SLR – Capítulo 235
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 235: Ceremonia sangrienta
Ariadne miró primero a León III con un traje de novio blanco y luego a Césare con un lujoso uniforme ensangrentado y una gran espada larga alrededor de la cintura.
—¿Césare...? —preguntó Ariadne interrogante.
Con una sonrisa, Césare dijo—: Bienvenida a nuestra boda.
León III había invitado sólo a unos pocos invitados a la boda de bajo perfil y había notificado deliberadamente la hora equivocada para que acudieran con retraso a la segunda sesión de la fiesta después de la boda. Con este intento pretendía evitar cualquier reacción del padre de la novia o de otras personas, por si acaso.
Así pues, en la Sala del Sol sólo estaban reunidos unos pocos empleados, aparte del candidato a novio número 1 y el candidato a novio número 2, que también era el padre del primero.
—¿No hay un sacerdote aquí? —preguntó Césare.
Ante eso, León III hizo un gesto de no con la mano.
—No hay necesidad de eso —agitó el edicto en su mano y dijo—: Poneos delante de mí.
Con ojos perplejos, Ariadne miró a León III y al duque Pisano. A menos que un clérigo se presentara como testigo, el voto matrimonial era ineficaz, aunque el rey fuera el oficiante.
Pero Ariadne no tenía intención de tomar la iniciativa y otorgar la fuerza legal a este matrimonio, el ambiente en la Sala del Sol era demasiado caótico incluso para sugerir hacerlo.
Césare tiró del brazo de Ariadne y se adelantó.
Cuando Ariadne se acercó a Césare, le susurró al oído—: ¿Qué demonios está pasando?
Ante eso, Césare respondió con una tenue sonrisa—: Una de las mayores locuras de mi vida.
—Por favor, dime de qué se trata.
Había rechazado sin piedad la petición de su madre, pero su actitud cambió por completo ante la chica que amaba.
Habló obedientemente—: ¿Ves lo que lleva puesto mi padre, el oficiante?
—Es blanco puro, pero sangriento.
—Cierto. Él era el novio original de hoy.
—¡¿Qué?! —chilló Ariadne, con los ojos desorbitados—. Oh, Dios mío...
Ahora, todas las piezas del rompecabezas encajaban. Todo tenía sentido, y ahora sabía por qué la había nombrado Directora del Refugio de Rambouillet, por qué le había concedido el inesperado alto título y por qué se lo había otorgado a ella en lugar de a Ippolito.
—Esta vez, me lo debes.
Ariadne no preguntó más sobre cómo la había salvado. La sangre en la cara de León III y las marcas sangrientas que decoraban la parte delantera del traje de Césare lo decían todo.
—Te pagué por salvarme en la frontera del Reino Pisano.
De algún modo, Césare se sintió incómodo al pronunciar: 'enloquecí al oír que serías la segunda esposa de mi padre'. Así que omitió esa parte.
Y en cuanto le dijo que ella lo había salvado, lamentó no haber aprovechado para confesarle su amor con palabras melosas. Lo que dijo fue rígido y sin gracia.
Uno de los mejores talentos del duque Césare era decir palabras floridas delante de las mujeres. 'Pero, ¿por qué no puedo ser yo mismo delante de ella?'
Frente a la susurrante pareja estaba León III, y los llamó.
—Condesa de Mare, Duque Pisano. Acérquense.
Los ojos del rey ardían de rabia y sus manos temblaban furiosamente. Mirando a su odioso hijo y a Ariadne, desplegó el edicto.
—Yo, el Rey León III del Reino Etrusco —comenzó, enfatizando especialmente su título en el reino—. Por la presente especifico que el duque Césare de Pisano y la condesa Ariadne de Mare… —tras una breve vacilación, León III prosiguió—: ordeno su "compromiso".
Entonces, se dirigió inmediatamente al brasero encendido más cercano de la Sala del Sol y arrojó el edicto en su mano.
¡Rash!
El pergamino ardió en el fuego.
Césare echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. —Ja, ja. ¡HA HA HA!
Sin hacer caso de las risas de Césare, el Rey abandonó la Sala del Sol a grandes zancadas sin mirar atrás.
¡BANG!
