0
Home  ›  Chapter  ›  Seré la reina

SLR – Capítulo 178

 Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 178: El próximo jefe de familia contra la hija que no lo es 


—Hermana, yo soy la ama de casa en funciones —insistió Ariadne.


—¿Qué? ¿Hermana? De ninguna manera, ¿eres consciente de que soy tu hermana mayor?—replicó Isabella.


Isabella recuperaba su posición en la alta sociedad, y volvía a ser la antigua Isabella malvada. No era tan altiva y mezquina como solía ser, pero su actitud volvió rápidamente.


—Y lo has entendido todo mal, hermanita. No eres la ama de casa en funciones. Sólo necesitamos a alguien que lleve la contabilidad y haga las tareas de la casa. ¡Déjalo ya! ¡Tú no eres mamá!


—¡Y es el dinero de papá, no el tuyo! —gritó Ippólito con mirada amenazadora, poniéndose del lado de su hermana biológica.


En cuanto los empleados oyeron el alboroto en la puerta principal, se reunieron sigilosamente en grupos para verlos pelear.


Ariadne se sentía cada vez más incómoda con esta situación. Pensaba que tenía a los empleados completamente bajo su control, pero bastaba una simple riña para que acudieran a la escena en lugar de hacer su trabajo y ocuparse de sus propios asuntos. Y para empeorar las cosas, tenía invitados en casa.


Sorprendentemente, no le molestaba tanto que Isabella e Ippólito actuaran así. Como los perros que se persiguen la cola y los cerdos que nadan en el barro, los hermanos se comportaban como siempre.


—No soy tu madre, pero mi deber se refiere al control interno y externo para mantener a nuestra familia sana y salva —dijo Ariadne con calma, mirando tanto a Isabella como a Ippólito—. Una plaga se está extendiendo en la región sur, incluyendo Harenae, y se dirige hacia el norte. Y el refugio de Rambouillet es un lugar vulnerable a los gérmenes. ¿Quién sabe cuándo y desde dónde llegará la plaga? Lo correcto es que os quedéis en casa por el momento, y sobre todo que os abstengáis de trabajar como voluntarios en el refugio. No pongáis nuestra casa en peligro.


—¿La peste en Harenae? Harenae está al menos a 280 miglios (aproximadamente 210 millas) de la capital! —gritó Ippólito como si no pudiera creerla—. Puede que no lo sepas porque eres una niña estúpida y siempre estás dentro de casa. Pero, ¿tienes idea de cuánto tarda una plaga en propagarse desde Harenae hasta San Carlo? ¡Sólo quieres que seamos desgraciados, eso es todo!


Pero en el momento del golpe de Césare, Ariadne había recopilado y comprobado la velocidad de los movimientos de tropas. Por lo tanto, sabía que Ippólito estaba haciendo el ridículo. Ella ni siquiera se inmutó y continuó mirando a los hermanos.


—¿Por qué me odias tanto...? —Isabella se dio cuenta de que los criados se habían reunido para ver el espectáculo y, de repente, cambió de actitud y habló con voz lastimera para ponerse del lado de su hermano.


—¿Qué? 


Ariadne los odiaba, pero esto no tenía nada que ver con eso.


—Me tendieron una trampa y tuve que sufrir rumores ridículos. Ahora, me estoy haciendo valer e intento recuperar mi vida. Pero, ¿por qué me detienes...? —preguntó Isabella lastimeramente.


Ippólito intervino con voz mezquina—: Tiene razón. Sólo la mantienes a raya porque se acercó a la condesa Balzzo.


La condesa Balzzo ocupaba una posición considerablemente alta en el círculo social de San Carlo, pero Ariadne no la necesitaba tanto.


Ariadne resopló y dijo—: Vaya. ¿Eso es todo lo que se os ocurre? No me extraña que seáis tan patéticos. Sólo lo digo para manteneros a salvo. Así que dejad de lloriquear y quedaos dentro —Ariadne llamó al mayordomo Nicolo que estaba cerca—: Nicolo.


—Sí, señora.


—Por favor, no permitas que Isabella o Ippólito tomen el carruaje durante un mes.


Isabella e Ippólito soltaron su enfado simultáneamente—: ¿Qué? ¡¿Estáis locos?!


Ariadne los miró con calma. 


—Tienes razón, Isabella. No soy tú ni la madre de Ippólito, y soy más joven que tú, así que no tengo autoridad para castigarte o echarte de casa 5Ariadne mantuvo la compostura y añadió—: Haré lo que pueda. Tienes prohibido montar a caballo o en carruaje. Si necesitas salir, camina.


Pero ningún gran noble de San Carlo iba de excursión a pie.


—¡Qué dem...! ¡Eh!


Ariadne se dio la vuelta para regresar al salón donde estaban sentados los invitados.


Pero justo en ese momento, Ippólito sacó el pie y bloqueó el camino de Ariadne.


 —Eh, señorita. ¡No creas que puedes salirte con la tuya!


