SLR – Capítulo 161
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 161: El deseo de compartir
—Su Alteza el Príncipe... —saludó Bernardino. Su rostro palideció cuando el Príncipe abandonó la sala de audiencias de León III—. ¿Puedo preguntarle sobre su conversación con Su Majestad el Rey?
—Padre quiere que vaya a Gallico —dijo el Príncipe.
—¿Qué? —preguntó Bernardino, desconcertado.
Dejando atrás a su ayudante, Alfonso se adelantó hacia el vestíbulo que comunicaba con el santuario interior del Rey.
Bernardino le siguió rápidamente.
—¿Se va a ir?
—No tengo elección. ¿Cómo podría desobedecer las estrictas órdenes de mi padre?
El Príncipe Alfonso de alguna manera sonaba molesto y resignado a la vez. Extrañamente sonaba como su difunta madre.
—Si es así, ¿cuándo se va a-?
—Mañana —interrumpió Alfonso.
—¡¿Qué?! —preguntó Bernardino, sorprendido.
Se sobresaltó por segunda vez, pero la orden de Alfonso estaba a punto de sorprenderle de nuevo.
—Tráeme mi caballo.
—¿Ahora? ¿Ahora?
Si el Príncipe partía mañana, tenía que organizar su equipo de viaje y designar al séquito que le asistiría.
Al ver la cara de asombro de Bernardino, Alfonso dejó escapar una sonrisa amarga y contestó—: Seguro que tienes cien preguntas para mí, pero yo sé tan poco como tú. Ve a preguntarle al Conde Marques. Fue nombrado jefe de las negociaciones de trabajo en Gallico. Él tendrá una idea mejor que yo sobre las intenciones de padre.
Todo dependía de León III si enviar al Príncipe completamente solo al Reino Gallico o disponer de una magnífica caballería de escolta para custodiarlo. Y Alfonso tenía que comprobarlo antes de nada.
Pero el Príncipe Alfonso había disgustado terriblemente al Rey. En lugar de preguntárselo él mismo, sería mejor que lo hiciera a través del Conde Marques.
—¿Adónde se dirige, Alteza? —preguntó Bernardino tras una momentánea vacilación—. No me digas que está huyendo, ¿verdad...?
—Bueno, esa es una de mis opciones.
* * *
Tras conocer la noticia del funeral de la reina Margarita, Ariadne vomitaba todos los días. No importaba si comía o no. Sucedió de todos modos.
—No tengo ni idea de por qué... La única razón que se me ocurre es un exceso de ansiedad…
El médico que le había visitado no pudo encontrar signos de enfermedad y sacudió la cabeza, preguntándose qué podía ser aquella enfermedad inidentificable.
—Tras el fallecimiento de Su Majestad la Reina, muchas damas que la admiraban sufren crisis nerviosas.
Ariadne se había convertido en una adolescente fan de la reina Margarita en una fracción de segundo. Dejó escapar una sonrisa vacía. Quizá tenía razón al omitir los detalles. Fue un amor unilateral, pero ella falleció.
—Lo mejor sería que descansara en paz. Le recetaré un tranquilizante, así que le sugiero que lo tome. Las recetas incluyen valeriana, hierba de San Juan y algunas otras sustancias tranquilizantes. Esto funciona de maravilla para la gastritis neurótica.
El médico enumeró varias hierbas en un trozo de pergamino. Cuando terminó, sopló la tinta y añadió—: Después de tomarlas, dormirá como un tronco, así que le sugiero que se abstenga de tomarlas durante el día. Tómelas por la noche, antes de dormir.
Sancha quien había aprendido completamente a leer y escribir. Tras echar un vistazo a la receta, se le iluminó la cara y le dijo a Ariadne—: Tenemos la mayoría de las hierbas en casa, mi señora. El único ingrediente que nos falta es la artemisa, pero se vende en todas partes. Iré a buscar un poco al centro. ¿Lo compro ahora mismo y te doy la medicina esta noche?
Ariadne también echó un vistazo a la receta. La mayoría de las hierbas le resultaban familiares, gracias a su larga experiencia en la corte... no, en el pandemónium. La receta era de un tranquilizante común, y nada en ella parecía problemático.
N/T pandemonium: Capital imaginaria del infierno, hace referencia a la experiencia de Ariadne con venenos en su vida pasada.
Le devolvió el pergamino a Sancha y asintió.
—Está bien. Hagámoslo —Ariadne miró al médico y le despidió cortésmente—: Muchas gracias. Sancha, dale los gastos de la casa y acompáñale al carruaje.
—¡Sí, señorita! ¿Me sigue, señor?
Sancha guió al doctor hasta el carruaje de la casa que estaba preparado abajo. Y de paso, fue al centro a comprar artemisa de primera calidad.
