SLR – Capítulo 159
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 159: El resplandor misterioso
—¡¿Dónde está el Marqués Montefeltro?!
La persona designada por León III era el cabeza de la familia que tenía rumores de matrimonio con la hija del conde Gabriele Delatore, miembro de la pandilla de Julia.
—Sí, Majestad.
Aunque el anciano marqués no era un ayudante predilecto y cercano de León III, gozaba de renombre por su posición y reputación en la Curia Regis. Al instante se levantó y se dirigió cortésmente a Su Majestad.
—Está lejos. ¿Te parece bien? —preguntó Leo III con brusquedad.
Aunque el marqués Montefeltro no estuviera bien, no podía hacer nada. Estaba claro que León III no consideraba el "no" como una respuesta.
—Haré lo que se me ordena, Majestad —respondió cortésmente el marqués.
Como el fiel subordinado que era, el marqués Montefeltro se inclinó y recibió las órdenes del rey, pero los nobles de alrededor no pudieron evitar mostrarse escépticos ante el nombramiento de León III.
'¿El marqués Montefeltro? ¿No debería ser su hijo?
El Marqués Montefeltro no es consejero. Para el Margrave de Gaeta, es un superior.'
El marqués Montefeltro gozaba de gran reputación por su dominio de las tácticas de caballería cuando era joven. Era una leyenda del poder militar. Era significativamente superior tanto en posición como en edad al Margrave de Gaeta.
—Bien. Mostrad a las malvadas tropas de Gallico lo que tenemos ayudando al Margrave de Gaeta. ¿Cómo se atreven a invadir nuestras fronteras? —dijo el Rey.
—Pondré todo mi empeño en cumplir sus órdenes —le prometió el Conde.
Justo entonces, la voz del sirviente resonó desde la entrada.
—¡Su Majestad el Rey! El Margrave de Gaeta, su sirviente real, ha llegado!
Hablando de Romeo, el Margrave de Gaeta llegó a la convocatoria del Rey. Sin aliento, el Margrave corrió rápidamente a la sala de audiencias del Rey.
—¡Su Majestad, vine por orden suya!
Parecía que se estaba preparando para la severa reprimenda del Rey. 'Habéis debido de ser muy negligentes en la gestión de las fronteras para que esa escoria galicana las haya traspasado.'
Aunque el rey le culpara injustificadamente, el margrave de Gaeta no tenía nada que decir. Pero León III estaba de muy buen humor porque el marqués Montefeltro había obedecido su orden sin un murmullo.
—Oh, ahí está, Conde Gaeta.
León III le llamó a propósito Conde Gaeta, no "Margrave". Lo trató como a cualquier otro conde palatino.
N/T Conde Palatino: En latín "Comes palatinus" y en alemán "Pfalzgraf" es un título de nobleza originado en del comes romano (Conde), que a la caída del Imperio Romano de Occidente se adaptó a los reinos germánicos. El término "palatino" hace referencia a su vinculación al palacio regio, al ser uno de los oficios de Corte del denominado officium palatinum. Incorporaba una importante función jurisdiccional: entender de las apelaciones elevadas al rey, a cuyo conocimiento sólo llegaban los asuntos que el conde consideraba necesario.
—Sí, Majestad.
—Pronto volverás a tu feudo, ¿verdad?
—Sí, Majestad. Partiré hacia el feudo en cuanto se me permita ir. Ahuyentaré a esa escoria galicana, ¡de vuelta a donde pertenecen!
Dio un puñetazo al aire. Era pura palabrería y nada de acción. Se convertiría en un gallina cuando regresara y se rendiría sin luchar.
Pero en lugar de dejarse persuadir, León III entornó los ojos con escepticismo y preguntó—: Pero son la caballería pesada de Montpellier. ¿Estás seguro de que puedes con ellos?
En cuanto el margrave de Gaeta oyó la palabra "caballería pesada de Montpellier" pensó que era hombre muerto.
