Ariana debería haberse obstinado en su vestido chillón, montando una escena lacrimógena durante toda la fiesta. Esto habría permitido a Rachel culpar a la ascendencia de Ariana como hija del señor oriental, y la gente habría murmurado entre sí por el marcado contraste entre esta chica y las aparentemente bien educadas Helena y Victoria.

Algunos podrían empezar a sospechar del trato que Ariana estaba recibiendo en la mansión, pero sólo unos pocos sin importancia. Eso era lo que debería haber ocurrido, pero Ariana ni había llorado ni se había avergonzado.

Victoria miró a las criadas arrodilladas frente a ella.

Ordenó a las damas de compañía un castigo.

—Que las golpeen cincuenta veces a cada una y las encierren en la torre oriental.

—¡Mi señora! ¡No, mi señora! Por favor, perdónenos.

—Hicimos lo que pudimos y siempre lo haremos. Por favor, ten piedad.

—Por favor, mi señora.

La torre oriental era una prisión sin guardias ni transeúntes. Era un lugar aterrador donde los que habían pecado contra la Casa de Bronte eran encarcelados y olvidados. Las doncellas sabían que nadie había salido vivo de la torre.

Sin embargo, Victoria entró en su dormitorio sin decir palabra, y las criadas fueron arrastradas por los sirvientes que las damas de compañía habían convocado.

***

El duque Jacob Bronte había guardado silencio desde que terminó la fiesta. Jacob era alto y delgado, con el pelo y los ojos negros. Tenía una mirada erudita y ligeramente irritable. Sin sonrisa, parecía enfadado; con sonrisa, se le formaban arrugas alrededor de los ojos que le hacían parecer amable. Rachel se había enamorado de su sonrisa.

Jacob lo sabía, y siempre sonreía cerca de su mujer. Hacía mucho tiempo que no lo veía fruncir así el ceño. Desde que lo conocía, sólo se había mostrado así de serio en dos ocasiones: una, cuando se dio cuenta de que Rachel tendría que casarse con el señor del Este, y la otra, cuando Rachel regresó al Reino del Oeste con Ariana, la hija que había tenido con aquel señor.

Y hoy, el ceño de Jacob estaba más fruncido que nunca, y se negaba a establecer contacto visual con su esposa.

Rachel le puso cautelosamente una mano en el brazo. —Jacob, no tienes que tomarte esto demasiado en serio.

—¿Que no? ¿Lo dices en serio? —replicó, y Rachel se estremeció.

Nunca había temido a nadie como hija del señor del Oeste, pero se sentía más vulnerable con Jacob. Era el único hombre al que había amado y al que amaría. No quería que la odiara.

—¿No viste las miradas de todos ellos ni oíste lo que murmuraban sobre la chica? Rachel, no sólo estaban los nobles del Reino Occidental en la fiesta. Algunos eran de la capital. Y no podrás evitar que hablen.

—¿Qué necesidad hay de hacer eso? Déjales en paz. Digan lo que digan serán cotilleos efímeros. Nuevos escándalos estallan cada día, y Ariana pronto será olvidada.

Jacob suspiró.

—Rachel, un incidente así no se olvidará fácilmente. No es la hija de cualquier aristócrata. Es la hija de una princesa del Reino del Oeste y del señor del Este, y ahora la hija adoptiva de la Casa de Bronte. ¿No les encanta a las mujeres de la alta sociedad hablar de este tipo de cosas?

—Es cierto, sí, pero...

—Puede que olviden brevemente, pero volverán a recordarlo cada vez que nos vean.

Rachel observó con desesperación cómo Jacob se paseaba furioso por la habitación. El incidente de la fiesta había sido una terrible pesadilla. ¿Por qué había ocurrido algo así en una fiesta a la que asistían los nobles de la capital, y los más influyentes?

La Ariana que Rachel había visto en el invernadero parecía una persona completamente distinta, como si un espíritu maligno la hubiera poseído. Su expresión, su mirada, su actitud y su forma de hablar eran completamente nuevas. Rachel pensó en los últimos días, desde que Ariana había empezado a actuar de forma extraña.

Ariana había actuado de forma diferente cuando enfermó a causa de la comida podrida, y también cuando Rachel se la había encontrado en el jardín ayer por la mañana. Rachel no se había tomado en serio el cambio entonces, pensando que la chica estaba probando una nueva táctica, desesperada por ser reconocida. Rachel había supuesto que Ariana no podía hacer ningún daño a la casa mientras estuviera bajo su control. Pero Ariana había abierto un enorme agujero en la reputación de la casa en un solo día. Como había dicho Jacob, los nobles que asistieran hoy a la fiesta recordarían lo que habían visto cada vez que se mencionara la Casa de Bronte.

