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SLR – Capítulo 151

 Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 151: El Incidente del Envenenamiento de la Reina Margarita (2)

El palacio real se convirtió en un caos.

—¡Nadie puede salir!

La guardia real irrumpió en el comedor y bloqueó la salida. Las mujeres de la nobleza atrapadas dentro murmuraban sin poder ocultar su ansiedad.

Ante la llamada de emergencia de la reina Margarita, tres médicos reales se habían apresurado a acudir. Cada uno traía un reactivo para detectar el agua del suelo y empezaron a inspeccionar el cuerpo ya frío del perro.

—¡Rocco! No pongas tus sucias manos sobre mi perro! —gritó Rubina.

Las mujeres de la nobleza habían formado un círculo alrededor de los médicos reales como espectadoras cuando un médico abrió las nalgas de la perra con el espéculo médico y miró en su interior. En ese momento, a la condesa Rubina le dio un ataque y chilló histéricamente.

Nota autor - Espéculo: Un espéculo es una herramienta médica para investigar los orificios corporales, como los oídos y la nariz.

Mientras la condesa Rubina montaba una escena, la reina Margarita la miraba con ojos fríos.

Después de que Ariadne leyera los pensamientos de la Reina, dio un paso adelante y dijo: 

—Condesa Rubina, por favor, absténgase de actos precipitados.

El rostro de la condesa Rubina se puso rojo tomate de ira. ¡¿Cómo se atrevía una adolescente a intentar enseñarle?! Y ella pensaba que era una buena chica. La traición redobló su ira.

—¡Tú! —estalló la condesa Rubina—. ¿Cómo te atreves a actuar así delante de tu superior? Deberías conocer tu posición.

Ariadne no tenía un cargo designado mientras que Rubina era condesa, así que en cierto modo tenía razón. Pero las francas palabras de la condesa Rubina hicieron que la reina Margarita frunciera el ceño al instante.

—Lo mismo se aplica a ti. —dijo la Reina.

La condesa Rubina miró a la reina Margarita con ojos ardientes de ira. Abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Sabía que la Reina tenía razón.

Ariadne advirtió a la condesa Rubina: 

—Condesa Rubina, estamos en medio de un incidente que puede ser un intento de asesinar a una familia real. Nadie en esta sala ha sido declarado inocente de la lista de sospechosos. Y si uno de nosotros es culpable, tendrá que pagar el precio.

Tras escuchar las palabras de Ariadne, la condesa Rubina cerró la boca de mala gana con expresión adusta. Finalmente, se dio cuenta de la situación en la que se encontraba.

—¿Quién podría haber hecho algo así?

—¿Pero por qué la condesa Rubina se ha callado de repente?

—Debe haberse dado cuenta de que podría ser acusada como principal sospechosa. Quiero decir, una vez que Su Majestad fallezca, ¡ella sería la que más ganaría!

—¡Oh, Dios mío...!

—¡No puede ser!

En medio de todo el caos de la sala, los médicos reales se reunieron en el centro para una reunión y pronto anunciaron las conclusiones.

—Su respetable Majestad la Reina, por favor permítanos anunciar nuestras conclusiones. Sobre el agua del suelo... Quedaba muy poca cuando llegamos, por lo que no pudimos detectar ningún veneno claro en ella.

Ariadne se mordió los labios. '¡No! Tiene que haber pruebas claras de que el agua contiene arsénico.'

Pero el médico real aún no había terminado.

—Sin embargo... Es muy improbable que el perro haya tenido una muerte súbita de forma natural, según su estado físico. Si inspeccionamos su cadáver, probablemente podríamos revelar el tipo de veneno utilizado.

—¿Pero estáis seguros de que es veneno? —preguntó alguien entre la multitud.

El médico representante respondió: 

—El perro murió demasiado repentinamente para que se trate de una muerte por causas naturales o enfermedad. En realidad, este tipo de muertes se sufren principalmente por el arsénico…

¡Arsénico! Eso provocó un pánico silencioso en todas las nobles de la sala. El arsénico era una sustancia notoria para los asesinatos. La condesa Rubina también se cubrió la cara con las manos.

