SLR – Capítulo 302
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 302: Un nuevo aperitivo
Tras dar un paso al frente, el señor Manfredi se unió alegremente.
—Por supuesto que no, Alteza. Debe ser un nuevo aperitivo.
El señor Bernardino añadió también con picardía—: La duquesa Rubina es la mujer más digna del reino. Ella nunca haría tal cosa.
Lo dijo para que se avergonzara incluso por intentar humillar públicamente a otra mujer. Alfonso asintió con la cabeza. Sin decir palabra, se dirigió a la mesa del perro con paso seguro.
Isabella fue la primera en darse cuenta de las acciones del Príncipe legal. Sus ojos amatistas temblaron, reflejando los temblores de un terremoto.
Alfonso levantó el plato de la mesa para perros. Al instante se dirigió al asiento de la duquesa Rubina y le puso delante la comida para perros.
¡Plop!
Todo el mundo se mantenía tan silenciosamente como un ratón, por lo que la papilla que cayó en el plato de porcelana sonó más fuerte que nunca.
Rubina estaba pálida como un fantasma.
Alfonso abrió la boca para hablar.
—El anfitrión debe empezar a comer antes que el invitado.
Tenía razón sobre los modales en la mesa, pero todos en la sala sabían que esa no era su verdadera intención.
‘¡Le está ordenando que se coma la comida del perro!’
El señor Manfredi corrió hacia la mesa de los perros y trajo la cucharilla para perros. La cuchara de sopa tenía la forma de una simpática pata de perro.
Inocentemente le recomendó.
—Por favor, empieza.
¡Splash!
La cuchara de perro cayó con un plop en la papilla delante de la duquesa Rubina. Manfredi sonrió con picardía y añadió—: El nuevo aperitivo se enfría.
Rubina miró fijamente a Alfonso. Sus manos temblaban salvajemente.
Pero Alfonso devolvió la mirada a Rubina con expresión serena. Era como si contemplara ramas agitadas por el viento o el agua de lluvia que goteaba de la punta de los aleros. Como si no hubiera pasado nada.
Después de que ambos se miraran durante un rato, Rubina acabó dando un golpe en la mesa.
—¡Ya basta! —gritó y se levantó de un salto. Rubina salió del comedor con su bulldog francés gris en brazos. Su criada Devorah se apresuró a seguirla con las provisiones para el perro, e Isabella, tan pálida como un fantasma, se quedó atrás.
Después, los más listos fueron las primeras en marcharse. Las invitadas nobles se estudiaron las caras y luego siguieron rápidamente a la duquesa Rubina. Se marcharon como si hubieran visto un fantasma.
El señor Bernardino llamó al criado.
—Ejem.
El anfitrión y la mayoría de los invitados se habían ido, pero el comedor se vació mientras la comida quedaba intacta. ¿Por qué desperdiciarla cuando tenían la oportunidad?
—¿Supongo que la comida ya está lista, cierto?
El criado de aspecto más experimentado de la sala dio un respingo de sorpresa y respondió—: ¡S-sí!
—Desde el punto de vista de la cocina del palacio real, no importa quién lo coma, así que sirve todo tal como está preparado.
—Preparamos 36 raciones, pero sólo hay 10 personas...
—Entonces tráelo todo. ¡Tenemos tanta hambre como para comernos un caballo!
Los caballeros parecían dispuestos a rebelarse si no se les alimentaba. Los sirvientes bajaron servilmente la cabeza y se retiraron.
Los caballeros irrumpieron en el almuerzo de Rubina e incluso le robaron la comida. Las nobles se habían sentado con elegancia, pero ahora, los caballeros se dejaban caer en los asientos, ensuciando el suelo con sus zapatos embarrados.
Las mujeres de la nobleza que no tenían intención de seguir a Rubina se marcharon en grupos al ver a los hombres.
Los caballeros acababan de terminar su entrenamiento. Tenían el pelo y los uniformes empapados en sudor, y sus viejas armaduras de entrenamiento, emitían un hedor horrible.
Alfonso no era una excepción, y tardó en darse cuenta de ello. Ariadne estaba hoy más guapa que nunca, pero él estaba horrible.
En silencio, intentó limpiarse el sudor de la cara con la manga, pero sólo consiguió mancharse las mejillas de barro. Cuando Alfonso vio su reflejo en el espejo de la pared, le entró el pánico.
La única dama que quedaba en el comedor era la condesa Ariadne de Mare. Mientras Alfonso se paralizaba como un reloj estropeado, el señor Manfredi se acercó a Ariadne.
—¿Puedo expresarle mis saludos, Condesa De Mare?
No olvidó doblar una rodilla cortésmente.
Ariadne sonrió abiertamente y respondió—: Es un honor conocerle. Es usted el tercer hijo del conde Manfredi, ¿me equivoco?
Los ojos del señor Manfredi se abrieron de sorpresa. —¿Me conoce?