Las puertas se cerraron con un fuerte golpe.
—¡Qué estrechez de miras! —fue lo que soltó Césare tras un largo rato de risas.
Como el edicto fue quemado, el hecho de que el edicto declarara "matrimonio", y no un "compromiso" desapareció para siempre. Todo lo que quedaba era un compromiso oral declarado por el Rey.
Césare extendió el brazo y acompañó a Ariadne.
—Todos, apártense de nuestro camino. El compromiso del Duque ha terminado, y no hubo ninguna boda del Rey —miró a los invitados con ojos aterradores—. Cuando lleguen los invitados, transmitid que la ceremonia de compromiso del duque Pisano y la condesa de Mare fue grandiosa y magnífica.
Y besó la mejilla de Ariadne para que todos vieran su firme convicción de que no dejaría que nadie, ni siquiera el Rey, se la arrebatara.
La cara de Césare también estaba ensangrentada. Ariadne se estremeció al sentir la sangre seca en su mejilla.
—Vámonos.
Se llevó a Ariadne y abandonó la Sala del Sol.
Y sus hombres se movían en perfecto orden pero con el corazón encogido.
* * *
Césare montó a caballo para irrumpir en el palacio real con su fuerza militar, y Ariadne se vio casi obligada a visitar el palacio a través del carruaje real de oro. Entonces, no tenía carruaje en el que regresar.
Césare no tuvo más remedio que hacer que Ariadne cabalgara delante de él en su caballo negro.
—Dama devota y virtuosa, quiero decir, Condesa de Mare —rodeó con sus manos la cintura de Ariadne.
Ella intentó apartarle las manos, pero resbaló. Él la ayudó a no perder el equilibrio, ya que Ariadne llevaba capas de corsé de huesos de ballena, junto con su esponjoso vestido de novia y sus faldas de tul. Le resultaba imposible mantener el equilibrio en la parte delantera de la silla.
—Deja de apartarme. Ahora soy tu prometido. Dame algo de crédito.
Se refería a cuando ella lo había empujado, negándose a montar a caballo con él en el Concurso de Caza.
Ariadne se dio cuenta de lo que quería decir, pero cambió de tema intencionadamente.
—Mi séquito sigue en el palacio real. Debo llevarlos conmigo.
Césare hizo un gesto con la mano para su subordinado como si no fuera gran cosa.
—Encuentra a su séquito y escóltalos hasta nosotros.
—¡Sí, Alteza!
Tras dar las órdenes, espoleó ligeramente al caballo para que emprendiera el viaje. Se olvidó de su empleada y continuó burlándose de Ariadne.
—Debes estar arrepentida de haberte convertido en la prometida de un duque cuando podrías haber sido duquesa.
N/T: Recuerden que no se casaron, solo se comprometieron y la posición de duquesa es mayor que condesa.
Ella respondió sarcásticamente—: Oh, sí. Siento mucho no ser Duquesa cuando podría haber llegado a ser Reina.
—¡Ja, ja, ja, ja, HA! —Césare volvió a carcajear sobre el caballo—. Tienes razón. ¡Sí, sí, señora!
La brisa de principios de invierno era bastante fresca, pero Ariadne sólo llevaba puesto el vestido de novia. Tembló al sentir la brisa helada, y Césare extendió la parte delantera de su capa y tiró de ella para acercarla.
—¿No suelen los hombres quitarse la prenda exterior para las mujeres...? —preguntó Ariadne, contrariada.
—Esto nos calentará a los dos. Y no quisiera perder la oportunidad de abrazarte.
Césare estaba a punto de decir, 'No creas que estoy al mismo nivel que ese imbécil de Alfonso. Es un idiota sin pelotas'. Pero se detuvo porque no quería mencionar primero a Alfonso. Se sentía ligeramente inferior, pero no quería admitirlo.
En vez de eso, cambió de tema.
—Pensándolo bien, es mejor que seas la prometida de un duque que una duquesa. Si te conviertes en Duquesa, tendrás que morir conmigo. Pero si eres mi prometida, podrás volver a tu lado de la familia sana y salva —hizo una pausa y añadió—: ¿Qué hago mañana?
Desconcertada, Ariadne replicó—: ¿No has pensado bien las cosas?
