SLR – Capítulo 251
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 251: Larga relación enfermiza
Césare también sintió aumentar la tensión de Ariadne ante León III.
Por un momento pensó si debía tranquilizarla diciéndole algo como "no te preocupes", pero decidió no hacerlo. Sabía que no serviría de nada.
En lugar de eso, agarró las manos rígidas y tensas de Ariadne con calidez.
—Me pondré delante de ti como escudo. Corre por tu vida mientras él me golpea —le espetó.
Ante las palabras de Césare, Ariadne no pudo evitar esbozar de nuevo una sonrisa.
Mientras coqueteaban, León III y la duquesa Rubina se dirigieron hacia el pasillo VIP que conducía a la Sala de los Lirios Blancos, el salón de baile. Ariadne y Césare levantaron cada uno una rodilla para dirigir un saludo real formal.
—Mis saludos al Sol del Reino Etrusco.
—Permítanme saludar al Sol de nuestro Reino.
León III podría haberlos excusado, ya que eran su hijo y su futura nuera, pero observó en silencio su saludo hasta el final y dijo de mala gana—: Pueden levantarse.
—Gracias por su gracia, Su Majestad.
—Gracias.
Y detrás del Rey estaba la duquesa Rubina con cara de disgusto.
Parecía lo bastante digna para ser la Reina legal con la larga fila de séquito detrás de ella. Se colocó una tiara de diamantes digna de una Reina y participó en todos los actos nacionales como pareja oficial y cuñada del Rey. El nivel de los protocolos a los que asistía era digno de una Reina, y la extravagancia de su atuendo y accesorios superaba a la de la difunta Reina.
Sin embargo, se encontraba en una posición inestable. No se dio cuenta de ello hasta que se hizo evidente en el incidente del invierno pasado, cuando casi se nombró a una nueva Reina. Y la mocosa que había amenazado su posición estaba frente a ella. Para empeorar las cosas, se tomó de la mano con su único hijo.
—Condesa de Mare...
Una persona de bajo rango no podía iniciar una conversación con otra de rango superior a menos que expresara un saludo formal. Rubina se había planteado varias veces si permanecer en silencio y tratar a Ariadne como si fuera invisible. Pero no pudo contenerse y la llamó.
—Encantada de verla, duquesa Rubina —saludó Ariadne, inclinando cortésmente la cabeza.
—Cuánto tiempo sin vernos. Deberías haber venido a saludarnos antes para romper el hielo —señaló la duquesa Rubina.
Quería decir: "Te he convocado, pero ¿cómo te atreves a negarte a venir?" Sin embargo, su ego no le permitía decir eso.
Césare levantó las cejas al instante.
Pero Ariadne ni se inmutó y respondió con suavidad.
—Me temo que no pensé lo suficiente. Me aseguraré de pedir audiencia por adelantado la próxima vez.
Su respuesta parecía obediente y más educada que nunca, pero su actitud demostraba lo contrario, como si le entraran las palabras por un oído y le salieran por el otro.
Normalmente, León III habría intentado impedir que Rubina se peleara con su futura nuera, pero se limitó a observar la situación sin decir palabra.
Finalmente, Césare tuvo que intervenir para remediar la situación.
—Su Majestad el Rey, se le ve aún más animado que antes —lo elogió.
—No puede ser —negó el Rey.
—La plaga está desapareciendo y el clima está mejorando. ¿No es todo esto gracias a la gran benevolencia de Su Majestad? Incluso las calles están llenas de risas.
Los cultivos no se habían sembrado el otoño y el invierno pasados, así que la cosecha de esta primavera estaba descartada. No les quedaba más remedio que pasar hambre hasta el próximo otoño, pero, por suerte, la ruta comercial con la región meridional se había reabierto, así que las cosas iban mejor que el invierno pasado. León III no dijo nada sobre la vacía adulación de Césare, pero pareció un poco animado por el cumplido.
—Entra —dijo Leo III.
—Sí, Majestad.
Cuando llegaron a la Sala de los Lirios Blancos, los sirvientes reales que esperaban dentro anunciaron su entrada.
—¡Aquí viene Su Majestad el Rey...!
Con gran fanfarria, captaron al instante la atención de todos.
'Ah, sí. Así es como se sentía.'
