SLR – Capítulo 111
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 111: ¿Cuántas monedas de oro vale la vida de una persona?
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La multitud de plebeyos reunidos en la pescadería interrogó agresivamente a Loretta.
—¿Es cierto que eres una criada que trabaja para la casa del Cardenal De Mare? —le preguntaron.
Loretta, aterrorizada, se limitó a negar con la cabeza. Al no obtener una respuesta satisfactoria de la criada, decidieron tomar medidas más contundentes.
—¡Lo averiguaremos nosotros mismos!
—¡Vamos a la mansión del Cardenal De Mare!
Los miembros del comité de vigilancia liderados por el señor Stampa, Castel Labico y Commune Nuova se dirigieron en tropel a la mansión de De Mare mientras arrastraban a Loretta con ellos. La criada ni siquiera tuvo la oportunidad de resistirse. Lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos y seguirlos contra su voluntad.
* * *
¡Toc! ¡Toc!
—¡Abran la puerta! —exigieron los vigilantes.
Los guardias frente a la entrada de la mansión De Mare estaban desconcertados ante la presencia de los inesperados invitados.
—¿Qué demonios? Nadie puede entrar en la mansión De Mare sin concertar una cita previa. —declararon los guardias.
—Han asesinado a gente. Es una emergencia.
Pero entre todo este caos, uno de los guardias se fijó en Loretta.
—¿Loretta? ¿Por qué estás detenida? ¿Te han acusado de robar en una tienda? ¿Y de asesinato? ¿Qué asesinato?
—¡Así que es una criada de la familia De Mare! —El Sr. Stampa gritó con confianza. Ahora estaba más seguro de sí mismo.
Y los otros vigilantes de los dos distritos se volvieron más confiados también.
—¡Abran la puerta! ¡Tenemos que hablar con el Cardenal De Mare!
Los gritos de rabia de los hombres se hacían más fuertes cada segundo.
* * *
Pero los guardias de la casa De Mare eran duros y experimentados e impidieron con firmeza que los furiosos vigilantes irrumpieran. Sin embargo, los guardias no tuvieron más remedio que dar su palabra a la enfurecida multitud de que entregarían su mensaje al Cardenal.
—Informaremos a Su Santidad de lo que habéis dicho y de lo que ha ocurrido hoy. —dijeron los guardias.
—¿Cómo podemos fiarnos? —exigieron los vigilantes.
—¿Qué puedes hacer al respecto? —replicaron los guardias—. Además, Su Santidad está ausente en este momento, así que irrumpir no os serviría de nada. Dejen la información de contacto.
El Sr. Stampa y los miembros del comité de vigilancia amenazaron a los guardias para que se lo dijeran al Cardenal. Después de discutir con los guardias durante casi tres horas, los vigilantes dijeron que volverían mañana por la mañana temprano.
La casa de De Mare se convirtió en un caos.
El Cardenal había ido a trabajar a la capilla de San Ercole y no estaba en casa. La primera en enterarse fue Ariadne.
—¿Qué? —preguntó Ariada a Sancha con asombro—, ¿Una multitud intentó irrumpir en la casa por una acusación de asesinato? En nombre del cielo, ¿quiénes eran los intrusos?
Sancha respondió rápidamente.
—Bueno. Estoy segura de que sabe bastante bien quién es su líder…
—No estarás hablando de…
Ariadne tuvo de pronto una corazonada sobre quién sería. Mientras esperaba la respuesta de Sancha, se miró inconscientemente las yemas de los dedos de la mano izquierda.
—La persona que vino a quejarse fue el Sr. Stampa, responsable de apoyo a las operaciones del Refugio de Rambouillet. Dijeron que la única hija del Sr. Stampa fue asesinada.
—Lo sabía...
No había correlación entre la mansión De Mare y la única hija del Sr. Stampa. Pero Ariadne había pedido al Refugio de Rambouillet que cuidara de Maletta, que sería el motivo de este terrible incidente.
—¿Has comprobado cómo está Maletta? —preguntó Ariadne.
—En cuanto me enteré del alboroto protagonizado por el señor Stampa, envié a Guiseppe a ver cómo estaba. —respondió Sancha.
