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SLR – Capítulo 261

 Hermana, en esta vida seré la reina 

Capítulo 261: El día del baile de cumpleaños

No es de extrañar que todo el mundo hablara maravillas de Villa Sortone, la residencia del duque Césare. En cuanto fue nombrado Conde de Como, el Rey le concedió Villa Sortone, que gozaba de gran fama como la mansión más hermosa de la capital.

La rosaleda meticulosamente diseñada, el interior de mármol blanco y los frescos del techo, hechos a mano por los mejores artistas, junto con la noble escultura de mármol de la pequeña fuente y el estanque, eran algunas de las razones que hacían tan grandiosa la mansión. Era prácticamente como el cielo en la tierra.

León III había confesado su abrumador afecto y amor por Rubina, su amante en este pequeño castillo, y su ardiente pasión por ella se evidenciaba entonces en las exquisitas obras de arte. Su hijo había heredado el fervor de su padre y el ojo perspicaz de su madre para los lujos, por lo que añadió más propiedades y un gusto delicado a la mansión y la hizo aún más exquisita.

—¡Villa Sortone es magnífica, como dicen! ¿Hizo el duque una renovación a gran escala con la fortuna ganada en el feudo Pisano? —exclamó Iyacoppo Atendolo con asombro.

Isabella lo había traído como compañero con sumo esfuerzo, pero no pudo evitar fruncir el ceño en su bonita cara ante su reacción poco cortés. '¿Era ese el mejor comentario que podía hacer cuando un edificio, no, una obra maestra de belleza celestial estaba frente a sus ojos?'

Sin embargo, Isabella decidió ser generosa porque aún le necesitaba. Normalmente, nunca lo habría traído a esta fiesta, pero tenía que salvar a Leticia.

Isabella había dispuesto que Leticia fuera la pareja de Ippólito porque no había recibido ninguna carta de invitación para el baile de cumpleaños. Ippólito se había quejado diciendo: "¿Por qué tengo que ser pareja de una dama tan fea?" Pero Isabella lo silenció al instante replicándole: "¡Porque no puedes encontrar una dama decente por ti mismo!" Naturalmente, eso dejó a Isabella sin pareja, así que no tuvo más remedio que traer a un tipo superficial como Iyacoppo.

Además, hoy sería el último día de su emparejamiento con un tipo como Iyacoppo Atendolo, ya que Isabella sería la señora de esta hermosa mansión decorada con mármol blanco puro. Podía aguantarle un día. Tenía suficiente paciencia para hacerlo.

* * *

—Mi Señora, ¿qué tal? —inquirió Césare, apartando las manos que cubrían los ojos de Ariadne. Ante los ojos de Ariadne se alzaba un hermoso y florecido jardín de rosas de mayo. No sólo había sido cultivado de forma natural, sino que también había sido meticulosamente recogido a mano y cuidado por un veterano jardinero, convirtiendo el ya de por sí hermoso jardín en una obra maestra.

—¡Vaya! 

A Ariadne no le importaba mucho el arte, pero no pudo evitar quedarse boquiabierta ante el hermoso espectáculo.

—Es... tan bonito —exclamó Ariadne asombrada.

Césare apretó ligeramente los labios contra la frente de Ariadne. 

—¿Recuerdas el primer vestido de rosas que te envié, mi señora? Me inspiré en este jardín.

Le acarició el pelo. La belleza de Ariadne deslumbraba hoy. Césare la había arreglado de la cabeza a los pies, eligiendo él mismo meticulosamente el atuendo.

Su vestido verde claro parecía hojas de capullos de rosa nuevos, y él había elegido su ramillete de rosas y su peinado, junto con un collar de rubíes con un rubí en forma de rosa tan grande como un huevo de paloma y unos pendientes a juego. Su bella dama llevaba el pelo negro recogido en una media coleta con rizos sueltos. Cada vez que se movía, su pelo se movía con viveza, lo que atraía a los demás como un imán.

—Mi dama de las rosas —dijo Césare. No pudo contenerse y besó las puntas del cabello de Ariadne. Quería que este momento fuera eterno—. Mi propiedad es toda tuya.

Era la mayor oferta que Césare podía hacer como muestra de su amor.

