SLR – Capítulo 196
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 196: Sentirse como un padre
—Soy un padre cariñoso. Aunque mi hijo me defraude, no puedo evitar cuidar de él —dijo León III deliberadamente para hacer sentir culpable a la Duquesa Rubina—. Estoy seguro de que sientes lo mismo por Césare.
El temperamento de la Duquesa Rubina se encendió. Quería replicar: "¡Césare también es tu hijo!" Pero a duras penas contuvo su ira y guardó silencio. Tenía cosas más importantes que hacer que arremeter contra el Rey.
Leer astutamente la mente del Rey era la única clave para que una amante permaneciera en el poder a largo plazo. Y la Duquesa Rubina había tomado el poder durante más tiempo en el continente central como amante.
Y basándose en su profunda experiencia, su instinto le dijo que León III estaba casi persuadido. Después de todo, no se había opuesto a la premisa de que "Alfonso era un hijo terrible".
La Duquesa Rubina fingió estar apenada y dijo—: Pero Majestad, un padre debe mostrar a su hijo la dirección correcta si va por el camino equivocado.
Rubina parecía tan compungida que León III asintió instintivamente antes de juzgar si tenía razón o no.
—Tienes razón —convino León III.
La Duquesa Rubina hizo un mohín con los labios e instó—: Majestad, debe enseñarle quién manda. Debe aprender a respetar a su padre.
Y decidió hacer un movimiento especial. Rubina inclinó la parte superior de su cuerpo y apretó los labios contra el borde de la oreja de León III para susurrarle sus pensamientos. Hacía veinte años que no vivían juntos, así que no funcionaba tan bien como antes, pero seguía teniendo efecto.
—Él te ignoró. Si despachas caballería y provees fondos de guerra como él quiere, se convertirá en un mocoso malcriado.
León III estaba casi convencido.
—¿Tú crees?
—¡Claro que sí! —respondió Rubina con entusiasmo—. Por ejemplo, Césare. Soy muy estricta con él. Por eso es tan afable.
Cualquiera podía ver que Alfonso era mejor hijo que Césare, pero había una cosa que Césare hacía mejor que su hermanastro: hacerle la pelota a su padre. No tenía mucho que ver con que Rubina fuera una madre estricta. Era porque Alfonso era el hijo legal del Rey y Césare era un hijo ilegítimo, pero Rubina decidió omitir esa parte.
—¿Qué tal si le das apoyo tres meses después? Aprenderá a apreciarte cuando se muera un poco de hambre en el extranjero —Sirvió grappa y entregó el vaso de licor al Rey—. Sé que querías tener grappa hecha en 1113. Pasé por mucho para conseguirla de la región sur para ti.
—¡Oh! ¿Es del dominio de Trani?
—¡Adelante, Sire! —con un guiño, añadió—: Que no se entere tu médico.
—¡Ja, ja, ja!
La Duquesa Rubina sí que sabía cómo ganarse a León III. Desgraciadamente, el príncipe Alfonso no obtendría el título de caballero hasta pasados tres largos meses, y entonces comenzaría el invierno.
* * *
No fue un simple accidente que la carta del Príncipe Alfonso no hubiera sido entregada en su país de origen.
En el proceso de ser nombrada responsable del transporte, la República de Oporto recibió un apoyo masivo del Reino Gallico. La nación pasó a ser asignada para supervisar todas las operaciones tácticas de retaguardia y la entrega de suministros y cartas en las Terceras Cruzadas.
Si Filippo IV no hubiera defendido firmemente a la República de Oporto e insistido en que se le asignaran operaciones tácticas de retaguardia, el puesto habría ido a parar a Parkaroli, su ciudad portuaria rival. Dado que Gallico era patrocinador, la opinión de Filippo IV quedó definitivamente reflejada, a pesar de que el precio de licitación propuesto por Oporto era el doble que el de Parkaroli.
Gracias a Filippo IV, la nación recibió retornos de al menos 25.000 ducados (aproximadamente 25 millones de dólares). Y el Gran Duque Eudes medió en todos los asuntos con la República de Oporto en nombre de Filippo IV. En primer lugar, decidió arrebatar todos los mensajes al príncipe Alfonso para determinar si salvaba o no la vida de su futuro yerno.