Después de que envenenaran a la reina Margarita, Sancha prestó toda su atención a cualquier cosa que Ariadne comiera o bebiera. Todos los empleados de la cocina eran trabajadores de confianza, pero ella era especialmente cuidadosa y los supervisaba detenidamente durante la cocción y cuando se servían las comidas en la mesa del comedor. Y en ocasiones como la de hoy, se encargaba de todo el proceso de decocción de las hierbas.
Lady Ariadne no era tan importante como la Reina, y era muy poco probable que se expusiera a un envenenamiento político, pero había dos villanos venenosos parecidos a serpientes en su casa, lo que hizo que Sancha se pusiera muy alerta.
'Tal vez mi señora esté demasiado ansiosa por digerir su comida.'
Sancha hizo todo esto por su señora. Le daba pena verla vomitar todo lo que comía.
Gracias a esto, Ariadne pudo acostarse temprano y tomar sin peligro la medicina recetada por el médico. Era un líquido concentrado de hierbas ricamente hervidas en una copa.
Y eso no fue todo. Sancha tuvo otro detalle.
[¡Mi señora! ¡Feliz cumpleaños! Felicidades por cumplir dieciséis años.
P.D. Compré la galleta con mi salario.]
Junto a la copa se colocó una bonita galleta de azúcar. Era un producto deéxito de la pastelería La Montain.
Después de que Guiseppe comprara una galleta en aquella panadería, Sancha se enamoró de La Montain Bakery (no de Guiseppe). Y le regaló su artículo favorito a Ariadne por su cumpleaños.
Una leve sonrisa cruzó el rostro de Ariadne. Tras el fallecimiento de su madre, Sancha fue la primera en celebrar sinceramente su cumpleaños.
'Gracias, Sancha.'
Era el primer cumpleaños de Ariadne desde que regresó al pasado.
Pero se había hecho muy popular. Podría organizar una fiesta de té -no, una gran fiesta de cumpleaños- si quisiera. Más de cien personas se morirían por asistir a su fiesta de cumpleaños y se agolparían en la alta sociedad de San Carlo como hienas hambrientas para conseguir cartas de invitación.
Pero no podía -y no quería- hacerlo, ya que el funeral de la reina Margarita estaba en curso. Así que Ariadne mantuvo su cumpleaños en secreto y Sancha fue la única que la felicitó.
Bebió un sorbo del líquido amarillo. Olía fatal, pero no sabía tan mal como olía. Al morder la galleta de azúcar, el sabor azucarado le quitó el amargor.
Tras beber la medicina de la copa, Ariadne se metió un cojín en el pecho y se acurrucó en la cama.
No me siento tan diferente...
Las oleadas de náuseas no desaparecieron, y tampoco se sintió somnolienta al instante como para tirarse a la cama.
'Desearía que mis pensamientos desaparecieran…' pensó Ariadne, con la mirada perdida en el dosel sobre la cama.
* * *
Al anochecer, el Príncipe salió del palacio real con un atuendo poco llamativo, y se cubrió la cabeza con una capucha, a pesar de que era el final de la primavera. Y el lugar al que llegó fue... la mansión De Mare.
Alfonso llegó aquí sin pensar montado a caballo. Tras llegar, se paró frente a la puerta principal y dudó un segundo. No estaba en condiciones de visitar oficialmente la mansión De Mare por culpa de Ariadne.
En primer lugar, si la gente se enteraba de que el Príncipe Alfonso había visitado la residencia oficial del Cardenal De Mare antes de abandonar el país, le preocupaba que Ariadne se viera envuelta en escándalos. Alfonso lamentó no haber enviado un mensaje al cardenal De Mare antes de la visita. Era demasiado tarde para que un visitante decente pudiera entrar en casa ajena.
Y segundo, no olvidó lo que dijo Ariadne: "No nos contactemos por el momento". Después de que Ariadne lo rechazara con firmeza, no volvió a ponerse en contacto con él.
'Ari... Supongo que está decepcionada de mí.'
Alfonso entendió mal que Ariadna le había cerrado su corazón tras el incidente en el que el archiduque Mireiyu atacó a Ariadna por no haber podido acabar con pulcritud los asuntos de la Gran Duquesa de Lariesa.
'Debería haberla protegido como un hombre. Pero fallé…'
Había conseguido apuñalar físicamente al duque Mireiyu por la espalda, pero Alfonso actuó después como un tercero en los asuntos políticos. Y su madre y Ariadne se encargaron de todo en su lugar. No era un hombre. Seguía siendo un niño. Alfonso miró hacia abajo, desanimado, en el estrecho camino cerca de la mansión De Mare.
Y él no había crecido ni un poco. Había vuelto para escuchar la sabia opinión de Ariadne.
Quería depender de su sabiduría para decidir si debía seguir las órdenes de su padre, cómo debía responder a la petición de esponsales de Gallico, cómo reaccionaría Gallico y cómo debía manejar las cosas.
Cuando tenía problemas, hablaba con su madre y tomaba decisiones basándose en sus opiniones. El cadáver de su madre aún estaba caliente, pero él ya estaba pidiendo la ayuda de Ariadne. ¿La quería como sustituta de su difunta madre?