¿Era realmente un caso de asesinato real?

Nadie se atrevió a abrir la boca para hablar, pero el médico real rompió el silencio al terminar su informe.

—La característica más primordial del arsénico es que la detección posterior es imposible. Por eso es tan popular entre los asesinos. Si una persona hubiera bebido esa agua, habría tenido diarrea desde esta noche y se habría sentido mareada. Sólo habrían pasado unas dos semanas antes de que esa persona muriera, así que nadie sería capaz de diferenciar si la persona murió de enfermedad o fue asesinada. Pero… —el médico miró por un segundo el cadáver del perro—. El agua la bebió un perro, que es mucho más pequeño que una persona, así que fue una sobredosis extrema, no la dosis habitual que se utiliza en los asesinatos. En estos casos, a veces vemos sangre en el estómago del cadáver. Si partimos el estómago del perro y vemos lo que hay dentro…

Pero el representante médico fue interrumpido por un chillido agudo.

—¡Noooo!

Era la condesa Rubina. Estuvo a punto de volar hasta el médico asistente y arrebatarle a su amado Rocco.

—Mi Rocco... Pobre Rocco... —se lamentó.

La gente del continente central creía que los cadáveres que no se dejaban intactos no podían continuar con el ciclo eterno de nacimiento, muerte y renacimiento. Las lágrimas caían como cascadas de los ojos de la condesa Rubina. La condesa Rubina solía ser dominante e insolente. Rara vez mostraba su vulnerabilidad ante otras personas que no fueran León III.

La Reina Margarita miraba a la sollozante Condesa Rubina con una mirada helada. La señora Carla debía de estar en estado de shock por este grave incidente que casi mató a la Reina, porque su rostro estaba blanco como un fantasma y temblaba ferozmente. Ariadne no pudo soportarlo más y saltó para detener a Rubina.

—¡Condesa Rubina! Comprendo perfectamente su pena, pero no debe entrometerse en el examen de los médicos reales.

Ni siquiera el séquito de la condesa Rubina pudo defenderla y comprobó neutralmente la situación.

—Por favor, apártense. El intento de asesinato de una familia real es un asunto serio. Cada pequeña cosa debe ser estrictamente observada, ¡y todos los asuntos deben ser claramente revelados! —dijo Ariadne.

—Tiene razón.

—Es un hecho innegable.

—Pero la condesa Rubina... ¿está realmente disgustada por su perro?

La gente empezaba a mostrarse escéptica.

Pero entonces, la voz del sirviente real atravesó el caos del comedor.

—¡Aquí viene, Su Majestad el Rey!

La puerta del comedor había estado firmemente cerrada, pero ahora, ¡se abrió de golpe! Y entró León III a la cabeza de la tropa real con pasos rudos.

A su entrada, todos los presentes, incluida la Reina Margarita, se arrodillaron al mismo tiempo.

—¡Permítanos expresar nuestros saludos al sol de San Carlo!

León III replicó con actitud extremadamente irritada.

—Levantaos todos —miró al público que le rodeaba y preguntó—: ¿Qué demonios está pasando?

La reina Margarita estaba a punto de dar un paso adelante y contestar, pero la condesa Rubina se le adelantó.

Con el perro muerto en brazos, la condesa se arrojó delante de León III, llorando. 

—¡Su Majestad!

León III temió que los excrementos del perro pudieran tocarle y se apartó rápidamente. Pero la condesa Rubina se había lanzado a por su hombre con todas sus fuerzas.

Se sacudió salvajemente en el aire y siguió llorando a lágrima viva. 

—Rocco está... Mi Rocco está…

León III se avergonzó de haber sido demasiado revelador al evitar a la condesa Rubina y carraspeó torpemente.

—¿Qué le ha pasado a Rocco, Rubina? —preguntó el Rey.