Pero no podía decir eso delante del Rey, así que en su lugar, dijo galantemente—: ¡Los soldados de Gaeta son insuperables cuando se trata de fidelidad! Los derrotarán cueste lo que cueste basándose en el amor a nuestro país y una mente fuerte.
Su conciencia le impedía decir que los soldados de Gaeta eran una tropa decente y bien entrenada. Además, León III odiaba absolutamente que los vasallos tuvieran tropas poderosas y rápidas. No necesitaba buscarse problemas.
—¿No te sientes presionado? —le preguntó Leo III con los ojos clavados en los suyos, negándose a dejarle escapar.
—¡No estoy completamente seguro de que podamos ganar, ya que carezco de capacidad, pero haré todo lo posible por mi nación! —espetó el Margrave—. ¡Estoy seguro de que podemos ganar si me esfuerzo al máximo!
Después de que León III obtuviera la respuesta que deseaba -que el Margrave no estaba completamente seguro de sí mismo-, una sonrisa de oreja a oreja cruzó su rostro.
—¿Es así? Entonces, enviaré a alguien para que te asista. ¿Qué tal el Marqués Montefeltro?
—¿Perdón? —replicó el Margrave, desconcertado.
El Margrave de Gaeta no tenía ni idea de lo que hablaba el Rey. ¿Un asistente?
León III no añadió una explicación al Margrave de Gaeta y llamó enseguida al Marqués Montefeltro.
—Montefeltro.
—Sí, Majestad.
—Las tropas de caballería de Montpellier están acampadas bajo la muralla de Gaeta. ¿Cómo podemos superar esta situación? —preguntó el rey.
Esta pregunta improvisada no estaba planeada, pero el marqués Montefeltro respondió sin pestañear. Era un veterano experimentado.
—Majestad, aunque la caballería pesada de Montpellier tiene el mayor poder de penetración del continente central, sólo trajeron 1.500 soldados sin infantería. Sólo la caballería cruzó las fronteras nacionales.
—¿Qué significa eso?
—Ninguna tropa a caballo del mundo podría destruir murallas sin la ayuda de cañones, ejércitos sitiadores e infanterías.
León III se alegró de oírlo.
—¿Es así? ¿Eso significa que estamos bien?
—Sí, Majestad. La peor situación para nosotros sería que Gallico utilizara sus tropas montadas como una fuerza especial, marchara hacia el interior de Etrusco y pisoteara nuestro territorio nacional. Pero son demasiado pocos para que eso ocurra. Si vinieran todas las tropas de la caballería pesada de Montpellier, podrían tener una oportunidad. Pero sólo hay 1.500 soldados. Si marchan hacia Etrusco, serán asediados y aniquilados —alegó el marqués.
La cara de León III se iluminó por momentos.
El viejo marqués Montefeltro continuó—: Definitivamente enviaron a su caballería para una demostración. Tienen algo que quieren de nosotros. Y creo que los asuntos pueden resolverse mediante la negociación.
'¡Estupendo! Justo como lo quería. Soy un monarca tan sabio e inteligente. Siempre sé a quién colocar en el lugar adecuado.' pensó el Rey.
León III estaba de muy buen humor y con una sonrisa de oreja a oreja se volvió hacia el margrave de Gaeta.
—¿Ha oído eso, Conde de Gaeta? Regresa ahora mismo al feudo con el marqués Montefeltro. Escucha atentamente su consejo de echar a esos insolentes galicanos de nuestras fronteras nacionales lo antes posible. ¿Lo has entendido?
El Margrave de Gaeta había sido interceptado ante sus ojos. Lo único que podía hacer era mirar fijamente a León III.
La rapidez mental de Ariadne volvió a funcionar a las mil maravillas. El margrave de Gaeta tenía ahora las manos y los pies atados.
* * *
Una vez que los servidores de la Curia Regis estuvieron fuera de la presencia de León III, cuchichearon entre ellos mientras pasaban por el pasillo.
Entre ellos, el conde Marques llamó al marqués Montefeltro.
—¡Marqués Montefeltro!
—¿Qué pasa, Anselmo?
