SLR – Capítulo 293
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 293: El caballero moro
—¿El Príncipe Alfonso no parecía ansioso por casarse con la Gran Duquesa gallica?
Rubina pensó que la imaginación de Ottavio se había desbocado.
—Como sólo son prometidos, puede asegurarse una parte mayor negociando si sigue adelante o no con el matrimonio.
Rubina ya no se dirigía cortésmente a Ottavio, pues lo consideraba patético. No tenía una perspicacia aguda y sólo veía lo que era visible a los ojos. Era un joven verde que claramente no tenía ni idea de que había que actuar con desgana para beneficiarse más del matrimonio.
—Es imposible que se oponga al matrimonio. Si el Príncipe Alfonso declina este matrimonio, significaría que fue golpeado en la cabeza con algún arma contundente en el campo de batalla, ¿lo entiendes?
Ningún tonto rechazaría un pase libre para ascender al trono galo. Rubina estaba segura de que si fuera León III, estaría dispuesto a ponerse en el lugar de Alfonso para ese matrimonio.
Al fin y al cabo, Alfonso era hijo de León III y futuro heredero al trono. El trono en la Sala del Sol obligaba a tomar decisiones tan definitivas.
De todos modos, Rubina decidió cómo trataría a Ottavio. Ella misma le había concedido prácticamente la posición social al joven y solía ser camarada política de su padre. Además, Ottavio era amigo de su hijo. Rubina bajó la guardia y empezó a comportarse con Ottavio de forma amistosa, como una tía.
—Cariño, he oído que intentaste imponer tu autoridad sobre el caballero manco del Príncipe sólo para ser humillado.
Sin embargo, Rubina no lo dijo como una tía amistosa. Normalmente era extremadamente directa y le importaban poco las emociones de los demás, excepto las de León III.
—Marcas tu territorio sólo después de haberlo establecido.
No sólo el rostro de Ottavio, sino también sus brazos y su cuello enrojecieron.
—Cariño, si vuelves a hacer algo así, ni siquiera yo podré respaldarte delante de Su Majestad.
Rubina hablaba de una manera que recordaba a un tabernero dando consejos a un cliente inexperto. A pesar de sus intentos por parecer una tía, su comportamiento delataba su profesión anterior.
—Si no sabes nada, intenta aprender todo lo que puedas. Y no hagas el ridículo como hoy.
Ottavio se limitó a bajar la cabeza y mirar al suelo.
A la duquesa Rubina no le importaba lo que Ottavio tuviera en mente mientras miraba al suelo. Había estado en una posición demasiado elevada como para prestar atención a los sentimientos de los demás.
Más bien pensó en su hijo Césare. Podría haber sido el rey de Gallico si se hubiera casado con Lariessa. Ella ciertamente quería que su hijo se casara con ella.
Pero pensándolo bien, Césare no fue un candidato heredero al trono galo porque ella no era de la realeza gala. Eso era culpa suya, lo que la deprimía.
'Este mundo injusto no permite ascender en la escala social a menos que se nazca con sangre noble. ¡Ja!'
—Cariño —llamó Rubina.
—¿Perdón?
A Ottavio le incomodaba mucho que la duquesa le llamara así, pero no podía hacer otra cosa que ser obediente.
La duquesa sorbió vino tinto, a pesar de que el sol estaba en lo alto, y dijo—: ¿Tienes idea de por qué mi hijo no regresa a la capital? ¿Has estado en contacto con él estos días?
Ottavio parecía preocupado. Después de estar en una relación con Isabella, no había hablado con Césare.
—Yo... creo que está bastante satisfecho con la vida en el campo —balbuceó Ottavio—. No he recibido respuestas.
Era mentira. Por supuesto que no hubo respuestas. Después de que Ottavio e Isabella se vieran, él no había escrito a Césare. Césare nunca le escribía primero y se limitaba a responder, por lo que los dos, naturalmente, perdieron el contacto entre sí.
No obstante, Rubina pareció contenta con su respuesta, ya que indicaba que su hijo no respondía a su mejor amigo, pero sin embargo escribía constantemente a su madre.
—Supongo que está bastante contento, ¿verdad? Ja. ¿Cuándo vendrá ese muchacho mío a la capital? Ya ha pasado la edad de casarse.
—Jaja...
—Espera un momento. No creerás que se ha enamorado de la hija de un granjero en el feudo de Pisano, ¿verdad? ¿Es por eso que se queda allí?