Frunciendo el ceño, Sancha notificó a Ariadne lo que había oído.
—Pero no encontraron a Maletta en ningún lugar del Refugio de Rambouillet. Y… —Sancha dejó escapar un suspiro—. Y hubo dos mujeres asesinadas. Una de ellas era Paola Stampa, la hija del señor Stampa, y la otra era una mujer pelirroja no identificada...
Ariadne respiró hondo.
Tenía razón. Esto ocurrió porque obligó a Maletta a entrar en el Refugio de Rambouillet. Sintió una débil punzada en la yema del dedo anular izquierdo, pero eso fue todo. Había muerto una persona, y el dedo debería haberle palpitando de dolor, pero no pasó gran cosa.
Eso significaba que la Regla de Oro no culpaba tanto a Ariadne por causar la muerte de las dos mujeres. Porque otra persona estaba directamente implicada en el asesinato, y esa persona era culpable.
—Lucrecia la ha vuelto a hacer de las suyas...
Se dio cuenta Ariadne.
—Supongo que sí. —dijo Sancha.
Ariadne midió rápidamente los beneficios y las pérdidas y se preguntó:
—Pero eliminé a todos los trabajadores bajo Lucrecia. ¿Cómo pudo hacer algo así?
—Dicen que los asesinos de Paola Stampa eran vagabundos de la calle. Son de los que andan en pandillas, son vagabundos y se emborrachan mucho…
—Ah, ya veo... No tenía a nadie decente para hacer el trabajo y contrató a basuras baratas y poco fiables, y por eso se metió en este lío.
Ariadne ató cabos al instante y chasqueó la lengua con disgusto.
—Veamos qué sucede —dijo Ariadne—. La situación se hizo más grandes de lo que le pensaba. Pero esta crisis es una oportunidad. Comenzó con la intención de dañar a Ippólito, pero....
Ariadne miró al frente y añadió:
—Tal vez ahora atrape un objetivo más grande.
* * *
Cuando el Cardenal De Mare regresó a casa, dejó escapar un profundo suspiro, miró al techo y dijo:
—No puedo creer a esa mujer.
Alguien de la familia mató a un plebeyo. Dado que la criada capturada por los plebeyos era Loretta, estaba claro que Lucrecia era la culpable.
Y la plebeya asesinada era hija de una familia de gran reputación. Gracias a ella, la comunidad local se había arremolinado frente a la casa del Cardenal De Mare para organizar una manifestación.
—Lo mejor es hacer que desaparezca rápido.
Tras escuchar el informe del mayordomo Nicolo, el Cardenal De Mare preguntó:
—Has dicho que la víctima era la hija del gerente del Refugio de Rambouillet, ¿verdad? Y que la familia del gerente estaba compuesta por su anciana madre y su hija.
—Así es, Santidad. —respondió Niccolo.
—Presenta inmediatamente una disculpa pública en mi nombre —ordenó el Cardenal—. ¿Y la otra víctima era una criada que trabajaba para nuestra familia?
—Sí, Santidad.
—Digamos que su propósito era disciplinar a una criada que huyó después de robar, pero por error... Oh, maldición. Pero ella pidió que la criada fuera decapitada, ¿verdad?
—Sí, Santidad...
En lugar de hablar, el Cardenal De Mare arrojó la pluma que sostenía. Como resultado, la tinta se esparció por todas partes y manchó de tinta negra su traje blanco.
El Cardenal De Mare nunca arrojaba objetos ni utilizaba la violencia con sus subordinados, ni siquiera cuando perdía los estribos. Niccolo rara vez había visto a Su Santidad tan enfadado. Intimidado, el mayordomo metió el cuello entre los hombros como una tortuga.
—¿Cómo puede esa mujer seguir metiéndose en líos de este tipo? ¡Nadie puede hacerlos como ella! —rugió el Cardenal—no pudo contener su ira y se golpeó la nuca contra la silla—. ¿Está descerebrada o qué? ¿Cómo pudo pedirle al sicario que asesinara y decapitara a una criada?
Niccolo sólo pudo agachar la cabeza.
—¿No sabe lo que pensarán de ella? Pensarán que es una asesina en serie psicópata. ¿Acaso usa el cerebro?
