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SLR – Capítulo 179

 Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 179: El graduado 

El Cardenal trajo a su estudio a su segunda hija en lugar de a su hijo por capricho. Quería hablar con alguien y su hijo no tenía ganas de hablar, pero su segunda hija estaba allí.

El Cardenal se sentó en la mesa del bar, cogió un solo vaso y sirvió grappa lo justo para empapar el fondo.

Si hubiera estado con su hijo, habría sacado dos copas, pero había algo que no encajaba en la idea de entregar licor fuerte a su segunda hija, ahora la más joven.

Ariadne entregó agua caliente a su padre como si lo hubiera hecho cientos de veces, algo que también hacía cuando el regente Césare bebía durante el día.

El Cardenal pensó: '¿Dónde habrá aprendido eso? Es demasiado joven para saberlo.'

Vertió agua tibia y ajustó el grado de alcohol.

—El Rey se niega a patrocinar las Terceras Cruzadas —dijo el Cardenal, y murmuró en voz baja—: Es un tacaño. 

Luego, dio un sorbo a la grappa.

Los ojos de Ariadne se abrieron de par en par y preguntó—: Entonces, ¿cómo se las arreglará con las tropas de caballería pesada de la frontera nacional?

—Bueno, ¿Crees que solo está la caballería pesada? La infantería se les unirá.

La cara de Ariadne se endurecía por momentos. Esto no tenía buena pinta.

—Entonces, ¿es la capacidad diplomática del Príncipe Alfonso en el Reino de Gallico la única salida? —preguntó Ariadne.

—El marqués Baltazar tiene nuevos planes que se espera que funcionen a las mil maravillas. Es confidencial, así que no sé cuáles son, pero tendrá lugar fuera del Palacio Carlo, así que creo que tu suposición es correcta —pero el Cardenal De Mare negó con la cabeza y añadió—: Aunque no creo que haya ninguna salida. No tengo ni idea de lo que el Rey tiene en mente.

Mientras el Cardenal se quejaba de los asuntos nacionales tomando una copa durante el día, Ariadne pensaba en la diferencia entre su vida anterior y la actual.

En su vida anterior, León III había pedido ayuda al Cardenal De Mare unos seis meses más tarde que ahora.

Por aquel entonces, Filippo IV ya había pagado la mayor parte de las monedas de oro de las Terceras Cruzadas. Así habían cambiado las tornas, y el Papa Ludovico podía oprimir a Filippo IV y el Cardenal De Mare podía recomendar a Isabel como Princesa para que la Santa Sede tomara cartas en el asunto.

'Pero esta vez, eso queda descartado.'

Ariadne podría haberse convertido en reina fácilmente, pero ahora, su oportunidad se había esfumado. Se sentía fatal y necesitaba desesperadamente un sorbo del licor fuerte que bebía su padre. Todo lo que necesitaba era un vaso de bebida alcohólica que corriera por su garganta y manipulara su cerebro para dormir bien.

'Lo único que es mejor que mi vida anterior es que la región de Gaeta aún permanece en el territorio del reino etrusco…'

En ese momento, el charco de luces dispersas en la yema de su meñique derecho empezó a iluminarse como un diamante. Parecía que las luciérnagas bailaban sobre su uña. Inconscientemente lanzó una mirada a su padre, pero él parecía completamente ajeno a las luces.

'¿Por qué? ¿Por un trabajo bien hecho?'

Pero no hubo respuesta desde el charco de luces. Ariadne estaba pensando en la Regla de Oro cuando el gemido de su padre la hizo espabilar. 

—¿Dónde gastó todos los impuestos recaudados?

—¿Había excedentes fiscales? —preguntó Ariadne mecánicamente ante el refunfuño de su padre.

Debió de sonar suave porque su padre deliró—: ¡Claro que tienen que tener excedentes después de recaudar montañas de impuestos! Hace más de quince años que no recauda una fortuna de la gente noble, ¡y eso no debe haber sido suficiente porque está empezando a imponer impuestos indirectos al monasterio y al santuario!

Bajo el lema escrito en las Meditaciones, "Dad, pues, al César lo que es del César, y a Gon lo que es de Gon". El continente central no impuso impuestos sobre las propiedades de las iglesias; no, no se atrevieron a hacerlo. Ningún rey tuvo el coraje de ir contra la orgullosa Santa Sede y al Papa y ver cómo serían capaces de responder ante eso.

N/T: Aquí la autora de la novela puso otra referencia religiosa muy interesante. Citando a Mateo 22:21. La cita expresa la diferencia entre la diferencia de los asuntos terrenales (el César) a los asuntos divinos (Gon -Dios-). Aquí se usa la respuesta de Jesús quien anima a los ciudadanos a pagar los impuestos y también a cumplir con la religión pagando con amor al prójimo a Dios. Resumiendo ésa es la idea.