—Una vez que el Reino Etrusco se dé cuenta de que las cartas del Príncipe habían sido robadas, irán tras Oporto.
—Bueno, no hay nada gratis en este mundo. Si no fuera por Gallico, Oporto nunca habría ganado el contrato de licitación. Es hora de que paguen —dijo el Gran Duque Eudes con seguridad.
El Gran Duque Eudes amontonó en su escritorio las cartas del Príncipe Alfonso entregadas por Oporto.
Y las cartas del Príncipe Alfonso no fueron lo único que manipularon. La carta oficial del Gran Duque Juldenburg enviada al Reino Etrusco fue comunicada al Reino Gallico antes que la carta del Príncipe Alfonso.
A través de la carta del Gran Duque Juldenburg, Filippo IV se dio cuenta de que el Príncipe Alfonso había escapado con éxito y se había unido a la tropa de Juldenburg. Tras darse cuenta de que Alfonso había escapado del Palacio de Montpellier y se dirigía a Jesarche, Filippo IV rompió provisiones en su despacho y maldijo a Juldenburg por haberle apuñalado por la espalda.
Si Auguste no hubiera podido llevar al rey a la habitación interior y detenerlo, al menos una persona habría muerto. Por muy furioso que se pusiera Filippo, el patrocinio ya estaba en el bolsillo del Gran Duque Juldenburg. Filippo debería haber sabido que era arriesgado ejecutar un pago global por adelantado.
El Reino Gallico no podía atreverse a eliminar la carta oficial del Gran Duque Juldenburg, pero la carta del Príncipe Alfonso era una excepción. Filippo IV descargó su ira arrebatando la carta del Príncipe y guardándola dentro del palacio.
—Tsk tsk. Pobre Alfonso. ¿Cómo puede su padre preocuparse tan poco por su hijo? —dijo el Gran Duque Eudes, compadeciéndose del Príncipe.
El Gran Duque Eudes desdobló la carta que el Príncipe Alfonso había enviado a León III, su padre. Era la segunda carta que le habían arrebatado. La primera estaba colocada en una esquina del escritorio del Gran Duque. Al igual que la primera, la segunda carta también solicitaba un cofre de guerra y un barco para regresar a casa.
—Nunca había conocido a un padre así —dijo el Gran Duque Eudes.
—Yo tampoco —coincidió el subordinado del Gran Duque.
—No es que su hijo amenace su poder o sea el patito feo entre muchos otros hijos. Es un hijo único bien educado. No lo entiendo.
Aunque el Gran Duque Eudes y su fiel seguidor habían pasado por todo tipo de enemistades veladas en el palacio gallico, nunca vieron un padre como León III. El Gran Duque Eudes chasqueaba la lengua cuando otra carta llamó su atención.
—¿Qué es esto? ¿Eh?
El subordinado del Gran Duque había oído hablar de la cancelación de la alianza matrimonial del Príncipe Alfonso y la Gran Duquesa Lariessa, por lo que estudió el rostro de Eudes y dijo vacilante—: Bueno...
El Gran Duque Eudes no esperó a que hablara y desdobló la carta. El Príncipe escribía a su amante en su país natal, como indicaba la primera frase: [A mi amada Ari.]
'Tsk. Tsk. Tsk.'
'Por eso abandonó a mi hija.'
Al ver las pruebas, el Gran Duque sintió algo amargo en la boca. Alfonso le caía bien. Era el yerno perfecto. Era puro, noble y un caballero. Lo único malo era que estaba loco por otra dama y ni siquiera se preocupaba por su hija.
No, había otra buena razón para que el Príncipe Alfonso no fuera su yerno. Filippo IV lo odiaba ahora y podría asesinarlo en cualquier momento. Por muy buen hombre que fuera, el Gran Duque no podía permitir que su hija se casara con un hombre que moriría pronto.
La carta del joven mostraba claramente lo brutal que era su hija.
[Escuché que tú misma pediste que el Conde Césare fuera reconocido como hijo de Su Majestad, pero no lo creo.]
Alfonso no escribió de quién lo había oído, pero sólo había una persona que se había reunido con él en ese momento y sólo una que podía decir tal cosa: su hija.
'Pero ella no tenía ninguna fuente para saberlo. Debe haber inspeccionado mi oficina.'
