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SLR – Capítulo 150

 Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 150: El Incidente de Envenenamiento de la Reina Margarita (1)

—¡Aquí viene Lady De Mare!

Mientras el criado real expresaba cortésmente la bienvenida de la corte, Ariadne entró en el comedor dispuesto por la reina. Dirigió una mirada cómplice a la marquesa de Chibaut, que había llegado antes y estaba sentada.

La reina Margarita, anfitriona del almuerzo y de más alto rango, aún no se había unido a ellos, y los invitados de diversos cargos iban entrando uno tras otro.


—¡Aquí viene la Condesa Marques!


La condesa Marques se había arreglado exquisitamente con un hermoso vestido rojo. Entró en el comedor y se sentó junto a Ariadne.

El asiento de Ariadne estaba justo al lado de la reina Margarita, a la izquierda, un asiento permitido sólo a los ayudantes cercanos. La condesa Marques solía sentarse en ese lugar, lo que significaba que Ariadne le había robado su puesto.


La condesa dirigió a Ariadne una mirada contrariada y mencionó: 


—Veo que ahora es usted la favorita de Su Majestad, Lady De Mare.


Ariadne trató de poner su cara más humilde posible. No tenía tiempo para aguantar ataques tan poco convincentes.


—Yo no diría eso. ¿Cómo podría conocer los pensamientos profundos de Su Majestad? —respondió Ariadne.


Ya casi era hora de que empezara el almuerzo. En cuanto el reloj marcó el mediodía, las bocinas anunciaron el comienzo del acto.


¡Rugido!


Todos los presentes se levantaron al unísono. Era una pequeña reunión de unos treinta participantes. Cada una de las nobles gozaba de gran renombre social en la alta sociedad de San Carlo, aunque sus cargos eran diversos.

Entonces, el anuncio del sirviente resonó por todo el comedor. 


—¡Aquí llega Su Majestad la Reina Margarita!


Los invitados doblaron las rodillas para expresar el decoro real al unísono.


—¡Permítanos expresar nuestros saludos a la luna llena de San Carlo!


Saludada por el lujoso grupo de nobles que llenaba la sala, la reina Margarita miró a los invitados con dignidad. Su Majestad no era de las que mantenían a sus invitados mucho tiempo de pie.


—Por favor, tomen asiento.


—¡Gracias por ser tan gentil, Majestad! —corearon las nobles y se dispusieron a tomar asiento.


Pero…


—Vaya. ¿Ya te sientas? —dijo en tono burlón una glamurosa y guapa pelirroja. Entró tardíamente en la sala del almuerzo e incluso llevaba un cachorro en brazos.


El criado real dio la bienvenida a la tardía invitada.


—¡Aquí viene la Condesa Rubina!


Era de muy mala educación que un invitado entrara después que la realeza. En los actos oficiales, era norma que los invitados que habían llegado antes se pusieran en pie y saludaran a un invitado que entraba después si era de rango inferior. Pero si el invitado entraba más tarde que un miembro de la realeza, esto iba en contra del decoro real.


Y traer a un cachorro tampoco estaba bien. Aunque generalmente se veían mascotas correteando durante las comidas, eran mascotas del anfitrión, no del invitado.


A pesar de la irrespetuosa entrada de la condesa Rubina, la reina Margarita no pestañeó, pero no fue el caso de otras nobles, a las que les costó mantener la cara seria.


En principio, la marquesa de Chibaut no tenía que levantarse para saludar a la condesa Rubina, ya que era de un estatus superior, pero la marquesa se levantó por reflejo, siendo débil mental, y saludó a la condesa.


Por otro lado, la condesa Marques tenía la misma posición que la condesa Rubina, y hubiera sido favorable para ella haberse levantado y saludarla. Pero la Condesa Marques se negó a moverse de su lugar y descaradamente puso cara de fastidio.


Ariadne no tuvo más remedio que levantarse y dar la bienvenida a la condesa Rubina, así que se unió a los demás para saludarla.


—¡Encantada de conocerla, Condesa Rubina!


—¡Estás más hermosa que nunca, Condesa Rubina!


—Aw. Mira qué adorable es ese cachorro. Se llama Rocco, ¿verdad?


Aunque las nobles cercanas a la Reina se obstinaron en permanecer inmóviles con gesto contrariado o se negaron a saludarla, las nobles de postura neutra se levantaron para saludarla, mientras que las nobles cercanas a la Condesa Rubina expresaron alegremente sus saludos. Ariadne pensó que estaba demasiado lejos para que la condesa la oyera, así que se limitó a levantarse y volver a ocupar su asiento.


'Sería sería la última vez que presumiera así.'


Cuando terminara el almuerzo de hoy, la condesa Rubina sería encerrada de inmediato en la prisión subterránea. Pero Ariadne sintió que algo no iba bien.


'¿Pero cómo es que atrae tanta atención intencionadamente? ¿No debería ser más discreta al asesinar a la Reina?'


Si Ariadne lo hiciera, se callaría como un ratón antes de cometer semejante acto.