Pero León III intentó eludir el principio de exención fiscal de las propiedades eclesiásticas en lugares cercanos. No sólo lo intentó en las casas particulares, sino también en los monasterios, imponiendo elevados impuestos a la sericultura, una industria utilizada sobre todo para obtener ingresos extra. Y promulgó nuevas políticas fiscales sobre cosas esenciales utilizadas en la iglesia, como los pozos.

—En fin, nunca vi un monarca tan tacaño —se quejó el Cardenal—. Supongo que quiere guardarse todos los ducados para él y llevárselos a la tumba, eh.

El Cardenal De Mare engulló la grappa que le quedaba y miró a su hija.

—Ah, sí. Dijiste que tenías invitados, ¿verdad? —preguntó con retraso.

Ariadne dejó escapar una sonrisa amarga. Vaya si era rápido.

—Sí, padre.

—Debes irte entonces. Discúlpame por ser grosero.

—Por favor, discúlpeme.

* * *

—Ariadne, estás aquí.

Los invitados que la esperaban en el salón eran los hermanos Baltazar. Casualmente fueron testigos de la refriega en la puerta principal.

—Siento que hayan tenido que ver todo eso… —se disculpó Ariadne, inclinándose al entrar en el salón. Tenía los hombros caídos. Su reverencia pretendía disculparse por haber hecho esperar a los invitados durante tanto tiempo sin su presencia, pero no todos tenían la misma idea.

—No. Disfruté del espectáculo —la tranquilizó Rafael, sonriendo ampliamente—. Veo que Su Santidad el Cardenal es un padre cariñoso.

Julia pisó el pie de su hermano. 

—Rafael. ¡Basta!

Pero Rafael no se desanimó. 

—¿Qué? Sólo decía la verdad. Dime si me equivoco, Ariadne. Puedes contarnos cualquier cosa.

Ariadne rió amargamente. Se relacionaba más con Julia, pero no había razón para ocultarles las cosas. Al fin y al cabo, lo acababan de ver todo. Era mejor desahogarse.

—Así es —coincidió Ariadne—. Es un padre tan cariñoso. Quiere especialmente a su hijo mayor. Si yo fuera él, le habría dado una buena paliza y le habría echado de casa.

—Estamos de acuerdo.

Raphael sonrió y extendió el dedo índice. Parecía querer que Ariadne hiciera lo mismo, así que ella también estiró el índice. Rafael le pinchó el dedo con el suyo cariñosamente. 

—Y apuesto a que no somos los únicos que pensamos así.

—Si el señor Ippólito estuviera en nuestra casa, papá lo habría echado —convino Julia.

Ariadne no estaba segura de si Julia estaba respetando o menospreciando a Ippólito, ya que se dirigió a él educadamente pero al mismo tiempo dijo que lo quería echar de casa. No estaba claro que su amiga no quería hablar mal de él, pero terminó expresando de forma conflictiva el deseo de insultarlo mientras intentaba no chismear sobre él ya que era el hermano de su amiga.

—Sí, y mira lo que hizo en la universidad. Si yo fuera él y volviera a San Carlo después de hacer eso, mi padre me habría eliminado del registro familiar —reprendió Rafael.

—¿Eh...? —preguntó Ariadne, sorprendida—. ¿Qué hizo Ippólito en Padua?

Esta vez le tocó a Rafael sorprenderse.

—¡No me digas que no lo sabes! ¿Tu padre no sabe lo que hizo? —preguntó incrédulo.

Ariadne sólo parpadeó. 

—¿Qué pasó? No tengo ni idea.

—¡Dios mío! —exclamó Rafael, aplaudiendo alegremente—. Ippólito De Mare no se presentó a los exámenes finales en el Colegio de Padua y se escapó. El decano de la Escuela Militar le dio dos oportunidades de presentarse a un examen alternativo, pero Ippólito tuvo dificultades incluso después. Así que, generosamente, le dio otra oportunidad de tomar clases suplementarias y entregar su informe en lugar de hacer el examen. Pero nunca apareció por clase y desapareció.

—¿Qué? —preguntó Ariadne, sorprendida.

'¿Significa eso que nunca se graduó...?'

—El decano Grecco vino a clase durante las vacaciones y esperó a Ippólito todo el día —continuó Rafael.

Ariadne movió la cabeza de un lado a otro, incrédula. No podía creer que alguien hiciera eso, pero si se trataba de Ippólito, todo era posible.

—Esperó en la sala de conferencias vacía durante seis horas antes de que su cara se pusiera roja de furia y gritara: "¡Este tipo es imposible de rehabilitar!"

—Es todo un educador esperarle seis horas en vacaciones… —dijo Julia incrédula.

Ariadne les contó la versión de su hermano—: Ippólito nos dijo que él encabezó la protesta como líder estudiantil y que todos se negaron a presentarse a los exámenes finales. Por eso se eliminaron los exámenes finales del calendario académico…

—¡Ja, ja, ja! —Rafael estalló en carcajadas tras escuchar lo que dijo Ariadne—. ¿En serio?