Ante eso, Ariadne dijo, riendo entre dientes—: Césare, ¿por qué estás siendo tan bueno conmigo de repente? —luego añadió—: Es como si fueras un extraño.

No era tan estúpida como para enamorarse de él. Pero Césare ni pestañeó y respondió al instante.

—El verdadero amor me ha despertado.

La acompañó como un caballero a la sala de banquetes de Villa Sortone.

—Me encantan las cosas bellas. Pero mi felicidad por las bellezas que llegaban a mis manos no duraba mucho.

Hablaba medio en broma y medio en serio. Césare recordaba a numerosas amantes que había conquistado y a muchas más mujeres olvidadas a las que había robado el corazón, pero que no consiguieron entablar una relación con él. Consideraba la conquista equivalente a la posesión. Y las mujeres que había poseído ya no significaban nada para él.

—Pensé en lo que podría darte. Pero con toda la riqueza que tienes, no podría impresionarte con gemas y seda.

Ya no necesitaba más mujeres a las que conquistar. Sólo necesitaba a la dama que tenía delante. 

—Quiero mostrarte algo hermoso. Y quiero ver tu sonrisa.

Quería ver sonreír a Ariadne. Y quería cogerla de la mano, tocarla y frotar su mejilla contra la suya.

Césare pensó que se sentía fundamentalmente diferente respecto a Ariadne, pero su voluntad de poseerla permaneció prácticamente inalterada.

—El evento de hoy gira en torno a ti. Así que vamos a divertirnos —le instó Césare, doblando los ojos en una preciosa sonrisa.

—Gracias —respondió Ariadne, devolviéndole la sonrisa.

Esta vez, su sonrisa era genuina.

* * *

Césare no mintió acerca de que el evento de hoy se trataba de Ariadne.

El duque Césare y la condesa de Mare se cogieron de la mano mientras cruzaban y entraban en el centro mismo del Gran Salón de Villa Sortone, el salón de baile.

Los participantes no pudieron evitar un grito de asombro al ver a Ariadne con el aspecto de un capullo de rosa de principios de verano y al duque Césare escoltándola cortésmente.

—La trata con mucho respeto.

—Pero qué hay de cómo la trataba antes...

—¡La gente comete errores! Se le puede disculpar si reflexionó sobre sus errores y los enmendó.

—Honestamente hablando, yo también lo dejaría pasar después de todo lo que hizo por ella. Imagina cuánto dinero se gastó en esta fiesta de cumpleaños.

—Tienes razón.

Como Césare sabía muy bien que las grandes multitudes agotaban a Ariadne, dividió el salón de baile en dos plantas y dispuso asientos VIP en el piso superior. Sólo unos pocos afortunados podían entrar en la sección VIP.

Por lo general, las personas cercanas al anfitrión y las mariposas sociales eran invitadas a reuniones privadas tras el baile.

Pero hoy era una excepción. De ser así, la duquesa Rubina debería haber sido invitada, ya que era la mujer más reputada de la alta sociedad y la madre biológica de Césare. Sin embargo, no fue invitada porque la "fiesta era para jóvenes".

El único objetivo de Césare era Ariadne, así que sólo sus amigos íntimos podían entrar en la sección VIP. Invitó a todos los que eran amigables con ella, aunque no le cayeran bien, así que envió invitaciones a regañadientes a los hermanos Baltazar, incluido Rafael.

—¡Ari! —saludó Julia de Baltazar, que había llegado a la fiesta antes que ella.

Ariadne también sonrió y devolvió el saludo.

—¡Julia!

—¡Feliz cumpleaños! —se sumaron otras damas para celebrar el cumpleaños de Ariadne.

Gabrielle la saludó junto a su prometido. 

—¡Ari, qué guapa estás hoy! Permíteme presentarte a Petruccio de Montefeltro, mi prometido.

Ariadne devolvió el saludo con una brillante sonrisa. 

—He oído hablar mucho de vos. Es un honor conocerle, señor de Montefeltro.

—No, es un honor conocerle, Condesa de Mare. Usted es una de las figuras más famosas de la capital.

Rafael, que acompañaba a Julia, también quedó atónito y sin palabras ante la belleza de Ariadne. Mientras tanto, Felicite y Cornelia acudieron a ella para celebrar su cumpleaños.

