SLR – Capítulo 304
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 304: Guardián y guía
Ottavio envió a Isabella a casa por el carruaje mientras sufría dolores de parto y luego se fue a la conferencia de la tarde. Incluso el torpe Ottavio se dio cuenta de su perdición si no conseguía impedir que Ariadne de Mare fuera la acompañante de la princesa Bianca en su fiesta de debutante.
—Su Majestad, pero la diferencia de edad entre las dos es demasiado pequeña.
Por lo general, Ottavio mantenía la boca cerrada mientras sus ojos se movían ansiosamente de un lado a otro. Pero hoy estaba muy activo.
—¡Sólo hay 5 años de diferencia entre la carabina y la debutante! ¡Esto no sólo no tiene precedentes, sino que manchará el nombre de la familia real!
El Rey gimió.
—¡¿Y cómo podría una condesa servir de chaperón a una princesa de la casa de un duque?! Hay algunos casos de acompañantes de rango inferior, ¡pero sólo cuando son parientes! Sin embargo, ambas son completos extrañas! Esto no tiene sentido.
El marqués Baltazar precisó.
—Pero no hay otro camino.
—La duquesa Rubina puede hacer la tarea como es debido. Ella es mucho mayor, tiene un título más alto, ¡y es de la familia! Además… —Ottavio insistió y estudió el rostro de León III e intentó halagarle sutilmente—. La Casa del Duque en Harenae carece de cabeza de familia y depende enteramente de vuestra gracia, Majestad. ¡¿Pero cómo pueden atreverse a ser selectivos en cuanto a la elección de su acompañante?!
Justo entonces, una voz baja y digna interrumpió a Ottavio.
—La casa del Duque en Harenae son importantes aliados que custodian el reino del sur —era el Príncipe Alfonso entrando en el despacho del Rey—. También son parientes cercanos de nuestra familia real. Prácticamente crecí con Bianca.
Ottavio se apresuró a expresar cortesía al Príncipe. Alfonso saludó a su padre.
—¿Qué haces aquí? —preguntó León III, con cara de disgusto.
Alfonso se lo esperaba. No, en realidad, fue mejor de lo que esperaba. Últimamente, el Rey había empezado a resentirse de la participación del Príncipe en la conferencia con él y el gabinete, considerándola una intromisión insolente en la política.
Sin embargo, Alfonso mostró una sonrisa refrescante y contestó.
—Me encontré con la condesa De Mare en mi camino.
Era una gran mentira. Ariadne casi no pudo mantener la cara seria y estuvo a punto de mirar a Alfonso.
‘¿Cuándo se volvió tan astuto?’
Ajeno a la percepción que Ariadne tenía de él, Alfonso continuó fabricando audazmente una falsedad tras otra en presencia de León III.
—He oído que Bianca planea celebrar una fiesta de debutante en San Carlo y que se enfrenta a desafíos por varios motivos.
Como el Rey no le permitió tomar asiento, Alfonso se apoyó en la puerta del despacho y Ariadne tuvo que permanecer de pie junto a él.
Cuando Alfonso se dio cuenta de que Ariadne estaba con él, le dijo a su padre.
—Si fueran asuntos nacionales, nunca me habría involucrado. Pero se trata de Bianca.
El Rey volvió ligeramente la cabeza hacia un lado, como si estuviera persuadido.
El Príncipe añadió—: Como en la familia sólo tenemos varones, Bianca es como mi hermana pequeña. Quiero cuidarla como un hermano mayor.
Quería decir que era su “único hijo”, pero se conformó con “varones”. Las disputas por el botín de guerra en el campo de batalla convirtieron a un joven inocente en un adulto con destreza política. A Ariadne le dolió ese pensamiento. ‘¿Cómo debieron de ser para él los últimos años?’
Sin embargo, León III mostró un inmenso orgullo por su hijo adulto. Finalmente, el Rey permitió que ambos se sentaran. Los dos individuos sentados a la derecha del Rey parecían algo incómodos, evitando mirarse el uno al otro.