El Gran Duque Eudes decidió guardar todos los documentos importantes en su cámara acorazada a partir de ahora y siguió leyendo la carta.
[Ari, sé que debe haber una razón detrás de tus actos, independientemente de lo que hayas hecho. Estoy seguro de ello.
No voy a dejar que otros puedan interponerse entre nosotros. Si tuviera un deseo, desearía oír tu voz.
Sé que no será fácil contratar un mensajero desde Jesarche, pero quiero desesperadamente ver tu letra. Pensé que escribirte en Harenae ya era bastante malo, pero nunca esperé que las cosas empeoraran. Ahora, añoro aquellos días en que nos escribíamos.]
—Oh, no…
Eudes se escandalizó al enterarse de que su hija era una malvada traviesa. Se avergonzó de ella.
El Gran Duque Eudes dejó escapar una sonrisa amarga ante sus pensamientos. No podía culpar completamente a su hija. Él fue quien le arrebató las cartas del Príncipe a Jesarche, así que era más bien su villano que un amigable suegro.
—Espera un minuto…
Si no podía evitar ser un villano, bien podía completar su misión. El Gran Duque Eudes tuvo una buena idea. Estaba seguro de que podría convencer a su hija para que renunciara a él. Ella no querría tener una vida matrimonial sin amor.
—Trae a Lariessa.
* * *
—Padre, ¿llamaste?
Lariessa había perdido los estribos y dijo que a partir de entonces se vestiría como una mujer casada. Su madre solía ser generosa -no, había criado a su hija como una mocosa malcriada-, pero ni siquiera la Gran Duquesa pudo soportarlo más y le gritó a Lariessa hasta que acabó cediendo con las lágrimas rodando por sus mejillas.
Lariessa renunció a vestirse como una mujer casada. En lugar de cubrirse el pelo con una tela blanca y llevar un tocado con una tiara o un sombrero encima, llevaba el pelo recogido en trenzas como cualquier otra soltera de su edad. Pero eso no le impedía actuar como una mujer casada.
'Bueno, dejará de portarse mal después de hoy.'
—Lariessa, lee esto —le instó el Gran Duque Eudes, extendiendo la carta del Príncipe Alfonso a su hija. Lo mejor sería que Alfonso hablara mal de su hija, pero por desgracia, el Príncipe bien educado no hablaba mal de Lariessa, incluso después de todo lo que hizo.
Pero cada palabra de la carta del príncipe Alfonso a Ariadne de Mare expresaba su amor por ella y lo desesperado y ansioso que estaba por verla. También expresaba rotundamente su indiferencia hacia Lariessa.
'Una vez que vea esto, su ego sacará lo mejor de ella, y se dará por vencida.'
Cuando el Gran Duque Eudes vio a su hija leyendo la carta del Príncipe Alfonso con los ojos lo suficientemente abiertos como para que se le salieran, bajó la voz y trató de sonar lo más amable posible.
—Lariessa, las experiencias de mi vida me dicen que el amor es lo más importante que une a un marido y a una mujer.
Lariessa ni siquiera parecía oírle. Con ojos ardientes, pasó el pergamino a la página siguiente.
—Sé que el matrimonio de conveniencia no empieza con el amor —continuó el Gran Duque—. Pero independientemente de eso, el amor y el respeto brotan si conoces a la persona adecuada para ti. Sólo se vive una vez. ¿Por qué no te casas con un hombre que te quiera y se preocupe por ti?
El Gran Duque Eudes estaba demasiado inmerso en su historia para ver cómo se sentía su hija.
—Mira su carta. Está locamente enamorado de otra mujer.
Rash.
—He visto muchos casos como este, y es incluso peor que un mujeriego. Estar profundamente enamorado de otra mujer le convierte en el peor hombre para una dama noble…
—¡Nooo...! —gritó Lariessa, interrumpiendo a su padre. La Gran Duquesa Lariessa miró a su padre fijamente a los ojos y arrugó la carta del Príncipe Alfonso hasta hacerla una bola. Arrojó violentamente la carta al suelo del despacho y chilló—. Todas las mentiras.. ¡Todo...!
—¡Lariessa! —gritó el Gran Duque Eudes, medio perplejo y medio sorprendido por la reacción de su hija.