Sonriendo, Césare susurró a Ariadne en voz baja—: Creo que será mejor que salga de aquí un momento.

—Oh... No, no tienes que...

No todos los amigos de Ariadne eran fans de Césare, así que era mejor que hablara con ellos sin él.

Sin embargo, Césare había organizado esta fiesta para ella. A Ariadne le daba pena divertirse con sus amigos sin él.

Césare leyó su mente y se le adelantó—: No, está bien. Debo ir a recibir a los invitados de todos modos.

—¿Tú...?

En lugar de una respuesta, Césare le dio un beso en la mejilla. 

—Sí, debo correr. Soy el anfitrión y es mi deber hacerlo. Mientras tanto, quiero que mi dama debutante se divierta.

* * *

Era mentira que Césare fuera a recibir a los invitados. Había dispuesto una sección VIP aparte en el segundo piso, no sólo para Ariadne, sino también para sí mismo. Había una persona con la que no debía cruzarse en el baile de hoy.

'Mataré el tiempo en un rincón del segundo piso antes de volver.'

No le hacía ninguna gracia que el desagradable de Baltazar estuviera con Ari, pero contuvo sus rencores tras recordarse a sí mismo lo que había hecho.

Dio una vuelta y luego se dirigió al balcón con cortinas para ocultar que estaba solo.

—¡Por fin! Nos encontramos.

Césare dio un respingo y se giró bruscamente. La voz le resultaba familiar. Era suave y hermosa, pero en tono airado.

Se giró y vio a una hermosa y angelical mujer con el pelo rizado rubio bien trenzado. Estaba en el balcón, mirándole fijamente.

—Isabella de Mare... —intentó forzar una sonrisa en el rostro—. ¿Cómo me has encontrado aquí? —dijo, desconcertado, arrepintiéndose en cuanto soltó las palabras.

'No, no debería haber empezado así.'

Como era de esperar, la furiosa dama atacó con un chillido. 

—¡¿Eso es todo lo que puedes decir después de evitarme todo el tiempo?!

—No, no me refería a eso. Me alegré de verte, eso es todo.

En medio de su desconcierto, Césare intentó ponerse una máscara con la mayor suavidad posible. Siguió hablando en un tono de tenor agradable.

—Le pido disculpas por haberle hecho esperar. ¿Cómo ha estado?

Isabella quiso replicar: "¿Lo dices en serio?" Pero se tragó las palabras. Hoy, su motivo era ganar su corazón. No podía presionar demasiado y ahuyentarlo.

Así que, en su lugar, decidió estimular su simpatía. —¿Tienes idea... de lo sola que estaba?

—Oh, no.

Césare sintió como si arenas movedizas se acercaran a él, tentándole a dar un paso hacia dentro. Sin embargo, no había otra salida.

Echó un vistazo a la entrada del balcón con cortinas. Una gruesa cortina de terciopelo rojo separaba este balcón de la sección VIP de la segunda planta. Gracias a su alta barandilla y a la altura del techo, quedaba oculto a la vista del bullicioso público del salón de baile.

Nadie podía verlos. Todo lo que tenían que hacer era no dejar que nadie los oyera.

Césare buscaba desesperadamente una oportunidad para escapar, pero por ahora tenía que calmar a Isabella y eliminar la amenaza inminente.

—Tu cara bonita parece tan disgustada, y yo soy el culpable —la consoló Césare con su voz más dulce.

Al oír eso, Isabella bajó la mirada y sonrió satisfecha.

***

N/T adjunto este comentario de naver del capítulo porque me gustó mucho: "Ariadne en la ilustración de hoy... Es bonita, pero se siente extrañamente fuera de armonía. El vestido, el cabello, las rosas y los aretes son hermosos, pero los colores de la ropa son tan oscuros que Ariadne está realmente enterrada. Por supuesto, el sentido de la moda de Césare es bueno y es realmente bonita, pero se siente como si fuera una "prometida del Duque Pisano" inventada en lugar de una "Ariadne" humana. También es significativo que Césare haya elegido tanto el salón de baile como el atuendo. También se enfatiza que los sentimientos de Césare van acompañados de posesividad.

Aunque Césare parece ser sincero con Ariadne, ¿es esto una indicación de que en realidad no ama a Ariadne de una manera sana e independiente?"

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