Sus feudos en la región central estaban situados uno al lado del otro, por lo que el marqués Montefeltro conocía al conde Marques desde que era pequeño. Marques esbozó una pequeña sonrisa y llamó al conde por su nombre.
N/T: El Conde se apellida "Marques" y no es otro título, por eso no lleva tilde. Lo menciono por si acaso, aunque ha aparecido más veces su esposa, tal vez no lo recuerden. No se confundan con el Marqués Montefeltro.
—¡Deberías haber tenido más cuidado hoy! —dijo el Conde.
—¿Qué?
—¡No deberías haber sacado a colación tan pronto la situación estratégica de la caballería de Montpellier!
Pero el marqués Montefeltro sonrió y dijo—: ¿Te preocupa que Su Majestad el Rey pueda tener otros pensamientos?
—¡Por supuesto! —el Conde Marques respiró hondo y continuó—: ¡Hoy parecía que estabas haciendo análisis militares sin órdenes de Su Majestad el Rey! —bajó la voz para que nadie de alrededor pudiera oírle, pero articuló cada palabra—: Te aconsejo porque me importas. No lo haría por nadie más. Tienes que cuidarte.
—Mira, Anselmo... —la sonrisa del marqués Montefeltro se había esfumado antes de darse cuenta. Miró al conde Marques y dijo—: Tropas enemigas invadieron nuestras fronteras nacionales. Soy militar. Por supuesto que tengo que analizar su poder militar. Sólo hago mi trabajo. Su Majestad el Rey no se disgustará por ello.
—¡Marqués Montefeltro!
El ideal y la realidad eran diferentes. El conde Marqués quería gritar: "¡Ya sabes cómo es León III!" Pero no podía hacerlo con todo el mundo alrededor. El conde miró al marqués Montefeltro con aire terriblemente molesto.
—Y no debe quejarse por ello —continuó el marqués—. Mi deber es ayudar a mi nación. Y el deber del Rey es no dudar imprudentemente de una persona que se esfuerza al máximo por cumplir con sus obligaciones.
Lo que dijo el Marqués Montefeltro fue extremadamente chocante, pero dijo las palabras sin pestañear. El Conde Marques se quedó pegado a su sitio, conmocionado, pero el Marqués lo dejó atrás y se apresuró a seguir su camino.
* * *
Ariadne estaba revisando la cantidad de provisiones de grano que había en la mansión De Mare y los espacios vacíos del almacén. Pero, de repente, vio algo brillante. Se frotó los ojos.
En el aire se arremolinaban unas diminutas luces misteriosas como las alas de una libélula.
'Pero estoy dentro.'
De pie en el interior del oscuro almacén, Ariadne parpadeó de nuevo y preguntó a Sancha, que estaba a su lado—: Sancha, ¿ves eso?
Sancha miró el charco de luces hacia donde apuntaban las yemas de los dedos de Ariadne. Pero no lo miró directamente, sino que se limitó a mirar en la dirección hacia donde apuntaban los dedos de Ariadne y se detuvo en el límite del almacén.
—Yo... no puedo ver nada, mi señora.
Pero el grupo de luces bailaba y giraba en el aire.
'¿Es...? ¿Puede ser...?'
Como si respondiera afirmativamente a la pregunta de Ariadne, el charco de luces centelleó una vez más y descendió hasta la punta de los dedos de su mano derecha. Estaba exactamente en el lado opuesto de su rojiza mano izquierda.
'La regla de oro'
* * *
No todas las clases dirigentes del reino etrusco eran incompetentes. El marqués Montefeltro partió con treinta tropas de caballería real proporcionadas por el rey y cincuenta tropas de caballería doméstica, y el margrave de Gaeta le siguió.
El Margrave era el propietario del feudo, pero parecía lo contrario cuando estaba con el Marqués. En cuanto los dos llegaron al feudo de Gaeta, el Marqués Montefeltro escribió la denuncia por escrito a la caballería pesada de Montpellier, y lo único que hizo el margrave fue sellar el documento.
