SLR – Capítulo 206
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 206: Progreso inexorable
El equipo de enfermería del refugio de Rambouillet, recién organizado por Ariadne, mostró un rendimiento asombroso. El equipo estaba formado en su mayoría por personas de entre 20 y 30 años. Aprendieron mucho más rápido de lo esperado y se mostraron extremadamente apasionados.
El primer lugar al que Ariadne destinó a su equipo fue el monasterio de las afueras conquistado por la peste negra. Era fácil enviarlos, ya que el lugar estaba bajo la autoridad del Cardenal De Mare, y tenían que resolver rápidamente los asuntos para mantener la posición del Cardenal. Además, el monasterio estaba lo suficientemente alejado de las zonas residenciales circundantes, por lo que era perfecto para trabajar en él. Y lograron un gran éxito.
—Nunca esperé que fueran tan buenos… —exclamó Ariadne.
Sancha despejó el camino con orgullo y se jactó—: ¡Eso es porque yo los entrené!
Sancha se había convertido en el ídolo del refugio y presumía de su logro medio en broma.
—Pero estoy muy orgullosa de ellos—confesó Sancha tímidamente—. En realidad, tampoco esperaba mucho, ya que el período de entrenamiento fue corto y todo...
No lo dijo en voz alta, pero conocía sobre todo el derrotismo del Refugio de Rambouillet. Sobre los indigentes pesaba un sentimiento de derrota y desesperación. Pensaban que, hicieran lo que hicieran, no cambiarían nada.
Sancha se mostró esperanzada ante los miembros del refugio, pero sabía que su letargo podría con ellos.
—Pero algunos de ellos aprenden rapidísimo, incluso mejor que nuestro personal doméstico. Son excepcionales —elogió Sancha.
Ya debe haber formado su propio grupo interno.
—¿Es así? ¿Quiénes en especial? —preguntó Ariadne.
—Bueno, Gretta es buena. Tiene diez años. Y Monte, un chico de trece años, también es bueno. Ambos son rápidos, hábiles y llenos de pasión.
Ariadne se esforzó por recordar sus nombres. Tenía previsto no sólo ayudar a los trabajadores cualificados a reasentarse fuera del refugio, sino también traerlos a la casa De Mare para una importante promoción.
—No los pierdas de vista. Podrían acabar siendo tus competidores —dijo Ariadne.
—¡¿QUÉ?! —los ojos de Sancha se abrieron de par en par y protestó—: Creía que yo era tu favorita. Qué decepción. Creía que teníamos un vínculo más estrecho.
—Bueno, manda el más competente. Y yo me pongo del lado del ganador.
Ariadne sonrió y se burló de Sancha.
—¡Mi señora!
Ariadne sólo bromeaba, pero Sancha tenía derecho a estar nerviosa porque el equipo de enfermería del Refugio de Rambouillet era realmente bueno. Eran lo bastante buenos como para que los rumores se extendieran por todo San Carlo. La gente las llamaba los Ángeles de Rambouillet vestidos de blanco. Incluso las altivas casas nobles enviaban notificaciones de apoyo al equipo.
—Mi señora... Recibimos una llamada de la casa del Marqués Salvati.
—Sí, a mí también me informaron.
La marquesa Salvati había solicitado al Secretario General Albani el envío del equipo del Refugio de Rambouillet. Simultáneamente, la marquesa Salvati envió una carta solicitando la ayuda de Ariadne.
Que el marqués Salvati pidiera ayuda al Refugio de Rambouillet era señal de que su reputación era insuperable. El siguiente lugar al que acudir era la mansión del marqués Salvati.
Ariadne preguntó—: Sancha, ¿crees que algunos saben que estoy detrás de todo esto?
—¿Algunos? ¡Usted es las conversaciones de toda la capital, mi señora! —Sancha miró a Ariadne y le preguntó—: ¿Cuándo se habló más de usted anteriormente? ¿Fue cuando se enfrentó al Apóstol de Assereto?
Ariadne pensaba que era más famosa por el escándalo del triángulo amoroso entre ella, Alfonso y Césare, pero no quería sacar el tema.
En lugar de eso, dijo—: Creo que sí.