Finalmente, Césare fue sincero.
—No. Perdí el control.
El silencio les pesó momentáneamente.
Ariadne no sabía qué decir ante su sincera confesión. Quería soltar lo que pensaba, pero no podía decirlo en voz alta.
En lugar de eso, cambió de tema como había hecho antes Césare.
—Cuéntamelo todo de la A a la Z. Y no te atrevas a dejar nada fuera.
Césare tenía la costumbre de divagar cuando no quería hablar. Era un hábito que Rubina odiaba. Era un conversador insuperable cuando hablaba de un tema que le gustaba. Pero cuando se desconcentraba o hablaba de algo que no quería, omitía cosas o no terminaba las frases. Hacía que el oyente se sintiera frustrado.
Pero no podía hablar así a su novia blanca como la nieve. Ella le pidió una explicación, y él tenía que hacer lo que ella decía. Césare se esforzó por contarle todo lo que había sucedido hoy, desde la mañana hasta el desastroso suceso.
—¿De verdad reunisteis a los soldados apostados en las afueras e irrumpisteis en palacio? —preguntó Ariadne con incredulidad.
—Sólo un puñado. Unos 500 hombres —respondió Césare.
—¡No eres un gato con nueve vidas!
—No, soy un gato con pelotas... Sólo cuando se trata de salvar a una dama de la que estoy locamente enamorado.
Ariadne no pudo evitar reírse y espetó—: Si Su Majestad el Rey ordena la ejecución, pedirá a deshacerse de lo que tienes en la entrepierna.
—No, prefiero que me decapiten —respondió Césare riendo. Luego, preguntó medio en serio—: ¿De verdad vendrá a por mí?
Ariadne dijo—: Más vale prevenir.
—¿Ah, sí? Tendré que pagar por mi seguridad, ¿no?
Ariadne sonrió con amargura y replicó secamente—: Quizá tengas que devolver lo que has conseguido hoy.
Lo único que Cesare tuvo hoy fue a Ariadne en sus brazos. Si se sometía al rey, ¿tendría que anular su compromiso y dejar que el rey tuviera a Ariadne como segunda esposa?
Césare se negó con firmeza.
—No voy a renunciar a ti. Me volví loco por una razón. Quedaré como un tonto, y él me odiará de todas formas, aunque te entregue —Césare añadió—: Tomaré el camino espinoso —sus labios se curvaron en una sonrisa—. No lo sé. Viviré peligrosamente —arropó a Ariadne en su seno con el brazo izquierdo y estiró el derecho—. ¡Sólo se vive una vez!
Ariadne no quería estropearle la diversión pero tenía que hacerle saber lo que debía hacer para tener cuidado. —Iba a decir que si quieres ir por el camino seguro, recupera tu título de Comandante Supremo inmediatamente, dispersa tu ejército y escapa al feudo de Pisano.
—¿Pero qué pasa si tomo el camino espinoso?
—O no renuncias a nada y te quedas en la capital.
Pero la protesta sentada no sería fácil.
—Su Majestad el Rey pronto te privará de tu título de Comandante Supremo —le advirtió Ariadne.
—Oh, no —dijo Césare sarcásticamente—. A mamá le va a dar un ataque.
—Entonces, no tendrás control sobre los soldados del feudo Pisano y otras regiones feudales.
—¿Estás diciendo que debo enviar a los soldados locales de vuelta a sus hogares en medio de la propagación de la peste negra?
—El Rey simplemente nombrará a otra persona como Comandante Supremo.
Pero lo que importaba era quién sería la persona designada.
—Por lo tanto, tu tarea actual es integrar soldados sin comandantes y ejércitos con menos hombres bajo el ejército Pisano.
Ariadne tenía más ideas.
—Y utiliza a tu madre tanto como sea posible. Si no pierde el favor de Su Majestad el Rey, lo mejor sería que acudiera a él y le suplicara perdón. Pero si eso no funciona, pídele que utilice a sus amigos de la alta sociedad para difundir rumores.
—¿Sobre qué? —preguntó Césare.
