SLR – Capítulo 184
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 184: Regalo sorpresa
Capítulo patrocinado por MilagrosQuiñones vía Ko-fi. Gracias por su apoyo 🤍
En cuanto terminó la gran misa, el Rey convocó al Cardenal De Mare, y éste tuvo un mal presentimiento.
'No quería involucrarme... ¿Por qué demonios me llama en momentos así...?'
Ya le había hablado de su brillante idea de utilizar la influencia del Papa Ludovico apoyando las Terceras Cruzadas, pero León III la había rechazado de plano. El archiduque de Sternheim ya habría recibido donaciones del rey gallico, y las tropas serían enviadas cualquier día.
'Aunque el Rey ofrezca tardíamente su contribución... es demasiado tarde.'
No hubo tiempo para que el Papa Ludovico y el Gran Duque Oldenburg de Sternheim arreglaran las cosas.
El Cardenal De Mare trató de disipar su ansiedad mientras caminaba por el pasillo del Palacio Carlo. No estaba contento. Dios salvó a Ariadne. Tuvo suerte de que León III convocara al Cardenal De Mare justo después de la gran misa. Si el Cardenal De Mare se hubiera enterado de que Ariadne pedía una audiencia con León III en privado, éste se hubiera ofendido y le habría regañado.
El destino del Cardenal hoy era el despacho del Rey, no su sala de audiencias. El despacho estaba relativamente más cerca de su estudio, por lo que era más privado.
Y el sirviente real no notificó la llegada del Cardenal De Mare en voz alta, como hacía en los actos oficiales. Lo único que hizo fue entrar sigilosamente, notificar la llegada del Cardenal y abrir la puerta en silencio.
—Su Majestad el Rey, el Cardenal De Mare ha venido.
El Cardenal entró en la sala y se inclinó ante el rey. León III se dio la vuelta.
Aún no se había cambiado y seguía vistiendo el uniforme de la corte que llevaba en la gran misa. El Rey parecía agotado, pero sus claros ojos azules brillaban de entusiasmo. Parecía que tenía una idea emocionante.
El Cardenal volvió a pensar, 'lo sabía. Algo no va bien…'
En cuanto entró el Cardenal, a León III se le iluminó la cara y saludó—: Hola, mi querido amigo.
El instinto del Cardenal De Mare le dijo que el Rey tenía algo que pedir hoy.
—Pasa. Siéntete como en casa.
Su calurosa bienvenida incomodó aún más al Cardenal. En cuanto se sentó en su sitio, el Rey sacó licor fuerte de su gabinete y lo sirvió él mismo en dos copas.
—¿Con hielo? ¿O sin diluir?
'¡Qué gran lujo tener hielo en agosto!' El Cardenal quiso decir que no, pero rápidamente cambió de opinión. Sería mejor tener hielo y sufrir que sufrir sin él.
—Hielo, por favor —respondió el Cardenal.
—¡Fantástica elección! ¡Seguro que sabes beber!
El Rey preparó dos copas de grappa helada y puso una copa delante del Cardenal y otra delante de sí mismo.
Preguntó en tono sutil—: ¿Va todo bien en la capilla de San Ercole?
—Gracias a Vuestra Gracia, todo va sobre ruedas —respondió el Cardenal.
—Es bueno oír eso. Sé que siempre hay mucho trabajo en la gran capilla. Y llevar el registro parroquial es un gran reto.
—Bueno, eso es parte de mi trabajo como clérigo. Tengo que hacer un seguimiento de los asuntos diarios para incluir todos los detalles mientras vigilo que no se pierda nada.
—¡Fantástico! ¡Realmente os respeto a los clérigos!
El mal presentimiento del Cardenal crecía a cada segundo.
—Cardenal De Mare, tengo algo que preguntarle... comenzó el Rey con una mirada insondable.
León III prácticamente bajó la voz a un susurro mientras hacía su petición.
Tras escuchar todo lo que decía, el Cardenal De Mare perdió el control y replicó airado—: ¡Eso no tiene ningún sentido, Majestad!
Si la persona sentada frente a él no fuera el Rey, el Cardenal se habría marchado antes de escuchar toda la historia.
—¡¿Cómo puede pedirme que falsifique el registro de nacimiento?!
—No es tan malo como piensas. ¡No es que te esté pidiendo que conviertas a Césare en el heredero directo al trono! —lo persuadió el Rey. León III siguió engatusando al Cardenal De Mare—: No es que te pida que falsifiques asuntos sobre ciudadanos vivos. Lo único que te pido es que concedas el título real de Rey a nuestros difuntos antepasados. Eso no es gran cosa. Todos los reinos lo hacen. Cada vez que se establece una nueva dinastía, se conceden títulos reales a nuestros antepasados difuntos. No estaría de más.
