SLR – Capítulo 166
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 166: El entusiasmo de la Gran Duquesa Lariessa
—¿Qué? ¡¿El Príncipe Alfonso viene a Montpellier?!
La Gran Duquesa Lariessa había estado tumbada oblicuamente en el sofá, pero en cuanto oyó la noticia, enderezó instantáneamente la parte superior de su cuerpo.
Estaba recuperando rápidamente la salud al volver a casa y descansaba mientras sus conocidos le hacían compañía. Su personalidad quisquillosa y obstinada y sus cambios de humor también eran mucho mejores que en San Carlo.
—¡Por favor, contrólese, señora! —advirtió la señora Eugenie, señalando su repentino cambio de actitud.
La señora Eugenie había estado con la gran Duquesa Bernadette desde niña. También había sido la niñera de Susanne, la difunta hermana de Lariessa, y la estrecha colaboradora de la madre de ésta, la gran Duquesa Bernadette. Su posición era la más alta que podía tener una mujer sin título nobiliario, y era la mandamás más influyente de la casa. Lariessa se desanimó al instante y bajó la cabeza.
La Gran Duquesa Bernadette intervino—: No seas tan dura con ella, Eugenie. Está enferma.
—¡Estás siendo demasiado blando con ella! —protestó Eugenie—. ¡Su carácter debe ser estrictamente construido para mostrar unos modales dignos dondequiera que vaya!
La señora Eugenie hablaba de la mala conducta que Lariessa había cometido en Etrusco. La señora Eugenie no dejaba que Lariessa se librara y le insistía duramente en que todo el mundo conocía sus fechorías y en que había arruinado la alianza matrimonial en Etrusco.
Y la Gran Duquesa Bernadette no tenía nada que decir sobre lo que Lariessa había hecho en el Reino Etrusco. El ambiente se volvió incómodo y grave, pero Lariessa aligeró las cosas. Sabía que no se había portado bien, ¡pero el Príncipe de Oro vendría! No podía calmarse.
—Madre, ¿su Alteza el Príncipe viene a Montpellier a verme?
La Gran Duquesa Bernadette respondió amablemente—: No sé bien cómo están las cosas fuera, pero según un soldado de la caballería pesada de Montpellier, eso es cierto. Dijo que Su Majestad Filippo IV exigió que el mismísimo Príncipe Alfonso visitara Montpellier y terminara la alianza matrimonial.
—¡¡¡Sí!!! —vitoreó encantada la Gran Duquesa Lariessa. Su cara blanca como la masa e incluso su cuello se pusieron rojos.
'¡Mi príncipe azul...! ¡Viene por mí...!'
La Gran Duquesa Lariessa estaba a punto de subir a las nubes, pero la señora Eugenie le gritó atronadoramente que se controlara—: ¡Señora! ¡Mantenga su dignidad!
—¡Basta! —Lariessa respondió, molesta, confiando en que su madre le cubriría las espaldas.
Más exactamente, estaba a punto de perder los estribos, pero una voz gruesa la detuvo—: ¡Lariessa!
Un hombre bajo pero de anchos hombros entró sin vacilar en el santuario interno de la Gran Duquesa Bernadette. El hombre era el Gran Duque Eudes, y la mayor parte de su pelo, originalmente negro, se había vuelto blanco.
—¡Padre! —gritó Lariessa.
—Cariño, estás aquí —dijo Bernadette.
Asintió con la cabeza a la Gran Duquesa y miró a su hija con ojos estrictos.
—¡Contrólate y compórtate con prudencia, Lariessa!
—¿Perdón...?
En cuanto su padre entró en la habitación empezó a gritarle, pero ella pensó que era inocente. Lariessa pensó que era injusto, y su rostro enrojeció.
Pero a diferencia de lo que era habitual en él, el Gran Duque Eudes levantó la voz de forma aún más estricta sin sentir ni un poco de lástima por ella—: ¡Ni se te ocurra acercarte al Príncipe!
—¿Qué? ¡Pero padre!
Los ojos largos y rasgados de la Gran Duquesa Lariessa se volvieron sorprendidos.
Temerosa de su padre, Lariessa se había quedado helada en el sitio, así que la Gran Duquesa Bernadette preguntó por su hija en su lugar—: Pero, cariño. ¿Por qué? Su Majestad llamó al Príncipe de Etrusco para la alianza matrimonial, ¿no es así? ¿Hay otras candidatas al matrimonio aparte de nuestra hija?
Detrás, la señora Eugenie murmuró algo así como: "Si se hubiera portado bien, no la habrían dejado."
Pero el Gran Duque Eudes la ignoró y le dijo—: No te preocupes por eso, querida. Sólo vigila a Lariessa y evita que salga al exterior.
La Gran Duquesa Bernadette obedecía a su marido. Quería más respuestas, pero no quiso molestar más a su marido.