—Ja, ja. HA HA HA…
Alfonso se reía para sí mismo como un loco sobre el caballo. Qué horrible era. Qué idiota. Todo lo que tenía era un linaje real. Era un idiota que no podía hacer nada por sí mismo.
Plop...
Justo en ese momento, fuertes gotas de lluvia, demasiado pesadas para ser una lluvia primaveral, empezaron a golpear el suelo. El príncipe Alfonso se sobresaltó y se incorporó. Llevaba algo importante metido en el pecho y no podía permitir que se le empapara.
Y esa fue la excusa de Alfonso para no volver al palacio real. Era demasiado tarde para eso. Cuando llegara al palacio real, estaría empapado hasta los huesos. La única opción que le quedaba era volver a la mansión De Mare.
Pero en el fondo... Quería ver a Ari.
Mañana emprendería un largo viaje y no sabía cuándo volvería. Nunca jamás dejaría que se hiciera la alianza matrimonial, pero si fracasaba, él será el dueño cuando regrese a Etrusco.
Antes de que eso ocurriera, quería verla. Quería confesarle que ella era la única mujer en su vida que llenaba su corazón, la única dueña de su corazón y cuerpo. 'Por favor, confía en mí y espérame. Esta vez no lo estropearé. Esta vez, no te dejaré ir primero.'
Alfonso llevó a su caballo favorito a un rincón desolado del pequeño camino y lo ató. Luego, se dirigió hacia una esquina apartada, no hacia la puerta principal de la mansión De Mare. Allí encontró una puerta peatonal que conducía al patio trasero de la mansión De Mare.
Mientras caían fuertes gotas de lluvia, Alfonso empujó suavemente la puerta de roble lo suficiente para que pasara una sola persona.
¡Rumble! Estaba cerrado.
Se llevó la mano al bolsillo interior y sacó una llave de tamaño mediano. Era la llave que Ariadne le había dado en el funeral de Arabella.
Se rió de sí mismo por haber traído esa llave y la hizo girar en la cerradura. Lo había planeado todo el tiempo. Si no le invitaban a entrar, lo intentaría por la puerta trasera.
Creeak.
Esta puerta peatonal parecía menos cuidada porque se abrió tras un pequeño chirrido. Alfonso asomó la cabeza entre la rendija de la puerta abierta y se coló con flexibilidad en la mansión De Mare.
No había nadie, quizá debido a la intensa lluvia. Ya era de noche. El sol se había puesto por completo y había oscurecido. La familia ya habría cenado y subido a sus habitaciones.
Alfonso buscó con la mirada la habitación de Ariadne. Solo había estado en su habitación una vez, en su baile de debutante, pero recordaba cada detalle con claridad. Y lo recordaría hasta el día de su muerte.
La luz del sol se había colado por la ventana en forma de arco, que ocupaba toda la superficie de la pared, y Ariadne había sollozado mientras el sol proyectaba sus rayos sobre ella... No podía creer lo hermosa que era entonces.
Aquella ventana en forma de arco era considerablemente grande, incluso en la lujosa mansión De Mare, por lo que pudo encontrarla a primera vista desde fuera. Dentro estaba oscuro, pero vio una tenue luz, probablemente procedente de una vela más allá de las cortinas.
¡Thock!
Alfonso recogió del suelo un guijarro del tamaño de una uña y apuntó con él a la ventana de Ariadne.
Pero nada se movió en la habitación. Un poco más desesperado, Alfonso buscó un guijarro un poco más grande que el primero y lo lanzó contra la ventana de Ariadne.
¡THOWK!
Esta vez, el sonido fue tan fuerte que incluso Alfonso se sobresaltó, pero nuevamente, no hubo reacción en la habitación.
'¿Será porque está lloviendo a cántaros?'
Las fuertes gotas de lluvia hacían ruido. Alfonso se agachó con ansiedad.
Intentó agacharse todo lo posible para que el papel que llevaba en el pecho no se mojara. Pero si seguía lloviendo torrencialmente, todo acabaría en vano, por mucho que se esforzara en protegerlo.
Entonces, Alfonso vio que una pequeña habitación de la mansión se abría ligeramente. Los ojos de Alfonso se abrieron de par en par.
Una criada nunca vista salió de aquella puerta. Salió por la puerta peatonal e inmediatamente corrió hacia el viejo edificio independiente que parecía un establo. Parecía que la criada estaba haciendo un recado.
'No cerró la puerta tras de sí.'
La sirvienta planeaba volver pronto porque no cerró la puerta.
Alfonso salió de su escondite en el bosque de hierba, corrió hacia la puerta peatonal y agarró el picaporte.
Click.
El pomo de la puerta giró suavemente.
'¡Lo he conseguido!'
Alfonso se elogió a sí mismo por haberlo conseguido y se deslizó dentro.
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Al rey lo ciega su codicia!! Exelente capitulo gracias
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