Una vez hubo tomado asiento, Alfonso empezó a hablar.
—Tomaré el puesto de tutor en la fiesta de debutantes de Bianca.
Tras escuchar su propuesta, León III preguntó con una mirada mitad sorprendida, mitad dudosa—: ¿Lo harás?
Si Alfonso ocupaba el puesto, no habría preocupaciones por una posición inferior, y Rubina tampoco podría quejarse. Sin embargo, había otra razón por la que no eligió a Alfonso.
Era un joven veinteañero excepcionalmente alto y musculoso. ¿Podría alguien como él coordinar eficazmente una fiesta para una joven?
El señor Delfinosa le dijo a León III—: Oh, sería un honor que fuerais el guardián, Alteza —eligió cuidadosamente sus palabras—. ¿Pero estáis seguro de organizar la fiesta...? Al príncipe no le gustan las fiestas de mujeres.
El señor Delfinosa se esforzó por omitir palabras duras para los oídos, pero Alfonso puso fin a su desdicha diciendo—: Soy bastante inepto para ello.
—Gracias por vuestra respuesta —balbuceó Delfinosa.
‘Y por salvarme de cometer una falta ante majestad’, añadió en silencio.
A Alfonso no le importó y continuó.
—Puedo arreglármelas siempre que alguien me ayude. ¿Qué tal si yo asumo el papel de tutor, mientras la condesa De Mare se encarga de la decoración de la fiesta y de presentar a Bianca a las damas de la alta sociedad de San Carlo como guidata?
En etrusco, “guidata” significaba “guía”. No era un título oficial, pero todo el mundo sabía a grandes rasgos a qué se refería.
Los ojos de León III se abrieron de par en par.
—¿Por qué no se me ocurrió a mí?
—Eso es porque estás extremadamente ocupado con varios asuntos, mi padre el Rey. Todo lo que hago son tareas poco impresionantes en el campo de batalla, por eso —dijo Alfonso con una sonrisa.
Se hizo el humilde delante de su padre como guinda del pastel. Ottavio estaba furioso por dentro, pero no pudo hacer otra cosa que mirar ansiosamente al Rey. No encontraba ninguna razón para oponerse a la propuesta del Príncipe, que había sido felizmente aprobada por el Rey.
—¡Entonces está decidido! —León III declaró alegremente y aplaudió—. ¡Qué maravilla! ¡Brillante! Se acabaron las quejas del duque de Harenae y las molestias de Rubina —León III se levantó de su asiento, aliviado—. Pronto entregaré una certificación de nombramiento en la que conste la Condesa De Mare como guía de la Princesa en mi nombre.
Ariadne obtuvo el título sin esfuerzo y por pura suerte. Respondió con elegancia y educación.
—No puedo sentirme más honrada. Haré todo lo posible para ayudar al baile de debutantes de la princesa de Harenae.
Ocasiones como ésta eran raras en la vida de Ariadne. Era increíble, pero se sentía muy bien. Aunque era un juego de suma cero.
León III llamó a su hijo.
—Oh, eso me recuerda, Alfonso.
—Sí, Su Majestad el Rey.
León III no se dio cuenta de que Alfonso le llamaba su título oficial en lugar de su padre el Rey en cuanto terminaron sus asuntos.
—Menos mal que has venido. Tenía algo que discutir sobre los asuntos del norte. Necesito un momento contigo.
Alfonso arrugó sutilmente las cejas. León III había hecho todo lo posible por excluir a su hijo de los asuntos de Estado tras su regreso del campo de batalla. Pero, ¿por qué de repente? ¿Y por qué ahora?
Alfonso, conscientemente, no miró a Ariadne. Esta vez no era por timidez, sino para mantenerla al margen.
—Menos mal que he llegado justo a tiempo. ¿Procedemos?