Parecía tan exaltado como para golpearla. Ariadne miró a su alrededor. Guiseppe, su subalterno directo, estaba dispuesto a sacar la espada y protegerla de Ippólito, pero la mayoría de los demás empleados, incluido Nicolo, parecían confusos y no sabían de qué lado posicionarse, si con el próximo cabeza de familia o con la regente de la casa.


Si Guiseppe sacaba la espada y reprimía a Ippólito en la casa -en realidad, Ippólito era demasiado atlético para que Guiseppe se saliera con la suya- las cosas se le irían de las manos.


Ariadne miró a Ippólito con ojos fríos.


Eso hizo que Ippólito se sintiera orgulloso ya que pensó que la había intimidado y detenido. 


—Esta será mi casa, así que haz lo que te digo, mocosa.

Isabella se escondió a espaldas de Ippólito y miró a Ariadne, regodeándose.


—Una vez que padre muera, y yo me convierta en el cabeza de familia, espera a ver lo que te haré. ¡Cómo te atreves a impedirme montar a caballo contra mi voluntad!


Levantó el puño como si pensara darle un puñetazo.


—Pequeña imbécil altanera. Será mejor que dejes de portarte mal, o te convertirás en la amante de un viejo noble —Ippólito añadió—: Porque se acabó para ti y tu príncipe azul.


Ariadne oyó que Isabella reía suavemente a espaldas de Ippólito.


Justo entonces, sonó una voz severa. 


—¿Qué has dicho de mí?


Era el Cardenal De Mare. Vestido con el traje oficial del Cardenal, entró en la casa.


—¡Pa-padre! —sorprendido, Ippólito se dejó caer al instante y escondió sus amenazadores puños tras la espalda.


—Vuelves pronto a casa —Isabella también se puso en su acto de niña buena y actuó obediente delante de su padre—. Sueles volver de la capilla de San Ercole después del atardecer, así que pensé que hoy estarías aquí al anochecer.


—Bueno, hoy estuve en el palacio real, no en la gran capilla.


El Cardenal De Mare había vuelto a casa después de conversar con el marqués Baltazar y no estaba de buen humor. 


—¡¿No podemos tener un poco de paz y tranquilidad en esta casa?!


Isabella aprovechó la oportunidad. 


—¡Todo es por culpa de Ariadne!


El Cardenal miró con escepticismo a su primera hija. Empezaba a darse cuenta de que la alborotadora de la casa era su primera hija, no su segunda.


Isabella notó que su padre no era comprensivo, pero que estaba dispuesta a escuchar. 


—¡Sólo se encarga del libro mayor y de las tareas domésticas, pero actúa como si fuera nuestra madre!


—Y papá —se quejó Ippólito—. ¡Esa chica intentó castigarnos!


Los hermanos sí que tenían talento para tomar partes de una historia y distorsionarla. Ariadne ni siquiera sentía la necesidad de explicarse. Sólo quería que aquellos imbéciles se hundieran en la tierra y desaparecieran.


Pero el Cardenal De Mare miró a Ariadne como esperando una explicación.


A regañadientes, Ariadne abrió la boca para hablar.


—¿Cómo podría atreverme a hacer eso? Sé que no estoy autorizada a hacerlo.


—¿Entonces por qué dijiste eso?


—Padre, ¿sabe que Ippólito e Isabella están haciendo actividades de voluntariado?


El Cardenal De Mare nunca había oído hablar de eso. Esto era totalmente inesperado, y lanzó una mirada de sorpresa a sus hijos.


—En estos días, una plaga ha estallado en el sur y se está extendiendo hacia el norte —continuó Ariadne—. Su propagación es lenta pero poderosa.


—Hmm.


No era la primera vez que lo oía. Los sacerdotes y obispos del sur armaron un escándalo y pidieron ayuda a San Carlo.


—La plaga empieza a extenderse desde los barrios de chabolas. En mi opinión, lo correcto es tomar un control interno y externo y abstenerse de entrar en lugares de riesgo mientras tanto.


—Entonces, ¿les preguntaste amablemente a Ippólito e Isabella e intentaste convencerles de que evitaran las visitas a los barrios bajos?


Ariadne se quedó sin habla. Mirando fijamente a su padre, respondió—: Al principio lo intenté...


—¡Mentirosa! —la voz aguda de Isabella parecía perforar el techo por encima de la puerta principal.


—¡Le ordenaste que "dejara de ser voluntaria" sin una explicación! —Ippólito intervino, poniéndose del lado de su hermana.


Los hermanos formaban un dúo fantástico, sólo en momentos como éste.


Isabella añadió—: Le pregunté: "¿Por qué nos da órdenes?" Entonces, ¡de repente obligó al mayordomo que nos prohibiera usar el carruaje y los caballos de la casa!


—¡Tu madre era criada! ¿Te acuerdas? Conoce tu posición! —acusó furioso Ippólito.


El Cardenal De Mare chasqueó la lengua. Estaba claro como la luz del día cómo se había desarrollado el incidente.


—Ariadne —empezó el Cardenal.