Pero Lariessa estaba fuera de control.
—¡Esta no es la carta de Su Alteza!
—¡Pero lo acabas de ver con tus propios ojos! —insistió el Gran Duque—. Esta carta fue entregada a través de un barco…
—¡No está escrito con su letra ni con la tinta que usa normalmente!
N/T: Pero chica si no está en un palacio lo habrá escrito con el primer papel roñoso que encontró jajajaja.
El príncipe Alfonso siempre escribía las cartas con tinta azul untada en una punta de pluma ligeramente gruesa. Pero estaba en el campo de batalla y no podía permitirse elegir su material de escritura. Su ayudante se tomó muchas molestias sólo para conseguir el pergamino. Pero Lariessa no quería creer eso y se negaba a escuchar cualquier palabra que le dijera lo contrario.
—Su Alteza me ama. No ama a la hija bastarda y buena para nada del Cardenal —se lamentó Lariessa, con lágrimas cayendo a borbotones—. Espera y verás. Una vez que sufra en el campo de batalla, se dará cuenta de que yo, la Gran Duquesa Lariessa de Valois, ¡soy la única que puede salvarle la vida!
—¡Lariessa! No puedes hacer que eso suceda. No puedes controlar las emociones de una persona…
—¡Padre, puedes hacer eso por mí! —Lariessa golpeó el escritorio del Gran Duque Eudes y apeló con lágrimas—. ¡Padre, por favor, ayude al Príncipe en nombre del Reino Gallico! Entonces, ¡él me lo agradecerá!
—¡Lariessa, eso está fuera de mi control!
—¡Noooo!
La Gran Duquesa Lariessa empezó a rodar por el suelo del despacho de su padre.
—¡Lariessa!
—¡Me mataré! ¡Voy a morir!
Las cosas se estaban saliendo de control. Y esto era inesperado... El Gran Duque Eudes miró ansiosamente el pasillo fuera de la oficina. No podía dejar que la Gran Duquesa Bernadette supiera que su hija se había vuelto loca.
—¡No soy un mago! Lo que me pides está fuera de mi alcance —insistió el Gran Duque.
—¡Mentiroso! ¡Simplemente no quieres que sea feliz!
—¡Ningún padre en este mundo querría que sus hijos fueran infelices!
Lariessa empezó a acusar a su padre de abrazar a Susanne y negarse a abrazarla cuando tenía cinco años (ese día, Lariessa estuvo todo el tiempo en el regazo de la Gran Duquesa Bernadette). Después, recopiló todas las pruebas que se le ocurrieron en su corta vida sobre que su padre no la quería.
Mientras temía que su esposa irrumpiera en cualquier momento, el Gran Duque Eudes fue atacado mentalmente por su preciada hija durante casi media hora. Finalmente ondeó la bandera de la rendición.
—Lariessa, Lariessa. Para. Haré lo que pueda por ti.
Después de verter airadas palabras de resentimiento, Lariessa estaba exhausta. Secándose las lágrimas con el dorso de la mano, dijo—: Enviaré la carta a Su Alteza. Puedo ganarme su amor si lo intento. Puedo hacerlo —lloriqueó y añadió—: A partir de ahora, tráeme todas las cartas de Alfonso.
—¿Pero de qué te servirá? Sólo te hará sentir peor…
—¡Ahhhhhh!
—¡VALE, VALE! Me rindo. ¡Cálmate!
Lariessa acabó cumpliendo su deseo y se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Decidió observar todos los movimientos de Alfonso, transformarse en una amante comprensiva y enviar respuestas personalizadas que leyeran mentalmente todas sus preocupaciones.
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Dios, ya ponganla a dormir 😵💫 es que Lariessa es tan ...
ResponderBorrarQue se autoduerma eternamente luego por favor 🤨💀
ResponderBorrarNo me molesta si Larissa se muere porque se tropezó con el aire y se murió así nomas. Ella es un dolor en el ano. :v
ResponderBorrarque miedo da Lariessa 😭☠️
ResponderBorrarDios qué ganas de golpear a Lariessa tengo ... uhmm entiendo que el amor te puede hacer creer que si puedes cambiar los sentimientos, pero ya con todas esas pruebas ya es demasiado ...
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