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SLR – Capítulo 243

 Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 243: Una batalla 

La introducción de la carta recogida por el Rey comenzaba así:

[A mi amada Ari,

Aunque la brisa es cálida en Harenae, echo de menos el viento cortante de San Carlo.]

La letra era vigorosa y en tinta azul oscura.

—¿Esto es...? —murmuró el Rey.

Ariadne asintió con la cabeza. 

—Sí, su hijo escribió la carta. Su otro hijo, quiero decir.

León III volvió a preguntar.

—¿Por qué me quiere enseñar esto?

Con una sonrisa extraña, Ariadne respondió—: Mi querida Majestad, la alta sociedad está pensando considerablemente bien de usted estos días.

Estaba a punto de decir "extremadamente", pero era demasiado exagerado, así que cambió la palabra.

—Dicen que reconoció el gran logro del Duque Pisano al derrotar al ejército real de Gallico y le recompensó con un compromiso matrimonial con una dama de gran reputación… —hizo una pausa dramática y continuó—: Me da vergüenza decir esto con mi propia boca. En cualquier caso, se sabe que me arregló un matrimonio y perdonó generosamente al Duque Cesare por su falta de respeto hacia Su Majestad el Rey.

Ariadne hizo un gesto con las manos en el aire como si estuviera haciendo una presentación. 

—La alta sociedad cree que Su Majestad y el duque Césare se pelearon por el trato de la duquesa Rubina —Ariadne sonrió ligeramente y continuó—: Bueno, no se equivocan del todo. Si se nombra una nueva Reina, eso pondrá a la Duquesa Rubina en una posición extremadamente incómoda —y añadió—: De todos modos, el círculo social está convencido de que su amor por la duquesa Rubina es sincero. Ha sido amable con ella. Y aunque es una amante, no su esposa legal, ningún monarca del continente central ha dedicado su amor a una amante tanto tiempo como usted. Todos están de acuerdo en que da un buen ejemplo como monarca. Pero… —Ariadne miró al rey directamente a los ojos—. Imagine lo humillante y vergonzoso que será cuando descubran que el Rey eligió como Reina a la novia de su hijo en lugar de a su amante con la que lleva 20 años. Pero sus esfuerzos fueron en vano porque su otro hijo lo apuñaló por la espalda.

N/T: Se está refiriendo a que si mata a Césare de todos modos ella puede casarse con Alfonso. Ariadne nunca escogería al rey. Y sólo quedaría retratado como un hombre vicioso por codiciar a una chica tan joven y traicionar a Rubina. 

León III resopló ante la insolente moza que tenía delante. 

—Mi señora, el círculo social y político piensa de otra manera. ¿Cree que siquiera pestañearía ante algunos patéticos rumores de la alta sociedad?

—Majestad, tenéis razón —asintió Ariadne con una gran sonrisa en el rostro—. Un político no se dejaría influir por unos patéticos rumores de la alta sociedad. Un político puede hacer lo que quiera con su dinero y su ejército. Los cotilleos de mujeres son meros cotilleos. No tendría importancia. Pero usted no es sólo un político, sino también un monarca. Es el padre de la nación, el Rey —sus ojos verdes brillaron con fiereza—. Majestad, usted utiliza los impuestos recaudados por los señores feudales. Y los señores feudales recogen los impuestos de los plebeyos antes de enviárselos a usted. Pero ya estás teniendo problemas con eso, ¿no?

Una sonrisa burlona y burlona cruzó el rostro de Ariadne al pronunciar esas palabras. 

—Por supuesto, puede enviar sus tropas y obligarles a pagar. Pero aparte de la capital, los poderes administrativo y militar están totalmente destruidos. En el sur... Es un caos total.

—¡P*rra...! —León III no pudo aguantar más, y su bramido resonó por toda la habitación—. ¡Vete de aquí ahora mismo! —gritó a todo pulmón—. ¡Guardias! ¡GUARDIAS! ¡Saquen a esa z*rra insolente...!

—¡Si me echa, se arrepentirá! —Ariadne saltó de su asiento con los ojos vivos de pasión—. Tan pronto como regrese a casa, dejaré un testamento y pondré fin a mi vida. ¡Escribiré que lo hice porque no quería ser la reina de un viejo rey!

—¡¿Qué?!

La hija del clérigo estaba haciendo el ridículo. Desconcertado, León III se quedó mirando a Ariadne.