[Censuramos el acto desvergonzado del ejército gallico de invadir las fronteras nacionales del reino etrusco sin una declaración de guerra. ¡¿Cómo pudo ocurrir esto cuando Gallico y Etrusco mantuvieron una relación amistosa durante tanto tiempo?!]
En lugar de subir a la muralla, la caballería pesada de Gallico envió una respuesta a la protesta escrita.
[Hemos venido como delegación para expresar nuestras quejas, no para atacar. Por tanto, no somos culpables de invadir fronteras nacionales.
¡Y nosotros somos los que deberíamos estar enfadados! El poderoso Reino Gallico denuncia al Reino Etrusco por dejar que un criminal tome la vida de nuestra Princesa. La Princesa Margarita era una hija muy querida, y fue desgarrador para Gallico enviarla a un reino extranjero. La realeza de Etrusca falló en el control interno, lo que sacrificó la vida de nuestra Princesa. La situación es grave y severa.
¡Nuestra relación amistosa se rompió porque el Reino Etrusco no protegió a su Reina de una pr*stituta!]
N/T: Si esa palabrota también aparece en los raws.
Cuando el marqués Montefeltro recibió la respuesta, resopló.
—¡Llaman 'delegación' a 1.500 soldados a caballo! ¡Ja! Incluso si el imperio del antiguo Imperio Rattan volviera de entre los muertos, esto sería inútil e imposible.
El marqués se burlaba de la respuesta del reino gallico porque escondían la cabeza bajo el ala.
Pero esta no fue la única carta enviada por Gallico. Otra carta decía:
[Sugerimos que el oficial principal del Reino Etrusco y el enviado por el Reino Gallico se reúnan en una conferencia confidencial con seguridad garantizada.]
Y se decidió que el Marqués Montefeltro fuera el líder. El Margrave de Gaeta tenía miedo de que los galicanos violaran el acuerdo y le decapitaran si le arrastraban al lugar. Por primera vez después de que el inoportuno ayudante se uniera a él, se sintió agradecido de que el Marqués le cubriera las espaldas.
Al día siguiente, el Marqués se reunió con los enviados de Gallico con sólo la caballería doméstica de escolta y la caballería real asistiéndole bajo la tienda en el campo.
Y el acta de la conferencia fue tal como el marqués Montefeltro había proyectado antes de su partida.
El marqués Montefeltro redactó un informe para entregar a León III.
[Estimado Su Majestad León III, el Sol Ardiente del Reino Etrusco [...]]
Pero, a diferencia del extravagante comienzo, el cuerpo principal era sucinto.
N/T sucinto: Corto, breve y expresado de manera concisa.
[El Reino Gallico presentaba condiciones.
Sus opiniones son las siguientes: La relación matrimonial internacional se había roto de forma vergonzosa. Por lo tanto, si el Reino Etrusco pretende mantener una relación amistosa y una estrecha amistad con el Reino Gallico, debe establecerse una nueva alianza matrimonial internacional.
El Reino Gallico confiaba en el Reino Etrusco, por eso hizo venir a la Gran Duquesa Lariessa hasta un reino lejano. Pero la alianza matrimonial internacional entre la Gran Duquesa Lariessa y el Príncipe Alfonso se canceló debido a la inestabilidad del orden público etrusco.
Este es un acto significativamente vergonzoso que difamó críticamente la reputación del Gran Duquesa, por lo que queremos que el Reino Etrusco asuma la responsabilidad por la muerte de Margarita de Briand y el sacrificio de Lariessa de Balloa enviando al Príncipe Alfonso a Montpellier y se comprometa seriamente en la conclusión del acuerdo de compromiso.]
Al final de la carta, el marqués Montefeltro añadió algunos detalles que la delegación de Gallico había entregado en secreto.
[Su respetable Majestad, la delegación de Gallico añadió un mensaje bajo condición de confidencialidad: Una alianza matrimonial entre naciones puede romperse si no se cumplen las condiciones, e incluso si las negociaciones están sobre la mesa, puede que no se llegue a una conclusión. Así que no queremos que se sienta demasiado presionado al respecto.
