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SLR – Capítulo 37

Hermana, en esta vida seré la reina

 Capítulo 37: La deliberación de Isabella 

Ariadne tuvo que cubrir todos los gastos del baile de debutante con sólo 150 ducados (150 mil dólares). Los preparativos de la fiesta incluían su vestido, su maquillaje, la comida, las bebidas, la decoración interior, la música y otros componentes varios.

En primer lugar, Ariadne buscó cosas que ya estuvieran disponibles en la casa. 

—Las cosas que podemos utilizar son... las cortinas de la familia, los muebles y las bebidas de la bodega.

Sancha contestó—: Probablemente también podamos tomar prestado el personal de cocina. Dudo que Madame Lucrecia se niegue. Aunque probablemente no nos deje usar los ingredientes de la comida.

—Siempre supera nuestras expectativas, pero esperemos que padre la mantenga a raya. En cuanto a los ingredientes, podemos comprarlos por separado. La cantidad que tiene no es suficiente de todos modos. Hmm... Creo que el único coste que no podemos reducir es el de la banda de música.
—¿Eh? ¿Pero no necesitamos tapices también, Mi Señora?

En el año 1122, San Carlo, era costumbre tener un tema para un baile. Y una vez fijado el tema, el anfitrión elegía un textil acorde con el concepto del baile. Con ese textil se confeccionaban artículos como cubrebarandillas de escaleras, fundas para asientos y manteles, con el fin de unificar el diseño interior de la sala de banquetes. Además, se confeccionaron nuevos tapices especialmente para el baile, de modo que los motivos bordados encajaran con el tema.

—Tenemos cortinas con el emblema de la familia. Pero necesitamos tapices distintos para la fiesta de mi señora, y no tenemos mucho tiempo. Todas las bordadoras expertas de la ciudad probablemente ya estén ocupadas.

Si el baile celebraba una victoria en la guerra, la batalla más importante se bordaba en el tapiz. Si el baile celebraba el nacimiento de un miembro de la realeza, se bordaba en el tapiz su santo patrón. El número de tapices del baile y la complejidad de sus diseños eran un criterio para juzgar el esfuerzo y el dinero invertidos en el evento. En los bailes extravagantes, los anfitriones solían gastar entre 2.300 y 3.000 ducados sólo en tapices, cuya confección llevaba entre uno y dos años.

—Ven aquí —Ariadne acercó a Sancha y le susurró varias ideas al oído—. ¿Crees que puedes hacerlo?
—¡¿Ehh?! Eso sí que ahorraría dinero... Y sí, puedo hacerlo. Pero... Pero, ¿está segura, milady?
—Confía en mí. A los invitados les encantará.

'Porque es una tendencia que era popular en 1123, la estoy implementando antes de tiempo. Aunque, será prohibida muy pronto.
Ariadne cerró su libro de contabilidad y dijo alegremente.'

—Creo que tenemos una oportunidad. Hagámoslo.
—¡Sí, milady!

* * * 

Mientras Ariadne presupuestaba todo el baile con 150 ducados, Isabella gastaba 50 ducados sólo en su vestido.

—¡¿La chica que discierne la verdad?! Esto es simplemente ridículo!

Isabella descargó su frustración contra Maletta, que estaba ayudando a Isabella a vestirse. 

—¡Ni siquiera yo tengo un nombre tan especial!
—Lady Ariadne debería saber cuál es su lugar. Ella es inferior a usted, mi señora, en todos los aspectos, incluyendo la apariencia, el talento y el carácter. No entiendo por qué actúa así todo el tiempo.
—¡Exactamente!

Incapaz de controlar su ira, Isabella rompió el fino bastoncillo de madera que estaba utilizando para aplicarse aceite perfumado en las pestañas.

—Tengo que demostrarle quién manda en el baile de debutantes. Tengo que ser más guapa que ella a toda costa.
—No tiene que hacer nada para lograrlo, milady. Usted ya es mucho más bella que Lady Ariadne.
—Lo sé. Pero tengo que ser absolutamente, completamente, sin ningun atisbo de duda, ¡más guapa que ella!

Maletta tranquilizó a Isabella mientras la peinaba. 

—Madame Clemenza, de Boutique Collezione, llegará en unos treinta minutos. ¡Y Boutique Collezione es la mejor boutique de Tivere! Todo, incluido tu aspecto, vestido y maquillaje, será superior al de Lady Ariadne. Ella nunca sería más guapa que usted, milady.
—¿Verdad? Tú también lo crees, ¿verdad?
—Por supuesto, milady.

