SLR – Capítulo 158
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 158: Un pequeño truco
Había más o menos dos estrategias que Ariadne podía utilizar por el momento.
'El primero es padre.'
El Cardenal De Mare era un clérigo de alto rango que tenía permiso para entrar en el palacio real. Él podría ser capaz de dar sus pensamientos a León III.
'Pero al final, padre es sólo un asistente de la Santa Sede. Es un extraño de la familia real de Carlo.'
Teniendo en cuenta que su cargo era prácticamente diplomático, no estaba claro si podía aconsejar al Rey que no hiciera volver al Margrave de Gaeta a su feudo. Ya que eso sería meter las narices en asuntos internos.
'El segundo es Alfonso.'
Ariadne pudo aconsejar al príncipe Alfonso que —el margrave de Gaeta no debía ser devuelto a su feudo. Pero después, Alfonso tuvo que persuadir a León III.
'Pero... ¿escucharía Su Majestad el Rey a Alfonso?'
El príncipe Alfonso había perdido por completo la confianza de León III tras asesinar al duque Mireiyu. Por el momento, León III no escucharía a su hijo sin hacerle preguntas, aunque Alfonso se dedicara a hacer queso con leche de vaca.
'La tercera... No sé si puedo llamar a esto la tercera opción, pero…'
Recientemente, Rafael de Baltazar surgió como espía de Ariadne para asuntos del gobierno central.
'Si le pido a Rafael que le diga al Marqués Baltazar que aconseje al Rey, puede que le escuche.'
El marqués Baltazar era un estrecho colaborador de gran confianza de León III, miembro de la Curia Regis, y desempeñaba funciones en asuntos de interior.
'Si afirma que el Margrave de Gaeta es sospechoso y no debe ser devuelto a su feudo, Su Majestad el Rey le escuchará.'
Pero lo único que Ariadne sabía por el momento era lo que ocurriría en el futuro. Y el Margrave de Gaeta aún no había apuñalado a la nación por la espalda.
Si alguien aconsejara a un castellano inocente que se mantuviera en la capital cuando las tropas enemigas han invadido las fronteras nacionales, cualquiera en su sano juicio mandaría matar al consejero.
Ariadne se devanó los sesos. De repente, le vino a la mente una persona.
'¡Ajá...!'
Ariadne escribió rápidamente una carta y llamó al criado mensajero.
—Tú, ven aquí.
—Sí, señora.
—Entregua este correo al instante en la dirección indicada en el sobre. No vuelvas con las manos vacías. Espera a recibir la respuesta y tráela de vuelta.
—¡Sí, mi señora!
* * *
Afortunadamente, Ariadne recibió una respuesta positiva. Y su oferta había sido aceptada.
[El asunto es urgente, y debo reunirme con usted en persona... (omitido)... Si le parece bien, me gustaría invitarle hoy. Pero si le incomoda venir a la residencia De Mare, estaría encantado de visitar su casa.]
La destinataria le había respondido que sería mejor que Ariadne visitara su casa a que ella fuera a la residencia de De Mare. Por eso Ariadne se encontraba en el pasillo de la residencia del barón Castiglione, una mansión situada en la capital.
'Camelia de Caste Castiglione.'
Fue la principal culpable de difundir rumores tras su pelea con Isabella, diciendo a todo el mundo que Isabella era la amante secreta de la mayor basura de la capital.
'Debe de tenerle mucho miedo a Isabella. Eso explica por qué me invitó a su casa en lugar de venir.'
Ariadne no tenía ni idea de lo sucia que se había vuelto la boca de Isabella y de cómo sus palabrotas hicieron que Camellia entrara en pánico conmocionada. Camellia era una dama bien educada que nunca había oído hablar así.
La residencia del barón de Castiglione era una antigua casa de la capital, pero hace unos veinte años, el barón la compró y la remodeló para convertirla en una lujosa y llamativa mansión. El armazón de la residencia noble establecida se había cubierto de oro, mármol y pinturas murales a petición del parvenu. La mansión era abrumadora, pero, al mismo tiempo, había algo en ella que resultaba sofocante.
N/T parvenu: el participio pasado del verbo francés "parvenir" (lograr, alcanzar) se refiere a una persona que ha escalado en una etapa mejor socioeconómica desde hace relativamente poco tiempo. También se puede entender como 'nouveau riche' (nuevo rico). Este término ya había aparecido en capítulos anteriores, lo recuerdo por si acaso.
'Es como mi casa', tuvo que admitir Ariadne.