El Cardenal agitó el puño con furia. —No espero que sea un ángel. Ni espero que sea una ciudadana modelo con fama de devota y benevolente en todo San Carlo. Sólo quiero que no se meta en líos y viva tranquila. ¿Es algo tan difícil de pedir?
El Cardenal parecía tan furioso como para irrumpir en la habitación de Lucrecia y atacarla. El mayordomo intentó calmar a Su Santidad.
—Su Santidad, entiendo lo enojado que está, pero primero, debemos arreglar esta situación.
—¡Ahh, oh!
El Cardenal golpeó con fuerza el escritorio. Pero el duro escritorio de caoba hirió gravemente sus delicados nudillos, haciéndole fruncir el ceño y agarrarse el dorso de la mano con dolor.
El Cardenal De Mare respiró hondo unas cuantas veces y con suavidad dio órdenes a Nicolo.
—Esto es lo que debemos hacer. La criada robó cosas de la casa y se escapó, así que Lucrecia contrató a alguien para que la trajera de vuelta. Tenía que asegurarse de que el hombre que contrató trajera de vuelta a la mujer correcta, así que primero tuvo que traer a la criada para que Lucrecia identificara su rostro. Pero hubo un error de comunicación, y el hombre metió la pata hasta el fondo decapitándola —golpeó el escritorio de caoba con los dedos durante un rato y continuó—: Pero está claro que es culpa nuestra. No podemos negarlo. Por lo tanto, diremos que la casa De Mare ofrece nuestras más sinceras disculpas por nuestro fallo en la gestión de los recursos humanos y expresamos nuestras condolencias por la injusta muerte de la difunta y su afligida familia.
Rápidamente calculó la cantidad necesaria para la indemnización y preguntó al mayordomo:
—Niccolo, estoy pensando en ofrecer 200 ducados (aproximadamente 200.000 dólares). ¿Qué te parece?
El mayordomo ladeó la cabeza y respondió:
—Creo que bastará. Sin duda es una gran cantidad. Estoy seguro de que aceptarán la oferta.
—No, no. ¿No mencionaste que alguna cooperativa local lo respaldaba?
—Así es. Castel Labico y Commune Nuova están apoyando a la afligida familia.
—No ayudarían sin una compensación a cambio. La familia tendrá que pagar su contribución a la Oficina de la Cooperativa de Residentes. Vamos a darles 300 ducados (unos 300.000 USD) como indemnización de consolación. Tenemos que ser generosos para ganarnos sus corazones para siempre.
—De acuerdo, Su Santidad. Entregaré su mensaje tal cual.
—Bien. Diles que acepten nuestras profundas condolencias por la familia desconsolada, y diles que daremos 100 ducados para la familia doliende, 100 ducados para cada Cooperativa de Residentes. Serán 300 ducados en total. Y tú serás quien se haga cargo. No puedo confiar en nadie más.
Después de decir esas palabras, el Cardenal se reclinó en su silla y miró al techo. No le quedaban fuerzas para disciplinar o gritar airadamente a Lucrecia. Sólo quería olvidarse de todo e irse a la cama.
* * *
—¡¿300 ducados?! —preguntó el representante de la Cooperativa de Commune Nuova.
La noticia le iluminó la cara.
—Por supuesto que lo aceptaremos. Nunca había oído ni visto que una familia noble ofreciera una cantidad tan generosa como compensación. No me extraña que sea un clérigo. Sabía que podía contar con Su Santidad.
Commune Nuova era una región subdesarrollada, densamente poblada y de bajos ingresos. El barrio necesitaba desesperadamente dinero para muchas cosas, pero la Oficina de Cooperativas de Residentes nunca tenía suficiente para satisfacer las peticiones de los residentes.
A veces, la Cooperativa de la Commune Nuova incluso retrasaba los salarios mensuales de sus trabajadores. Y cuando los salarios se retrasaban, el representante asumía la culpa.
Naturalmente, el representante de la Cooperativa de la Comuna Nuova afirmaba que tenían que aceptar el dinero. Aliviaría muchas carencias financieras. Y además, el asesinato ocurrió en el distrito vecino, no en su barrio.
