SLR – Capítulo 4
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 4: Regresión y comienzo de la venganza
La ejecución fue rápida, ya que su confinamiento estaba decidido desde hacía mucho tiempo. Vestida con su bata de dormir, Ariadne fue encarcelada en la torre oeste del castillo de San Carlo. Sentada en el frío suelo de piedra, con sólo una capa de heno debajo, los últimos catorce años de su vida pasaron ante sus ojos.
Césare era muy exigente con muchas cosas, pero era fácil de tratar y agradable, siempre y cuando se ganara su favor primero. Los últimos 14 años con él fueron muy agradables. Césare era un hombre espontáneo. Visitaba la residencia del Cardenal y salía con Ariadne a pasear en su caballo. Recogió muchos lirios del bosque y se los regaló a Ariadne.
—Me recuerdan a ti. Devota y obediente.
La flor silvestre parecía desgarbada, inclinando la cabeza hacia el suelo sin nada de lo que depender. Pero en ese momento, Ariadne pensó que era el mejor cumplido.
Desde lejos, Ariadne oía la alegre música que celebraba la coronación de un nuevo rey y una nueva reina. Ella misma había elegido las canciones, ya que había pensado que sería su propia coronación. Creía que por fin sería recompensada por los últimos catorce años de amor y devoción.
Una voz suave interrumpió los pensamientos de Ariadne.
—Los lirios de mayo silvestres no son tan preciosos como las rosas cultivadas en el invernadero.
La nueva reina, Isabella, estaba en lo alto de la torre oeste. Su cabello rubio estaba recogido en un moño, decorado extravagantemente con innumerables perlas. Un delicado velo de encaje cubría su cabeza, y un vestido de seda blanca se ceñía a su cuerpo como pétalos de tulipán, complementando a la perfección su esbelta figura.
De un vistazo, Ariadne se dio cuenta de que había mucho trabajo detrás del vestido. Pero, sobre todo, se dio cuenta de que nunca lo había visto. Isabella debía de haberlo preparado con antelación para ese día.
Ariadne tenía muchas preguntas. ¿Desde cuándo? 'Si lo querías, podías haber aceptado su proposición desde el principio. Pero en vez de eso me lo echaste a mí. ¿Por qué? Después de tanto tiempo, ¿por qué?' Con los ojos llenos de dudas, Ariadne miró a Isabella.
Isabella levantó su pequeña barbilla y miró a Ariadne. Isabella no parecía arrepentida en absoluto. En el momento en que Isabella se encontró con los ojos de Ariadne, la reprendió.
—¿Cómo te atreves?
Ariadne agachó la cabeza y se disculpó habitualmente. La respuesta automática se había convertido en una segunda naturaleza para ella durante un largo período de tiempo.
—...Siento lo del príncipe Alfonso. No sé qué más decir.
Isabella despreció su respuesta.
—Estoy hablando de Césare, imbécil. ¿Cómo te atreves a intentar convertirte en la reina?
'¿Qué?' Ariadne se quedó boquiabierta.
Isabella continuó arremetiendo contra Ariadne. —Merezco ser la mujer más noble de este Reino. Deberías haberte apartado de su lado, en el momento en que Césare se convirtió en Duque Regente. ¿Por qué tengo que pasar por todos estos problemas por tu culpa?
Dejando a Ariadne sin habla, Isabella agitó su abanico y continuó—: Padre me dijo que yo debía dar renombre a nuestro apellido. Tú no eres más que una sustituta, mi insolente hermanita.
El bonito rostro de Isabella frunció ligeramente el ceño.
—Gracias a ti, mi reputación está ahora manchada. Me llaman viuda y hablan de que estaba embarazada. ¿Cómo vas a responsabilizarte de esto?
Atónita, Ariadne replicó—: ¿Por eso estás enfadada? ¿Y el príncipe Alfonso? ¿No te preocupas por él? —Ariadne siempre intentaba contenerse, pero siempre acababa replicando—. Era bueno contigo. Te quería.
—¿Me amaba? —Isabella sonrió—. Todos los hombres son amables conmigo. Si tuviera que corresponder a todos ellos con mi amor, no sería diferente de una puta.
Isabella estaba hermosa como un ángel caído mientras movía animadamente su delicado rostro, quejándose de las razones por las que Alfonso merecía morir.
—Alfonso no consiguió convertirme en la mujer más noble del Reino. Esa es razón más que suficiente para que muera.
A Ariadne se le fue el color de la cara. Ella le preguntó—: ¿Y Césare…? ¿Le amas?
