SLR – Capítulo 38
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 38: La abeja reina de San Carlo
—¡Lady de Mare! ¡Llega pronto!
Ottavio, que había llegado con antelación, recibió a Isabella con entusiasmo. La saludó más rápido que Camelia, que era amiga de Isabella, e incluso que Leticia, que era la anfitriona de la fiesta.
Isabella sonrió bellamente y aceptó el saludo de Ottavio.
—Isabella. Por favor, llámame Isabella. No hay necesidad de formalidades entre nosotros.
—¿Puedo? Oh, hermosa Isabella.
Camellia agarró con fuerza su abanico al ver a su prometido flirteando con Isabella. Pero no había nadie para ayudar a Camellia.
—¡Oh, Isabella!
La anfitriona, Leticia de Leonati, también saludó ávidamente a Isabella.
—Leticia.
Isabella sonrió alegremente al ser recibida por todos sus amigos. '¿Ves, Julia de Baltazar? Puede que tu padre sea marqués. Pero la gente me quiere más a mí.'
Pero Julia seguía imperturbable ante Isabella, que hacía alarde de su popularidad. Julia tampoco parecía interesada en Camelia, que temblaba de rabia desde que Isabella acaparaba toda la atención de Ottavio. Julia se quitó despreocupadamente el chal y se lo entregó al doméstico.
La familia de Julia estaba arraigada en la capital y no tenía un territorio propio en el campo. A pesar del alto título de su padre, tenía que mantener una buena relación con el Cardenal debido a esta razón.
Julia se dio cuenta del comportamiento tonto y vulgar de Isabella, y no tenía intención de caer tan bajo. Pero eso no significaba que fuera a ponerse de parte de Camellia, que no era diferente de Isabella.
Julia echó un vistazo a los invitados, con los ojos llenos de aburrimiento. Y en ese momento, el doméstico de antes llamó su atención. 'Es bastante guapo.'
El criado era demasiado guapo para ser contratado por la familia Leonati.
'¿Por qué trabaja aquí? Con su aspecto, podría estar trabajando en el palacio real, en vez de en la mansión de un simple vizconde.'
Julia decidió en secreto preguntar más tarde a Leticia por los antecedentes del doméstico.
***
La oportunidad llegó antes de lo esperado.
—Este es nuestro nuevo doméstico. Ha empezado a trabajar para nuestra familia hace poco.
Lady Leonati levantó la barbilla y señaló al apuesto sirviente.
No era raro dirigirse a los criados por sus nombres. Pero por lo que parecía, la familia Leonati no parecía considerar a sus empleados como seres humanos respetables.
—Es galicano, pero he oído que tuvo que emigrar urgentemente a Etrusco.
Ottavio frunció el ceño.
—Tras el fallecimiento del difunto rey de Gallico el año pasado, muchas personas fueron acusadas de traición y expulsadas del país.
Ottavio miró con hostilidad al excesivamente apuesto domestico.
—Tal vez tuvo que huir a Etrusco, porque participó en la traición.
—Vaya, ¿significa eso que un noble galicano está trabajando como doméstico en casa de Leticia?—Isabella soltó una risita—. Debes sentirte como la realeza, siendo servida por un noble.
Ottavio había querido decir que había que echar al criado, ya que podía ser uno de los traidores. Pero a Isabella no podía importarle menos la política o la traición. Simplemente la entretenía la posibilidad de que el apuesto doméstico fuera en realidad un noble.
Lady Leonati también era tan superficial como Isabella.
—En realidad, eso explicaría muchas cosas. Verás, es gallicano, pero habla tanto etrusco como latín. También conoce la etiqueta y la poesía. Es muy guapo e inteligente para ser un sirviente. Tiene un aire de gracia.
Sin poder reprimir su curiosidad, Julia preguntó a Lady Leonati.
—¿Cómo se llama?
—...Francis.
—Qué nombre tan sofisticado. Es impropio de un plebeyo. —interrumpió Ottavio con voz contrariada.
Isabella entornó los ojos y sonrió bellamente mientras se ganaba el favor de Ottavio.
—Se parece demasiado a un petimetre para ser un plebeyo.
N/T: perimetre:
Isabella se encaró con Camellia, que estaba sentada a su lado, y la miró de arriba abajo.
—Mi querida Camelia, llevas un vestido precioso que nunca había visto antes. ¿Te has arreglado tanto porque Leticia te ha hablado por adelantado del guapo doméstico?
Sorprendida por el comentario difamatorio, Camellia negó con la mano.