La condesa Ariadne de Mare -la chica que discierne la verdad, la santa del refugio de Rambouillet y la mujer más famosa de la capital- ¡lo conocía!
Incluso el escurridizo Manfredi no pudo evitar balbucear.
—¡Mi familia y yo nos sentimos muy honrados!
—Todos en la alta sociedad de San Carlo le conocen, señor Manfredi —Ariadne dijo con una carcajada.
—¡Me siento halagado más allá de las palabras!
El señor Manfredi se animó lo suficiente como para aplaudir y saltar.
Entonces, pareció acordarse de algo. Pero parecía un poco ensayado porque su frase era demasiado suave.
—Dejando eso a un lado, ¿consideraría unirse a nosotros para comer? Queda un poco de tiempo hasta la conferencia.
Al ver a Manfredi haciendo el tonto delante de la condesa De Mare, el señor Rothschild preguntó—: Señor Bernardino, ¿no tenía Manfredi una prometida? Rothschild era extranjero y pasó a formar parte de la tripulación en Jesarche.
—¿Por qué de repente se comporta como un tonto?
Incluso un extranjero ajeno al decoro de la corte etrusca se dio cuenta del coqueteo de Manfredi. Antes incluso de que el señor Dino tuviera ocasión de responder, Desciglio, el ayudante de Dino, pateó a Rothschild por debajo de la mesa.
—¡Ay!
—¡Shhh!
El señor Desciglio miró a Manfredi con ansiedad y susurró—: ¡Le abandonaron!
—¿Qué?
Desciglio actuó como si les estuviera contando un secreto impactante y continuó susurrando.
—Su prometida pensó que Manfredi había muerto durante la guerra debido a su prolongada ausencia y se casó con otro hombre.
—Oh, no...
Su susurro era un poco alto para ser un secreto, pero el señor Manfredi estaba demasiado concentrado en la condesa De Mare para oír nada.
—El señor Manfredi piensa que es injusto, diciendo que escribió muchas cartas. Pero es obvio que no le habría escrito en años.
El señor Desciglio era uno de los más jóvenes del grupo y se había quedado en San Carlo mientras la tropa estaba en Jesarche. Así que con el único que podía bromear era con el señor Rothschild.
—¡¿No tengo razón, señor Dino?!
Sin embargo, el señor Bernardino tenía otras preocupaciones.
‘¿Manfredi no tiene ni idea de la relación entre el Príncipe y la Condesa De Mare?’
El señor Manfredi sonrió de oreja a oreja e intentó por todos los medios atraer a la Condesa De Mare.
‘Ese tipo va a tener un gran problema en el entrenamiento de mañana…’
Como era de esperar, Alfonso parecía terriblemente alterado. La sangre se pareció desaparecer de su rostro y luego se concentró ahí y frunció las cejas.
‘Me mantendré al margen…’
El silencio era oro, y no hacer nada era mejor que hacer algo a veces. Bernardino se limitó a rezar a Dios Celestial para que el príncipe Alfonso no sacrificara a toda la tropa y sólo disciplinara a Manfredi.
* * *
—¡Idiota!
¡Bofetada!
La duquesa Rubina no fue suave con Isabella porque estuviera embarazada. La abofeteó sin piedad, haciéndola rodar sobre su alfombra de alta gama fabricada en el imperio Moro.
—¡Confié en ti y en tu truco, pero sólo conseguí que me ridiculizaran! —Rubina ardía de rabia—. ¡Dijiste que eres la que más conocías a tu hermana, pero no sabes nada! ¡Eres una inútil!
El cabello rubio de Isabella, antaño peinado, se había desordenado y esparcido por la alfombra roja. Ottavio, de pie detrás, no sabía qué hacer y se limitó a inquietarse.
—¡¿Qué vas a hacer con este lío?! Tuviste las agallas de pedirme que resolviera la demanda presentada por la casa del barón Castiglione a cambio de asegurarme el papel de acompañante de Bianca. Pero fracasaste. ¡Completamente!
Isabella apenas pudo ponerse de rodillas mientras se acunaba el vientre. Se arrastró a cuatro patas hasta Rubina, agarró el dobladillo de su falda e imploró. —¡Nunca preví la llegada del Príncipe! ¿Quién iba a saberlo?
—¡Necesito un subordinado que haga el trabajo, independientemente de las variables! ¡Viste la sonrisa en la cara de esa horrible moza cuando vio a su salvador!
Isabella gimió.
—Por favor, deme otra oportunidad. Os demostraré mi valía, duquesa. ¡Conozco a esa muchacha Ariadne mejor que nadie! ¡Me aseguraré de que se rinda ante vos!
Rubina apartó a Isabella de una patada.
—¡No es necesario!
Eso hizo que Isabella se cayera hacia atrás.
—¡Ahhhhh!
Rubina entornó los ojos de color vino y la miró con rabia. —¡Debería haberlo sabido desde el principio! No lograste seducir a mi hijo, ¡ni siquiera con tu cuerpo desnudo! Debería haber sabido que no debía confiar en ti.