—Creo que pronto marcará un nuevo récord. ¿Sabe cómo le llama la gente? Dicen que eres la "Santa del Refugio de Rambouillet".
Aghh.
Eso sonaba raro. Ariadne no poseía el Refugio de Rambouillet y no se consideraba una santa. Nunca en su vida se consideró buena, santa o devota.
—¿No estás contenta con tu apodo? —preguntó Sancha.
—Estoy bien... —Ariadne contestó a regañadientes—. No puedo evitar que la gente me llame así.
—¿Te rindes tan rápido?
—Al menos no me llaman Virgen María.
Sancha se dio cuenta enseguida de que Ariadne no esperaba mucho de la gente y secundó—: Eso es demasiado.
* * *
Mientras la reputación de Ariadne en San Carlo subía a otro nivel, la tropa de Césare también mostraba un excelente rendimiento en el feudo Pisano.
—Tras quemar todos los campos de trigo, esos imbéciles gallicos empezaron a saquear regiones más lejanas.
—Empezaron a separarse y a ir de un lado a otro en pequeñas unidades.
—Bien…
Tras la visita de Ariadne, Césare aceptó su consejo y organizó una pequeña fuerza de asalto. La tropa estaba compuesta por 1.500 soldados de la región norte, junto con 1.000 residentes locales, que regresaron tras extenderse el rumor de que el nuevo duque Pisano les proporcionaría salarios mensuales de grano.
Y la rama de las armas era sobre todo la lanza, porque era fácil de aprender y permitía despachar rápidamente a las tropas.
Y otra razón era que las lanzas eran la única arma, excluyendo las ballestas, que podía contraatacar a la caballería pesada.
En esta época, la caballería pesada era prácticamente un arma estratégica viviente. Los rumores decían incluso que, en las Primeras Cruzadas, Courtenay IV derrotó a 26.000 soldados de infantería ligera del Imperio Moro con sólo una caballería pesada de 600 hombres. Era difícil de creer, pero no se correría la voz de generación en generación si fuera una leyenda. La historia contaba sin tapujos lo poderosa que era la caballería pesada.
—Quemen y eliminen la ciudad de Malina. Luego, cavad una trampa y apilad sacos de trigo —ordenó Césare, señalando el lugar en el mapa—. Que los lanceros... se escondan en los bosques circundantes y envíen sólo unos pocos perseguidores para atraer a los imbéciles galos.
—¡Sí, sí, Su Gracia!
Dado que un enfrentamiento cara a cara era imposible, su estrategia fue cavar una trampa. Y en la trampa cavada por los soldados etruscos había una densa hilera de afilados pinchos de madera.
Su plan era atraer a la trampa a los gallicos con los perseguidores etruscos disfrazados de pastores. Una vez que cayeran, no podrían escapar por su cuenta. Entonces, los lanceros aparecerían y lanzarían largas lanzas desde arriba. Este fue el cambio de planes del Duque Pisano.
Aunque añadió tantos jinetes ligeros como pudo desde el norte, no eran rival para la caballería pesada de Gallico. No podía permitir que sus mejores hombres se enfrentaran cara a cara contra los mejores de su oponente, especialmente cuando sus hombres iban a derrotarles de plano. Esta era la estrategia secreta de su futura Duquesa Pisano.
Los jinetes ligeros patrullarían en la retaguardia y robarían víveres enviados para las tropas gallicanas desde el norte.
—Veamos cuánto duran.
Césare miró el mapa con ojos brillantes. Estaba seguro de que las cosas saldrían bien.
* * *
¡Bang!
—¡Esto no tiene ningún sentido!
Furioso, Filippo IV arrojó su vaso de hojalata sobre la mesa.
—Despaché a las tres mejores divisiones de Gallico con 16.000 soldados. ¿Pero están siendo derribados por campesinos etruscos? ¡Esto es increíble!
El mensajero enviado por la caballería pesada no pudo hacer otra cosa que mirar al suelo.
—¡Esas ratas astutas!
Filippo III arrugó el pergamino haciéndolo una bola con manos furiosamente temblorosas. Estaba de tan mal humor que incluso la princesa Auguste se sintió abrumadoramente intimidada y se quedó paralizada en el acto.