—No, jamás. De verdad que no sabía que había un doméstico tan guapo en la mansión Leonati.
—¿Así que estás de acuerdo en que el domestico es guapo?
Isabella era una profesional en acorralar a la gente.
Lady Leonati intervino suavemente para ayudar a Isabella, que ya tenía la sartén por el mango.
—¿De qué estás hablando, Camellia? En mi última carta, mencioné que habíamos contratado a un nuevo y apuesto doméstico y que deberías venir a verlo.
Ante sus palabras, las demás damas y caballeros se burlaron bulliciosamente de Camellia.
—¿Estás mintiendo, porque te da vergüenza?
—¡Señora Castiglione, no debe comportarse así! ¡Su prometido está sentado a su lado!
Cuando la cara de Camellia se puso roja, los jóvenes volvieron a burlarse de ella, diciendo que estaba siendo tímida.
Ottavio también enrojeció. Pero no era porque estuviera enfadado con los demás por ridiculizar a su prometida. Era porque pensaba que su prometida estaba mirando a otro hombre delante de sus ojos.
Isabella sonrió suavemente y acarició las mejillas de Ottavio con su mano blanca como la nieve.
—Mírate, tan exaltado. Tienes la cara sonrojada.
Los ojos violetas de Isabella miraron a Ottavio con simpatía.
—Oh, varonil Ottavio, no hagas caso a la humilde sirvienta. Camellia está realmente bendecida por tener un prometido tan maravilloso como tú.
Impotente en su asiento, Camellia era aporreada con comentarios calumniosos y se veía obligada a ver a Isabella flirtear con Ottavio. Pero Camellia no tenía a quién quejarse. La mayoría de las damas eran íntimas de Isabella, y todos los caballeros estaban de su parte, fueran o no íntimos de Isabella.
Sentada junto a Camellia, que se abanicaba frenéticamente el rostro acalorado, Isabella anunció que su familia iba a organizar un baile en un futuro próximo.
—Su Eminencia ha decidido organizar un baile de debutante para mi hermana pequeña, Ariadne.
Los jóvenes nobles de San Carlo parlotearon ruidosamente al enterarse de la noticia.
—¿Un baile de debutantes aparte en la mansión? Su Eminencia debe apreciar mucho a su segunda hija.
A Isabella se le revolvió el estómago al oír aquel comentario. Pero no podía montar una escena delante de todos.
Isabella mantuvo su fachada y sonrió bellamente.
—Por supuesto. Incluso el Rey y la Reina recompensaron a nuestra Ariadne por sus notables hazañas. Nuestra familia debe apoyarla en consecuencia.
Isabella se esforzó por mantener la compostura mientras se recordaba a sí misma que tener otro miembro distinguido en la familia no era algo malo. Isabella estaba decidida a cosechar todos los beneficios de este acontecimiento, sólo así se sentiría menos resentida.
—No todos los días se organiza una fiesta en mi casa.
Normalmente, el anfitrión de la fiesta recibía una atención especial.
—Le pediré a madre que convierta uno de los salones en tocador. Podemos reunirnos allí y charlar juntas.
Las damas estaban encantadas con la noticia.
—Odio tener que conversar con cada Tom, Dick y Harry en el baile.
—Me encantaría pasar tiempo de calidad sólo con el grupo.
—¡Eres la mejor Lady Isabella! Siempre con tanto tacto y consideración.
Isabella también engatusó a los caballeros con una mirada adorable.
—Tienen que venir todos. ¿Lo prometen?
Isabella necesitaba hacer alarde de su fastuoso vestido, que iba a ser confeccionado con tela de primera calidad del reino Moro. Más concretamente, Isabella necesitaba que el público viera que era incomparablemente más bella que su hortera y sombría hermana menor.
Y si estos jóvenes decidían venir, era muy probable que el Conde Césare también asistiera al baile.
Isabella quería la atención del hombre más orgulloso de San Carlo.
Se merecía tener sólo lo mejor de lo mejor. Hasta ahora, su vida transcurría como debía. Y sin duda seguirá siendo así en el futuro.
* * *
Mientras Isabella se pavoneaba delante de sus amigas, pensando en cómo eclipsar a su hermana menor, Ariadne, que era la verdadera estrella del baile, no estaba interesada en vestirse para la fiesta.
—Madame Marini de la modista Ragione ha llegado.
Ahora que Ariadne tenía más dinero, Sancha le sugirió que comprara en una boutique de renombre. Pero Ariadne ignoró la opinión de Sancha y decidió volver a comprar a la modista Ragione.