Para Ariadne, Césare era lo más preciado. Valía más que nada, más que ella misma. Incluso cuando resultó herida en el proceso, Ariadne continuó protegiéndolo y adorándolo.
Pero Isabella parecía haber oído algo ridículo. Miraba divertida a Ariadne. Sus ojos violetas de hada brillaban como si estuviera a punto de estallar en carcajadas.
—Mi querida hermanita. No seas tonta. La vida es una continuación de intercambios equivalentes. Césare me hizo Reina. A cambio, él puede tenerme a mí. Lo que tenemos es un intercambio justo. Alfonso no pagó el precio. Así que rompí el trato. No hay amor.
La sonrisa de Isabella se ensanchó. Su sonrisa parecía una rosa artificial: aunque era hermosa, parecía fingida.
—En lugar de amor, hay deseo. Antes de que Alfonso muriera, Césare vino a verme suplicando de rodillas. Me dijo que nunca me había olvidado después de desposarse contigo. Me veía en sus sueños. Hizo el amor contigo, pensando en mí.
—¿Qué?
—Dijo que eres demasiado grande y que se siente como si estuviera haciendo el amor con un hombre. Piensa que tu pelo parece un cuervo porque es demasiado negro.
Los bonitos ojos de Isabella brillaron con maldad.
—Casi te confunde con una vaca porque tus pechos son demasiado grandes y caídos.
Dejando a Ariadne sin palabras, Isabella acarició suavemente su fino cabello de trigo.
—Se siente protector con las mujeres pequeñas que caben en sus brazos. Me ha dicho que mi pelo rubio le recuerda a un ángel de la Biblia—el pequeño ángel de aspecto delicado sonrió maliciosamente—. ¿Alguna vez has sido deseada por alguien así?
Ariadne no podía respirar. Quería gritar que su querido Césare nunca diría tales cosas. Pero había tenido muchas señales. Su actitud hacia ella cambió justo después de convertirse en Regente. Ya no llevaba el anillo de compromiso. Ya no la miraba con ojos fervientes, y su matrimonio se pospuso indefinidamente.
—Esta es la diferencia entre tú y yo. No te dediques a un hombre. Nada saldrá de ello.
Isabella aconsejó a su hermana sin tacto. No le importaba si su hermanita, que pronto moriría, tendría la oportunidad de seguir su consejo.
—Los hombres no saben apreciar a las mujeres. No confíes en ellos —Isabella hizo un mohín con sus carnosos labios—. Césare puede estar loco por mí ahora, pero se hartará de mí dentro de unos años.
Era un quid que ni siquiera Isabella, la mujer más bella del Reino, había podido resolver a lo largo de sus 32 años de vida.
—Los hombres son tan raros. Hacen algo mal, pero no les gusta que me enfade con ellos.
Isabella jugueteó con el mechón de pelo suelto que tenía bajo las orejas y continuó—: Tarde o temprano, Césare te echará de menos: la mujer fiel que no se quejó ni una sola vez a lo largo de los 14 años que la trataron como basura.
—...¿Fiel?
—Padre siempre decía que es mejor deshacerse de todas las posibilidades que puedan causar problemas en el futuro. ¿No es cierto, mi querida hermana?
Cuando Isabella levantó su mano, su caballero levantó su espada. Era el guardia de Isabella que la seguía como su sombra.
—Ahora me voy. No quiero llegar tarde a la segunda parte de mi coronación.
La coronación se suponía que era de Ariadne.
—Hazlo sin dolor, Augusto. Después de todo, es mi querida hermanita. —Isabella provocó a Ariadne mientras se daba la vuelta para marcharse.
El caballero enderezó su espada y se acercó a Ariadne. Su ojo izquierdo brillaba en un ominoso color rojo. La luz que se concentraba en su ojo izquierdo era cada vez más brillante y roja, como fuego ardiente.
Pero Ariadne no pudo ver de cerca el ojo del caballero, porque estaba demasiado ocupada mirando a Isabella por la espalda. ¡Debería haberle respondido algo!
El caballero blandió su espada de media luna frente a los ojos inyectados en sangre de Ariadne.
Tajo
Sintió que el cuello le ardía. La sangre brotaba por todas partes como una fuente. Sentía la cara caliente, empapada en su propia sangre. La pequeña espalda de Isabella se alejó.
Y la oscuridad se instaló.
Ariadne se negaba a descansar en paz. Aún le quedaban muchas cosas por hacer. No podía morir así, todavía no.
—La Regla de Oro.
Una voz llorosa resonó débilmente en sus oídos.
—Paga por tus pecados y sé recompensado por tus buenas acciones. Esa es la Regla de Oro.
