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SLR – Capítulo 93

Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 93: La alta sociedad en el invierno de Harenae


Objetivamente hablando, el viaje desde San Carlo hasta la región más meridional de Harenae fue duro y desagradable. El carruaje se sacudió continuamente de un lado a otro durante diez días seguidos. Pero a pesar de todo, Maletta disfrutó cada segundo del viaje. No había nadie que la molestara. Ni Lucrecia ni Ariadne. En el carruaje, Maletta era la reina.

Maletta se puso todos los lujosos accesorios que le había regalado el joven amo. Para rematar, se puso un picardías sexy que mostraba sus curvas. No se había atrevido a ponérselo en la mansión De Mare. Y encima de la fina bata llevaba un abrigo de piel.

Pero Ippólito rompió su nuevo picardías en un abrir y cerrar de ojos y lo tiró al suelo del carruaje. Bueno, de todos modos no podría ponérselo en San Carlo. Maletta se ponía un picardías nuevo y una bata nueva una tras otra dos o tres veces al día. Además, cuando no estaban metiéndose mano, bebían mucho cuando el sol estaba alto en el cielo. Cuando tenían resaca, bebían agua fría. El agua era importada de Assereto, y un trozo de lima la remataba.

Su viaje fue, cuando menos, lujoso. El espacio era estrecho, el viaje lo hacía tambalear y el carruaje estaba sucio, pero era un pequeño paraíso para los dos amantes fugados.

Como estaba de buen humor, Ippólito dijo irreflexivamente: —Maletta, ¿sabes lo bonita que es la ciudad de Harenae?

Incluso en pleno invierno, el sol estaba en lo alto del cielo de la ciudad de Harenae. Y la brisa salada del mar formaba una térmica que recorría el distrito urbano repleto de edificios de color marrón rojizo. Harenae era una hermosa ciudad que enorgullecía al reino etrusco.

Ippólito continuó: —El hermoso puerto, el Reino cercano y todo el territorio de Harenae pertenecen a Bianca de Harenae, la única hija de los difuntos Duque y Duquesa de Harenae.
—Oh, he oído hablar de la Bianca de Harenae antes—dijo Maletta—. Me dijeron que es la mejor futura novia del reino etrusco, quiero decir, de todo el continente central.

Bianca de Harenae era hija única del difunto duque de Harenae y huérfana. León III era su tutor oficial, y los feudatarios de Harenae desempeñaban distintos papeles en el gobierno del territorio.

El hombre con el que se casaría poseería todas las propiedades de Bianca. La lista de propiedades que heredaría incluía la ciudad de Harenae, la segunda ciudad portuaria del reino etrusco y centro neurálgico de diversos transportes logísticos. El interior era todo el fértil feudo de Harenae y ocupaba la mayor parte del sur de Etrusco. Naturalmente, toda la soberanía, el derecho de recolección y la autoridad para desarrollar soldados sobre todo el feudo de Harenae pasaron a Bianca.

Y esto no era todo. Era descendiente de Estéfano I, rey de Etrusco dos generaciones atrás, y sobrino de León III. Eso significaba que Bianca era la siguiente candidata a heredera al trono después del príncipe Alfonso. Si le ocurría un accidente al descendiente lineal de la realeza, Bianca podría obtener la autoridad para ser la Reina de Etrusco inmediatamente. Y su marido seria el regente gracias a su esposa.

—¿No me digas que te gusta Bianca de Harenae? —preguntó Maletta, haciendo un mohín a Ippólito.

En ese momento, Ippólito agitó las manos en señal de negación. 

—¡Oh, vamos! ¿Sabes lo joven que es Bianca de Harenae?
—No lo sé. —respondió Maletta.
—Ella acaba de cumplir 12 años. ¡12!

Bianca sólo era dos años mayor que Arabella. Aunque en el reino etrusco las jóvenes damas nobles solían casarse en la adolescencia, una niña de doce años no era más que una cría.

—¡Es sólo una niña, no una mujer! —insistió Ippólito—. Una mujer tiene que tener algo de carne en los huesos, ¡como tú!

Ippólito acercó la nariz a la mejilla de Maletta y sacudió la cabeza. Era cierto que le gustaban las mujeres maduras y mayores que él.

—¡Oh, el olor de las ciruelas maduras! Tú eres mi tipo de mujer. —exclamó Ippólito.
—Basta, joven amo. Me estás haciendo sonrojar. ¡Oh!

Maletta se hacía la dura con una sonrisa de satisfacción en la cara, pero fingió ceder mientras Ippólito la atraía hacia su pecho. Maletta estaba satisfecha y convencida de que el joven amo estaba locamente enamorado de ella.

***

En cuanto Ippólito deshizo su equipaje de viaje en un hotel de cinco estrellas de Harenae, hizo el amor con Maletta hasta dejarla sin fuerzas. Después, llamó a sus amigos problemáticos, que estaban desperdigados por Harenae. Uno de ellos era el conde Césare de Como.

—¡Césare!
—Ippólito.

Ippólito sonreía de oreja a oreja mientras saludaba a su amigo con los brazos abiertos, pero Césare escapó rápidamente de su abrazo. En su lugar, extendió el puño para chocarlo.