Para algunos, este acontecimiento habría sido motivo de emoción y felicidad, pero a Ariadne le traía recuerdos lejanos. Pero para las otras 3 personas que estaban con ella, el acontecimiento no era nada especial, como una actividad cotidiana.
—No me gustan esas miradas —refunfuñó Césare.
Ariadne bajó la voz y preguntó—: ¿Pero no te gustaba ser el centro de atención?
Césare frunció un poco el ceño. Cuando Alfonso estaba presente, quería acaparar los focos para eclipsarle. Pero ahora... prefería relajarse despreocupadamente en el salón de la mansión De Mare.
Pero no podía describir sus sentimientos con detalle, así que se limitó a decir—: Supongo que he madurado.
Ariadne se rió un poco. 'Supongo que, después de todo, una persona puede cambiar de carácter.'
Y pronto llegó el momento de interpretar el primer baile. León III y la duquesa Rubina eran demasiado mayores para hacerlo, y ninguna otra joven pareja tenía más clase que Césare y Ariadne.
Así pues, bailaron el primer baile mientras se ganaban la atención de todos. Como siempre, Césare presumía de una presencia escénica fluida, y Ariadne mostraba unos movimientos de baile perfectos tras readaptarse por completo al círculo social.
La última nota anunció el final del primer vals. Ariadne jadeó un poco y sus mejillas enrojecieron.
Mirando a Ariadne, Césare dijo—: Estás hermosa.
Riendo, Ariadne dijo—: Gracias.
Realmente parecían una hermosa pareja con su vestido y traje rojo combinado. Todos los participantes en el baile miraban al duque Césare y a la condesa de Mare con ojos envidiosos.
Tras su primer baile, tuvieron que regresar a los asientos VIP, donde se encontraban León III y la duquesa Rubina.
Césare preguntó—: Será muy incómodo, ¿no?
—Estaré bien —dijo Ariadne.
—No, será terrible. Es un no para mí.
Incluso Césare se sintió incómodo al sentarse con León III durante mucho tiempo porque, aunque débil, podía sentir su resentimiento y su ira.
—Madre fue la anfitriona del baile de hoy, así que sé que habrá dejado algunas habitaciones vacías.
Rubina no perdía la oportunidad de presumir ante sus conocidos. Normalmente, habría insistido en lo difícil que era conseguirle una habitación a Césare y se lo habría dicho de antemano. Pero hoy no dijo nada, quizá porque Ariadne era la compañera de Césare.
—Iré a buscarnos una habitación. Espera un minuto —echó un vistazo a los asientos VIP con ojos ansiosos y añadió—: No hace falta que vayas a los asientos VIP.
Sería mejor que Ariadne se topara con un perdedor como Rafael de Baltazar en vez de dejarla a solas con León III.
Ariadne comprendió al instante y respondió con una sonrisa.
—De acuerdo.
Tras separarse de Ariadne, Césare rodeó el salón de baile para encontrar a la duquesa Rubina. Pero eso tampoco fue fácil de hacer.
—¡Duque Pisano! —saludó el marqués Salbati.
—Encantado de verle —saludó Césare de mala gana. —Marqués Salbati. ¿Por casualidad ha visto a mi madre?
—¡Eh, Césare! —llamó Antonio.
—Hola, Antonio. Hablemos más tarde. Ahora estoy ocupado.
Aunque, en principio, una persona de rango inferior no podía iniciar primero una conversación, se permitía excepcionalmente si las partes implicadas eran cercanas. Pero eran más los que intentaban aprovecharse de esa excepción con Césare que con el príncipe Alfonso.
No es que Césare fuera más simpático o amable con los demás que Alfonso. Sólo significaba que la gente le tomaba menos en serio.
Normalmente, Césare habría perdido los estribos, pero decidió ser generoso e ignorarlo porque tenía cosas más importantes que considerar en su vida.
Tras abrirse paso entre la multitud, encontró a la duquesa Rubina y estaba a punto de irse cuando la voz de una dama le detuvo.
—Duque Césare, ¡Espere un segundo!
Pero él no era cercano a la dama ni ella era de mayor estatus que él. Todo lo que tenía que hacer era ignorarla.
Pero no pudo evitar detenerse y volverse hacia ella.
—¿Cómo... puedo ayudarla, Lady de Mare?
No pudo ignorarla porque la dama que lo detuvo era Isabella de Mare, hermana de Ariadne.
