SLR – Capítulo 213
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 213: Levantarse
—¿Qué? —preguntó Ariadne, desconcertada.
Ante eso, Sancha dejó escapar una sonrisa amarga y contestó—: La gente está difundiendo la noticia de que una adolescente está salvando nuestro reino abandonado por el Rey. He oído al menos cuatro o cinco canciones sobre usted.
La expresión de Ariadne cambió sutilmente. ¿Quién hizo esas canciones? Si un grupo poderos las hizo y las difundió, esto podría ser un problema. Pero, de nuevo, incluso si las canciones fueron difundidas por plebeyos, las cosas podrían ponerse problemáticas.
Las quejas contra el Rey se dispararon. Y Ariadne se convirtió en el icono de las quejas, llevándola al primer plano de la política.
Sancha añadió despreocupadamente—: ¿Se acuerda? Dijeron que una santa era mejor que la Virgen María. Por suerte, usted no es la Virgen María, sino la Madre.
Ariadne se limitó a parpadear ante Sancha.
—La gente le llama la "Madre de los indigentes". Qué insulto para una adolescente soltera.
Ariadne gimió y se llevó la mano a la frente.
Sancha seguía refunfuñando—: También le llaman la "Diosa de la Guerra" y el "Ángel de la Peste Negra". Pero no estoy segura de qué significa esto último. ¿Prevenir la peste negra le convierte en un ángel, o es porque contagió a nuestros enemigos? ¡Un momento! —Sancha dejó de hablar y gritó—: Señora, ¿qué le pasa en la mano?
La mano derecha de Ariadne llamó la atención de Sancha. Su mano derecha parecía terriblemente aplastada por un objeto pesado, como un martillo o un pisapapeles.
—Oh... Es sólo un pequeño rasguño —dijo Ariadne a modo de excusa.
Escondió la mano derecha tras la espalda, pero Sancha no la dejaría escapar tan fácilmente—: ¿Pero por qué? No hay razón para que se haga daño.
Sancha se apresuró a coger e inspeccionar la mano derecha de Ariadne y se disponía a salir corriendo en busca del botiquín.
Ariadne preguntó atentamente a Sancha—: ¿Sólo ves mi mano herida...?
—¿Qué? No me diga que tiene otras heridas —exclamó Sancha con los ojos muy abiertos.
Volvió a observar meticulosamente la mano de Ariadne.
'¿Hay más heridas...? ¿O mi señora está enferma? ¿Ha sido infectada con la peste negra?'
Pero aparte de parecer aplastada, la mano derecha de Ariadne no presentaba síntomas como uñas negras, ni se le habían hinchado los dedos. Pero su dedo derecho estaba pelado y ensangrentado.
—Olvídalo.
Ariadne había pedido saber si Sancha podía ver el brillante resplandor de luces de su mano, pero no importaba si era invisible para ella. Si no podía ver el charco de luz de su mano derecha... Probablemente no podría ver los puntos de su mano izquierda.
Pero pronto, Ariadne se dio cuenta de que sólo era lo que ella quería creer.
—Señora... ¿Qué le pasa en la mano izquierda? —preguntó Sancha, preocupada.
—¿Puedes... ver eso?
—Su dedo anular izquierdo... está rojo...
Tras la muerte de Greta, apareció un punto rojo en la parte inferior del dedo anular izquierdo de Ariadne.
Y tan pronto como la peste negra se extendió desde el ejército gallico, los puntos rojos de Ariadne también se extendieron hacia arriba desde la parte inferior de su dedo anular izquierdo. Parecía que cada punto simbolizaba las vidas inocentes que ella había quitado.
En tres días, los puntos rojos llenaron el nudillo inferior de su dedo anular izquierdo, cortado por Césare en su vida anterior, y empezaron a extenderse hacia arriba.
—¿Deberíamos llamar... al do-doctor? —tartamudeó Sancha, desconcertada.
Ariadne estaba igual de conmocionada y no podía decir nada. Creía que sus pecados eran invisibles para los demás.
* * *
—¡Abuela...! —llamó el joven adivino mientras miraba la pila de latón llena de agua—. Creo que... que he metido la pata en mi adivinación. ¿Qué debo hacer?
El chico pensó en la dama que conoció en la plaza de Campo De Speccia. Ella era la primera "Juzgada" que había encontrado en el continente central. No se lo podía creer. Emocionado, le contó su destino. Y no tenía nada de malo. Ella estaba claramente en una "fase ascendente" y estaba destinada a lograr el éxito en este mundo sin cometer ningún pecado. Sin embargo, cuando analizó su destino ahora, el karma le rodeaba por todas partes.
—¡Qué debes hacer, qué debes hacer! Ella está fastidiada por tu culpa —respondió despreocupadamente la abuela del chico. Pero pareció pensárselo mejor y frunció el ceño—. ¿Qué recibiste a cambio de adivinar el futuro? —preguntó la anciana.
—Nada... —la voz del chico se entrecortó.
