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PQC – Capítulo 11

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Parece que caí en un juego de harén inverso.

Capítulo 11


Me detuve ante la puerta. La dama de compañía abrió la primera, y después una segunda puerta. Me esperaban las cuatro mujeres y un hombre que habían sido arrastrados más allá de las cortinas.

—...

Para ser más precisos, había cuatro personas esperándome, no cinco. Uno se había desmayado y estaba tendido en un sofá. La puerta se cerró tras de mí.

—Mis disculpas, Alteza. ¿La despierto?

—No hace falta. Déjala. —dije. 

¿Había ido demasiado lejos? Sentí que estaba aprovechando el legado que esta princesa me había dejado en cuanto a terror y violencia. Tenía un sabor amargo en la boca. Pero, teniendo en cuenta que no se me ocurría una alternativa mejor, supongo que había elegido el mal menor. Después de todo, no era especialmente sabia ni justa.

—¿Admites tu crimen? —pregunté.

—Sí, Alteza. —respondieron todos. 

En ese momento parecían aceptar su destino, posiblemente porque habían tenido tiempo para reflexionar y procesar lo sucedido. Sus respuestas eran tranquilas y llevaban un aire de resignación.

—He decidido no mataros. —anuncié.

—¿Eh?

Mirando sus rostros pálidos y asustados, continué—: Pero eso no significa que salgáis libres. Debéis pagar un precio.

—¿Cuál es...?

—Os convertiréis en mis ojos y mis oídos. Cuando oigáis cualquier rumor sobre mí, cualquier cotilleo que yo no oiría de otro modo, me traeréis esa información.

Al principio no parecieron comprender.

—Sobre el papel, todos ustedes serán despedidos. Esta noche, saldréis de palacio y me esperaréis fuera. Debéis aseguraros de no encontraros con nadie conocido. ¿Entendido?

—Sí, Alteza. —respondieron todos.

—A partir de ahora, trabajaréis en diferentes palacios. Si se descubre que estáis ocultando algo o me estáis engañando, seréis ejecutados.

—...

—Vuestras vidas son mías ahora. No lo olvidéis nunca. La única forma de que viváis es jurándome lealtad.

Para asegurar el secreto, me había asegurado de que los puestos en primera fila vinieran de familias humildes o no tuvieran conexiones. No es que lo supieran, por supuesto. Había decidido que todos los caballeros involucrados en esto también tendrían que ser enviados fuera del palacio. No podía garantizar que esto impidiera que alguien hablara, pero era lo mejor que se me ocurría.

—Permitidme que os acompañe, Alteza.

Cuando empezamos a salir, dirigí mi atención a la dama de compañía que me había estado atendiendo todo este tiempo. Mientras caminábamos por el pasillo, le pregunté despreocupadamente. 

—¿Cómo te llamas?

—Hess, Alteza. —respondió ella. Tomé nota mentalmente.

* * *

—Creo que es increíble.

Al oír esas palabras, las demás damas de honor soltaron todo lo que llevaban guardado, asombradas. Teniendo en cuenta que todo el mundo andaba siempre nervioso por palacio, fue una reacción extremadamente dramática.

—¿Qué has dicho? —preguntó una de las damas de compañía, demasiado aturdida para recoger los platos rotos que había en la alfombra.

—¡He dicho que es increíble!

—...

Cuando nadie respondió, Daisy repitió.

—¡Su Alteza es mucho más asombrosa de lo que jamás hubiera esperado!

—No, te oímos la primera vez... Dios mío, creo que no puedo respirar.

—Yo tampoco. —dijo otra dama de compañía.

—¿Necesitas una bofetada para despejarte? —preguntó una.

—Mi corazón late tan rápido...

Daisy sonrió, sin inmutarse por la clara angustia de las otras mujeres.

—Daisy. Quizá deberías pensártelo un poco más. —sugirió una de ellas.

—¿Cómo...? ¿A quién estás llamando asombrosa?

—¡A Su Alteza!— intervino Daisy.

—¡Al menos podrías haberlo pensado un segundo!

—¿Por casualidad comiste algo en mal estado? —preguntó una dama de compañía.

—Hoy, simplemente... parecía una verdadera reina. —dijo Daisy, con los ojos brillantes.

—Eso es porque sólo llevas aquí unos días—dijo alguien—. ¡Contrólate rápido, a menos que quieras acabar muerta! No queremos tener que enterrarte....