León III bajó deliberadamente la parte superior de su cuerpo y actuó como un caballero mientras la condesa Rubina lloraba lastimosamente.

—¡Mi Rocco está muerto, pero el médico real dijo que le cortaría las patas a mi pobre perro!

—No dije que le cortaría las piernas, dije que le cortaría el estómago para…

—¡Shhh!

Cuando el médico asistente intentó corregir a la condesa Rubina, el médico representante le detuvo. El médico representante había crecido en la corte real, así que bien sabía que no se debía interferir, aunque dijera lo correcto.

La condesa Rubina utilizó el ambiente a su favor y suplicó desesperadamente a León III: 

—¡Por favor, no dejes que se lleven a Rocco, por favor! Quiero enterrarlo entero.

La reina Margarita se limitó a observar la situación con el ceño fruncido. Había desobedecido a León III y se había metido en un buen lío hacía sólo unos días. Si insistía en que debía castigar a la condesa Rubina delante de todos, no sabía cómo reaccionaría su marido y si le volvería a amedrentar.

Pero no podía dejar en paz a ese perro sin que lo revisaran antes. Las manos de la Reina empezaron a temblar. Pero una manita se deslizó silenciosamente en su mano, que empezó a transpirar de ansiedad.

—¡¿?! 

La reina Margarita se sobresaltó ante el repentino contacto físico y se apartó. Vio a Ariadne de pie. Era alta para ser una adolescente, pero delgada y de huesos pequeños como una niña de su edad. Pero estaba tranquila y segura de sí misma. Mentalmente, parecía demasiado madura para ser una adolescente.

La reina Margarita podría haberla regañado, diciéndole que era grosera. Pero la calidez de su tacto la tranquilizó. La reina Margarita miró en silencio a Ariadne, y la muchacha miró a la reina y sonrió.

Ariadne susurró con la boca: —Todo saldrá bien, Majestad.

La reina Margarita sintió calor en el corazón ante sus palabras de aliento y sonrió levemente. Se sintió muy orgullosa de la joven por haberse atrevido a consolar a un adulto mucho mayor que ella.

Pero la chica a su lado no quería detenerse en "consolarla". Lo que tenía en mente era corresponder a la amabilidad de la Reina "resolviendo el caso".

—Su Majestad el Rey y el sol del Reino Etrusco, ¿puedo atreverme a decir algo en su presencia?

La voz grave y agradable al oído de Ariadne llenó todo el comedor. La reina Margarita y las mujeres de la nobleza miraron al instante a la muchacha de pelo negro, sorprendidas y al unísono.

Pero León III, con quien Ariadne pretendía hablar, miró a Ariadne con el ceño fruncido. 

—¿Tú...?

El secretario que estaba a su lado susurró: 

—Es la segunda hija del Cardenal De Mare. Conocida por enfrentarse al Apóstol de Assereto-.

—Lo sé, lo sé. —León III cortó al señor Delfinosa en mitad de la frase.

Lo que él quería saber no era quién era, sino por qué la segunda hija del cardenal De Mare había sido invitada a este acto y por qué se atrevía a proponerle hablar con él.

Los ojos de León III, delgados como una serpiente, escrutaron a Ariadne, lo que intimidó incluso a una chica fuerte como ella. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El rey no estaba contento con ella. Parecía estar pensando en el castigo que debía imponerle.

Pero Dios la ayudó, ya que la condesa Marques intervino por ella.

—Su respetable Majestad León III, esa noble dama fue la que impidió que Su Majestad la Reina bebiera el vaso de agua.

Una vez que León III se enteró de que ella había realizado una acción meritoria, su ira pareció calmarse un poco. Al fin y al cabo, el rey pensaba que era un monarca ilustrado que apreciaba las contribuciones de sus subordinados.

León III preguntó a Ariadne: 

—¿Qué quieres decir, Lady De Mare?