—Sí…


—Tienes buen juicio para alguien tan joven —pero ella sabía que su padre no había terminado—. Pero…


Ella lo sabía.


—Eres demasiado agresiva, como un ariete.


N/T ariete: Arma de asedio utilizada en la antigüedad para romper paredes o puertas fortificadas. La forma más rudimentaria era un tronco cargado por varias personas e impulsado por la fuerza bruta.


—…


—Las jóvenes deben aprender a ser dóciles a medida que crecen. De ese modo, guiarán virtuosamente a su familia como madres y señoras de la casa y ayudarán adecuadamente a su marido, el cabeza de familia.


Era prácticamente la primera vez que el Cardenal De Mare daba a Ariadne una lección sobre la vida. Pero le decía que fuera dócil y femenina, lo cual era completamente diferente de lo que le decía a Isabella en su vida anterior. ¿Se debía a que tenían características diferentes, a que él tenía expectativas distintas para sus hijas o a la discriminación?


Tras sermonear a Ariadne, el Cardenal miró a Ippólito e Isabella. 


—Pero debéis saber que lo que dijo Ariadne es correcto, aunque pueda resultar desagradable al oído.


—¡Padre! —chilló Isabella.


—¡Padre! —gritó Ippólito.


—Ippólito, Isabella, absténganse de visitar los barrios bajos hasta que las cosas se calmen. Eso significa que está prohibido hasta que la plaga desaparezca.


—¡Ni hablar! —se quejó Isabella, con la cara enrojecida—. ¡Tengo que seguir con el voluntariado para quedar bien con la condesa Balzzo!


El Cardenal De Mare chasqueó la lengua en silencio. Lo sabía. Isabella no sería voluntaria en los barrios bajos sin algo a cambio.


—¿Y qué pasa con mi reputación en la alta sociedad? —se lamentó Isabella—. ¡Esta es una oportunidad de oro! No puedo desaprovecharla, diga lo que diga esa moza. Si no me caso con una casa apropiada, ¡es todo por su culpa!


—Tú te lo has buscado. No culpes a los demás de tu hundida reputación en el círculo social —la regañó el Cardenal.


—¡Padre! 


Los ojos de Isabella se llenaron inmediatamente de lágrimas cuando el Cardenal De Mare sacó a colación el incidente con el marqués Campa.


Pero el Cardenal no se mostró comprensivo y dijo con frialdad—: Ahora entiendo por qué tu hermana usó palabras tan duras.


'Sob…'


Las lágrimas de Isabella rodaban ahora por sus mejillas, y miró al Cardenal De Mare.


—Padre... ¡No puedo creerte! —chilló Isabella.


Subió prácticamente volando las escaleras centrales y se dirigió a su habitación del segundo piso. En cuanto Isabella se marchó, Ippólito miró a Ariadne con ojos penetrantes y empezó a seguir a su hermana biológica.


—Ippólito.


Pero se detuvo al oír que su padre le llamaba. La voz del Cardenal De Mare estaba cargada de cansancio.


—Sí, su Santidad...


Ippólito estaba actuando sutilmente rebelde, y el Cardenal lo notó.


Suspiró profundamente y le dijo a su hijo—: Tú serás el futuro cabeza de familia. Debes ser prudente, comportarte y ser amable con los demás miembros de la familia.


'¿Pero qué...? De repente suena como Gon de Jesarche', pensó Ippólito, y su cara lo decía todo.


El Cardenal dejó escapar un profundo suspiro y añadió—: Y eso significa que tienes que ser amable con tu hermana. Ella también es parte de nuestra familia.


—…


—No quiero verte levantar los puños contra un familiar en mi casa. ¿Lo entiendes?


—Sí, padre…


—Ve a tu habitación.


El Cardenal movió la cabeza de un lado a otro y excusó a su hijo. En realidad, tenía algo que decirle. Era demasiado joven para meterse en política en serio, pero necesitaba oír hablar de asuntos políticos desde pequeño para no comportarse precipitadamente en el futuro cuando se le asignara una tarea crítica.


Pero si obligaba a su hijo, que saltaba de rabia, a acudir a su estudio para oír hablar de asuntos políticos, Ippólito pensaría que le estaba torturando con una aburrida conferencia o consideraría que no era asunto suyo.


—Ariadne, ven conmigo a tomar una copa de grappa.


N/T grappa: Es el nombre de una bebida derivada de la palabra italiana Grappolo, que significa 'un racimo de uvas', como ya se ha mencionado en anteriores capítulos es un alcohol fuerte. Lo vuelvo a recordar porque encontré este comentario en naver sobre su origen y me pareció interesante.


{getButton} $text={Capítulo anterior}


{getButton} $text={ Capítulo siguiente próximamente}

Pink velvet
tiktokfacebook tumblr youtube bloggerThinking about ⌕ blue lock - bachira meguru?! Casada con Caleb de love and deep space 🍎★ yEeS ! ★ yEeS !
Publicar un comentario
Buscar
Menú
Tema
Compartir
Additional JS