PQC – Capítulo 13
Parece que caí en un juego de harén inverso
Capítulo 13
El Emperador dejó los cubiertos y apoyó la barbilla en las manos, prestándome toda su atención.
—Sí, dime lo que sea. Te concederé lo que quieras. —dijo con una sonrisa. De repente no pude evitar pensar que ni siquiera era su verdadera hermana pequeña.
—...
Evitando sus ojos, finalmente abrí la boca para mencionar la petición que había practicado varias veces de antemano.
—Me gustaría asegurarme de que los aposentos del príncipe estén bien arreglados.
—¿Te refieres a Velod?
El Emperador frunció ligeramente el ceño y sus ojos brillaron con algo distinto a su habitual afecto hacia mí.
—Sí—respondí—. Ahora que no hay razón para tenerlo cerca de mí-.
—Esa dama de la corte…
—¿Perdón?
—No es nada.
Se cubrió las mejillas con las palmas de las manos y apartó la mirada, rozándose ligeramente la cara y el cuello con los dedos.
—He decidido vigilar a esa chica—añadí como respuesta—. Parecía querer quedarse en palacio. Tendré que averiguar cuáles son sus planes.
—...
—Majestad, ¿sabéis algo de esa dama de la corte? —le pregunté.
—¿Eh? Oh, bueno, me informan de estas cosas, ¿no?
'¿Es ese realmente el punto aquí?' Apenas me contuve de replicar. Pero no había necesidad de sacar a relucir algo innecesario. Probablemente me estaba imaginando cosas.
Tras una breve pausa, el Emperador dijo—: Ella... tiene el pelo negro, ¿verdad?
—Y ojos rojos. —añadí.
Recordé los ojos de la mujer. Y casi automáticamente, mis pensamientos se dirigieron a los ojos rojos del príncipe, profundos y desolados. Ojos que parecían viejos y antiguos…
—Y se llamaba… —dijo el Emperador, golpeando la mesa con los dedos, como si intentara recordar.
—Arielle. —terminé por él, pues me resultaba insoportable seguir viéndole buscar.
—Arielle, eso es. —repitió el Emperador, pronunciando su nombre como si fuera nuevo en su boca. Apreté los puños bajo la mesa, frustrada por una sensación ominosa que no lograba ubicar.
Cuando terminé de cenar con el Emperador, hice una seña a la dama de compañía que me seguía.
—Hess, hay algo que necesito saber. —le dije.
—¿De qué se trata, Alteza?
—Había alguien asignado al palacio de Su Majestad, ¿verdad?
Me refería a uno de los informantes secretos que había designado antes. Era muy probable que el Emperador ya supiera por qué los había echado, ya que parecía que le informaban regularmente de los tejemanejes de mi propio palacio. Pero parecía que, mientras estuviéramos en buenos términos, no vigilaría todos sus movimientos. Ni haría un escándalo al respecto. Probablemente él también tenía sus propios informantes en mi palacio, así que estábamos en paz.
—Diles que averigüen si Arielle... se ha reunido alguna vez con Su Majestad.
—Sí, Su Alteza.
Ante mi inesperada orden, ella se limitó a enarcar una ceja, y luego se retiró silenciosamente sin preguntar nada.
Me detuve en seco, sintiéndome algo incómoda, y entonces me di cuenta de que estaba en la entrada de los jardines, el lugar donde recientemente había tenido aquella horrible experiencia. No me había cruzado con Etsen desde entonces. El recuerdo de lo que había pasado bajo el árbol se sentía como un fantasma a punto de empezar a perseguirme. Lo mejor sería que no volviéramos a cruzarnos. Una fría ráfaga de viento me golpeó de repente. Giré la cabeza y vi que las puertas de los jardines estaban abiertas de par en par. Era una joven dama de compañía quien las había abierto.
—¿Daisy?
Cuando la llamé por su nombre, me sonrió.
—¿Por qué la puerta está abierta? —le pregunté.
—Pensé que querría dar un paseo, Alteza.
—...
No tenía necesariamente en mente dar un paseo, pero cuando la brisa helada me caló los huesos, decidí que no sería tan mala idea. El aire de este mundo era asombrosamente limpio y refrescante. Me di la vuelta antes de pisar la hierba.
—Váyanse todos. —ordené.
—Sí, Alteza.
Cuando volví la cabeza, Daisy me miraba abiertamente.
—Excepto tú. —añadí. La niña volvió a sonreír, como si hubiera estado esperando que yo dijera eso. Ya lo había pensado antes, pero esta niña parecía un poco peculiar, incluso para los estándares de este mundo.
Pronto me encontré tomando un té en medio del jardín de flores, que se extendía en todas direcciones, aparentemente interminable. La manta extendida sobre la hierba resultaba muy cálida, y la brisa fría no llegaba a tocarnos. Cuando pregunté por qué, Daisy me dijo que tanto la manta como el lugar habían sido "tratados mágicamente", a lo que cerré la boca para que no se notara que no tenía ni idea de lo que eso significaba.
“Tratados mágicamente... ¿Se refería a magia de verdad? Recordándome que le preguntaría a Nadrika cuando volviera, me llevé la taza de té a los labios, pero de repente sentí una mirada extrañamente intensa. Pero no dirigida a mí, por supuesto.
—¿Quieres comer algo? —pregunté.