Ottavio quería responder "Él es un casanova. No sabe nada de amor…" Sin embargo, su superior sustancial no estaba pidiendo su opinión. Ottavio sólo entregó los hechos.
—Por lo que sé, no está viendo a nadie.
Aunque ahora habían perdido el contacto, Césare nunca había mencionado a una mujer en sus cartas anteriores. En realidad, Ottavio nunca le había visto hablar tan poco de mujeres desde que tenía ocho años.
—¿Es así? —Rubina imaginó temporalmente lo que estaba haciendo, pero se detuvo rápidamente. Nada útil saldría de ello, ya que estaba demasiado lejos de la capital. En lugar de eso, decidió cambiar de tema y hablar de algo más realista: los chismes de la alta sociedad.
—Eso me recuerda. He oído que has roto con tu prometida. ¿Qué ha pasado? ¿Has cancelado el matrimonio?
—Oh, en realidad...
Ottavio e Isabella tuvieron una boda privada y secreta. Habían decidido mantenerla en secreto por si alguien les hacía daño.
Sin embargo, Ottavio había obtenido la aprobación del rey para el traspaso del cargo de conde de su difunto padre y se había unido al trío del gabinete, aunque carecía de competencia. Así que ya no había necesidad de mantenerlo oculto.
Isabella suplicó a Ottavio que contara a todo el mundo lo de su matrimonio. Ottavio también quería difundir la noticia. Aunque Isabella estaba a punto de salir de cuentas, era hermosa. Quería decirle a todos los bribones de la capital que "Isabella era suya". Quería grabar esas palabras en el escudo de la casa.
—Ya estoy casado —confesó Ottavio.
—¡¿Qué?!
—Fue una pequeña boda entre familiares. Perdóneme por no invitarle.
—¡Oh, mi Señor!
Rubina sólo había fingido preocuparse por él y nunca imaginó que escucharía una noticia tan impactante. Estaba entretenida.
—¿Pero no tenía tu prometida gran belleza y riqueza? ¿Quién podría haberte robado el corazón?
Después de decir esas palabras, Rubina se dio cuenta de que ya no podía utilizar el dinero de los negocios de Castiglione. No obstante, pensó: 'Después de todas las inversiones que he hecho, ese dinero es mío por derecho. El joven conde Contarini seguramente compensará las pérdidas y me dará mi parte.'
—¿Tu afortunada esposa también es rica? —con cara inocente, preguntó.
—No exactamente, pero... —la voz de Ottavio se entrecortó.
También sabía por qué la duquesa Rubina le hacía esa pregunta, pero se lo tomó de otra manera. Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar que Rubina rebajaba su valor práctico. También le dolió mucho que menospreciara a Isabella por tener poco dinero.
—Es una mujer increíble. Es inteligente, ingeniosa y reflexiva. Es de mente aguda, y le garantizo absolutamente que sería de ayuda para su trabajo, duquesa.
—Hmm...
—Cuando se presente la oportunidad, la traeré conmigo para que la conozca.
Sin embargo, aunque Ottavio estaba ciego de amor, no pudo armarse de valor para confesarle en su cara que su mujer era Isabella de Mare, la que arruinó el compromiso de su hijo.
Inconscientemente se devanaba los sesos. 'Cuando viera a mi mujer en persona, la reconocería'. Y si estuvieran juntos en su presencia, Rubina dirigiría su ira contra Isabella, no contra Ottavio.
Aquel pensamiento se le ocurrió muy deprisa y desapareció rápidamente. Ottavio no se dio cuenta consciente y concretamente de que tenía tales pensamientos, pero sintió que se sintió aliviado por un momento.
* * *
Aparte de la parte sobre Césare, que Ottavio omitió cuidadosamente, proporcionó a Isabella los detalles de su conversación con Rubina en la medida de lo posible.
—¡Dios mío! —exclamó Isabella—. ¡¿La duquesa Rubina te regañó para que no hicieras el ridículo?!
E Isabella extrajo lo peor de los detalles.
—Nosotros... bueno, sí. ¿Lo hizo? —tartamudeó Ottavio.
—¡Claro que sí!
Isabella sintió que le invadía una furia incontrolable. ¿Cómo se atrevía esa vieja zorra a insinuarse a su marido y llamarle "cariño"?
En el fondo, Isabella sabía que Rubina no lo decía en serio, pero eso no le quitó la rabia.
—¡Cuando debería haberte ayudado a establecerte!
Mientras Isabella perdía el control, Ottavio empezó a calmarla como si fuera una niña pequeña.