Maletta no exageraba cuando elogiaba la Boutique Collezione de las calles Tivere. En San Carlo, los nobles y las celebridades de la alta sociedad compraban su ropa en una boutique o en una modista. Esta última estaba abierta a cualquiera que pudiera pagarla. Pero la primera sólo estaba abierta a una selección especial de personas.

Por lo general, las boutiques estaban situadas en la calle principal del río Tivere. Utilizaban telas de primera calidad importadas del Reino Moro por comerciantes de Oporto, y la entrada solían ser reservada con meses de antelación. Por estas razones, era difícil concertar una cita en una boutique sin tener contactos personales. Y ni que decir tiene que el precio era increíblemente alto.

Si los modistos seguían la tendencia, las boutiques la lideraban. Y Boutique Collezione era, sin duda, la boutique más destacada de todo San Carlo.

—Lady Isabella, Madame Clemenza ha llegado.

Isabella estaba encantada con el mensaje. 

—Escolta a Madame Clemenza al salón de mamá.
—Sí, milady.

Normalmente, Isabella recibía a sus invitados en el salón situado en la segunda planta del ala oeste. Pero este salón era compartido con Ariadne, e Isabella planeaba mantener su atuendo en secreto.

Isabella recibió regiamente a Madame Clemenza en el salón de Lucrecia, situado en la parte este de la mansión. 

—Este té fue importado especialmente del Reino Moro, y el postre es de Gallico. Son mis favoritos. Por favor, sírvanse. Son muy deliciosos. 

Isabella cogió con los dedos el tentempié azucarado e instó a Madame Clemenza a que probara un poco.
Pero Madame Clemenza declinó el ofrecimiento de Isabella de forma amable pero profesional. 

—Gracias, milady. Pero hoy tengo que tocar mucha tela. Así que no puedo comer nada que pueda engrasarme los dedos.

Isabella se enfadó con Madame Clemenza por rechazar su hospitalidad. Pero Madame Clemenza era una persona importante.

Isabella reprimió su enfado y sonrió alegremente. 

—¿Ah, sí? A mí tampoco me gustan mucho los dulces. Primero echemos un vistazo a las telas.

Isabella faltó a su palabra en un abrir y cerrar de ojos y volvió a dejar el postre en el plato.

Luego empezó a hojear los catálogos y las muestras de telas de Madame Clemenza.

La mayoría de las muestras de tela que trajo Madame Clemenza eran de un color más oscuro. Durante el otoño, la mayoría de las damas de San Carlo compraban vestidos en tonos más intensos, como el azul, el burdeos y el mostaza.

Pero Isabella no estaba satisfecha con ninguna de las opciones. Hojeó a medias las muestras de tela antes de detenerse y preguntar.

—¿Hay telas de colores más vivos, como el blanco o el crema?

Ante la inesperada petición, Madame Clemenza hizo un gesto a su ayudante para que trajera otro lote de muestras. Lo había guardado en la parte de atrás, porque pensó que hoy no le iba a servir de nada.

Antes de mostrar las muestras, Madame Clemenza volvió a consultar con su cliente. 

—Si no le importa que le pregunte, Lady De Mare.
—¿Sí?
—¿No está comprando un vestido para el baile de debutante de su hermana pequeña? ¿Está bien que elija una tela blanca?

Era de cortesía que las asistentes al baile evitaran vestir de blanco, salvo la debutante y su pareja.

Naturalmente, Isabella llevó un vestido blanco a su propio baile de debutantes el año pasado. Y habló mal de todos los que llevaban un vestido de colores brillantes, llamándolos egoístas que carecían de sentido común y modales.

Pero Isabella era una hipócrita. No quería que la criticaran, pero no le importaba criticar a los demás.

'¿Por qué es tan entrometida? ¡Debería callarse y hacer lo que le digo!'

Isabella se mordió la lengua para no soltar un insulto. Madame Clemenza era un pez gordo en la industria de la moda, y era increíblemente difícil concertar una cita con ella, incluso para Isabella. Si Isabella se portaba mal en ese momento, corría el riesgo de que la pusieran en la lista negra de Boutique Collezione. Preocupada por las consecuencias, Isabella reprimió a duras penas las ganas de arremeter contra ella.

Creyéndose una persona benévola y educada por pasar por alto el comportamiento de Madame Clemenza, Isabella siguió mintiendo sin vacilar.

—Si hubiera otras debutantes, sería desconsiderado por mi parte llevar un vestido blanco. Pero nuestra familia organiza el baile sólo para mi hermana pequeña—Isabella sonrió dulcemente mientras continuaba—. Mis dos hermanas y yo nos queremos mucho. Y Ariadne sugirió que todas lleváramos vestidos a juego.
—... Ah, ya veo. 

