, que era uno de los seis discípulos? ¿Estás negando la Santa Biblia?

—¡Negar la santa biblia es blasfemia!

—¿Está afirmando que el Gon de Jesarche no es 'Dios Hijo'?

—Eso suena parecido a lo que dicen los moros de allende los mares.

—¿Es... herejía?

—¿No deberíamos detenerlo?

El alboroto del público empeoró. Era una suerte que a los plebeyos reunidos en la plaza no se les permitiera entrar en la capilla. Si plebeyos y nobles estuvieran en la misma zona, la gente se habría peleado entre sí y habría arrojado basura al altar.

El secretario del rey corrió apresuradamente hacia los asientos del balcón superior derecho y abrió las cortinas.

—Huff- Huff- Majestad, la situación abajo parece grave. ¿Debo enviar a alguien para que arreste al instigador fuera del altar?

El rey León III era un anciano cercano a los sesenta años. Era corpulento y hablaba muy despacio.

Sus ojos azules brillaban bajo sus pobladas cejas. 

—¿A cuál de los dos se refiere?

—¿Perdón? Por supuesto, es la chica que interrumpió el sermón, Majestad.

El Rey sonrió ampliamente. 

—Si hay que arrastrar a alguien, es al apóstol de Assereto. ¿Por qué has sacado a la chica? No sé quién es, pero es una bendición.

Mirando hacia abajo desde los asientos del balcón, Alfonso respondió con una mirada cautivada—: Es Ariadne.

—¿Qué?

La Reina Margarita contestó en su lugar—: Es la segunda hija del Cardenal. 

La Reina rara vez hablaba con su marido, excepto cuando tenía que hablar en nombre de su hijo.

Alfonso añadió con orgullo—: Es mi amiga.

El Rey miró a su perfecto hijo y sonrió. 

—Tienes una amiga interesante.

El Rey parecía estar de buen humor. Pero el secretario del Rey rodaba ansiosamente los pies. 

—Majestad, la situación abajo parece grave. Debemos hacer algo. ¿Qué debemos hacer?

* * *

No sólo el secretario del Rey estaba en apuros.

—Oh, mi señor, ¡¿qué demonios está haciendo ella ahí arriba?!

El Cardenal se estaba volviendo loco.

El asunto que involucraba al Apóstol de Assereto y a sus seguidores no era sencillo. El Papa Ludovico había abierto el Concilio de Trevero con la esperanza de que el Apóstol de Assereto se sometiera a la Iglesia. Pero los fervientes seguidores del Apóstol no debían ser subestimados.

La exclusión del Carinal del Concilio de Trevero por parte del Papa fue un hecho humillante para el Cardenal. Pero el cardenal celebró en secreto la decisión del Papa, porque le permitía permanecer neutral sin apoyar a una facción. El Cardenal no quería arriesgarse a tomar partido sin saber qué parte ganaría la discusión.

El Cardenal se había esforzado tanto por mantener su neutralidad. Pero su hija bastarda de 15 años, que sólo llevaba dos meses aprendiendo teología, ¡estaba refutando al Apóstol de Assereto ante los ojos de todos!

Mordiéndose las uñas, el Cardenal decidió que los sacerdotes arrastraran a Ariadne. Luego se disculparía con el Apóstol por haber causado la conmoción.

En ese momento, la entrada principal del nártex se abrió ruidosamente. Y unas personas, con pequeños sombreros blancos triangulares, atravesaron la gran puerta de madera.

Al ver sus singulares sombreros blancos y el símbolo de la cruz oscura en sus insignias, alguien gritó—: ¡Son los inquisidores!

Los inquisidores de la iglesia irrumpieron por la entrada principal de la capilla de San Ercole. Unos cincuenta sacerdotes fornidos, que vestían el uniforme de la iglesia, marchaban en línea recta.

El cardenal se sorprendió al ver a los sacerdotes, afiliados a una parroquia externa, invadiendo su territorio.

El Cardenal se precipitó hacia él. 