En ese momento, la sangre se drenó de la cara de la anciana como la del niño.
—¡Idiota!
La anciana blandió su bastón contra el chico.
El chico se asustó y saltó para esquivar su golpe.
—¡Abuela, por favor! —suplicó.
—Sucedió en la plaza, ¿verdad? ¡Chico ignorante! ¡Metes tus narices en los asuntos de otra persona y ni siquiera recibes nada a cambio! ¡¿Estás loco?!
Los chamanes de Shalman siempre recibían una recompensas tras su adivinación. Cuando la lectura psíquica era errónea, el karma se acumulaba según los pecados de la contraparte. Pero si la recompensa se quemaba y se dedicaba a Dios, el karma no se acumulaba, ya que la lectura psíquica nunca se producía.
Pero no había salida si no se daban recompensas, justo como en este caso.
—No, quiero decir, ¡estaba tan seguro de mí mismo entonces! —protestó el chico.
—¡Estás diciendo tonterías! —gritó la señora.
—Estaba claramente en la fase ascendente. Y fue mucho antes de su punto de inflexión. Creo que "Los de los Ojos Abiertos" la manipularon.
"Aquellos que comparecen ante el juez" siempre les iban bien las cosas hasta cierto punto de inflexión, es decir, hasta que se ven obligados a tomar una decisión. Esa opción era la razón por la cual "Los de los Ojos Abiertos" les entregaban a la persona una visión de futuro, porque uno no debía fracasar antes de tomar esa elección.
¡Bofetada!
—¡Ay!
Esta vez, la anciana golpeó la frente del chico con el puño en lugar de con el bastón.
—¡Niño ignorante! ¡La Regla de Oro es siempre así!
—Pero en el libro...
—¡Tengo años de experiencia, muchacho! Te dije que no metieras las narices en estos asuntos —refunfuñó la anciana —Hizo un dibujo en el suelo embarrado con su bastón—. ¿Por qué crees que les llamamos "Los de los Ojos Abiertos" y no "El de los Ojos Abiertos"?
—No lo sé...
El chico nunca pensó en eso y no pudo responder.
—¡Es porque son "muchos", no "uno"!
La anciana balanceó el bastón en el aire.
—Sólo somos dos, y ni siquiera nosotros podemos llegar a una conclusión. Pero si hay veinte, treinta o cien personas, ¡las cosas nunca saldrán como se planean!
—Sería imposible… —admitió el chico.
—¡Por eso no tiene sentido husmear en sus planes! —refunfuñó la señora y añadió—: Bueno, no carece totalmente de sentido, pero aún así. Me has metido en un buen lío, chico.
—¿Pero por qué...?
—¡Tengo que pagar por lo que hiciste mal!
—Limpiaré mi desastre...
—De ninguna manera lo harás. ¡Ni siquiera puedes adivinar correctamente!
Tras una serie de ataques, el chico se encogió, intimidado y sin habla.
—Ya tendrás ocasión de ayudar a la señora en el futuro. ¡Paga por lo que hiciste mal entonces, y nunca jamás metas las narices en sus asuntos después!
—Sí, abuela...
La anciana chasqueó los labios, vertió agua en la jofaina de latón y miró la fortuna de la joven. Quería ver cuánto su nieto podría pagar por su pecado y los altibajos en la vida de la señora.
Jadeo...
—Oh, cielos —murmuró el niño, asomándose al agua con el signo de adivinación por encima del hombro de su abuela—. Uh... Abuela. Con todo este karma, creo que estoy arruinado.
Cuanto más karma acumulaban "Aquel que está en el Juicio", más karma tenía que pagar el chico por su error.
—¿Cómo podría arreglar esto? —se lamentó el niño, mirando a su abuela, que parecía a punto de llorar.
—Ya, ya... Todavía tienes una oportunidad —lo tranquilizó la mujer.
—¡Pero no hay salida!
—Si te conviertes en... "Uno con los Ojos Abiertos" en esta vida, no tienes que pagar por tu karma en tu próxima vida.
Eso significaba que tenía que convertirse en un "héroe".
El niño miró a su abuela con los ojos muy abiertos y se lamentó—: Pero abuela, dijiste que era imposible. Que raramente o prácticamente ninguno tuvo éxito...
—¡Nunca dije que fuera imposible! —espetó la mujer—. ¡Sólo dije que rara vez ocurre!
—¿No es lo mismo?
—Es diferente, como el cero y el uno —respomdió la mujer, molesta—. Y si no hay salida, ¿te vas a quedar ahí sin hacer nada?
—No, pero...
—¡Si no quieres empezar tu próxima vida en azufre ardiente, tienes que hacer algo! ¡Cobarde! —la anciana apartó la jofaina de latón—. La fortuna dirá el destino de esta dama todos los meses a partir de ahora. Si ves algún viento en contra, dímelo inmediatamente. Si se presenta la oportunidad, paga y sal de ésta.
La anciana quería pagar la deuda rápidamente. Era mejor pagar la deuda lo antes posible para evitar que se convirtiera en una bola de nieve en la vida posterior de la señora.