Basándose en sus veinte años de experiencia al frente de una boutique, Madame Clemenza sabía que algo no encajaba en Isabella.

Si las tres hermanas planeaban llevar vestidos a juego, deberían comprarlos en la misma boutique. Pero las dos hermanas de Isabella no aparecían por ninguna parte. Además, la más joven no tenía edad para asistir al baile de debutantes. Así que, para empezar, no había necesidad de que la más joven llevara un vestido a juego.

Pero Madame Clemenza no era juez. Era la dueña de una boutique. 

—Si eso es lo que su señoría quiere, haremos el vestido blanco.

Todo lo que Madame Clemenza tenía que hacer era confeccionar el vestido. Era responsabilidad de la clienta afrontar las consecuencias de llevar ese vestido.

Los ojos de Isabella brillaron siniestramente mientras añadía una petición.

—Tiene que ser el vestido más extravagante e innovador que nadie haya visto jamás.

* * * 

Hacía un tiempo, Isabella se sintió avergonzada delante de sus amigos porque había intentado apropiarse de la partitura de Arabella.

Pero Isabella era la chica más guapa de San Carlo, y seguía siendo una figura influyente en la alta sociedad. Demasiados intereses y conexiones personales estaban en juego para que los jóvenes nobles rehuyeran a Isabella, sólo por un hecho trivial.
Por estas razones, Camellia de Castiglione no tuvo más remedio que asistir a la fiesta del té de hoy con su prometido, aunque técnicamente fuera organizada por Isabella.

—Por favor, entre Lady de Castiglione. 

Un apuesto doméstico vestido con un lujoso uniforme condujo a Camellia al interior.

N/T doméstico: Sirvientes masculinos que reciben a los invitados en la puerta; normalmente eran altos, guapos y cobraban un salario más alto.

La merienda de hoy se celebraba en la mansión del vizconde Leonati. Lady Leticia Leonati, fiel seguidora de Isabella, era la anfitriona.

A diferencia de su bonito nombre, Leticia tenía una figura corpulenta y un rostro poco atractivo. Compensaba su escaso estatus en la alta sociedad con su amistad con Isabella, la chica más popular y guapa de San Carlo. Naturalmente, Leticia se dedicaba a tratar bien a Isabella para mantener su posición en la alta sociedad.

—Gracias. 

Camellia forzó una sonrisa en su rostro mientras luchaba por parecer despreocupada frente al domestico. Ottavio de Contarini se puso a su lado y la acompañó al interior.

—Señor Ottavio, bienvenido a la mansión Leonati.

A diferencia de Camellia, a quien se dirigían por su apellido, a Ottavio lo hacían por su nombre de pila. Esto se debía a que Ottavio era el hijo de un Conde.

A los hijos de condes y nobles de mayor rango se les tuteaba. Pero a los hijos de vizcondes, barones o personas sin título nobiliario se les llamaba por sus apellidos. Por ejemplo, la forma en que el domestico llamaba a Camellia "Lady de Castiglione" insinuaba el estatus social de su familia.
A pesar de la amplia autoridad e influencia de la familia de Mare, Isabella no era una excepción. 

—Lady de Mare, bienvenida a la mansión Leonati.

Mientras Isabella aceptaba el cortés saludo del domestico, frunció sus bonitas cejas. Estaba molesta porque la comparaban con Julia de Baltazar, que siguió a Isabella al interior.

—Señora Julia, bienvenida a la mansión Leonati.

Como Julia era hija del marqués Baltazar, se dirigían a ella por su nombre de pila.

Isabella podía tener el vestido de Madame Clemenza, y era deseada por todos los jóvenes de la capital. Pero nunca pudieron dirigirse a ella por su nombre de pila en los actos oficiales.

'¿Qué tiene ella que yo no tenga?'

Julia parecía sencilla e irritable, mientras que Isabella era la chica más guapa de todo San Carlo. Sin duda, Isabella tenía un futuro más brillante por delante. O al menos eso creía Isabella. En cualquier caso, el asiento de Isabella siempre estaba un paso por detrás de Julia en los actos oficiales.

Episodio-37-En-esta-vida-soy-la-reina

Isabella no quería seguir siendo eclipsada por el nombre de su familia. La casa pertenecía a su padre e iba a ser heredada por su hermano. Quería que la gente la honrara a ella, no a su familia.

'Princesa Isabella.'

Llegado el día, Isabella sería independiente de su familia. Hasta entonces, tenía que utilizar sus privilegios para poner las cartas a su favor. Isabella estaba decidida a alcanzar su objetivo por todos los medios, costara lo que costara.

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