—¡Oh, de ninguna manera!—contestó alegremente Daisy—. ¡Creo que tengo la bendición de poder servir a una persona tan maravillosa!

Las damas de compañía sintieron que su corazón se desplomaba al darse cuenta de que no lograban persuadir a Daisy. Después del incidente del "Salón de la Muerte", que se había llevado a cabo con inusitada eficacia y sigilo, todo el mundo hablaba de que la princesa no era ella misma. Nadie sabía qué había pasado con las cinco personas que habían desaparecido más allá de las cortinas. Normalmente, los que desafiaban a la princesa eran brutalmente asesinados en público, sus cabezas decapitadas expuestas a la vista de todos, así que esta vez la sentencia oculta era aún más aterradora. Podrían haber sido sometidos a algo aún más terrible que la muerte. Las damas de compañía se estremecieron de miedo al pensarlo.

El resto de personas que habían sido reunidas fueron liberadas de la sala al amanecer, sin haber recibido ninguna orden o sentencia en particular. Se dedicaron a sus tareas habituales totalmente desorientados, todos al borde de un ataque de nervios. Tras el incidente, las reacciones fueron variadas: algunos rompieron a llorar de repente, otros se volvieron cada vez más paranoicos y algunos se limitaron a murmurar para sí mismos, con las manos temblorosas.

—¿Te crees bendecida? —replicó una voz incrédula desde el fondo. 

Era Arielle.

—¿Cómo puedes decir eso después de lo que has visto? —dijo. 

Arielle fue una de las varias que salieron de la "Sala de la Muerte" sin ser afectada.

—Bueno, todos se merecían lo que les pasó porque eran culpables. —replicó Daisy, sin dar su brazo a torcer.

—¿Cómo vas a saberlo si tú misma nunca lo has experimentado?—dijo Arielle—. No asumas que la ira de Su Alteza no se dirigirá a ti algún día.

—Eso no es cierto—replicó Daisy—. Su Alteza ya me perdonó por cometer un error honesto. Ahora voy a trabajar más duro para ella, ¡así que no tiene motivos para castigarme!

—¡Ja!

—Espera, Daisy... ¿qué quieres decir con que te ha perdonado? —preguntó una dama de compañía, que parecía tensa y nerviosa a pesar de no haber participado en el incidente de la "Sala de la Muerte". Palmeándose nerviosamente el pecho, miró fijamente a Daisy, esperando una respuesta.

—¡La pisé! —dijo Daisy alegremente.

—¿La pisaste? ¿Cómo?

—Tropecé sobre el vestido de Su Alteza. Y casi se cae. —explicó Daisy, mostrando cómo había tropezado la princesa.

—¡Nooo! —jadeó la nerviosa dama de compañía. Se desmayó y estuvo a punto de caerse, pero la mujer que estaba detrás de ella la atrapó expectante.

Con los ojos muy abiertos por la sorpresa, Daisy preguntó—: ¿Estás bien? ¿Qué le ocurre? ¿Estás herida?

—Deja de hablar, ¿vale?

—Oh... ¿Por qué? ¿Qué he hecho?

Daisy hizo un mohín de protesta.

* * *

...

La luz del sol se colaba por las cortinas. Recién despertada, abrí los ojos ante una vista preciosa: uno de los hombres más guapos que había visto nunca estaba enterrado en las sábanas a mi lado, dormido con la mejilla apoyada en mi brazo. Me preocupaba que pudiera echarme a perder por poder deleitarme con esto todas las mañanas. Me maravillaba su rostro, sentía que podría mirarlo todo el día. Estaba convencida de que no había nada más entretenido en este mundo que el rostro de un hombre tan hermoso. Mi extraña conclusión era tan cierta que no pude evitar reírme.

Al oír mi risa, su ceja se crispó y una leve arruga apareció en su frente. Nadrika también estaba despierto. Llevé el dedo a su mejilla blanca y pálida, que seguía pegada a mi brazo, y se la pellizqué suavemente. Era adorable sentir su piel tan suave y blanda. Abrió los ojos.

—¿Estás despierto? —le pregunté inocentemente.