Los jesarcas consideraban que suicidarse era un pecado grave. Si uno ponía fin a su vida voluntariamente, sería torturado eternamente por las fuerzas del mal en los fuegos del infierno y nunca tendría la oportunidad de reencarnarse bajo la bendición de Dios Celestial.

—¿Estás loca? No puedes hablar en serio! —dijo el Rey, atónito.

—¡Eso es mejor que casarse con un hombre cincuenta años mayor que yo y salir con su hijo! —replicó con maldad.

Lo mejor que pudo hacer Ariadne fue abstenerse de soltar a la cara de León III que prefería morir antes que casarse con un sifilítico.

—Por supuesto, no creo que se monte un alboroto público inmediatamente después de mi muerte —continuó Ariadne—. Nuestro reino continuará en paz, y los impuestos pendientes se cobrarán algún día. De todos modos, no soy nadie.

La sonrisa de Ariadne se volvió aún más fría. 

—Pero, Majestad, ¿alguna vez pensasteis en lo que pensaría vuestro hijo y único heredero legal al trono tras regresar del campo de batalla?

León III miró a Ariadne con expresión atónita, como si le hubieran golpeado la cabeza con un martillo.

Hasta ahora siempre se había considerado un padre respetado. Por supuesto, no daba un ejemplo perfecto como padre. Pero muchos otros monarcas del continente central eran mujeriegos. Por otro lado, él sólo tenía una amante y un hijo ilegítimo. Sabía que no era perfecto, pero tampoco era malo.

Alfonso siempre le había sido un hijo obediente. Nunca fue rebelde ni le llevó la contraria. A León III no le gustaba la reina Margarita, pero la respetaba cuando se trataba de la crianza de los hijos. Ella hizo un buen trabajo criando a su decente hijo.

Ariadne acorraló de nuevo a León III. 

—Pongámonos en el lugar de Alfonso. Apenas logró sobrevivir en un remoto país extranjero tras pasar años de su juventud en el duro campo de batalla. Pero imaginad lo destrozado que estaría al enterarse de la muerte suicida de su novia para evitar casarse con su padre.

El fuego parecía arder en sus ojos verdes.

—¿Cómo va a manejar el resentimiento y la rabia de vuestro sucesor?

Ariadne se había levantado de su sitio y miraba furiosa a León III. Pero ahora se giró bruscamente para marcharse.

—Simplemente voy a suicidarme.

Ariadne soltó su última maldición de espaldas al Rey tras dar largas zancadas hacia la puerta.

—Espero que disfrutéis estos últimos años después de matar a vuestro propio hijo y convertiros en enemigo del otro.

Sin palabras, León III se quedó pegado en su sitio. Quería pedirle que parara, pero no podía. Su frágil ego no se lo permitía.

Pero, afortunadamente, Ariadne se volvió justo antes de que él diera un paso al otro lado de la puerta. El fuego de la chimenea iluminó sus curvas, formando una larga y curvilínea sombra.

Alta y grácil como un sauce, miraba fijamente a León III como una alondra.

—Majestad —añadió Ariadne en voz baja—. No estoy pidiendo mucho. Sólo le pido que me dé su palabra y perdone la vida de mi prometido.

Ariadne bajó la cabeza ante León III. —Se lo ruego con un corazón sincero.

Tras un momento de silencio, León III preguntó a Ariadne.

—¿Por qué intentas ir tan lejos solo para que le perdone la vida...?

En ese momento, León III sintió que toda la energía se drenaba de su cuerpo. 

—¿Cómo puedes tú, hija de un clérigo, decir que estás dispuesta a arder en las llamas del infierno para salvar la vida de otra persona? Y actúas como si te importara mi heredero legal pero quieres salvar la vida de mi hijo mayor —de repente, León III hizo una pregunta asesina—: ¿Cuál de los dos es?

No se esperaba esta pregunta. Por primera vez en el día, Ariadne se quedó muda.

Las llamas ardían en la chimenea. El aire frío y el fuego ardiente se unieron en humo, que se desvaneció por la chimenea.

Se quedó mirando el fuego de la chimenea durante mucho, mucho tiempo antes de responder lentamente.

—Lo único que pretendo es abordar el tema inminente...

Sus pensamientos estaban desorganizados, así que sus palabras salieron lentamente.


—El Duque Césare... me salvó de un matrimonio no deseado. Se lo debo, así que quiero salvarle la vida a cambio.

Pero León III no la dejaría escapar. 

—Pero, ¿por qué... te salvó la vida?

Ariadne mintió instintivamente—: ¿Tal vez... por el bien de su hermano menor?