—Que Su Majestad el Rey y la Duquesa Rubina pelearon, y el Duque Pisano acudió a su padre para defender a su madre y creó una pequeña conmoción en ese proceso —miró a Césare—. Ten en cuenta que no hubo una pelea entre padre e hijo por una mujer. Lo hiciste porque querías a tu madre y querías defenderla. Necesitas justificar tus acciones—Ariadne añadió—: Y Su Majestad el Rey quedó tan impresionado por el amor de su hijo hacia su madre que permitió el compromiso generosamente, a pesar de que su hijo le plantó cara. Lo importante es que Su Majestad reciba elogios. Los elogios hacen bailar hasta a las ballenas. Es difícil que diga que no si se le elogia por un acto concreto.
Césare miraba con aire ausente a la dama de su pecho. —Simplemente no quieres estar conmigo, ¿verdad?
—Bueno, sería mentira si dijera que no —Ariadne bromeó para mantener las cosas ligeras.
Pero no era una broma para Césare.
—Mi señora... Sé que no te gusto.
—…
Ariadne cerró la boca cuando él cambió repentinamente de tema. No estaba preparada en absoluto para mantener una conversación emocional con Césare.
La última vez que se vieron, ella se puso furiosa y le apuñaló con palabras hirientes.
—Es por mi pasado, ¿no? Porque soy el muy notorio Conde de Como.
Mantuvo interminables relaciones con la baronesa Santa Rosa, la señora Gentilini, la señora de Banedeto, la señora Lagusa, Clemente de Bartolini, la hermana mayor de Ottavio, y la lista seguía.
La larga lista de relaciones de Césare en su vida anterior y actual cruzó la mente de Ariadne.
—Créeme. Fui un casanova cuando era un hombre libre. Pero no soy un sinvergüenza que se acuesta con otras mujeres cuando estoy comprometido —dijo Césare.
Esas palabras le recordaron a otra mujer de la larga lista de mujeres con las que el conde Césare de Como tonteó mientras estaban prometidos en la vida anterior: la Baronesa Santa Rosa, la señora Gentilini, la Condesa Bartolini, e Isabella De Mare, la viuda del Príncipe.
—Arriesgué mi vida para salvarte —continuó Césare.
Sus vidas anterior y presente se cruzaron. Césare abrazó a Ariadne con más fuerza.
—Lo digo en serio. Nunca supe que de repente me convertiría en tu prometido, pero es mejor así.
Bajó la voz a un susurro. —Seré bueno contigo, así que puedes confiar en mí —su voz de tenor cantarina era agradable a los oídos—. Observa cómo cumplo mi palabra.
Ariadne miraba al frente con aire ausente mientras era arropada por el pecho de Césare. Aquel hombre había tirado a la papelera la fuerza vinculante de su compromiso. Pero ahora declaraba que le sería fiel.
¿Podría el mujeriego de su vida anterior transformarse en un romántico fiel a una sola mujer en su vida presente?
La respuesta es... no. No creo que Cesare cambie por "este amor" ¿por qué? porque él no la ama, está acostumbrado a las mujeres a sus pies. Ari ha demostrado resistencia hacia él y eso lo ha encaprichado, al contrario del inicio de la novela en donde ella le dio TODO y la trató como basura. Sé que nos da pena Cesare por la posición en la que está, pero no me trago esta fase de niño sufrido. Hizo lo mismo por Isabella quien seguro en la vida pasada ni le prestó atención (recordemos que ella se volvió la princesa heredera) Cesare solo quiere lo que tiene Alfonso y el patrón se está repitiendo aqui.
ResponderBorrarNo lo sé Rick, aunque César cambie en ésta vida Ari también, y ella está enamorada de Al ♥️
ResponderBorrarNo , para el Ari es solo un trofeo, es valiosa mas que nada por que sabe que es de Alfonso y el quiere todo lo que tiene su hermano.
ResponderBorrarNo te creo nada Cesare!
ResponderBorrarMe recordó a Cárcel siéndole fiel a Inés a pesar de su fama de mujeriego
ResponderBorrarQuiero creerle pero se que no debo :'( suena tan sincero.... Pero noooo
ResponderBorrarYo aquí, esperando a que se nos destiña el Césare. Cucaracho una vez, por qué no dos veces? 🚬 😎
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