Incluso a Ariadne, que era tan atrevida, se le puso la carne de gallina, al sentirse intimidada por Su Majestad. Ahora que se había lanzado, tenía que terminar. No había opción para echarse atrás. Y tenía que hacer que funcionara.

Se aclaró la garganta y empezó a hablar.

—El celestial palacio real del reino etrusco se ha visto amenazado por el intento de asesinato real. Para ser exactos, se sirvió una bebida envenenada para acabar con la vida de Su Majestad. Aunque esta vez la víctima era Su Majestad, ¿quién sabe quién será el próximo objetivo en el palacio real? Nadie está a salvo.

León III dejó escapar un suspiro. Tenía razón. Solo pensar que su bebida estaba envenenada le atormentaba por las noches, no le dejaba dormir.

—Por lo tanto, debemos descubrir explícitamente quién estuvo detrás de este acto, junto con los cómplices, ¡y atraparlos a todos! ¡Entonces a nadie se le ocurrirá cometer un crimen tan terrible! Para ello, ¡la primera medida que debemos tomar es aclarar el tipo de veneno del agua!

Pero la voz chillona de la condesa Rubina la interrumpió: 

—¿A quién le importa qué clase de veneno haya ahí dentro? ¡Todo lo que tenemos que hacer es servir a la justicia de Su Majestad castigando a la horrible persona que trató de envenenarla! ¡¿Por qué tenemos que abrirle el estómago a mi querido Rocco para eso?!

Pero Ariadne no se inmutó y respondió con calma: 

—Aunque la respeto mucho, condesa Rubina, debemos aclarar el tipo de veneno para poder reconocer a la persona que posee el material venenoso específico como el autor intelectual de tales actos.

—¿Qué? 

La condesa Rubina parecía muy alterada.

—Algunas de las personas autorizadas a entrar en el palacio pueden tener veneno vegetal y otras, veneno mineral en sus casas.

La multitud vuelve a agitarse.

—¿Hay tantos que tienen veneno en sus casas?

—No sé…

—¿Qué tal irrumpir en la casa de todos para atraparlos a todos a la vez? ¿Quién guardaría algo tan tóxico en casa?

Algunos de los que guardaban veneno en casa se echaron atrás para mantenerse al margen, pero otros que no lo tenían propusieron con confianza que se registraran las casas.

Ariadne miró a las nobles y añadió: 

—Es porque los materiales venenosos pueden servir al mismo tiempo como medicina. Estoy segura de que la mayoría de ustedes usáis tomillo y hepática en casa para los dolores de estómago. Pero incluso una simple medicina para problemas estomacales puede matar a una persona si se mezcla con el fruto del espino y se toma una sobredosis.

El fruto del espino se utilizaba para el dolor de cabeza. Incluso las mujeres seguras de sí mismas tomaban esos medicamentos y cerraron la boca al instante. Solo podían volver a casa cuando se revelase que ese veneno había sido elaborado con ingredientes no comunes, ¡y no con materiales de uso general en el hogar como el tomillo!

Ariadne dirigió a la condesa Rubina una mirada significativa. 

—Me temo que debería demostrar que el veneno no es arsénico, condesa Rubina.

—¿Qué...? ¿Por qué tengo que hacer eso? —replicó la condesa Rubina, intentando que no le temblaran los labios.

Ariadne la miró fijamente a los ojos y le dijo: 

—¡Porque tienes provisiones a granel de 'salvarsán', un tipo de material arsenical!

N/T salvarsán: Aquí la autora metió un anacronismo porque ese medicamento se creó a principios del siglo XX. Fue la primera droga efectiva de la historia diseñada para curar una enfermedad, más concretamente la sífilis a partir de arsénico, sustancia muy eficaz para la quimioterapia y combatir otras infecciones. Creada por Paul Ehrlich, un doctor alemán que fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina. Comercializada por una farmacéutica bajo el nombre "salvarsán" originalmente se llamaba 606 u bala mágica.

La condesa Rubina respiró hondo y dio un paso atrás.

'¡Esa chiquilla! ¿Cómo lo sabía?'

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