—¡Sí! —dijo Daisy, asintiendo con entusiasmo. Alcé las cejas ante su franqueza y no pude evitar una pequeña sonrisa mientras empujaba el plato de galletas hacia ella. Cuanto más la observaba, más me recordaba a un animal pequeño. Las galletas parecían deslizarse enteras por su garganta mientras se las metía en la boca con vigor. Mientras la observaba expectante, me serví un poco de té en la taza que tenía a mi lado.
—¡Ack! ¡Hrrrk!
Después de atragantarse con las galletas, Daisy tosió y balbuceó mientras empezaba a golpearse el pecho. Le tendí la taza de té que había preparado. Jadeó cuando se inclinó hacia delante para tomar un sorbo.
—Ten cuidado, está caliente... —le advertí, pero ya se estaba apretando los labios y gimiendo, después de haber intentado beberse toda la taza de un trago. Sin mediar palabra, le quité la taza y empecé a soplar el té para enfriarlo. Esta dama de compañía estaba resultando ser bastante difícil. Daisy me sacó la lengua, con los ojos llenos de lágrimas. Al parecer, también se había quemado la lengua.
Cuando le tendí la taza de té, gritó—: Alteza, es usted tan... tan amable....
Me abracé las rodillas y apoyé la barbilla encima con una sonrisa.
—¿Yo? —pregunté.
—¡Por supuesto!
—No sé... La verdad es que nunca me lo había pensado así. —dije.
—¡También es muy amable con ese hombre! —dijo ella.
—¿Ese hombre?
—Oh, quiero decir... uh-.
Daisy se interrumpió, sin saber cómo debía dirigirse a él.
—¿Te refieres a Nadrika? —le pregunté.
—¡Sí!
—¿Por qué no le llamas por su nombre?
—Bueno, yo... hmm. ¿Por qué no...?
'¿De verdad me lo estás preguntando ahora?' pensé.
Daisy ladeó la cabeza, pensativa, y luego se contestó a sí misma.
—¡Ah!—exclamó—. Todo el mundo le llama simplemente 'ese hombre', así que supongo que seguí la corriente por costumbre. En este palacio, todos sabemos quién es 'ese hombre'.
Debía de referirse al personal de palacio. Parecía que Daisy no mentía cuando decía que era por costumbre, porque seguía llamándole "ese hombre" incluso mientras me lo explicaba.
—Hmm, creo que la mayoría de la gente no sabe cuál es la mejor manera de dirigirse a él.
—¿Por qué? Él fue el primer concubino, y ha estado viviendo en el palacio desde hace bastante tiempo.
—Oh, bueno... —Daisy me lanzó una mirada cautelosa—. Bueno, como es miembro del palacio, no es aceptable llamarle por su nombre de pila. Pero tampoco es un consorte oficial... ni se le ha dado un título apropiado.
Así que era un concubino sin título aristocrático. ¿Significaba eso que, durante todo este tiempo, sólo era un concubino de nombre?
—Normalmente en tal caso, le llamaríamos por su apellido, pero no tiene, así que…
¿Sin apellido?
—Así que estás diciendo que su familia era... —empecé.
—Sí, claro, porque era esclavo.
—...
Como no respondí, Daisy se encogió de hombros y dijo insensiblemente—: Creo que sólo lo llaman así porque no quieren acercarse a él. Ese hombre. Todos los demás aquí son al menos plebeyos o superior eso.
La idea se me había ocurrido antes, vagamente. Que podía haber esclavos, ya que ésta era una sociedad feudal. Pero no tenía ni idea de que hubiera uno tan cerca de mí.
—¡Pero ahora me dirigiré a él correctamente! —dijo Daisy. —Debería haberlo sabido.
Después de superar mi shock inicial, empecé a recordar su comportamiento. Y la forma en que Robért se había referido a él como el "esclavo sexual." Sólo por eso, parecía que Nadrika era la persona más baja de este palacio. Y probablemente creía que era su cruz a cargar.
—¿Su Alteza? —Daisy preguntó tentativamente.
“Sólo le pertenezco a usted, Alteza, ¿verdad?”
Por eso se había aferrado a mí tan desesperadamente. Siempre estaba al borde de un precipicio. Eso explicaba su miedo, su ciega necesidad de salvación. Y por fin comprendí que esta jerarquía, que no significaba absolutamente nada para mí -el poder que, irónicamente, era lo único que protegía mi existencia-, se basaba en un número incontable de personas oprimidas. Por supuesto, sabía que ahora no era el momento de preocuparse por esas cosas. La princesa no era más que una cáscara en la que yo vivía.
Era sólo que Nadrika...
¡Ding!
Antes de que pudiera completar mi pensamiento, una notificación del sistema apareció finalmente, tras varios días de silencio.
「Fijando objetivo.
Confirmado.
Princesa Yeldria Violett Cecilia.
Objetivo fijado.
Intentando detectar debilidad. (Intentos restantes: 2)
Intento en curso.
8%...
30%...
88%...
¡Fallo en la detección de debilidad debido a pruebas insuficientes!
Ha utilizado 1 intento para detectar la debilidad. (Intentos restantes: 1)
¿Desea intentarlo de nuevo? S/N」
Me puse en pie de un salto y me volví hacia el bosque, creyendo haber oído un susurro, pero allí no había sombras. ¿Dónde se había escondido? Pero, ¿es que acaso...? ¿Quizá ni siquiera estaba cerca?
Arielle eligió N. La pantalla desapareció y luego mostró un nuevo mensaje.
「Consejo: Para aumentar tus posibilidades, encuentra a tu objetivo en un momento crítico.」
Yo no tenía ninguna debilidad en este mundo. Excepto... Nadrika.
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