Su padre, el señor del oeste, le había dicho que criara a Ariana en silencio, para que incluso el señor del Este se olvidara de su propia hija. Nadie debía fijarse en ella. Entonces, cuando llegara el momento adecuado, se encontraría una familia apropiada y casarían a Ariana. El señor del oeste ya había seleccionado algunas casas candidatas para este fin, la más prometedora de las cuales era la casa Alfrehi. El vizconde Ingo Alfrehi había ganado su fortuna con la venta de armas y había comprado un título con el dinero.

Rachel seguía temiendo a su padre, aunque ahora estuviera casada. Era un hombre capaz de vender a sus propios hijos para conseguir sus propósitos.

Rachel se había visto obligada a alejarse del hombre al que amaba y a casarse con un desconocido, pero quería que sus dos hijas amaran libremente y siguieran su corazón. No podía permitir que su padre utilizara a Helena o a Victoria como lo habría hecho con Ariana, como una herramienta para su propio beneficio. Se le ocurrió una idea. Podría ser cruel con Ariana, pero después de todo, ella se lo había buscado.

Rachel no se sentía culpable por lo que estaba a punto de hacer. Haría lo que fuera por Helena y Victoria.

La duquesa Loventa había invitado a Ariana a la capital durante la próxima temporada social, pero Rachel no tenía intención de llevarse a la chica. Si ocurría algo que impidiera a Ariana ir, Juliana se vería obligada a aceptarlo. Si Rachel tenía suerte, el incidente de la fiesta podría incluso considerarse una traviesa treta por parte de Ariana. Rachel acarició el brazo de su marido, que aún parecía afligido.

—No te preocupes, Jacob. Esto se solucionará pronto. Me aseguraré de ello.

***

Los sollozos de las mujeres llenaban el aire húmedo. Los lamentos habían comenzado ayer y se habían calmado en el transcurso de la noche. Pero ahora eran aún más tristes, más resentidos y más temerosos.

Ariana se apoyó en la fría pared con los ojos cerrados, escuchando el llanto de las criadas. Tal vez oír tales sonidos en la oscuridad podría haberla asustado, pero en su rostro se dibujó una extraña sonrisa.

Victoria siempre había sido educada y amable con los criados para mantener una buena reputación entre todos. Los criados la habían elogiado a menudo, diciendo que no sólo era guapa por fuera, sino también por dentro. Sin embargo, parecía que la amabilidad de Victoria se había venido abajo a la menor adversidad.

Si esto hubiera ocurrido unos años más tarde, Victoria no habría reaccionado tan emocionalmente. Aunque Victoria fuera hábil leyendo a la gente y manipulándola en secreto, no tenía la experiencia suficiente para enfrentarse bien a un desastre repentino.

Las criadas, que no habían bebido ni una gota de agua desde su encarcelamiento la noche anterior, tenían ahora la garganta seca y ronca, lo que amortiguaba sus sollozos.

A diferencia de Ariana, a la que habían metido en una celda subterránea sin ventanas, a las criadas las habían colocado un piso más arriba, con ventanas para que entrara la luz. Rachel las liberaría esta noche o al día siguiente, como muy tarde.

La gente ya estaba hablando de los abusos de Ariana, y ella no querría tener que lidiar con la muerte de varias criadas al mismo tiempo. Le temblaba el cuerpo de tanto dormir sobre el duro y frío suelo. Le dolían los lugares donde Rachel la había golpeado y tenía sudor frío en la frente debido a la fiebre. Se rodeó con ambos brazos. Estaba acostumbrada a estar encerrada, pero la sed nunca parecía aliviarse. La fiebre sólo intensificaba su sed.

Tal vez porque estaba sola en la oscuridad, una variedad de emociones parecían asomar sus feas cabezas sin previo aviso. La más poderosa era la sensación de miseria que creía haber dejado atrás con su muerte.

Quería seguir adelante estoicamente, despojándose de todas las emociones negativas, pero ningún viaje en el tiempo podría borrar sus emociones por completo. Se sentía miserable y triste, y se compadecía de su posición. Su único pecado había sido nacer. Sólo quería vivir. ¿Por qué tenía que sufrir semejante trato? Apretó los puños y sintió que los ojos se le calentaban.

Ariana hizo todo lo que pudo para contener sus sentimientos y alejar la angustia de sus pensamientos. Pensó en Rachel, que la había abandonado y pisoteado, en Helena, que se había reído mientras moría, en el dolor de la tosca cuerda mordiéndole el suave cuello, y en Victoria, la autora intelectual de todo aquello.

La persona con la que estaba más resentida y a la que más odiaba era a sí misma, Ariana, por confiar en ellos; se había vuelto estúpida por su anhelo de afecto y reconocimiento. Necesitaba endurecer su corazón. Era demasiado débil.

Para olvidar su dolor físico, forzó sus pensamientos en otra dirección. Intentó imaginar qué haría Rachel a continuación y qué viles trucos se le ocurrirían a Victoria. Luchó por salir de la miseria que nadie más que ella conocía. En ese momento, algo cayó a sus pies.