Tras el nuevo nombramiento del Cardenal De Mare y su traslado al feudo de Etrusco, la residencia De Mare había sido objeto de importantes reparaciones más o menos al mismo tiempo que la remodelación de la mansión de Castiglione. El gusto del Cardenal De Mare era un poco más elegante que el del barón Castiglione, pero ambas mansiones se habían construido de forma lujosa y extravagante con grandes inversiones, como hacían la mayoría de los recién llegados en aquella época.
Los recién llegados que aún no habían alcanzado posiciones establecidas derrochaban monedas de oro para que los demás se fijaran en ellos.
Ariadne fue escoltada al salón vacío, y el anfitrión no aparecía por ninguna parte. Se sentó en una silla enfundada en tela de terciopelo y pensó: "Inferioridad. Un deseo de vengarme de aquellos que me aplastaron. Ese es el sentimiento que voy a conseguir hoy."
Camellia llegaba tarde. Ya había pasado la hora de su reunión, pero no bajó al salón, tal vez porque se estaba arreglando para recibir a su invitada en este repentino encuentro, o tal vez porque le estaba dando una batalla para que se pusiera nerviosa. Ariadne decidió mirar el lado positivo. Debía de estar arreglándose.
Clink.
La puerta del salón se abrió, y el doméstico de esta casa hizo una exagerada presentación de su ama, tal vez copiando a los funcionarios reales.
—¡Aquí viene Lady Camelia!
Ariadne negó con la cabeza. 'No se hace así, estúpido'. Si quería copiar a los funcionarios reales, debería haberla presentado antes de que se abriera la puerta, y nadie hacía eso a menos que se tratara de una fiesta real oficial.
Pero se guardó sus pensamientos para sí misma. Se levantó de su sitio y saludó a Camellia con una sonrisa.
—¡Camellia!
—Ariadne —Camellia tenía una bonita grasa de bebé en las mejillas, que resaltaba mientras saludaba a Ariadne con una preciosa sonrisa—: Cuánto tiempo sin verte. Te he echado de menos. ¿Por qué no me contactas más a menudo?
—Gracias por permitirme venir con tan poca antelación —agradeció Ariadne—. Sé que he sido descortés, pero era demasiado urgente.
Se comportaban amablemente en la superficie, pero el significado bajo sus palabras era: "Disculpa. ¿Pero por qué la llamada repentina? No finjas que somos amigas. Y, yo soy el jefe aquí. Si digo que nos encontremos, tienes que hacer lo que digo."
Camellia llevaba un sencillo vestido de interior y casi no se había maquillado. No llegaba tarde porque se estuviera arreglando o lavando, llegaba tarde a propósito.
'Así que está buscando una pelea de verdad.'
Incluso el té y los aperitivos se retrasaban.
'Te peleaste con Isabella, no conmigo. ¿Por qué te desquitas conmigo?'
Pero Ariadne no había venido hoy a pelearse con Camelia. Su objetivo era que Camellia -más preciadamente el padre de Camellia- luchara con otra persona en su nombre.
Ariadne preguntó cómo le había ido a Camellia, la felicitó y le preguntó cómo estaban general sus cosas. Las habilidades sociales de Ariadne habían sido desarrolladas y pulidas en el palacio real en su vida anterior, y realmente las estaba sacando a relucir en esta vida.
Camelia era una joven que acababa de cumplir veinte años. Ariadne se deshizo en cumplidos, habló hábilmente bien de ella y le preguntó por sus intereses como una noble astuta y experimentada. Ante eso, el mohín de Camellia empezó a curvarse.
—Me gusta mucho el perfume de violeta que me he comprado hace poco. —dijo Camellia.
—¡Oh! ¿De dónde lo has sacado? ¡¿Camellia, tienes tan buen ojo?! Te lo juro. Vas por lo menos dos temporadas por delante de los demás.
El éxito del momento, que encantaba a todos en San Carlo, era el perfume de rosa de Gaeta. Camellia únicamente solía llevar perfume de rosa de Gaeta, más exactamente, el concentrado de rosa que su padre importaba directamente de Gaeta. Era un producto raro, de primera clase.
—Papá había dejado de comerciar con Gaeta, así que importó el perfume de violetas de Assereto, el sur. Comprará más a granel en la próxima temporada. Dijo que, mientras tanto, debería usarlo con más frecuencia.
—¡Dios mío! —exclamó Ariadne—. ¿Puedo conseguir un poco yo también?