Volvió a repasar el pergamino, aunque ya lo había leído al menos tres veces. La carta decía que el ejército etrusco robaba sus víveres, les tendía emboscadas intermitentes y utilizaba sus conocimientos geográficos para cavar trampas y atraer a su tropa hacia ellas. Y los alimentos enviados desde Gallico eran arrebatados consecutivamente.
Trescientos soldados de caballería pesada ya estaban apresados o muertos. La pérdida fue grave.
—No es de extrañar que sea el hijo bastardo del Rey. ¡Sus actos vulgares vienen de sus raíces!
Pero por muchas veces que Filippo denunciara la cobarde estrategia de Césare -atacar por la espalda como un ladrón- nada cambiaba.
Filippo apretó los dientes.
—Bueno, que hagan lo que quieran. Les enseñaré quién manda —entornó los ojos e invocó a un sirviente—: ¡Tú!
—¡Sí, Majestad!
—Dile al Gran Maestre de la caballería pesada de Montpellier que no se deje influenciar por su humilde actuación de payaso. ¡Que organice la línea de batalla, abandone las fronteras y avance hacia el interior de Etrusco!
Al darse cuenta de la implicación, los sirvientes contuvieron la respiración. En una fracción de segundo, la ansiedad se apoderó del palacio.
El Rey estaba ordenando una guerra total.
Si la tropa gallica atravesaba las fronteras y avanzaba hacia tierra firme, esto significaría una guerra a gran escala entre los dos reinos. Nadie se atrevió a detenerle, pero la princesa Auguste recordó a Filippo IV un hecho con voz extremadamente suave.
—Filippo —éste miró a Auguste mostrando el blanco de los ojos—. Dicen que la peste negra se ha extendido por todo el Reino Etrusco. Me preocupa un poco que nuestras tropas puedan infectarse en el proceso de avance hacia el interior.
Ni siquiera se atrevió a decir que Gallico debería declarar una guerra total por adelantado para cumplir con la cortesía de las naciones e intentó oponerse a la idea de su hermano de la forma más moderada.
Pero incluso sus amables palabras provocaron a Filippo, y su rostro tembló de rabia. Todos en el palacio, incluida Auguste, bajaron la cabeza asustados.
¿Su ira llegará al techo? ¿Perderá la cabeza?
Pero, afortunadamente, el Rey dejó de temblar al cabo de un rato y ordenó con calma y serenidad—: El Gran Maestre asumirá la responsabilidad.
Eso significaba que Filippo haría lo que quisiera, así que los subordinados estaban solos para evitar la peste negra. Pero nadie en el Reino Gallico podía decirle nada al Rey.
—¡Sí, Majestad! —corearon todos.
* * *
Y la decisión de Filippo IV provocó la reacción inmediata del reino etrusco.
—¡E-ese pequeño insolente...!
Tras ser notificado, León III tembló incontrolablemente y estuvo a punto de caerse del trono.
—¡¿Cómo se atreve...?! ¡Ese mocoso no sabe lo que hace...!
La caballería pesada del Reino de Gallico avanzaba hacia el sur. León III no podía creer cómo el sobrino de su difunta esposa podía hacerle esto. Bueno, no había hecho mucho por su sobrino político, pero era mucho más joven que él, y debía presentar sus respetos a sus mayores. ¡¿Pero cómo se atrevía ese mocoso a hacer algo así?!
—¡Envíen al enviado Trevero ahora mismo! —ordenó León III.
Trevero era el principal órgano religioso de la Santa Sede. Planeaba apelar al Papa Ludovico.
—¿A quién designará como enviado, Sire?
Normalmente, habría enviado al Conde Marques, ya que era el encargado de los asuntos diplomáticos, pero en ese momento estaba demasiado ocupado respondiendo a la guerra. Lo mismo ocurría con el marqués Baltazar, cercano al Cardenal De Mare.
Suspiro...
—No hay nadie disponible. El Conde Rinaldi es el único que queda.
—¡Sí, Majestad!
El señor Delfinosa, secretario del Rey, respondió con confianza, pero se mostraba escéptico sobre si el envío del Conde Rinaldi persuadiría al Papa Ludovico de ponerse de parte de los etruscos. De todos modos, el rey gallico era el "príncipe" de las Cruzadas, la mayor preocupación del Papa, mientras que el rey etrusco no había aportado nada.