—Bella, no te enfades demasiado. Es todo gracias a la duquesa Rubina que me aceptaron como parte del trío en el gabinete. Bueno, ahora cuarteto.
Isabella hizo un mohín con los labios. Ottavio no se dio cuenta al instante de que su mujer estaba disgustada y expuso los hechos.
—Obtuve el permiso real de Su Majestad el Rey para que se me transmitiera el título de Conde sin demora ni condiciones adicionales, ¿no es así? Últimamente, este tipo de cosas llevan años con el pretexto de "dedicar los esfuerzos a la nación". Afortunadamente, Su Gracia persuadió al Rey, por lo que el título me fue otorgado al instante.
Isabella parecía cada vez más disgustada.
—Antes de que Camellia pudiera convertirse en Cletus, terminamos nuestra relación sin problemas. Sin Su Gracia, no habríamos…
N/T "클레투스" - Cletus. Sí, está hablando del personaje de los Simpsons. Supongo que la autora quiso expresar "antes de que Camellia hiciera el ridículo" o "saliera alguien a burlarse de ella".
—¡Ottavio! —Isabella gritó.
Ottavio cerró la boca al instante.
—¡No quiero oír ni una palabra sobre esa cerda!
—Lo siento.
Isabella fingió irritación cuando mencionó a Camellia. En realidad, no le guardaba mucho rencor.
Por supuesto, ella fue la culpable de que corriera el rumor de que Isabella era la amante secreta del marqués Campa, razón decisiva para que Césare la dejara. No le importaría matarla mientras dormía por esa razón.
Sin embargo, no había razón para que Isabella se sintiera inferior a Camellia. Era guapa, pero se parecía a un cerdito bonito. Su belleza ni siquiera se acercaba a la de Isabella, que era la más bella de la capital.
Y el prometido de Camellia fue robado. Ahora era una solterona sin compromiso, mientras que Isabella era la señora de la casa del Conde Contarini. No tenía motivos para tenerle rencor.
Pero "Camelia" era la palabra mágica que hacía callar a Ottavio. Cada vez que Ottavio decía algo que a Isabella no le gustaba, ella utilizaba su carta mágica -Camelia- y Ottavio cerraba los labios. Y ella estaba bastante satisfecha con el uso de esta carta suya.
—Oh... Creo que me duele el estómago. Y también estoy de mal humor.
—¡Oh, no!
Nervioso, Ottavio no sabía qué hacer e intentó que su mujer se sintiera cómoda. Los dos estaban sentados dentro del carruaje tembloroso, así que él puso las manos bajo el trasero de Isabella para amortiguar el temblor.
—¡No me toques! —Isabella disparó.
—Lo siento —Ottavio bajó la cabeza y se disculpó mientras Isabella chillaba—. Entonces, ¿qué tal si nos bajamos y descansamos un rato cerca?
Los dos se dirigían a una excursión por las afueras en un carruaje, lo que permitió a Isabella refrescar su mente.
Por muchas razones, Isabella se abstenía de aparecer en actividades sociales. Ottavio pensaba que su mujer estaba siendo considerada y decente, pero en realidad, simplemente no quería que nadie la viera con embarazada y la llamara gorda por su sobrepeso.
—¿Y si me encuentro con alguien conocido? —se lamentaba Isabella.
—Eso nunca sucederá. Estamos cerca del muelle oeste.
—¿El muelle del oeste? —preguntó Isabella con los ojos brillantes de expectación.
Los barcos importadores del extranjero llegaban al muelle occidental. Naturalmente, había hileras de expositores instalados por mercaderes internacionales que vendían todo tipo de mercancías nunca vistas.
El mercader moro que vendía almohadillas para los pechos a Isabella también obtenía mercancías destinadas a las damas nobles en el muelle occidental.
—Oh, bueno... Me arriesgaré. Tomemos un breve descanso —dijo Isabella.
Bajó del carruaje con dignidad apoyándose en Ottavio. Sin embargo, corrió hacia el muelle occidental a una velocidad asombrosa, increíble para una mujer embarazada.
—¡Vaya, son fantásticos!
No había podido darse un capricho desde que falleció su madre.
Pero ahora, ella era la Condesa Contarini. Como estaba a punto de dar a luz, el libro mayor no había sido completamente transferido a ella, pero dale tiempo, y ella se haría cargo. Y por ahora, eso era un asunto menor. Todo lo que tenía que hacer era actuar dulce con Ottavio, y él le conseguiría todo lo que quería.