Isabella sonrió y le advirtió—: Duque Césare, está perdiendo el tiempo con ella.
* * *
Isabella se enteró de cómo fue rechazada la propuesta de Césare por boca de Ottavio con quien había coincidido en el baile.
—¡Oh, no! —exclamó Isabella.
—Era la primera vez que veía a Césare rechazado por una chica, y nunca lo vi tan desanimado —dijo Ottavio.
Ottavio de Contarini quería ser un rebelde estos días. Era su último intento de ser un mal tipo antes de su matrimonio. Por eso dejó atrás a Camellia, su compañera, y jugueteó con Isabella, que había venido con Ippólito, su hermano.
Y el duque Césare era el tema perfecto para hacer hablar a Isabella, ya que era la comidilla de la ciudad estos días. Todo el mundo decía que era un hombre cambiado.
—Dejó de beber y se negó a jugar conmigo durante meses. Pero ese día, la sangre se le escurrió de la cara, ¡y engulló varios vasos de grappa!
Cuando Isabella se enteró de que Césare había sido rechazado por Ariadne, fue ella quien se enfadó.
'¡Ella no conoce su posición! ¡¿Cómo se atreve a rechazar al Duque Césare, un hombre que ni siquiera puedo tener?!'
Pero no podía expresar su enfado. Tenía poco tiempo para hablar con él. No podía ignorar a Camellia, que la miraba como una leona furiosa, y su enfado aumentaba por momentos.
—¿Por qué lo rechazó? —preguntó Isabella.
—¡Bueno, su propuesta era demasiado pobre! —dijo Ottavio.
Pero Isabella no creía que esa fuera la razón. La verdadera razón era que la moza de Ariadne era demasiado codiciosa. No quería ser duquesa, quería ser princesa.
Y, en primer lugar, no le interesaban los lujos ni las joyas. Bueno, sí les prestaba atención, pero sólo como herramientas o medios para multiplicar sus bienes. No tenía un sentido estético metafísico como ella y apreciaba la belleza del arte.
Una humilde comerciante que sólo sabía de dinero no entendería cómo veía el mundo una entusiasta del arte. Naturalmente, no le conmoverían las propuestas, los acontecimientos ni otras cosas bellas que hacen que la vida sea mejor.
—Hmm...
Tenía que hablar con el Duque Césare. Y este era el momento perfecto ya que ambos estaban en el baile.
No llevaba ninguna prueba consigo, ya que esta oportunidad se le había presentado con poca antelación, pero ¿por qué no intentarlo? Los ojos de Isabella brillaron.
* * *
El salón de baile era enorme, pero había pocos sitios para ir aparte de los asientos VIP de lo esperado.
Todo el mundo se fijaba en Ariadne con su vestido rojo a 100 piedi de distancia, y era el tema más candente entre la gente de la capital. No era fácil encontrar un lugar adecuado y evitar a León III, a la duquesa Rubina y a numerosos desconocidos y personas a las que apenas conocía que se morían por hablar con ella.
Planeaba encontrar a sus amigos y quedarse con ellos, pero fracasó. Finalmente cambió de planes.
'¿Qué tal si me escondo en el balcón...?'
Contó balcones vacíos que daban al jardín. Pero no podía asomarse a cualquier balcón. Podrían estar ocupados por parejas jóvenes, y no querría verlas besándose.
Así que eligió un balcón bastante tranquilo y escuchó con los oídos aguzados para ver si ya estaba ocupado.
—Duque Césare...
La voz que oyó le resultaba muy familiar, estaba hablando con su prometido. Era una voz suave, femenina y susurrante.
Y las siguientes palabras de la dama fueron aún más divertidas.
—Ariadne no te ama.
Ariadne se sorprendió y contuvo la respiración. Los dos eran una combinación extremadamente familiar.
'Césare... y mi hermana Isabella.'
Ariadne miró la única cortina que cubría el balcón con ojos llenos de odio.
Falta que Ariadne se vaya indignada sin ver cómo Césare rechaza a Isabella, odiaría ese cliché.
ResponderBorrarEspero que Césare no lo eche a perder
ResponderBorrarRecuerdo la primera vez que leí estos capítulos, temía debido a los sentimientos complicados sucumbiera ante el show del prometido perfecto. Muchas gracias por el capítulo 💓 💗 💓
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