Quiero hacerlo. Ojalá fuera posible. Así debería ser el mundo.
—¿Puedes hacerlo?
Ariadne asintió frenéticamente. Lo haré. Puedo hacerlo. Haré que suceda.
Ariadne creyó oír la voz que se burlaba de ella. Creyó oír otra voz que la compadecía. Pero su cabeza estaba confusa y su cuerpo se sentía demasiado pesado. Finalmente, perdió el conocimiento.
* * *
—¡Ah!
Ariadne abrió los ojos, esperando un dolor atroz.
Pero no sintió nada. En su lugar, vio las vigas del techo de una casa de madera hecha jirones. Era la granja en la que había vivido cuando era joven.
¿Qué había pasado?
Su cuerpo se sentía extrañamente ligero. Ariadne levantó sus escuálidos brazos y miró sus pequeñas manos. Su piel era flexible como la de un niño.
Hacía menos de cinco minutos le habían dicho que su cuerpo era tan grande como el de un hombre y que sus pechos eran comparables a los de una vaca. Ariadne miró inconscientemente su cuerpo. Afortunadamente, el torso de la niña no era más que piel y huesos, con el pecho plano y los hombros estrechos.
Madre mía.
Ariadne saltó de la cama y se colocó frente al viejo y barato espejo. En su superficie llena de muescas se reflejaba una chica que parecía tener unos quince años.
En pleno estirón, la chica era alta y huesuda. Pero sus largas y delgadas extremidades eran bastante atractivas y su pelo negro le llegaba hasta la cintura. Unos afilados ojos verdes se miraron en el espejo. La chica era exactamente igual que Ariadne en el pasado, salvo por dos cosas.
Ariadne levantó la mano y se tocó debajo del ojo izquierdo. Había una marca de belleza roja y desconocida que antes no existía.
Su dedo anular izquierdo, parcialmente amputado por Césare, había vuelto a crecer. Como por arte de magia, el dedo estaba intacto. Pero la parte que le habían cortado era ligeramente más roja que el resto de la mano. La punta de su dedo anular izquierdo estaba teñida de un tenue color rojo.
Ariadne se miraba a sí misma con asombro cuando un invitado no deseado la interrumpió.
Bam
—¡Ariadne, inútil! —una anciana y demacrada abuela abrió la puerta de golpe e irrumpió en la habitación, gritando.
—¡Ya ha salido el sol! ¿Por qué sigues en la cama?
La abuela balanceó temerariamente la escoba en su mano, golpeando al azar la parte superior del torso de Ariadne.
—¡Ni siquiera puedes despertarte a tiempo! ¡¿Sabes cuánta gente se muere de hambre por tu culpa?!
Ariadne no podía saberlo, hoy estaba de limpieza y no era responsable de preparar la comida. Pero aunque lo supiera, Gian Galeazzo no habría dejado de reprenderla.
Era el pasatiempo favorito de Gian Galeazzo golpear a las criadas jóvenes, y disfrutaba especialmente acosar a Ariadne. El hecho de que una muchacha de sangre noble se esclavizara entre los criados de baja cuna siempre satisfacía a la malvada anciana.
Ariadne levantó el brazo para taparse la cara. La escoba iba y venía golpeándole la cara y el brazo. Le dolía. El pasado se repetía.
La primavera en que Ariadne cumplió 15 años, fue arrojada a la despiadada alta sociedad sin nadie de quien depender. Hoy era el día en que Ariadne estaba citada en la residencia principal del Cardenal en San Carlo.
Una muerte totalmente injusta, a causa de su torcida hermana y su asqueroso "prometido". Pero ahora ha vuelto a sus 15 años con la inteligencia de una mujer adulta. Hora de la venganza owo
ResponderBorrarNo tengo derecho a juzgarte Ari, tuviste una vida difícil y aunque la venganza nunca es buena yo te apoyo :c
ResponderBorrarDesde la primera vez que leí este episodio, tengo curiosidad de la reacción del cardenal sobre la muerte de Ari, o estaba tan ocupado con la coronación de Isabella e Ippolito convirtiéndose en el líder de Taranto. Isabella es capaz de inventar cualquier excusa para justificar ese asesinato. O simplemente lo escondió bajo la alfombra como la muerte de Arabella en esta vida.También tengo curiosidad por Agosto, actualmente sabemos que era un chamán de su tribu pero tenía el conocimiento y el poder para realizar una regresión secreta de los ojos de los despiertos, ya él es la mitad regresora de Ari. Siento que es peligroso pero todavía no sabemos su verdadero propósito. Muchas gracias por subir esta increíble historia! ♥️♥️♥️♥️♥️♥️
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