Sacudió con fuerza la cabeza para ahuyentar todos sus pensamientos. Pasara lo que pasara, Rubina intentaría asesinar a la Reina. Podría pensar en el estado psicológico de la Condesa o en el motivo del asesinato después de que la pillaran in fraganti.


Una vez calmado el alboroto, la reina Margarita anunció el discurso de apertura. 


—Gracias a todos, nuestros leales invitados etruscos, por haber venido hasta aquí. Debería haber organizado más pequeñas reuniones, pero me temo que mi mala salud me lo impidió. Cuánto tiempo sin vernos.


Quizá tenía la garganta seca, porque la Reina carraspeó antes de continuar.


—Sé que algunos acontecimientos desafortunados han sacudido nuestro reino estos días. Pero no dejen que les afecte. Como siempre hacen, por favor, sed fieles a San Carlo y al Reino Etrusco.


Cuando la reina Margarita terminó el sencillo discurso de apertura, los treinta invitados aplaudieron atronadoramente. Aunque la condesa Rubina y otras mujeres de la nobleza no parecían muy contentas, no tuvieron más remedio que aplaudir.


La reina parecía sedienta porque quería agua, y Ariadne le entregó rápidamente el vaso de agua que tenía delante. Ya había comprobado su olor y color e incluso le había dado un sorbo para confirmar que no tenía ningún problema.


Cuando Ariadne le entregó el vaso de agua dispuesto para ella, la señora Carla, de pie detrás de la reina, la miró con ojos penetrantes. Pero Ariadne fingió no darse cuenta y miró hacia el otro lado.


—¡Oh, mira qué bonito es el plato de hoy! —exclamó la marquesa de Chibaut ante el antipasti, sentada a la derecha de la Reina. Ariadne dejó escapar un suspiro de alivio por otra razón. El cielo les ayudó. El aperitivo de hoy no era sopa sino antipasti, una ensalada que tenía brotes con vinagre y aceite de oliva decorados con nabos de color rojo con rodajas de marisco por encima. Era sólido, no líquido. Pero aunque no era probable, Ariadne no pudo evitar ponerse nerviosa.

 

N/T antipasti: Aperitivos, un tipo de entrante de la comida italiana. Los hay de tipo frío como ensaladas y otros que se toman calientes.


El decoro de la corte consistía en que, en los banquetes formales, el de mayor categoría probara primero la comida.


La reina Margarita levantó el tenedor de plata y dio un mordisco a la ensalada. Aunque el arsénico no reaccionaba en la plata, Ariadne no perdía de vista el tenedor por si cambiaba de color. A pesar de que todos los ojos la observaban, la reina Margarita masticó las verduras con la boca cerrada. En ese momento, todos los demás invitados levantaron sus tenedores para comer la ensalada al unísono.


—¡...!


Incluso después de que todos dieran un bocado y lo tragaran, nadie echó espuma por la boca ni se desmayó.


¡Suspiro!


Ariadne fue la única que dejó escapar un suspiro de alivio. Si las cosas seguían así, podría ser ella la que se desmayara.


—Lady De Mare.


Ariadne estaba demasiado nerviosa para comer, pero se apartó cuando alguien la llamó. Era la condesa Marques.


—¿Por qué no comes? 


Sus palabras eran consideradas, pero su tono era frío.


—Es de mala educación no comer mientras los demás están hurgando.


Ella lo sabía... No le gustaba a la Condesa Marques.


Ariadne forzó una sonrisa y dijo: 


—Es porque estoy demasiado honrada de estar aquí y demasiado nerviosa para comer.


Mientras apelaba a su ansiedad, la condesa Marques parecía un poco comprensiva. Y parecía estar pensando: "Oh, así que sabías que este evento es superior para tu posición."


—Todo el mundo es tan sobresaliente, me siento abrumada e intimidada. No puedo evitar ser cautelosa. —explicó Ariande.


La condesa Marques giró la parte superior de su cuerpo en dirección a Ariadne. 


—Ya veo. Pero aún así, tienes que estar en sintonía con los demás.


Ahora sonaba mucho más amable. Ariadne se sorprendió de la actitud más suave de la condesa Marques. No estaba siendo más amable con ella porque fuera la ayudante íntima de la reina, sino porque la condesa sentía simpatía hacia ella.


En su vida anterior, era obstinada y no tenía pelos en la lengua, y se había peleado con ella como loca. Ariadne nunca imaginó que revelar su debilidad le granjearía el favor de la condesa Marques.


'Supongo que... Lo hice completamente mal en mi vida anterior.'


A pesar del tardío reconocimiento de Ariadne, la condesa Marques actuó como una adulta y dijo: 


—Un vaso de agua caliente aliviará la tensión.


'¿Agua caliente? Precisamente por eso estoy tan nerviosa, señora'. Ariadne gritó por dentro.


Pero en apariencia, se inclinó modestamente y contestó: 


—Tomaré un poco.


Pero no había ningún vaso de agua delante de Ariadne porque se lo había entregado a la reina Margarita hacía un momento. La condesa Marques se dio cuenta de que no había ningún vaso de agua en la zona de Ariadne de la mesa y se concentró en buscar uno para ella.


—¿Qué? ¿Dónde está el vaso de agua? ¡¿Qué clase de sirviente pone la mesa así...?!