—¡¿Qué significa esto?!

—¡Cardenal de Mare, estamos aquí para castigar al hereje en nombre del Papa Ludovico!

El inquisidor de la primera fila escrutó a la multitud con ojos arrogantes y bramó—: ¿Dónde está el pecador, el cura Alejandro?

El inquisidor se refería al Apóstol de Assereto. Y el Apóstol de Assereto, que seguía de pie en el altar central, se puso nervioso al fin.

—¡Apresadle!

A la orden del inquisidor jefe, los sacerdotes subordinados se lanzaron en estampida hacia el altar. Una vez apresado el Apóstol, lo arrodillaron y le ataron las manos a la espalda. Los inquisidores estaban ahora encima del altar central, mientras que el Apóstol de Assereto era arrastrado hasta el suelo.

El inquisidor jefe desenrolló el pergamino que tenía en la mano y comenzó a leer el rescripto. 

—¡Atiende a estas palabras, pecador! El Concilio de Trevero, celebrado en el año 1122, ha llevado a cabo un debate imparcial y ha deducido la respuesta teológica más razonable.

El Apóstol de Assereto supo instintivamente que algo iba mal y empezó a agitarse. Los fornidos sacerdotes apretaron los dientes mientras inmovilizaban al Apóstol contra el suelo.

—¡La Escuela de Assereto queda declarada hereje por negar la trinidad y predicar interpretaciones falaces de la biblia! El pecador, Alejandro, será excomulgado y despojado de su título de sacerdote por engañar y confundir a la masa!

—¡Excomunión!

—¡Oh, por Dios!

La excomunión equivalía a una sentencia de muerte social. Ahora, los creyentes del Santo Dios tenían prohibido socializar con el pecador, Alejandro. Ni siquiera los comerciantes y posaderos podían prestarle sus servicios. De lo contrario, se convertirían en pecadores ante los ojos del Santo Dios.

La única opción que le quedaba a Alejandro era vagar por las profundas montañas y vivir la vida de un ermitaño.

—¡Además! —gritó bruscamente el inquisidor—. Los seguidores de la Escuela de Assereto que no cambien sus creencias serán excomulgados junto con su líder. Y cualquiera que intente ayudar espiritual o materialmente al pecador, Alejandro, ¡recibirá un castigo comparable a la excomunión! Firmado por el Papa Ludovico.

El inquisidor enrolló el pergamino, que tenía la firma del Papa manuscrita en tinta roja.

Luego el inquisidor se volvió para mirar al Cardenal. 

—Cardenal de Mare, usted será considerado responsable por permitir que el pecador, Alejandro, predique abiertamente en la gran capilla.

Los ojos verde oscuro del cardenal se abrieron de golpe. ¡Me han tendido una trampa!

Fue gracias al Papa Ludovico que el Apóstol de Assereto vino a San Carlo en primer lugar. La iglesia incluso asignó la fecha de la llegada del Apóstol. El Cardenal había aceptado la visita, pensando que el Papa sólo trataba de impedirle asistir al Concilio de Trevero. Pero en realidad, el Papa había estado maquinando para excomulgar al Apóstol de Assereto e inculpar al Cardenal como cómplice.

—Inquisidor, debe haber habido un error. No fui yo quien invitó al Apóstol de Assereto…

No había forma de que el inquisidor aceptara su excusa, pero el Cardenal continuó explicándose de manera servil.

Justo cuando el cardenal estaba a punto de derrumbarse, una mano pequeña y cálida sostuvo con fuerza su mano izquierda de forma tranquilizadora. Era Ariadne.

La muchacha de pelo negro interrumpió al inquisidor con voz tranquila pero resuelta. 

—Inquisidor. Puedo explicarlo.

El inquisidor se burló. 

—¿Quién es esta joven? Esta conversación es estrictamente entre aquellos que tienen la autoridad para interpretar las palabras de Dios. Ella debería conocer su lugar.

Todos en la sala principal se giraron para prestarles atención.