Una ojeada al destino de la dama le dijo a la adivina que estaba previsto que ascendiera a un escenario incomparablemente mayor que el que estaba en este momento.
* * *
—Su Alteza el Príncipe, los Caballeros de Citrienne quieren verle —notificó el Señor Elco.
Alfonso se sentó frente al escritorio del barracón y dejó la pluma. Se había puesto muy moreno bajo el sol abrasador. Su pelo, pulcramente recortado, le caía ahora desgreñado hasta los hombros. Sus fuertes hombros se habían ensanchado y su mandíbula era más masculina. Ahora era un hombre, y la mayor parte de sus rasgos infantiles habían desaparecido.
—¿Por qué? —preguntó Alfonso.
—Parece ser una petición para que los aceptes como tus hombres —notificó el señor Elco, secretario exclusivo de Alfonso, de la situación en el exterior.
—Como saben, el Conde Citrienne no participó en la batalla de la semana pasada...
—Fue trágico —dijo Alfonso con pesar.
—Y sus caballeros están ahora sin líder.
Un Comandante Supremo dirigía las operaciones militares en las Terceras Cruzadas, pero la tropa no estaba perfectamente unificada, lo que era inevitable ya que se unieron soldados de múltiples regiones del continente central.
El fondo de guerra inicial procedía de la asignación privada del archiduque Juldenburg y del patrocinio del rey gallivo Filippo IV, pero después los beneficios se asignaban estrictamente según la proporción de logros militares. Y la pequeña caballería liderada por el príncipe etrusco Alfonso alcanzó logros notables.
Su primer logro militar lo consiguieron a través de una guerra imposible, de uno contra diez. Pensaron que se limitarían a vigilar la retaguardia, pero acabaron apoderándose de un valioso rehén. Después, el príncipe Alfonso y sus caballeros consiguieron caballos, formaron una pequeña fuerza de exploración y lograron una victoria tras otra cuando la fuerza destacada emboscó la fortaleza del adversario.
Recientemente, lograron apoderarse de Al-Namir, el arma más destacada del Imperio Moro, en una batalla a gran escala. Desde que los cruzados vencieron el combate, el logro militar del príncipe Alfonso fue el único logro que adquirieron todos los cruzados.
—¿Qué te gustaría hacer? —preguntó el Signore Elco—. Si decides rechazar su oferta, yo mismo puedo darles la noticia sin que tengas que decírselo tú.
Los Caballeros de Citrienne no eran los únicos que querían unirse al equipo de Alfonso. Sólo podían repartirse el botín y los bienes suministrados cuando estaba presente un maestre, y cuanto mayor era el botín y menor el grupo dirigido por el maestre, mejor. Y el príncipe Alfonso mostró los máximos resultados con el mínimo de hombres entre todos los cruzados.
—Háblame de nuestra situación financiera —le ordenó Alfonso.
—Nos sobran unos cuarenta ducados, pero no es una gran cantidad —notificó Elco—. Pero no hemos terminado de negociar la cantidad del rescate por el hijo de Al-Namir....
Mantener caballeros requería mucho dinero. Y Alfonso aún no había recibido ni un solo mensaje de Etrusco.
—Una vez negociado el rescate, supongo que recibiremos alrededor del 50% —estimó Elco.
Alfonso asintió con la cabeza.
—Los aceptaremos. Pero no más después de ellos.
—Pero Su Alteza el Príncipe...
El señor Elco parecía inseguro.
—Si debemos ampliar nuestras fuerzas, ¿no sería mejor aceptar más soldados bien entrenados?
Los Caballeros de Citrienne eran soldados inexpertos que salieron de casa con grandes esperanzas de ser héroes en la Guerra Santa. No serían de mucha ayuda en el poder de combate sustancial.
Pero Alfonso rechazó la objeción del Signore Elco.
—Pero si no los acepto, no tendrán otro lugar adonde ir.
Si los caballeros encontraban un amo corrupto, se les utilizaría como escudo de carne único en la operación de asalto. Pero no conseguirían más suministros sin un amo. Se desviarían de la tropa, se perderían en tierra extranjera y se quedarían rezagados.
—No puedo rechazarlos. Me recuerdan demasiado a mí mismo —dijo Alfonso.
—No... Alteza —intentó animarle Elco—. Sólo está tomando un poco más de tiempo para que nuestro reino…
Pero Alfonso le cortó a media frase—: No hace falta que te reúnas con ellos. Prepara las tiendas y envíalos allí. Los conoceré en persona en el entrenamiento de mañana por la mañana.
El señor Elco hizo una reverencia y salió de la tienda.
Alfonso volvió a ojear la carta a la que había dado la vuelta cuando entró el señor Elco. Estaba escribiendo una carta con su típica letra descuidada en tinta azul.
[Mi querida Ari,
Me muero por verte.]
Greta 🥹 al final si se convirtió en la Heroína que quería ser , Alfonso ♥️
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