—¡Emitan órdenes de movilización en todo el país! —ordenó el Rey—. ¡Díganle a los señores feudales que envíen 10.000 soldados de las casas de los duques, 5.000 de las casas de los marqueses y 3.000 de las casas de los condes, dependiendo de la extensión territorial!
Pero el secretario dudaba de su eficacia.
—Sí, Sire. Enviaré un mensajero urgente ahora mismo —dijo el secretario.
Aunque dudaba de que vinieran soldados, podía enviar un mensajero de todos modos. El señor Delfinosa inclinó la cabeza.
* * *
Y las acciones de León III causaron un efecto mariposa en Césare en las fronteras.
—¿Qué? —preguntó Césare, desconcertado.
—¿Dónde debemos estacionar a los soldados...?
—No, antes de eso. ¿Escuché lo que creí escuchar?
—La carta es de Su Majestad el Rey en persona.
Césare no era aficionado a la lectura. Prefería las notificaciones orales, pero tuvo que leer la carta él mismo, ya que no daba crédito a lo que oía.
—¿Espera que... vaya contra la caballería gallica con 7.000 soldados? —Césare preguntó de nuevo.
Por fin llegó el momento en que el deseo largamente esperado de Rubina se hizo realidad: Césare se había convertido en el "Comandante Supremo de Etrusco". Pero Césare había recogido el cáliz envenenado y quería tirarlo. Lo único que quería era irse a una playa tranquila y esconderse como un ermitaño.
—Refuerzos de 1.500 vinieron del norte, 1.000 son soldados del feudo Pisano, y 4.500 fueron enviados de la capital.
León III soñaba con convocar 5.000 refuerzos en un solo ducado, pero no fue fácil. Lo mejor que pudo hacer fue reunir a 3.000 soldados de todas las regiones de la nación.
Y 1.500 soldados pertenecían a la tropa real enviada por León III. Aunque la caballería pesada etrusca no era tan buena como la de Montpellier, era la mejor entrenada de la nación.
—Su Majestad el Rey fue generoso —dijo Césare amargamente—. Pero eso es lo peor de todo.
Una tropa real de 1.500 hombres significaba que León III había enviado casi todos los recursos disponibles, excepto unos pocos -bueno, menos que unos pocos- para defender la capital. Y puesto que León III se esforzó al máximo, esperaba que Césare mostrara un rendimiento notable.
—Aún así... no tenemos ninguna posibilidad —murmuró Césare con desesperación.
El problema era que necesitaban al menos 15.000 soldados reales, no 1.500, para estar a la altura de los 16.000 mejores soldados de Gallico.
Césare se mordió los labios sin poder evitarlo. Sabía a sangre en la boca.
—¿Dijo algo más Su Majestad el Rey? —preguntó Césare al mensajero.
Tal vez el rey añadió cómo organizar las tropas y dónde debía estar el campo de batalla. Césare sintió que se ahogaba y se agarraba desesperadamente a un clavo ardiente.
Pero el mensajero respondió sin piedad—: ¡Su Majestad añadió que debías ganar a toda costa! —el mensajero debió de olvidar algo, porque añadió rápidamente—: Eso me recuerda algo. La duquesa Rubina dejó un mensaje para usted.
Incluso antes de oír las palabras, el duque Césare sintió dolor de cabeza y se frotó las sienes.
—"¡Confío en ti, hijo!" es lo que dijo.
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Pobre cesare, mucha presión para alguien que apenas y sabe de guerras 🥲
ResponderBorrarMe sentí en los zapatos de Césare, que estress!! 😖😖
ResponderBorrarPobre Cesare 😔
ResponderBorrarEs normal sentir pena por Cesare? Ya no sé ni que pensar de él
ResponderBorrarAquí o madura o se muere. Es demasiada responsabilidad de una sola vez!!! Al menos debieron haberle comenzado a dar educación de Heredero al trono.
ResponderBorrarPor cierto, la madre con su ambición le importa un comino su hijo inexperto en artes militares? 🤡