Ella bajó la cabeza y contestó—: De acuerdo, cariño.
La única que estaba totalmente disgustada era Lariessa.
'De ninguna manera... ¿Otras candidatas matrimoniales para el Príncipe aparte de mí? ¿En Gallico?'
* * *
—Nos volvemos a ver tan pronto —saludó Ariadne con una amplia sonrisa, mirando al hombre de mediana edad y barba de chivo sentado frente a ella.
—Um —fue su respuesta. No estaba siendo educado ni descortés, pero parecía no estar seguro de por qué se reunían.
Ariadne visitó la casa de Camellia para reunirse en privado con el barón Castiglione.
—¿Qué entretenidas historias quiere compartir conmigo? —preguntó el Barón.
Aparentemente, el barón Castiglione pudo vengar su antiguo rencor contra el marqués Gaeta gracias a la pista de Ariadne el otro día. El Margrave de Gaeta, miembro de una antigua familia noble con un alto sentido de sí mismo, estaba siendo arrastrado y humillado por un marqués mandón que no dejaba de darle órdenes.
El anciano marqués de Montefeltro, que tenía la misma personalidad recta, era por supuesto, un maestro militar, pero fuera de la muralla del feudo de Gaeta estaba la élite de la caballería montando campamento. El anciano marqués de Montefeltro también tenía la justificación de que había venido a resolver el incidente de Gallico por orden del rey León III.
Las aguerridas tropas de Gallico estaban apostadas ante sus ojos, pero los soldados reales de a pie de Gaeta eran como ovejas sin pastor, y la vieja muralla del castillo estaba a punto de derrumbarse por completo. Esto sacó de quicio al Marqués. Sin importarle lo que pudiera ocurrirle a la reputación del Margrave, el Marqués inició un estricto entrenamiento militar para los soldados de Gaeta.
Cada vez que el Conde de Gaeta intentaba detener al Marqués con el pretexto del presupuesto o de la moral de los soldados, el Marqués se enfurecía y trataba al Margrave como basura humana. El Margrave de Gaeta siempre había sido un líder y nunca había sido tan humillado en su vida.
'No esperaba que me diera las gracias por ayudarle a vengarse del Margrave. ¡Pero al menos merezco un cumplido!'
Pero Ariadne mantuvo la sonrisa, ladeó la cabeza y sugirió—: He venido a hablar de dinero.
No era un tema apropiado para la hija de un clérigo. Tampoco era apropiado para "la chica que discierne la verdad", apodo por sus profundos conocimientos de teología, la dama con más talento de San Carlo, o el objeto escándalos entre el Príncipe y el hijo bastardo del Rey.
—Eh. ¿Dinero? —la expresión del Barón Castiglione lo decía todo—. ¿Necesita dinero de bolsillo, señora?
El barón Castiglione se mostraba cada vez más cómodo con ella.
En términos de posición, un barón era de clase más alta que la hija de un plebeyo, pero ella no era una plebeya cualquiera: era la hija del cardenal De Mare. Tal vez el barón Castiglione actuaba así porque la consideraba amiga de su hija, pero nunca se habían visto en privado.
Ariadne mantuvo la sonrisa pintada en el rostro, pero sacudió la cabeza interrogante.
—¿Usted no quiere ser extremadamente rico?
El barón Castiglione pareció pensar que era una niña actuando como un adulto, porque carraspeó un rato antes de estallar en carcajadas.
—Ja, ja, ja. HA HA HA HA!
No estaba siendo maleducado; estaba siendo grosero. Ahora se agarraba el estómago de tanto reír. Ariadne mantuvo la cara seria y se limitó a contemplar toda la escena.
—Oh, perdón por ser grosero —se disculpó el Barón—. Es que me recordáis a mis hijos. Qué linda.
Cuando Ariadne murió en su vida anterior, el barón Castiglione ahora mismo sólo tenía unos siete u ocho años más que ella. Pero ahora, la miraba como si fuera una niña de diez años.
—Realmente desearía que mi hijo menor fuera tan inteligente como usted. Necesita ser un hombre y tener algo de suciedad, pero es demasiado bueno.
Pero no añadió que no quería una hija como Ariadne.
—Mucho dinero, ¿eh? ¿Cuánto necesitas? ¿Un ducado? —preguntó.
Las cejas de Ariadne se entrecerraron por momentos. Se dio cuenta de que aquel hombre no tenía intención alguna de respetarla como socia al mismo nivel.
Ariadne se levantó de su asiento y dijo—: Su visión es realmente pobre.
Cuando se levantó, era más alta y sus ojos miraron al barón Castiglione.
Ariadne miró arrogantemente al hombre de mediana edad con barba de chivo mientras le espetó—: La cantidad de inversión que necesito es de 10.000 ducados (aproximadamente 10 millones de dólares estadounidenses).