"Eso no es lo mismo", estuvo a punto de decir el Cardenal.
—Pero, Majestad. ¡Esto no es así! No sólo se desvía de los límites adecuados, sino que además difama la fiabilidad del cuerpo religioso.
—No, Cardenal De Mare. No es así. Piénsalo bien. No hay necesidad de ser tan duro. Todo es por el bien nacional… —protestó el Rey.
El Cardenal rechazó la oferta del rey en el acto, pero León III no sabía cuándo abandonar. El Cardenal De Mare estuvo a punto de perder los estribos y disparar de nuevo: '¿Cree usted que la Santa Sede es una broma?'
Pero justo en ese momento, León III lanzó un cebo que el Cardenal no pudo evitar morder—: Te concederé un título nobiliario.
—¿Perdón...? —preguntó el Cardenal con incredulidad.
—Bueno, como eres un clérigo, concederte un título nobiliario no funcionaría.
Las personas con títulos nobiliarios no accedían al sacerdocio, ya que a los clérigos no se les permitía tener hijos legítimos.
Eso significaba que un clérigo con título nobiliario no podía transmitir su título a sus hijos, ya que no tenía sucesor legítimo.
—¿Pero qué pasa con tus hijos? Sé bien lo que se siente no tener un sucesor legítimo. Soy padre, después de todo —León III se aclaró la garganta—. Una vez que este incidente se calme, no, dentro de este año, concederé un título nobiliario del Reino Etrusco a uno de tus hijos.
El Cardenal De Mare había abierto la boca para quejarse, pero ahora la cerró como una concha. El orgullo de la Santa Sede ya no importaba... No, sí importaba. Pero no era tan importante como su largó y anhelado deseo de establecer la gran y noble "Casa De Mare". El orgullo de la Santa Sede sería eterno tanto si lo conservaba como si no.
León III siguió engatusando al Cardenal De Mare para que hiciera lo que él decía—: Por supuesto, la gente te estará observando y los nobles se rebelarán, así que es posible que al principio no pueda concederte un gran título. Pero lo que importa es si tienes el título o no, ¿no crees?
Lo que dijo León III era cierto. Un título nobiliario era como tener un billete de entrada a la alta sociedad. Por ahora, el Cardenal De Mare se colaba entre los nobles por la entrada lateral debido al avance de su carrera. Pero todo cambiaría una vez que tuviera el título nobiliario. Le daba igual que fuera el título de barón. Lo único que quería era la cualificación para entrar por la puerta principal con la barbilla levantada con orgullo.
N/T: ordenados de menor a mayor algunos títulos nobiliarios para que se hagan una idea el Barón es el más bajo en la escala social. Barón < Conde < Duque < Archiduque.
—Si vuestra familia realiza actos meritorios, me aseguraré de que seáis recompensados —prometió el Rey—. Puede que al principio sea un reto, pero una vez que te dé el título, el ascenso será pan comido.
Cuando el Cardenal imaginó a la noble familia De Mare casándose con otro aristócrata de alto rango y formando parte de la "alta sociedad" sin siquiera intentarlo, sintió como si sangre fresca corriera por sus viejos y gastados vasos sanguíneos. Era un veterano político y diplomático capaz de mantener la compostura pasara lo que pasara. Pero ahora era el momento de hacer realidad el deseo que había acariciado durante toda su vida. Le preocupaba no poder mantener su cara seria habitual.
—Todo lo que tienes que hacer es decidir a qué hijo se le debe conceder el título —continuó León III.
El Rey parecía haber leído la mente del Cardenal.
—¿Y si lo hacemos a finales de este año? Noviembre o diciembre. No, puedo seguir con ello enseguida, una vez que se calme esta revuelta, si quieres.
El Rey parecía demasiado desesperado para haber leído completamente la mente del Cardenal.
El Cardenal De Mare se sintió aliviado y miró al rey directamente a los ojos.
—Si es así, su Majestad.
Entonces, el Cardenal De Mare también bajó la voz y empezó a sugerir las condiciones a León III, tales como el periodo de aplicación, el registro de nacimiento, cómo debía hacerse el anuncio oficial, el grado de modificación del registro de nacimientos, el grado de confidencialidad, el título que debía concederse y si el título venía acompañado de un feudo. La negociación era necesaria para todos los asuntos del mundo.
* * *
¡Clank!
La puerta de la celda hizo ruido al abrirse. La condesa Rubina estaba acurrucada en la oscuridad, pero al instante levantó la vista, sobresaltada por el repentino ruido.
—Césare... ¡¿Eres tú?!