Por otro lado, el representante de la Cooperativa de Castel Labico se limitó a estudiar las caras de ambas partes. Él era una parte neutral, pero si la Comuna Nuova decidía retirarse, él sería el único que iría en contra de la Casa De Mare. Y eso le incomodaba.
—¡Pero mi hija murió! ¿Cómo se puede cambiar dinero por la vida de una persona? —gritó frustrado el Sr. Stampa al representante de Commune Nuova—. No vino al funeral y no tuvo interés sobre el discurso fúnebre. Intenta arreglarlo todo con dinero.
Pero el representante de Commune Nuova replicó con calma.
—Está intentando ayudar con monedas de oro. Y nunca oí ni vi a un noble ofrecer una cantidad tan grande —luego preguntó: —¿Recuerda el año pasado, cuando el marqués Campa pagó una indemnización de consolación por la cortesana de Carampane?
El marqués Campa había pagado 50 ducados (aproximadamente 50.000 dólares), y muchos dijeron que la cantidad era excesivamente alta para una joven cortesana. Y el proxeneta de Carampane había recibido alegremente el dinero.
Pero Stampa se enfureció.
—¡Mi hija no era una puta!
—Pero tenían era tan joven. No, Paola era mayor, así que su precio de mercado sería más bajo.
El representante de Commune Nuova se mostró firme.
—No podemos dejar pasar esta generosa oferta sin precedentes. Si te niegas a aceptarla, eres idiota, Stampa.
El representante de Castel Labico miró a Stampa y añadió con cautela.
—Señor Stampa, nadie puede negar que se trata de una oferta extremadamente generosa. Sé lo que se siente al tener la muerte en la familia. Y comprendo que quiera rechazar su oferta, por mucho que le paguen. Pero no todo el mundo lo ve de esa manera. Tiene que admitir que es una oferta favorable. Una oferta muy lucrativa de hecho.
El Sr. Stampa estaba demasiado alterado para pensar con claridad. El representante de Castel Labico convenció al representante de Commune Nuova de dar por terminada la reunión por hoy.
—Señor Stampa, por favor, piense bien las cosas esta noche, y hablemos de nuevo mañana.
Los dos representantes del distrito se levantaron y abandonaron el pulcro pero sencillo salón de la casa del Sr. Stampa. El Sr. Stampa estaba aturdido después de que los invitados se hubieran ido y se había tumbado en el sofá del salón.
—Paola… —se lamentaba Stampa.
No quería otra cosa, quería que su hija muerta volviera.
Su anciana madre se le acercó, le dio un golpe en el costado y le regañó:
—Cálmate.
—¿Madre?
—¡Los altos funcionarios dicen que es una buena oferta! ¿Cuánto tiempo vas a aferrarte a esa chica?
La madre del Sr. Stampa había dado a luz a siete hijas consecutivas hasta que lo tuvo a él, el hijo menor. Consideraba que darle a luz era la mayor hazaña de su vida. Le disgustó que su nuera muriera después de dar a luz a una hija y a ningún hijo. Y le disgustó mucho que su hijo se negara a volver a casarse, contentándose con criar a su única hija.
—Coge el dinero antes de que cancele la oferta. —dijo la anciana.
—¡Madre!
—Era una moza incompetente. Su salario diario era de dos florines (unos 20 dólares). Nunca ganaría 300 ducados, ni aunque su vida dependiera de ello.
Entonces, alguien llamó desde la puerta principal.
—Disculpen, por favor.
El señor Stampa y su anciana madre miraron simultáneamente a la puerta principal. La voz que salía de la puerta principal parecía la de una joven adolescente.
—Puede recibir incluso más de 300 ducados.
Una chica de pelo negro vestida con una gruesa bata entró en el salón.
Se puso delante del señor Stampa, que estaba tumbado en el sofá, y le miró.
—Pero ojo por ojo y vida por vida. El dinero no puede compensar la vida de una persona. —dijo Ariadne.
Sus ojos verdes miraron a Stampa.
dolio este capitulo pero sinceramente ni todo el oro del mundo podra compesar la vida de la unica hija del sr stampa ,asi que venganza
ResponderBorrarWow! Ariadne en que estará pensado. 😮😲
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