Parpadeó soñoliento mientras yo movía el codo para mirarlo, con la barbilla apoyada en la palma de la mano. Cuando le sonreí tímidamente, Nadrika me devolvió la sonrisa somnolienta. ¿Desde cuándo habíamos empezado a dormir juntos en la misma cama como si fuera lo más natural del mundo? Mientras luchaba por adaptarme a esta nueva vida, supuse que había sucedido de forma natural, fruto de mi desesperación. Había decidido seguir la corriente y disfrutar, pensando que en realidad no era nada malo. Además, me había sentido muy sola, quedándome dormida cada noche en un lugar desconocido. Gracias a su calor, dormía mucho mejor.

—Buenos días, Alteza. —murmuró Nadrika.

—Buenos días a ti también. 

Teniendo en cuenta todo, la verdad es que era un compañero muy experimentado. Siempre me había considerado una persona extremadamente reservada, pero aquí estaba, compartiendo cama con él todas las noches sin pestañear. Y este hermoso hombre, con su rostro puro y aparentemente inocente, parecía no tener problemas para dormir a pierna suelta cada día. Eso es lo que lo hacía sospechoso.

Esperaba que se me insinuara disimuladamente mientras dormía, pero se mantenía tan estrictamente controlado que me parecía demasiado perfecto. De algún modo, sabía exactamente lo que yo sentía y evitó cruzar ninguna línea. Nadrika me apartó el pelo de la cara y besó ligeramente un mechón, cerrando los ojos.

—¿No huele...? —pregunté.

—¿Cómo dice, Alteza?

—Quiero decir, es pelo.

Cuando Nadrika me miró confundido, me encogí de hombros y me reí. Expliqué que era como si me acariciara el pelo como si fuera una flor exótica y perfumada. No me atrevía a ser tan directa como para preguntarle por qué le gustaba tanto.

Nadrika seguía mirándome inquisitivamente, así que fingí no darme cuenta y volví la cabeza hacia otro lado. Era una de esas mañanas en las que realmente no quería salir de la cama.

—¿Llamo para desayunar o prefiere bañarse primero? —preguntó.

—Uf, ninguna de las dos cosas. —murmuré, enterrando la cara en la almohada. Todo me parecía una obligación. Hoy no quería hacer nada. Sentía que se me habían agotado las pilas. Incluso después de una buena noche de sueño seguía sintiéndome agotada, así que sospeché que era fatiga acumulada debido a los últimos acontecimientos. Después de un día o así debería estar bien.

—Entonces... ¿puedo ayudarla? —preguntó Nadrika.
—¿Ayudarme con qué?

Recordé su pésima etiqueta en la cena, la forma en que había copiado cada uno de mis movimientos como si su vida dependiera de ello. Desconocedora de la etiqueta culinaria de aquí, había cogido cualquier tenedor al azar para comer, y aún así él me había copiado, sin saber que estaba mal.

—¿Qué tal un baño primero? —dijo.

¿Un baño? No se refería a comer.

Pero... ¿un baño? ¿Ayudarme con un baño? Mientras dudaba en responder, Nadrika empezó a salir de la cama.

—Me prepararé enseguida. —dijo—. Usted quédese en la cama, Alteza.

¿Prepararse? Mientras yo le miraba sin comprender, Nadrika se levantó y se arremangó los dobladillos de los pantalones. Luego empezó a desabrocharse la camisa.

—Nadrika. —lo llamé.

—¿Sí, Alteza?

—Por... ayudarme, ¿quieres decir...?

Dejó caer la camisa al suelo, mostrando su pálido torso blanco. Luego se acercó a mí y me tiró suavemente hacia él, acunándome como a un bebé. No importaba lo que hiciera o cómo lo hiciera, sus acciones no me hacían sentir incómoda en absoluto.

—Sí, Alteza. Me ocuparé de su baño. —dijo.

'Ah, eso es lo que pensé.'

—Haré un buen trabajo, Alteza—dijo tranquilizador, pareciendo notar mi expresión de duda—. No la decepcionaré.

Qué extraño. Si me hubiera hecho esta oferta la primera noche que dormimos en la misma cama, la habría rechazado inmediatamente. Sin embargo, me lo ofrecía hoy, después de que me sintiera cómoda en su presencia. Por mi mente pasaron varios pensamientos, pero mientras Nadrika me levantaba con confianza, me apoyé lánguidamente en su cuello y cerré los ojos. Me resultaba demasiado cómodo.

Además, era propio de la naturaleza humana dejarse seducir por alguien tan guapo, ¿no?

N/T: Yo sí me dejaba bañar por Cha Eun Woo todos los días, sí. Jajaja.

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