León III hizo una ligera reverencia a Ariadne y al trío del gabinete y se dirigió a su estudio, detrás del despacho, mientras Alfonso fingía una sonrisa y seguía con impaciencia a su padre.
Quiso darse la vuelta para despedirse de Ariadne, pero se obligó a mirar al frente. El haberse saltado el almuerzo y haberse arreglado fue en vano.
‘Aún así, habrá muchas oportunidades de reunirse mientras se prepara la fiesta de Bianca.’
¿Por qué demonios quería volver a verla? Una razón innegable era la fuerte atracción que sentía por ella.
Un gigantesco imán en lo más profundo de su corazón tiraba de él hacia ella, y era imposible detenerlo.
* * *
—Majestad, ¿por qué me ha llamado?
La actitud de su hijo pareció agriarse un poco en el estudio tras lograr su objetivo.
‘¿Me lo estoy imaginando?’ se preguntó León III, pero rápidamente inició la discusión.
—Sobre la propuesta del Gran Duque Eudes de Gallico.
Alfonso le miró patéticamente, sus ojos decían: “¿La propuesta completamente inútil de un encuentro entre él y yo?”
Avergonzado, León III se aclaró la garganta.
—He recibido otro mensaje suyo. ¿Qué piensas?
—¿Hay algún avance en las peticiones que os he hecho, Majestad? —replicó Alfonso.
Alfonso había hecho dos peticiones a León III:
1) Una explicación de por qué el Gran Duque Eudes había concertado repentinamente el encuentro cara a cara.
2) La confirmación de si el acuerdo matrimonial entre él y la Gran Duquesa Lariessa estaba en el archivo oficial de la Santa Sede. Esto determinaría en última instancia la validez del matrimonio de Alfonso y Lariessa.
—Todavía no… —respondió el Rey a regañadientes.
—Entonces mi respuesta no cambia.
—Esta vez, su propuesta ha cambiado ligeramente. Ha preguntado si lo reconsiderarías si la ubicación cambiara deek extranjero a las fronteras nacionales.
—Creo que no.
Alfonso estuvo a punto de decir: “Si no puedes negarte, se lo diré yo mismo”. Pero entonces, decidió contenerse ya que no quería que se cancelara su anterior petición de ser el tutor de Bianca.
—Si no hay nada más que discutir, por favor discúlpeme, padre.
León III estuvo a punto de instarle a proceder sin más demora, pero se contuvo. Alfonso se acercaba a la edad en que era costumbre casarse, y lo mismo ocurría con la gran duquesa Lariessa, lo que hacía urgente el asunto. Además, cuanto antes se casara Alfonso, más ventajoso sería para León III. Si el único Príncipe legítimo producía un heredero, los sirvientes probablemente se alinearían con él, y León III no tendría ningún recurso.
Para Etrusco era un problema a nivel nacional no tener sucesor después de Alfonso, pero León III era la ase de persona que no se preocupaba por lo que sucedería el día de mañana. ‘Moriré antes de que suceda. Funcionará de alguna manera.’
Alfonso deseaba apartarse de la presencia del Rey para evitar la posible retirada de la oferta de nombrarle tutor de su prima segunda. Mientras tanto, León III deseaba que Alfonso aprovechara sus conexiones con Gallico en beneficio mutuo, pero no estaba muy interesado en que se casara pronto. Ambos compartían un interés común.
—Estupendo. Puedes irte —dijo el Rey.
Alfonso salió corriendo del estudio de su padre sin mirar atrás ni una sola vez.
* * *
—¡¿El Príncipe será el guardián de la Princesa Bianca, y la dama una guía?! ¡Esto no tiene precedentes y es ridículo! ¿Qué locura es esa? ¡Sei un rompicoglioni re Leone! (¡Eres un rompecuellos, Rey León III!)
Como el señor Elco no pudo asistir al entrenamiento, se le informó de lo sucedido después. Al enterarse, estalló en un ataque de ira. Por lo general, permanecía muy callado y tenía un comportamiento inquietante, por lo que sus insultos eran una escena poco frecuente.