Sin embargo, Montpellier necesita en estos momentos que el Reino Etrusco intente seriamente resolver los asuntos. Los plebeyos están enfurecidos por la trágica muerte de la Reina Margarita, que solía ser una Princesa muy querida en el Reino de Gallico, y el Gran Duque Eudes de Balloa está terriblemente disgustado por su preciada hija, la Gran Duquesa Lariessa. Pallare de Montpellier dice que cree que enviar a Su Alteza el Príncipe Alfonso a visitar el palacio real de Gallico evidenciará los esfuerzos de Eudes por resolver los asuntos.
Y el enviado hizo una propuesta más. Si Su Alteza el Príncipe Alfonso visita Montpellier en persona, y se realiza la alianza matrimonial internacional, Pallare de Montpellier tiene la intención de proporcionar la fórmula de la proporción de la mezcla como prueba de la relación amistosa reforzada entre nuestras naciones, independientemente de las condiciones detalladas de la negociación.
Montpellier dijo que esperarían hasta obtener una respuesta de usted, Su Majestad.
Sin embargo, si fuera tan amable de permitirme dar mi opinión, la temporada de cosecha está a la vuelta de la esquina. Lo mejor sería deshacerse del ejército gallico de las llanuras de Gaeta para recoger sin obstáculos la cosecha de este año.
Estaré esperando sus instrucciones aquí mismo.]
Tras recibir la carta del Marqués Montefeltro, una frase del pergamino llamó la atención de León III, y sus ojos se abrieron lo suficiente como para salirse.
'¡La fórmula de proporción de mezcla de la pólvora!'
¡Si pudiéramos tener esto...! Todo lo que necesitamos es una tropa central armada con pólvora. Entonces, no tendré que persuadir y suplicar al Margrave de Gaeta. ¡Simplemente enviaré la tropa central a la zona de disputa!'
El margrave de Gaeta era débil mental y cobarde, y se dejaba manipular fácilmente. Era obediente y León III podía obligarle a hacer lo que quisiera. Pero esto no ocurría con todos los aristócratas feudales.
El viejo margrave de Pisano, señor feudal del feudo situado justo al lado de Gaeta, estaba actualmente enfermo en cama y era extremadamente testarudo. León III tuvo que pagar un precio razonable y objetivo por tomar prestada la fuerza militar del obstinado hombre. Para el rey, era un siervo insolente y rebelde.
La familia del Conde Marques había sido arrastrada a la capital para que no pudiera quedarse en su feudo, y el Rey lo nombró Conde Palatino para mantenerlo callado. Pero el Conde tenía un feudo y soldados de generación en generación. ¿Quién sabía cuándo enseñaría los dientes?
La casa del marqués Montefeltro siguió obedientemente las órdenes de León III y se dirigió a Gaeta. Pero era demasiado firme, y el rey no podía confiar en él, ya que no quería reducir su fuerza militar. Lo mismo ocurrió con el Conde Delatore, que poseía un gran feudo en el norte y se mostraba demasiado relajado ante el rey, y con el Conde Atendolo, demasiado orgulloso de tener una familia guerrera. Su lista de candidatos traidores era interminable.
—Tú, allí. Traed a Alfonso —ordenó el rey.
—Sí, sí, Majestad.
Tras estudiar el rostro del Rey, el criado se lo llevó el viento. León III sólo podía concentrarse en la fórmula de la proporción de la mezcla.
—¡Aquí viene el Príncipe Alfonso!
El criado llevó abajo al príncipe Alfonso, que había estado ocupándose de los asuntos funerarios de la reina Margarita. El príncipe Alfonso no tenía ni idea de por qué le habían llamado.
—Permítame estar en presencia del Sol de San Carlo…
León III impidió al príncipe Alfonso expresar el decoro de la corte y le obligó a mantenerse erguido.
—Alfonso. Necesito que vayas al Reino Gallico.
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No puedo con la tensión!!
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