—¡A mi padre le encantaría que te lo pusieras, Lady Ariadne!
Ariadne era ampliamente conocida como la dama con más talento de San Carlo, y todo lo que llevaba y usaba se convertía en objeto de moda en la capital, no, en todo Etrusco. La mejor publicidad sería que Ariadne de Mare llevara o usara el objeto.
Y había una razón clara para que el barón Castiglione promocionara agresivamente el perfume de violetas en el mercado. Su relación comercial con Gaeta se había roto.
'El margrave de Gaeta había montado un escándalo, gritando que el sucio mercader debía ser expulsado de su feudo.'
Todo empezó cuando el barón propuso comercializar la rosa de Gaeta, el escudo del conde de Gaeta. El barón Castiglione había sugerido que la rosa de Gaeta se utilizara como diseño en prendas de vestir y frascos de perfume. Era una buena idea, pero adelantada a su tiempo. A la nobleza establecida le sonaba a "comercializar" la tradición.
Además, el barón Castiglione había sugerido darle "un 10% de beneficios" a cambio de que utilizara la rosa de Gaeta, el escudo de la familia, y esto echó aceite sobre la ira del conde Gaeta.
'La rosa presenta nuestra tradición familiar -los rostros y nombres de nuestros antepasados-, pero ¿cómo se atreve a llevarse el 90% de la porción? ¡Ese sucio estafador!' Tan pronto como este pensamiento cruzó la mente del Conde Gaeta, gritó e insultó al Barón Castiglione. Rugió que el barón debería estar agradecido de no haber sido golpeado con un garrote y echado a patadas. Tras dar rienda suelta a su ira, el conde echó al barón del castillo. El maltrato fue tan grave como que los soldados agarraran al Barón por los brazos y las piernas y lo arrojaran fuera del castillo.
Y todas sus relaciones comerciales se rompieron. Los derechos de distribución de la rosa de primera clase de Gaeta fueron a parar a la tienda Bocanegra, regentada por un plebeyo. El conde había hecho negocios con un barón porque pensaba que un barón sería menos insolente, pero no, se había extralimitado mucho. Sería mucho mejor trabajar con un plebeyo, que haría todo lo que él dijera.
El barón Castiglione apretó los dientes con furia y quiso vengarse, pero no había mucho que pudiera hacer para recuperarlo, ya que él era barón, y el margrave de Gaeta no sólo era un aristócrata de clase alta establecido, sino que además ostentaba el poder militar. Y la riqueza y el poder de una nobleza establecida procedían de su feudo, no del comercio con mercaderes. Comparado con el primero, el segundo era como la mesada de un niño.
—¿Cómo y en qué situación debo llevar el perfume violeta? —preguntó Ariadne—. Estoy segura de que el barón Castiglione tendrá en mente un método de promoción.
—No lo sé. No me habló de eso… —dijo Camellia insegura.
—¿Te parece bien que se lo pregunte yo misma al barón Castiglione? —preguntó Ariadne para lanzar el anzuelo.
'¡Vamos, muerde el anzuelo!'
Pero Camellia vaciló antes de responder a regañadientes.
—Padre tiene tanta carga de trabajo estos días....
Ariadne estaba frustrada. '¿A qué esperas?'
—¡Esta es tu oportunidad de sacar la rosa de Gaeta del mercado finalmente! —persuadió Ariadne—. Estoy segura de que tu padre también estará satisfecho.
Ariadne decidió jugar su baza.
—Respeto el método empresarial del barón Castiglione desde hace mucho tiempo. Camelia, la gente como nosotros, la gente que tiene poca historia en la capital, debe llamar la atención haciendo cosas nuevas y novedosas. Y el barón Castiglione es el mejor ejemplo de ello en la generación de mi padre. Tengo muchas ganas de conocer a tu padre para desarrollar mi perspicacia.
Camellia reflexionó largo rato antes de responder.
—Lo siento....
Camellia decidió rechazar la petición de Ariadne porque su padre odiaba que su hija metiera las narices en sus asuntos. Quería ser una hija obediente, y no tenía intención de contradecir sus deseos de mala manera por Ariadne, ya que ni siquiera era su amiga íntima.
—Me temo que no puedo hacerlo —dijo Camellia disculpándose—. Sé que los asuntos relacionados con Gaeta son importantes, pero...
Justo entonces, una voz clara y aguda llegó desde el pasillo.
—¿Gaeta? ¿Qué pasa con Gaeta?
¡Bum!