—¡Quiero esto! —dijo Isabella, con sus ojos de amatista brillando con significativa vivacidad. Lo primero que cogió fue un anillo de amatista parecido al color de sus ojos, pero dos tonos más oscuro.
—Oh, uh. ¡Hahahaha!
Ottavio se rió intencionadamente para ganar tiempo y comprobar la etiqueta del precio. Entrecerró los ojos y trató desesperadamente de leer el precio escrito a mano en la etiqueta del anillo. Tras ver que eran sesenta ducados pagó al comerciante y recibió el anillo.
—¡Guau! ¡Gracias! ¡Eres el mejor, cariño!
—Jajaja...
Isabella notó que Ottavio parecía un poco incómodo, pero no entendía por qué. El anillo de amatista era caro, pero su marido se había incorporado al gabinete. Desde luego, no era demasiado caro para el nuevo conde Contarini.
'Un acuerdo de soborno pagaría fácilmente este anillo, ¿no?' Ottavio era un recién llegado y no estaba en la posición para un acuerdo de soborno en posiciones de gobierno, pero su padre habría hecho con mucho gusto.
Mientras Isabella se devanaba los sesos, un barco recién anclado llamó su atención. Filas de sirvientes moros descendían del barco. Sus ojos volvieron a brillar de emoción.
—¡Ottavio! ¡Ottavio! ¡Cómprame uno!
Últimamente, los sirvientes moros gozaban de una popularidad sensacional entre las mujeres de la nobleza de la capital. La gente no podía evitar sentir celos de una noble que se abanicaba con gracia durante el verano mientras era asistida por una exótica sirvienta.
—Oh, uh...
La oferta inicial por un sirviente moro era de al menos 200 ducados. Ottavio estuvo a punto de soltar: "No puedo permitírmelo", pero a duras penas consiguió tragar saliva.
Cuando el mercader percibió la codicia en los ojos de Isabella, sonrió y se acercó a ellos.
—¡Vaya! ¡Qué ojo tiene, señora! Es el mejor sirviente moro de todos —dirigió una mirada a Ottavio y añadió—: Todo el mundo dice que los sirvientes moros son demasiado caros. Sin embargo, si se tienen en cuenta los sueldos mensuales vitalicios que hay que proporcionar a los empleados en el continente central, ¡su coste no parece tan desorbitado!
Isabella ya estaba obsesionada con las compras. Oteaba a los sirvientes alineados con ojo crítico. El pobre Ottavio era el único que se sentía incómodo. '¡Por favor, que no haya nadie que le guste...!'
—He elegido uno —dijo Isabella entusiasmada.
Pero hoy, Ottavio no tuvo suerte.
—Uh, ¿lo hiciste?
—¡Señora! ¿Cuál será? —preguntó al instante el mercader—. Todos nuestros trabajadores están altamente capacitados, son obedientes y robustos. Elija a cualquiera y quedará satisfecha...
Isabella no estaba muy concentrada en las palabras del mercader y señaló por encima de la cubierta del barco. El que señalaba aún no se había apeado.
—Quiero ese —dijo Isabella.
El hombre poseía un físico robusto, con una piel lisa de color obsidiana que acentuaba su musculatura. Era alto y corpulento. Su atuendo se asemejaba a un uniforme acolchado de sacerdote confeccionado en seda vibrante, pero lo que le diferenciaba era el parche negro que le cubría el ojo izquierdo, una distinción del resto.
El hombre al que Isabella señalaba se quitó lentamente el parche del ojo y giró la parte superior de su cuerpo hacia Isabella.
Su ojo derecho era negro, pero el izquierdo, descubierto, era rojo sangre.
Qué paso aquí?
ResponderBorrarOkey okey, tengo la teoría de que Isabella va a usar a este hombre para que haga sus maldades, tipo, secuestros, mandados, etc.
ResponderBorrarSi se señala que un ojo es rojo creo que va a ser un detalle importante, tal vez este relacionado con los amhara que se mencionan en la historia antes
ResponderBorrarAy, Isabella pensando que Ottavio tiene todo el dinero del mundo🤣 ya quiero que la familia de Camelia pida la devolución del préstamo
Gracias por el cap 💜
Entiendo que con él ya se presentaron a todos los personajes o falta alguien más? 🤔
ResponderBorrarIsabella se caerá de poro cuando sepa que Ottavio está prácticamente quebrado
ResponderBorrarDesgraciado pelado 😡
ResponderBorrarÉl es el sirviente que mató y devolvió a Ari, no?
ResponderBorrarSip el mismo
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