—¿Qué? ¿10.000 ducados? —replicó incrédulo el barón Castiglione.
La cantidad era imposiblemente grande, y no podía creer lo que oía.
—No 10 mil ducados —corrigió Ariadne—. Si necesitara 10.000 ducados, lo habría dicho.
N/T: Creo que aquí Ariadne se refiere a que 10 mil ducados es SOLO la cantidad de inversión inicial, que necesita muchísimo más dinero.
—Mira, jovencita —la regañó el barón—. 10.000 ducados no es un juego de niños. ¿Para qué necesitas semejante fortuna? ¿Para comprar un vestido?
—Si quiere terminar con un negocio de seda trivial por el resto de su vida, no se lo impediré. Pero si se le da bien dejarse la piel para obtener bajos rendimientos, nunca conseguirá algo realmente grande—Ariadne le miró con ojos fríos y continuó—: Una vez que invierta, podrás obtener grandes ganancias.
—¿Qué planeas hacer...? ¿Cambiar al Rey? ¿O contratar a un Condotierro? Si no, ¿dónde gastarás todo ese dinero? —preguntó el Barón, perplejo.
N/T Condotierro: Mercenarios al servicio de las ciudades-estado italianas desde finales de la Edad Media hasta mediados del siglo XVI. La palabra condottiero deriva de condotta, término que designaba al contrato entre el capitán de mercenarios y el gobierno que alquilaba sus servicios
Ariadne no respondió a la pregunta del Barón Castiglione.
En lugar de eso, se dio la vuelta y abrió la puerta del salón.
—Usted se va a arrepentir de lo que ha perdido hoy.
Entonces, Ariadne dejó al barón Castiglione boquiabierto en su asiento, cerró la puerta sin volverse a mirarle y se adelantó por el pasillo.
* * *
¡Click, Click!
En el carruaje plateado de la familia De Mare, Ariadne se frotó las sienes al sentir que empezaba a dolerle la cabeza.
Salió de la residencia del barón Castiglione muy animada, pero no había muchos prestamistas que pudieran permitirse semejante cantidad, porque el comercio en etrusco -no, el comercio en el continente central- se realizaba sobre todo a través de gremios.
'Y tampoco puedo pedir dinero de múltiples inversores.'
Sólo tenía una garantía. No podía dividirla en pedazos y, sobre todo, tenía que evitar que se extendieran los rumores que dijeran: "Ariadne prestó dinero con el Corazón del Profundo Mar Azul como garantía."
'Delatore... Marques... Montefeltro…'
Le vinieron a la mente algunos grandes nobles ricos, pero Ariadne negó con la cabeza. Su riqueza procedía de la tierra, no del dinero. Ella no necesitaba tierras ni un castillo: necesitaba ducados de oro. Ahora sí.
'Espera un minuto... Espera un minuto…'
Repitió Ariadne en silencio.
'¿Qué tan grande debe ser la compañía Bocanegro ahora?'
Bocanegro. En la vida anterior de Ariadne, Bocanegro era una entidad comercial que venció a su competidor, el barón Castiglione, y saltó a la fama como la mejor tienda conocida en Etrusco. Aunque establecida por un plebeyo, no tenía gremios que la respaldaran, por lo que pudo crecer sin verse envuelta en relaciones de intereses cooperativos. Y el margrave de Gaeta había arrebatado los derechos de distribución del perfume de rosas de Gaeta de la tienda de Castiglione para dárselo a la empresa Bocanegro.
Su plena prosperidad se debió al hecho de que se convirtieron en pies y manos del palacio real tras el golpe de estado Estado de Césare, y adjuntos al palacio real, cuyo poder administrativo se había deteriorado. Gracias a esto, Ariadne conocía muy bien su situación.
'Aún no han creado redes de distribución a escala nacional. Bocanegro. Aquello pasó después de recaudar impuestos en nombre del Palacio Carlo. Será entonces cuando se refuercen sus redes.'
Pero Bocanegro era especial. A diferencia de otras empresas que necesitaban redes de distribución para obtener beneficios, Bocanegro tenía montones de efectivo incluso sin ellas, porque empezaron el negocio como contrabandistas de tabaco.
'Las drogas dan grandes beneficios y la gente enganchada a ellas se agolpa para conseguirlas.'
Y lo que Ariadne necesitaba era efectivo, no redes de distribución.
'Quiero ver la cara del Barón Castiglione cuando Bocanegro entre en el juego y gane a lo grande.'
Finalmente, una sonrisa traviesa digna de una adolescente cruzó el rostro de Ariadne.
{getButton} $text={Capítulo anterior}
NO HACER PDFS. Tampoco hagas spoilers, por favor o tu comentario será eliminado. Si te gustó el capítulo déjanos tus impresiones para animarnos a subir más. No te olvides de seguirnos en Facebook.