—Tenemos un presupuesto ajustado. Lo máximo que podemos gastar en mi vestido es probablemente alrededor de... 5 ducados.
—¡Mi Señora! ¡Pero su eminencia dijo que proporcionaría más si era necesario!
—Debemos intentar planificarlo todo dentro del presupuesto. También tenemos que comprar un juego de productos básicos de maquillaje. Así que el presupuesto es más ajustado de lo que esperaba.
Sancha estaba descontenta, pero asintió con la cabeza.
En San Carlo, a las chicas no se les permitía maquillarse antes de debutar. Así, Ariadne no podía ponerse nada en la piel, salvo algunos ungüentos cutáneos básicos. Pero a partir de la fecha de su debut, Ariadne podía maquillarse en el exterior.
—Tus rasgos faciales son muy proporcionados. Estoy segura de que vas a ser una auténtica belleza con un poco de maquillaje. —dijo Sancha con entusiasmo.
Sancha también tenía las habilidades necesarias para respaldar su anticipación. Incluso Madame Marini alabó el buen gusto de Sancha, cuando ésta participó con entusiasmo en la elección del vestido de Ariadne.
—Quiero que el vestido sea sencillo y simple. No quiero adornos innecesarios ni que sea revelador. Que el escote cubra las clavículas.
En su vida anterior, Ariadne fue objeto de un escrutinio desdeñoso durante casi diez años. Si llevaba algo ligeramente revelador, la llamaban lasciva. Si llevaba prendas extravagantes, la llamaban superficial y vulgar. Si vestía algo relativamente sencillo, la llamaban chabacana.
Diez años de críticas desacreditadas hicieron que Ariadne prefiriera poco a poco los atuendos sencillos y conservadores. Dejó de preocuparse por si el vestido era bonito o si complementaba su figura. Sólo se preocupaba elegir algo que no fuera objeto de desprecio.
Naturalmente, a Ariadne le decían a menudo que no tenía sentido de la moda, lo que le hacía perder la confianza en sí misma. Y como suele decirse, uno es lo que cree ser, Ariadne tenía un horrible sentido de la moda.
A petición de Ariadne, Sancha y Madame Marini gritaron al unísono.
—¡No, milady!
—¡De ninguna manera!
Madame Marini repitió su argumento de la última vez que conoció a Ariadne.
—Como he dicho, ¡es una mala decisión taparlo todo! Como tienes una parte superior del cuerpo voluptuosa, debes hacer el escote moderadamente profundo para parecer más delgada.
—¡Eso es! ¡Así es! Además, tus clavículas están bien formadas y tu cara es pequeña, ¡pero tu cuello no es tan largo! Un escote alto te quedaría demasiado asfixiante.
Madame Marini parecía impresionada por Sancha.
—¡Vaya, Lady de Mare, su criada tiene buen gusto! Tiene toda la razón.
—¡Por supuesto!
Animada por el cumplido de Madame Marini, Sancha siguió persuadiendo a Ariadne.
—Milady, bajemos el escote. En su lugar, le prometo que ataré más fuerte la tela de algodón habitual. Su pecho parecerá plano y no resultará nada provocativo. Más bien, hará que su cuello parezca más largo y que el vestido parezca menos sofocante.
Finalmente, Ariadne cedió.
—No puedo seguir siendo testaruda con vosotras dos convenciéndome. Quiero que el primer vestido sea sencillo y elegante. Y quiero que el segundo vestido sea más cómodo, para que pueda moverme fácilmente con él puesto. Os dejaré a vosotras dos los detalles.
Sancha y Madame Marini chocaron los cinco.
* * *
Elegir el vestido fue divertido, pero la preparación del baile de debutantes no fue todo coser y cantar.
La familia estaba reunida alrededor de la mesa para comer cuando Lucrecia empezó a hablar de la pareja de Ariadne en su debut.
—Eminencia, como ya sabrá, Ippolito debería ser la pareja de Ariadne en el baile de debutantes.
—Hmph. Tienes razón.
Pero Ippólito -el primogénito del cardenal y Lucrecia- estaba estudiando en Paloma, la ciudad de los becarios.
—Bueno, Ippólito no puede venir hasta San Carlo sólo por un baile.
—Eso es verdad.
—Así que decidí que un pariente lejano escoltara a Ariadne en el baile de debutantes.
Era la primera vez que Ariadne oía la noticia.
El Cardenal también frunció el ceño.
—¿No me digas que es alguien de tu lado de la familia?
😵💫 no, Lucrecia no te metas
ResponderBorrarTÚ CÁLLATE LUCRECIA 👹
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