—Y dijo que estaba previsto que pronunciara el discurso de felicitación de la graduación por votación, al ser popular entre el alumnado.

—¡Dios mío! —exclamó Rafael y se golpeó la frente con incredulidad—. En sus sueños. Debió de desear que ocurriera de verdad.

—¿Todo mentira...? ¿Lo que dijo era sólo un deseo? —preguntó Julia a su lado.

—Bueno, al menos tiene conciencia. No eran todo mentiras. Había un poco de verdad aquí y allá —miró a Ariadne y añadió—: Se supone que el mejor graduado pronuncia el discurso de felicitación de la graduación.

Ariadne dejó escapar una sonrisa vacía.

—Supongo que al menos tenía conciencia y no mintió diciendo que era uno de los mejores licenciados —dijo Rafael.

—Bueno, si hubiera dicho que se graduó con honores... Mis padres habrían dudado de él —dijo Ariadne.

Por mucho que el Cardenal De Mare y la difunta Lucrecia apreciaran a Ippólito, no podían negar completamente la verdad. Aunque su hijo fuera un alborotador, podían engañarse pensando que en el fondo era un buen chico, pero eso no valía para las tareas escolares, ya que los resultados se revelaban cuantitativamente.

Las mentiras sólo eran persuasivas cuando se mezclaban con un 70% de verdad, y una mentira perdía poder ante una prueba clara.

—Eso significa que Ippólito no se graduó —concluyó Ariadne.

—Tiene razón. Ni siquiera terminó la carrera por falta de créditos... Supongo que se podría decir que abandonó, ya que ahora estaría expulsado —dijo Rafael.

Ariadne pidió—: Rafael, ¿puedes hacerme un favor? Esto es embarazoso, pero...

'Pensará que soy una hermana terrible. ¿Y si piensa en mí como una doble cara? Una chica espeluznante que apuñalaría a su hermano por la espalda.'

—¿Podrías por favor mirar en el registro escolar de mi hermano?

Pero resultó que Ariadne no tuvo que preocuparse de nada.

A Rafael se le iluminó la cara y preguntó—: ¿Para cuándo lo necesitas?

'¡Ariadne De Mare acaba de pedirme un favor! Y lo haré por ella pase lo que pase.'

—No hace falta darse prisa… —empezó Ariandne.

—Lo conseguiré lo antes posible —y Rafael añadió—: Ah, y ten en cuenta que el diploma ha sido entregado a todos los graduados -excepto a Ippólito-.

Sonriendo, Ariadne dijo—: Gracias.

Rafael comprendió en el acto por qué Ariadne buscaba el registro escolar de Ippólito. Y sin que nadie se lo pidiera, también dio información para responder a cualquiera de las mentiras de Ippólito antes de que le entregara el registro escolar.

'Rafael de Baltazar, eres un buen amigo competente.'

* * *

Cuando los hermanos Baltazar abandonaron el salón de Ariadne, susurraron entre ellos mientras cruzaban el pasillo.

—Eso no es propio de ti —dijo Julia.

—¿Eh? ¿Qué? —replicó Rafael.

—Odias que te molesten. Nunca te he visto hacer algo por otra persona sin que te lo pidan antes —dijo Julia.

Rafael estaba ensimismado y no se concentraba del todo en lo que decía su hermana. Así que, en su lugar, sacó a relucir pensamientos propios. 

—¿Crees que debería haberle dicho que era el mejor graduado?

—¡¿Qué?!

—Pensar que Ippólito De Mare se da aires de haber hecho el discurso de felicitación es demasiado ridículo para ser verdad. Yo fui el mejor graduado y di el discurso.

—¿Por qué sacar ese tema? No me digas que estuviste pensando en esto todo el tiempo.

—Decir que yo mismo fui el mejor graduado parecería demasiado altanero, ¿no crees?

Julia quiso reprender a su hermano por no escucharla, pero decidió ser generosa y darle la respuesta que quería oír por las malas.

—Sí, parecerías un completo arrogante. Un snob total.

—Sí. Menos mal que cerré la boca...

¡Zas!

Rafael no miraba por donde iba ya que estaba concentrado en la conversación con su hermana, así que chocó con el hombro de una persona que pasaba por allí.

—¡Ay!

—¡Ay!

La persona con la que chocó era más corpulenta y tenía los brazos y las piernas más largos que Rafael, que tenía una figura esbelta.

Julia iba detrás de Rafael y casi choca con él cuando se detuvo de repente, por lo que chilló sorprendida.

Rafael se abrazó al hombro de su hermana como para protegerla, miró con ferocidad al hombre que tenía delante y gritó—: ¡Mira por dónde vas!

Pero el hombre que tenía delante le respondió—: ¿Por qué demonios estás en mi casa?

El hombre era Ippólito De Mare.

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