Ante eso, los ojos de Ottavio se abrieron lo suficiente como para salirse. Isabella estaba preocupada por Ottavio pero no podía permitirse el lujo estudiar su rostro, al estar mucho más preocupada por Rubina.
—N-no, ¡no es así...!
—Déjate de excusas —interrumpió Rubina con firmeza—. Fallaste una vez, y lo volviste a estropear —clavó su zapato de satén rojo oscuro en la barbilla de Isabella y le inclinó la cara hacia arriba—. Un fracaso podría ser un error... Pero dos significan que no vales nada.
Cuando Rubina le quitó el zapato, el rostro de Isabella se desplomó sobre la alfombra. Sin embargo, Isabella levantó el rostro al instante y suplicó desesperadamente.
—Duquesa Rubina, ¡por favor! Si me da una oportunidad más, ¡cumpliré la misión a la perfección!
Rubina no se impresionó y resopló.
—Si eres tan buena como dices, seguro que puedes resolver el caso con la casa del barón Castiglione sin mi ayuda —con un suspiro, Rubina le hizo un gesto para que se marchara—. Deja de aferrarte y vete inmediatamente, o llamaré a los guardias para que te obliguen a salir.
Isabella trató de intentarlo de nuevo, pero Ottavio la detuvo. En un instante, la duquesa Rubina desapareció en su habitación interior.
La criada Devorah los escoltó a la salida. Así fue como Isabella y Ottavio fueron expulsados de la residencia de la duquesa Rubina.
Isabel lloraba, con las manos cubriéndose el rostro, mientras permanecía en el pasillo del palacio real, agobiada por su embarazo.
—¿Qué vamos a hacer...?
Esta vez, sus palabras eran auténticas, no una actuación para dar lástima.
—¿Qué será de nosotros si no pagamos nuestras deudas a la familia de Camellia? ¿Nos... echarán de nuestra residencia?
Ottavio era demasiado cobarde para dirigir una palabra a la duquesa Rubina, pero finalmente habló.
—Isabella, ¿puedo preguntarte algo?
—¿Qué?
—¿De verdad te acostaste con Cesare?
Isabella sintió que un gigantesco martillo invisible le golpeaba la nuca.
—¡Ohh...!
Sin tener en cuenta el gemido de su esposa, Ottavio volvió a presionarla con rostro serio.
—No es cierto, ¿verdad? Dijiste que era un mero rumor, ¿verdad?
—¡Oh...! ¡Ow...! —Isabella se agarró el vientre y se puso en cuclillas.
Ottavio miró a Isabella con cara un poco molesta. —¿Estás fingiendo tu dolor para librarte de esto? —se cruzó de brazos y la fulminó con la mirada—. ¿Crees que soy tonto para caer en el mismo truco una y otra vez? ¿Me estás ignorando? Esto es un asunto serio para mí.
La falda de Isabella empezó a mojarse y a oscurecerse.
—¿Te has mojado esta vez? ¡Eres increíble!
—¡Cállate, tonto...! —Isabella escupió a duras penas, respirando con dificultad—. ¡He roto aguas!
Manfredi tiene suerte que la cabeza de Alfonso estaba en otra parte🤣 espero que Ari y Alfonso hablen de una vez para resolver los malentendidos
ResponderBorrarDe lo que se libró Camellia, a pesar de como Isabella actúa, me parece demasiado que dejé que la golpeen siendo su esposo, ni siquiera se inmutó
Gracias por los capítulos💜
Gracias al cielo no estaba Elco con ellos 😶🌫️
ResponderBorrarWaos... El hijo que no tuvo en su vida anterior ya va a salir, por fin serás madre Isabella :0
Jajajja se pasa Octavio jajaj de verdad es un ignorante, como creyó que solo eran rumores?
ResponderBorrarGracias por los capítulos realmente me emocioné el encuentro de Ari y el príncipe
ResponderBorrarMuchas gracias por la actualización!!
ResponderBorrarMuy bueno, por poco me la creo que Isabella conseguiria derrotar Ari, cuando se alió con Rubina (ataque de nervios) fue insterado en contraataque que recibieron por Alfonso🥺
ResponderBorrarAyyy que lindo, lástima que Alfonso no se decide a solucionar los malos entendidos que tiene con Ari, ya deberían estar juntos xd
Ow... Tenemos otro chico en el juego, espero eso le haga ver a Alfonso que lo que menos le falta a Ari son pretendiente y que yaa tiene que hacer algo... Tiene a los expectadores en la angustia jejeje
ResponderBorrarF por Manfredi en el entrenamiento posterior. XD
ResponderBorrarPero es que si Alfonso no se pone las pilas, alguien más se llevará a Ariadne, naturalmente. Para alguien que concluyó que sea buena o mala mujer la sigue queriendo, lo noto inactivo...
Me costó encontrar los comentarios
ResponderBorrarCuando pienso que Ottavio no puede ser más tonto, se supera