La condesa Rubina llevaba un par de meses encerrada sola en la celda sin recibir visitas. Su hijo al menos había sido un visitante frecuente hasta hace un par de meses, cuando le dijo que se cuidara de una manera extraña. Después de eso, nunca apareció.
Ni siquiera los funcionarios acudieron a interrogarla. La condesa Rubina dependía de una sola vela como defensa en la oscuridad más absoluta y muerta de miedo enfrentando lo peor. Pero nunca había esperado ver al visitante frente a ella.
—Señora Rubina, he venido por usted según las órdenes de Su Majestad el Rey.
El visitante que entró en la celda de Rubina fue el señor Delfinosa, secretario de León III.
—¿Están aquí para... una ejecución? —preguntó la condesa Rubina con voz temblorosa.
Pero estaba bastante segura de que no la decapitarían, y de ahí sacó el valor para preguntar. Después de todo, el señor Delfinosa estaba aquí en persona, no un verdugo o un funcionario de la celda.
Como ella esperaba, el señor Delfinosa se inclinó como si lo sintiera mucho y dijo—: No, claro que no. Estoy aquí para escoltarla. Las órdenes de Su Majestad son que regrese inmediatamente a palacio, descanse un poco, se refresque y participe en la ceremonia programada para mañana.
—¿Qué ceremonia...? —preguntó Rubina.
—Lo sabrá mañana.
* * *
Césare se había encerrado a propósito en la mansión, espiando a todo el mundo, pero el Rey también le había convocado de repente.
—Conde de Como, son órdenes del Rey —dijo el sirviente real.
N/T: "tus besos son como el vino y me quiero emborrachar", será un cucarachón pero lo guapo y sexy a Césare no se le quita ni queriendo.
El sol estaba alto en el cielo, pero Césare ya estaba borracho. Se despertó de mala gana y miró al criado real con ojos soñolientos. El traje del Conde estaba desaliñado por todas partes. El cinturón le colgaba suelto del albornoz, y estaba medio sentado, medio tumbado en el sofá del santuario interior.
—Dijo que vinieras al palacio inmediatamente.
—¿Ahora? ¿Ahora? —el Conde Césare rió lánguidamente—. ¿Por qué? ¿Porque Su Majestad quiere decapitarme?
Césare se tragó el vino espumoso que tenía en la mano. Ya había un par de botellas vacías esparcidas por el suelo.
—¿Por qué tanta prisa? Podría quitarme todo, incluso mi vida, cuando quisiera —Césare se dejó caer de nuevo en el sofá—. No voy a ir. No iré. Dile que el Conde Césare es un total y completo desastre y no puede obedecerle. Sabes que no miento.
Tenía miedo de parecer ambicioso si corría al palacio real al ser convocado, pero el rebelde que había en él se negaba a hacerlo. Era para demostrar al Rey que podía quitárselo todo pero no podía obligarle a cooperar.
Césare abrió una nueva botella de vino.
¡Pop!
Sus ágiles dedos abrieron el tapón. Abrió la botella de golpe con un ligero movimiento de la mano. Pensando que no debía estar demasiado borracho, ya que todavía podía abrir el corcho de una sola vez, el joven Conde vertió el vino en su copa hasta rebosar.
—Conde Césare... Pero…
El sirviente real se inquietó y no supo qué hacer.
—Creo que posponer su visita al castillo podría ser aceptable hoy, pero me temo que debe ir al horario de tarde de mañana.
—¿Qué demonios? ¿Para qué? —preguntó Césare.
—Bueno…
Tras escuchar la explicación del criado, Césare abrió mucho los ojos. Estaba borracho, pero quedó sobrio en un instante. No, había visoumbrado fuegos artificiales en la cabeza. Tal vez estaba completamente borracho.
—¡¿Qué?! —preguntó incrédulo el conde Césare.
—Entonces, me temo que debe estar listo para mañana…
—¡Cállate! Sólo dame una hora.
El Conde Césare se levantó al instante y se pasó la mano por el pelo rojo como el sol.
—Me prepararé de inmediato.
N/T citando otro comentario de naver: "Enviar a un sucesor al campo enemigo sin un plan y luego abandonarlo porque no puedes salvarlo... Ese es el colmo de la incompetencia."
{getButton} $text={Capítulo anterior}
Nooooo, no puede abandonar a Alfonso 😡
ResponderBorrarOdio a ese leon iii 🤧
ResponderBorrarTop 3 de peores padres y monarcas de toda la m4ld1ta historia. Espero y Alfonso le prodigue una buena paliza a León III cuando vuelva de la forma que sea.
ResponderBorrarEste rey es de lo peor. Gracias por el capitulo.🤗🤗🤗🤗
ResponderBorrar