Su furia frenética fue lo suficientemente intimidatoria como para que el señor Manfredi se mantuviera a distancia de él sin mediar palabra durante los primeros diez minutos.
—Elco, ey. Cálmate —finalmente, el señor Bernardino llegó y se convirtió en su salvador—. Tiendes a perder el control cada vez que se menciona a la Condesa De Mare.
Sólo entonces el señor Manfredi intentó detener a Elco.
—Tiene razón. Conversé con ella ayer, pero parecía bastante decente.
El señor Desciglio también intervino, defendiendo a Ariadne.
—Sí, era agradable.
Incluso Desciglio, el más joven de los caballeros del Príncipe, se puso de parte de Ariadne en lugar de Elco.
—¡Averne le palle piene! (¡Estoy harto de todo esto!)
Enfurecido, Elco parpadeó con el ojo que le quedaba en una mirada horripilante a Desciglio, el más débil entre ellos.
El señor Desciglio se asustó mucho ante el ataque de Elco y se escondió detrás del señor Manfredi. Sin embargo, tampoco se podía confiar en Manfredi, ya que también se mordía los dedos tímidamente.
Mientras Manfredi se interponía involuntariamente entre Elco y Desciglio, Elco refunfuñó enfadado y salió dando pisotones.
—¡Qué alivio! Pensé que me daría una paliza! —dijo el señor Manfredi, mostrando un exagerado gesto de secarse el sudor de la frente—. Por cierto, ¿qué le pasa hoy a ese tipo? ¿Es algo que ha comido?
El señor Dino se limitó a sacudir la cabeza sin responder. No estaba del todo seguro de por qué Elco se enfadaba, pero tenía una ligera idea. ‘No sé muy bien por qué, pero Elco percibe la proximidad del Príncipe a la Condesa De Mare como una forma de negligencia hacia él.’
Pero un subordinado no tenía derecho a dar sentido a las acciones de un señor. El señor Dino había sido testigo del ascenso y la caída de nobles y caballeros de la corte dentro del palacio real y en el campo de batalla durante un periodo considerable, lo que le permitía discernir los signos de una caída inminente.
El señor Elco había hecho sacrificios sustanciales por el Príncipe Alfonso, tanto como caballero dedicado como a nivel personal.
El señor Bernardino consideraba personalmente a Elco callado pero diligente, lo que consideraba un rasgo positivo. Sin embargo, sabía que Elco necesitaba recuperar pronto el control de sí mismo. Si seguía sobrepasando los límites, llegaría un momento en que ni siquiera el generoso Alfonso podría tolerar las acciones de Elco.
* * *
Ippólito hojeó ansiosamente el calendario. El cardenal De Mare llevaba mucho retraso en su regreso a San Carlo.
‘Por supuesto, nadie puede saber cuándo una persona encuentra su destino, pero…’
En cuanto el cardenal supo la noticia de que el papa Ludovico estaba terriblemente enfermo, corrió a Trevero para preparar el cónclave papal en un santiamén. Pero aún no había noticias del fallecimiento del Papa.
‘¡Esto es demasiado...!’
La imagen donde Alfonsobse ve triste me hace recordar cuando recién apareció como personaje. Ow... Parece un niñito, me agrada que sea más maduro, espero las cosas puedan ir tornandose más amistosas con Ari.
ResponderBorrarBueno, no es lo que esperaba pero estoy satisfecha, Alfonso y Ari tendrán tiempo de calidad... ♥️✨
ResponderBorrarOjalá que Alfonso ya no soporté las acciones de Ello, de verdad que va de mal en peor
ResponderBorrarAhora que vuelve a aparecer Elco recuerdo la carta que quemó, espero que ya no tarden tanto en aclarar esa situación
Gracias por el capítulo💜
También lo espero, aunque presiento que tendremos Elco para rato, no lo soporto!!!
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