Un hombre de mediana edad con barba de chivo abrió de golpe la puerta sin llamar siquiera.
—¡Padre! —gritó Camellia, con las mejillas enrojecidas.
'¡Demonios! ¡¿Cómo pudo avergonzarme así delante de un invitado?!'
Si hubiera sido otra persona, la habría reprendido severamente. Pero su padre era su recurso financiero y su fuente de vida. No pudo evitarlo.
Pero el barón Castiglione ni se inmutó. Se volvió hacia Ariadne y le preguntó:
—¿Qué pasa con Gaeta?
Ariadne reprimió en secreto una sonrisa de satisfacción.
'Bien.'
* * *
Después de entregar el plan al barón Castiglione, Ariadne se sintió orgullosa de sí misma al volver a casa. Le había contado al Barón todos los puntos débiles del Margrave de Gaeta antes de regresar a su residencia.
Por supuesto, omitió algunas partes, ya que no tenía pruebas escritas de que el margrave de Gaeta estuviera preparando un golpe de estado en su cámara subterránea y de que estuviera conspirando previamente para entregar todo el feudo de Gaeta a Gallico. Si hubiera tenido pruebas tan claras, habría avisado directamente a León III y habría pedido que la convocaran a la corte real.
En cambio, Ariadne se limitó a informarle de que el margrave de Gaeta era medio gallico, su mujer era de Gallico y sus hijos hablaban con más fluidez ese idioma que el etrusco.
Y añadió discretamente más información, diciendo—: Su Majestad el Rey siempre tuvo dudas sobre si los vasallos de los feudos eran competentes o no. Si usted sugiere que será mejor que un noble central digna de confianza asista al señor feudal de Gaeta en lugar de enviarlo solo a su feudo para que juzgue correctamente, estoy segura de que Su Majestad el Rey quedará sumamente satisfecho.
El barón Castiglione no era un noble de alto rango, por lo que sólo podía visitar el palacio en determinadas condiciones. Sólo se le permitía entrar cuando se celebraban conferencias que requerían la asistencia completa de la Curia Regis y cuando el orden del día requería especialmente su ayuda, como los asuntos comerciales. Sólo entonces participaba en la conferencia dirigida por el Rey sentado en el asiento más bajo. Pero el Barón tenía numerosos amigos y ya había sobornado a los poderosos que podían influir en el Rey con abundantes monedas de oro.
'Los mercaderes ignorados y en busca de venganza harán ahora todo lo posible por arrastrar al Margrave de Gaeta de su posición.'
Y añadió que podría ganarse el favor de Su Majestad el Rey como guinda del pastel. Una vez que uno tenía riqueza, naturalmente quería poder. Y el Barón Castiglione estaría ciego ante el poder y la venganza.
'El único inconveniente es que no puedo decírselo yo mismo a Su Majestad. Me habría ganado algunos puntos.'
Ariadne deseaba desesperadamente participar en la conferencia de nobles en el palacio real. Siempre tenía que encontrar a alguien que le llevara su mensaje con muchas dificultades, y aunque su idea diera fruto, ella no podía ni siquiera darle un mordisco a la fruta.
'¿No deberían ir los puestos de altos cargos a personas competentes?'
Pero tras organizar sus pensamientos, Ariadne negó con la cabeza. Por cada acción, había una reacción opuesta. Si el plan de Ariadne acababa en fracaso, el margrave de Gaeta se pondría furioso, y su ira hirviente se descargaría contra el barón Castiglione, no contra Ariadne.
Esconderse a espaldas del barón no era del todo malo. Ariadne se sentó en el lujoso carruaje de plata y apoyó la cabeza en el cojín ligeramente inclinado.
* * *
—¡Lo sabía!
Todo sucedió tal y como Ariadne lo había predicho.
—Tenías razón. ¡Cuando el Margrave de Gaeta regrese, un funcionario del gobierno central debe ir con él como asistencia! —dijo el Barón.
No fue del todo injusto para Ariadne porque el barón Castiglione no se llevó el mérito por ser "el leal subordinado de León III que tuvo una idea innovadora".
El barón Castiglione había pedido al conde Contarini, padre de Ottavio, prometido de Camelia, que desempeñara el papel en su nombre. Como resultado, el conde se ganó el favor de León III.
—¿A quién debo enviar...? —pensó León III, con los ojos brillantes de emoción.
—¡Oh, sí!
Leo III siempre tenía esa chispa en los ojos cuando hacía algo ridículo. Parecía haber tomado una decisión sobre a quién nominar.
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