Ippólito había tenido la intención de abrazar a su amigo a modo de saludo, pero rápidamente cambió de actitud como si todo el tiempo hubiera querido chocar los puños con su amigo y sonrió obsequiosamente.

—¿Todo bien, amigo? —le saludó Ippólito.
—Más o menos. —respondió Césare.
—¿Cómo está Harenae?
—Lo mismo de siempre. Lento, tranquilo, pero lleno de gente.

Episodio-93-En-esta-vida-soy-la-reina


Toda la pandilla, incluido Ottavio de Contarini, se reunió en la sala. Estaban matando el tiempo, fumando tabaco y sosteniendo vasos de licor destilado en una mano y cartas en la otra.

Ippólito miró a su alrededor y trató de sonar natural mientras tanteaba a Césare sobre Bianca. 

—Así que, amigo mío. ¿Has oído algo sobre Bianca de Harenae? Como su participación en la alta sociedad de invierno o algo así.

Césare tenía en la mano un vaso de vino en lugar de licor destilado. Pero estaba totalmente concentrado en el color del vino tinto de la copa y no le importaba en absoluto su amigo. El vino tinto brillaba con un rojo oscuro, el mismo color de los ojos de su madre, sólo visible en los vinos de la más alta clase.

—Eh, Césare. —volvió a insistir Ippólito, tratando de hacerse el sutil.

Césare sonrió. La mente de Ippólito era demasiado fácil de leer.

—Querido Ippólito, ¿cómo voy a saber cómo está nuestro preciada noble Duquesa? —respondió en el mismo tono quejumbroso que su amigo.
—He oído que nuestra altísima noble Duquesa no es diferente este año. Cerró las puertas de la gran mansión y se negó a reunirse con nadie.
—Oh, pero creo que sí se reúne con Su Alteza Alfonso, su primo segundo. Reunirse con él sería suficiente. No tendría tiempo que perder con un simple bastardo y Conde como yo.
—Oh... ¿También se niega a verte? —preguntó Ippólito, evidentemente decepcionado. Césare de Como era el vínculo más estrecho de Ippólito con la familia real. Si Césare no se reunía con Bianca de Harenae, él tampoco tendría oportunidad.

Césare no pudo evitar reírse ante la respuesta de Ippólito, que fue exactamente como la había imaginado. Y su querido amigo tampoco pudo mantener la cara seria.

Ante eso, Césare levantó la ceja izquierda y la comisura izquierda de los labios en una sonrisa sesgada y contestó: 

—Sí, a mí también me rechazan. Si por casualidad me entero de que Bianca va a participar en reuniones sociales, serás el primero al que se lo diga.
—¡Sabía que podía contar contigo! —exclamó Ippólito.

Césare se unió a las risas de su amigo, que estaba encantado. No soportaba ver a tipos persiguiendo a mujeres ricas, pero tuvo que esconder su disgusto para mantener a su amigo de su lado. En realidad, Césare tenía ese día un desayuno de trabajo con la familia real, incluida Bianca de Harenae.

'Puede que Bianca sea huérfana, pero eso no significa que sea un blanco fácil.'
 
Césare escaneó en secreto a Ippólito. 

'¿Crees que tienes alguna oportunidad con ella?'

Y Césare volvió a unirse a las risas y dio varias palmadas en el hombro de su amigo. Ippólito se reía como un idiota.

* * *

Mientras la pandilla de patanes jugaba a las cartas en una sección del palacio de invierno de Harenae, el Príncipe paseaba por el jardín de rosas con su futura esposa como el hombre decente que era.

—Alteza, las rosas rojas son exquisitas. No puedo creer que estemos en pleno invierno. —exclamó Lariessa.
—Son preciosas. —dijo Alfonso cortésmente.

El Príncipe trató de responder fielmente a las preguntas de Lariessa sin dejar de mirarla a los ojos.

Latido.

'¿Me estaba llamando hermosa a mí o a las flores? ¿O quiere decir que soy hermosa como una flor?'

La sensible Gran Duquesa seguía soñando, ajena a los pensamientos de Alfonso, pero un pensamiento desagradable cruzó su mente.

'Pero si estaba elogiando mi belleza, ¿por qué fue tan breve? ¿Por qué no me elogiaba con más detalle?'

N/T: Esta mujer tiene muchos delirios o se monta su propia película.

Como si decidiera darle otra oportunidad al Príncipe Alfonso, Lariessa lanzó una indirecta para que el Príncipe se explayara en su cumplido. 

—¿Qué parte te parece la más hermosa?

'¿Mi nariz? ¿Mis labios? ¿O mis ojos deslumbrantes?'

—Eh... ¿El tamaño y la forma de las flores?

Alfonso tenía la mirada perdida en el jardín de rosas, pero la pregunta de la Gran Duquesa Lariessa lo sorprendió. Empezó a concentrarse en las rosas rojas. Entrecerró los ojos para ver la belleza de la flor y poder darle a Lariessa una buena respuesta.