Hacía sólo tres horas, ella y Césare se habían besado, y aún podía sentir sus labios sobre los suyos. Ella, por encima de todo, sabía que aquello era mentira. Pero no quería que León III supiera la verdad y quería engañarse a sí misma.

—También me salvó cuando tuve problemas en el baile de máscaras.

Inventó más excusas para respaldar su mentira.

Pero León III era un anciano experimentado y soltó una carcajada. 

—Eso no puede ser. Definitivamente siente deseo por ti —los ojos azul agua del Rey la miraron—. Y es imposible que no lo supieras.

Lo sabía todo. Ariadne aún tenía el pelo mojado por el beso con Césare bajo la lluvia. Bajó la cabeza para evitar los ojos del rey.

—De todos modos, vete —dijo León III—. Entiendo bien lo que quieres decir.

Ariadne presentó sus respetos con una profunda reverencia y abandonó el despacho del rey. El criado real vino a guiarla. Perdida en sus pensamientos, siguió al criado mientras cruzaba el largo pasillo del palacio.

'Ahora... ¿Qué pasará?'

El Rey no había prometido nada. Aunque mantuviera con vida a Césare, ella no podía saber si había cambiado de opinión, ya que no pensaba decapitarlo de inmediato. Y la incertidumbre era la mayor fuente de miedo.

Abandonó ansiosa el palacio real y tomó el carruaje de vuelta a casa.

Tras regresar a casa, llamó a Sancha para comprobar si el duque Pisano permanecía en la mansión.

—¿Se quedó en la habitación de invitados? —preguntó Ariadne.

—Sí, creo que está dormido —respondió Sancha.

A continuación, Ariadne comprobó el estado de Villa Sortone. 

—Dile a Guiseppe que envíe un empleado a Villa Sortone y que me notifique cada hora el estado del asedio por parte de las tropas reales.

¿Disolvería el Rey su ejército?

Después de ocuparse a grandes rasgos de los asuntos urgentes, Ariadne esperó los resultados con Sancha y Guiseppe en su estudio. No tenía ganas de sentarse y caminó ansiosa por el estudio.

Afortunadamente, Ariadne no tuvo que esperar mucho y no necesitó el informe del subordinado de Guiseppe. El criado de Césare la esperaba fuera.

—¿Dónde está Su Gracia? 

El sirviente se apresuró a entrar en la mansión de Mare.

Sancha hizo callar al criado.

—Shhh. Está dormido.

El criado de Césare gritó alegremente—: ¡¡Las tropas reales se retiran!!

Tras escuchar las buenas noticias, Ariadne dejó escapar un suspiro de alivio. Debía de estar muy nerviosa y sintió que la tensión de sus músculos se relajaba al instante.

Se dejó caer en la silla que había a su lado.

Los ojos del criado brillaron mientras preguntaba—: ¡Condesa de Mare! ¿Cómo demonios lo ha conseguido?

—No estoy segura.

'En realidad, amenacé al Rey, supliqué de rodillas, olvidando mi orgullo, y dije que entregaría mi vida. No tengo ni idea de por qué llegué tan lejos.'

Sacudió la cabeza de un lado a otro y asignó otra misión a Guiseppe. 

—Guiseppe, prepárate para llevar el grano.

—¿Perdón? ¿A dónde pretende enviarlo...? —preguntó Guiseppe.

—Dile a Bocanegro que los gastos se pagarán de mi asignación personal por la porción de grano. Entrega suministros por valor de 40.000 cántaros a Palazzo Carlo.

Era suficiente para alimentar a 10.000 soldados durante al menos seis meses y constituía una parte significativa de los suministros de grano que le quedaban a Ariadne.

—¿Perdón? Pero, ¿por qué de repente...?

—Debo expresar mi agradecimiento. La situación se ha arreglado bastante bien.

Era temerario que un simple mercader se enfrentara a un monarca poderoso. León III estaba siendo extremadamente generoso al dejarla escapar de esta manera.

No tenía ni idea de cómo le afectaría esto en el futuro, pero al menos consiguió salvar la vida de Césare.

Así que quiso consolar a León III enviándole el grano. Era lo menos que podía hacer, y podía detener una venganza innecesaria.

—¿Debo notificar al Duque Pisano que el asedio de Villa Sortone ha sido suspendido inmediatamente? —preguntó Guiseppe.

—No es necesario. Déjalo dormir.

Ariadne cerró los ojos. 

—Yo también necesito hacerlo.

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