Ariadne se volvió para mirar a la reina Margarita y ver si su vaso de agua estaba allí.


¡Ay!


La reina Margarita ya se había bebido el vaso de agua de Ariadne. Aún parecía sedienta porque había pedido a la señora Carla que le trajera su agua habitual con una rodaja de cidra por encima. La señora Carla estaba a punto de depositar el agu delante de la reina Margarita, y la ella estaba a punto de coger el vaso.

'¡Nooo!'


Ariadne golpeó inconscientemente el vaso de agua que la reina Margarita estaba a punto de coger como un jugador de polo.


El vaso lleno de agua voló por los aires.


—¡Oh, Dios mío! 


El grito de la Reina resonó en todo el comedor.


La copa voló sobre la mesa negra decorada con plata pura. A Ariadne le pareció que volaba muy despacio. Vio cómo el agua temblaba, se agitaba, se ladeaba y salía a chorros. Sobresaltada, la reina Margarita se quedó mirando el vaso. Entonces, el cristal cayó al suelo de mármol con un ruido ensordecedor y se rompió en pedazos. Cada proceso fue cristalino y lento a los ojos de Ariadne.


¡Crash!


El cristal emitió un sonido terriblemente fuerte y se rompió en docenas de pedazos antes de esparcirse por todo el suelo de mármol. Todos los presentes se quedaron mirando a Ariadne.


—¡¿Qué demonios?!


La condesa Marques no podía creerlo y se levantó de un salto. 


—Lady De Mare, ¡¿está loca?!


La sala quedó en absoluto silencio, y sólo la aguda voz de la condesa atravesó el aire para acusar a Ariadne. 


—¿Qué haces en presencia de Su Majestad la Reina?


'Pero no era mi intención…' Ariadne se mordió los labios.


Su plan original era preguntar a Su Majestad si podía probar la mitad del agua con concentrado de manantial de azufre antes de tomar un sorbo del agua tibia de cidra. Después de que su plan funcionara en el incidente Gran Duquesa Lariessa había tramado, ella había ganado la confianza suficiente para hacer tal petición.


Pero no se había ganado la confianza suficiente para dar un puñetazo a la Reina Margarita delante de todos los presentes.


¿Reaccionaría el agua sobre el suelo de mármol con el concentrado de azufre del manantial?


Pero no era suficiente para ser probado. Según el experimento realizado en su habitación, al menos 1/5 del vaso tenía que estar lleno para obtener una respuesta clara.


'Pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada.'


Decidida, Ariadne asumió una actitud resuelta ante la condesa Marques y dijo: 


—Condesa Marques y Su Majestad la Reina, por favor, perdónenme por lo que hice. Pero puedo explicarlo todo.


Pero la condesa Marques no parecía nada convencida.


—¡¿Después de hacer semejante desastre?! ¿Vas a inventar alguna excusa de que de repente te volviste loca o algo así?


Cien excusas no servirían de nada a menos que lo vieran con sus propios ojos. Ariadne dio un paso adelante e intentó sacar el frasco de medicina de su pecho.

Pero entonces...


¡Guau, guau!


La mascota desautorizada de la condesa Rubina acudió de repente al lugar y empezó a lamer el agua de cidra derramada por el suelo.


¡Chup! ¡Chup!


—¡Oh, qué asquerosidad...! Y tú tienes que añadir más problemas a los míos. —gritó furiosa la condesa Marques, cuya voz resonó fuerte y clara en todo el comedor.


Pero, de repente, el cachorro de la condesa Rubina empezó a retorcerse como loco.


Righ.


—¡¿Rocco?!


Esta vez, la voz quisquillosa y aguda de la condesa Rubina atravesó el aire del comedor. Pero nadie podía culparla. Estaba claro que el perro tenía problemas.


Se agitó violentamente antes de llevarse espuma a la boca y vomitar el agua que acababa de beber.


—¿Rocco? —la condesa Rubina saltó de su asiento, corrió como un rayo y levantó a su cachorro—. Rocco. Cariño, ¿estás bien?


Pero el estado del cachorro empeoraba por momentos. En cuanto el spitz dejó de temblar y de vomitar como un loco, empezó a vaciar el intestino.


—¡Oh, mi señor!


—¡¿Qué demonios?!


En cuanto las nobles vieron que el cachorro movía las tripas, se taparon la boca con toallitas de papel. Pero algunas se dieron cuenta de lo que ocurría e inspeccionaron la situación con mirada grave.


Ariadne se hizo cargo de la situación. 


—Su Majestad, creo que será mejor llamar al médico real.


La reina Margarita la miró con rostro serio. La marquesa de Chibaut no la entendía.


Desconcertada, replicó: 


—¡¿Nos estás diciendo que llamemos al médico real para que cure al perro?!


Ariadne negó con la cabeza. 


—No. Necesitamos un experto para detectar veneno en el agua del suelo y en el cadáver del perro.


Cuando Ariadne mencionó la palabra "veneno", todos entraron en pánico.


Pero Ariadne continuó de todos modos: 


—Parece que el agua que Su Majestad iba a beber... estaba envenenada.


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