Le daba vueltas a qué parte de la rosa era la más bella, cuando en realidad las rosas no le impresionaban tanto. Y Alfonso contestó inconscientemente en etrusco, no en gallico, a Lariessa.

Al instante, Lariessa puso mala cara. 'Pero qué. ¿Por qué es tan seco? ¡Y ni siquiera está hablando en gallico! Ni siquiera intenta impresionarme.'

Pero Lariessa no tenía el valor de ir tan lejos como para criticar por qué Alfonso no estaba interesado en ella. Gracias a su difunta hermana, tuvo la suerte de tener como prometido al príncipe azul de oro.

Además, técnicamente hablando, ni siquiera se había comprometido con él. El Reino Gallico y el Reino Etrusco actuaban como si fueran a firmar el acuerdo nacional de esponsales en cualquier momento, pero en realidad, exigían condiciones adicionales y estaban en un punto muerto. Si ella armaba un alboroto, el acuerdo nacional de esponsales podría no llegar a firmarse. Y esa sensación de crisis hizo que Lariessa se comportara.

—¡Vaya! ¡Buen ojo! —exclamó en su lugar—. El invernadero de rosas de Montpellier es famoso. Hasta los países de nuestro entorno lo conocen. Quiero enseñarte las rosas verdes que florecen allí.

Decidió hacer todo lo posible por complacerle. Su prioridad era gustarle. Y para estimular su curiosidad, Lariessa le mostró cuántos partidarios tenía, como un pavo real haciendo alarde de las plumas de su hermosa cola. Lariessa no tenía encantos impresionantes desde que era pequeña, así que presumía de su noble casa y de su hermosa hermana mayor para llamar la atención de la gente. 

—Por favor, visita Montpellier algún día. Estoy segura de que no te arrepentirás.
—Si se presenta la oportunidad, lo haré. —dijo Alfonso sin mucho entusiasmo.

En ese momento, recordó que la princesa Auguste, hermana de Filippo IV, le había pedido que trajera a Alfonso a Montpellier a toda costa.

La princesa Auguste solía estar demasiado llena de orgullo como para pedirle nada a Lariessa porque era más joven que ella y de un estatus inferior. Esto hizo que Lariessa estuviera aún más decidida a acceder a su petición. Quería gustarle a Auguste y presumir de ella al mismo tiempo.

Lariessa intentó esbozar su sonrisa más agradable mientras miraba al Príncipe directamente a los ojos. Pensaba demostrarle lo maravillosa que era. Y que ella “Lariessa de Balloa, hija adoptiva del Gran Duque Gallico Filippo IV”, era su perfecta compañera de matrimonio. Era la princesa de la nación más poderosa que el príncipe Alfonso podía conocer. Y era simpática, amable y popular.

Lariessa decidió que el Príncipe Alfonso se diera cuenta de este hecho lo antes posible. Y tenía infinitas maneras de demostrárselo.

* * *

Lariessa había insistido en que se escribieran cartas. Así que los dos se enviaron cartas cortas.

[Querido Príncipe Alfonso,
Qué hermosa mañana.
Con amor y devoción,
Lariessa.]

El Príncipe Alfonso envió una respuesta cortés según el decoro de la corte.

[Buenas tardes, Gran Duquesa de Balloa,
He planeado nuestro horario de tarde para visitar el centro de Harenae, ya que es un lugar al que deseas ir. Estaré allí para acompañarte cuando termines de almorzar.
Atentamente,
Príncipe Alfonso.]

Tras leer la carta, Lariessa la rasgó acaloradamente y arrojó los trozos al sofá. El Conde Revient, que estaba sentado en el lado opuesto, la miró sorprendido.

El Conde Revient era el oficial principal entre los funcionarios de la delegación del Reino de Gallico. Era un estrecho colaborador y mano izquierda del padre de Lariessa, el Gran Duque Eudes de Balloa. También desempeñaba el papel de chaperón de Lariessa porque tenía que entregarle instrucciones de su madre patria. Esto les unió de forma natural.

—¡Conde Revient, mire esta carta! Qué insultante. —se enfadó Lariessa.
—¿Disculpe? —preguntó sorprendido el Conde Revient. 

Le entregó la carta. Revient no se tomaba en serio su papel de chaperón. Pero estos días le resultaba más difícil que los asuntos prácticos y las negociaciones. Era porque la Gran Duquesa Lariessa era terriblemente difícil de cuidar.

N/T chaperón: También llamado carabina un adulto que acompaña a uno o más jóvenes en actos sociales para prevenir actitudes sexuales o conductas indecentes.

Y si el Príncipe Alfonso había sido grosero con Lariessa, esto podría transformarse en un problema diplomático. No, el Reino de Gallico lo convertiría en un problema diplomático a toda costa.

El Conde Revient leyó rápidamente la carta con el corazón palpitante. Luego, la leyó una vez más con los ojos entrecerrados. Y por último, le dio la vuelta a la carta para ver si se le escapaba algún otro detalle, cualquier detalle que pudiera haber molestado a la Gran Duquesa.

Luego preguntó con cuidado: 

—Señora, ¿me he dejado alguna parte? ¿O el Príncipe Alfonso os ha hecho alguna grosería en mi ausencia?

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