SLR – Capítulo 149
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 149: Más rápido de lo que pensaba
Ariadne pasó los días siguientes muy ocupada. Tras su estancia en el palacio real, tenía que ponerse al día en las tareas domésticas. Pagó a los mercaderes por sus suministros diarios, firmó contratos para los suministros del año siguiente, demolió y arregló materiales viejos y proporcionó los salarios a los miembros de la familia. Estaba demasiado ocupada para pensar en el palacio real, pero éste la atendió primero.
—¡Señora Carla! —saludó Ariadne.
Hacía cuatro días que Ariadne había regresado a casa, pero la señora Carla, íntima ayudante de la reina, había visitado en persona la mansión De Mare.
—Siento no haber podido preparar más para una invitada tan distinguida. Hubiera sido mejor que me avisaras con antelación. —dijo Ariadne con pesar.
Ariadne saludó ahora a la señora Carla en el salón de la anfitriona de la casa. Aunque Ariadne estaba siendo humilde, el té de rosas de Gaeta era raro y de gran valor.
Pero la señora Carla ni siquiera tocó el té de rosas y contestó secamente:
—No he venido como invitada, he venido a enviar un mensaje, así que eso no importa.
Sacó una carta de su pecho y se la entregó a Ariadne. Ella abrió la carta al instante y la leyó. Era una invitación.
[Querida Lady Ariadne De Mare,
Tengo previsto organizar un pequeño almuerzo formal en el palacio real este sábado. Espero que participe y nos honre con su presencia.
De la Reina Margarita]
La señora Carla dijo sin rodeos:
—Dijiste que querías ser la ayudante íntima de Su Majestad, ¿verdad? La reina ha sido muy considerada. El almuerzo es bastante discreto. Y tu lugar en la mesa está cerca al suyo. Es un gran honor para usted.
Pero Ariadne pensaba en algo completamente distinto. La reina Margarita había sido envenenada y asesinada en un pequeño banquete celebrado en la corte.
'Pero aún no es el momento. ¿Verdad?'
Pero la Gran Duquesa Lariessa había regresado al Reino de Gallico debido a su malvado plan, y el compromiso se había roto. Eso debió acelerar las cosas y cambiar los detalles.
—¿Puedo preguntar quiénes son los participantes? —preguntó Ariadne.
La señora Carla resopló, pensando que la chica estaba siendo altiva en lugar de honrada. No estaba en posición de ser exigente con los demás invitados.
—¡No me digas que estás siendo exigente con los asistentes! ¿Estás diciendo que no te presentarás si aparece alguien que no te gusta?
Ariadne dejó escapar una sonrisa amarga y lo negó.
—No, no. Claro que no.
La mayoría de las nobles mariposas sociales se preguntaban por los participantes para acosar a alguien persona que no les gustaba, pero Ariadne ni siquiera pensó en eso, ni estaba en condiciones de hacerlo. Así que rápidamente se inventó una excusa.
—Sólo pregunto para asegurarme de no meter la pata diciendo las palabras equivocadas o vistiendo la ropa equivocada. ¿Participará la Condesa Rubina en la fiesta?
La señora Carla puso mala cara en una fracción de segundo y dijo:
—Bueno, sí. No podíamos dejar de invitarla.
A la Reina Margarita no le hizo ninguna gracia asistir a un acto con la Condesa Rubina. Personalmente, era totalmente comprensible, pero ella era una Reina a cargo de los asuntos públicos, por lo que se consideraba inmoral que pensara así.
Por eso la reina Margarita tenía que estar con la condesa Rubina en los actos oficiales presididos por León III o en la gran misa mensual, le gustara o no.
Pero la condesa Rubina fue condenada al ostracismo en las reuniones privadas celebradas por la Reina.
—Su Majestad tenía un problema... con León III. Así que tuvimos que invitarla. Fue un gesto conciliador de Su Majestad para reconciliarse con el Rey. —explicó Carla.
León III y la condesa Rubina llevaban juntos más de veinte años. En cierto modo, era una hazaña extraordinaria que una amante se ganara el corazón de un hombre durante tanto tiempo, pero la relación de León III y la condesa Rubina ya no era tan afectuosa como antes. Hace mucho tiempo, no podían soportar estar alejados el uno del otro ni siquiera un segundo y hacían todo por el otro.
Aunque la Reina Margarita se disgustaba solo con ver a la Condesa Rubina, el Rey sentía que Rubina era de la familia, y no quería tanto a la Reina como para deshacerse de la Condesa Rubina, la madre de su hijo bastardo. Por eso la Reina Margarita tuvo que reconocer a Rubina como parte de la familia para salvar la cara del Rey.
—No habrá sucederá nada desagradable. Esa mujer es demasiado mayor para volverse loca en una fiesta formal. —dijo Carla con ligereza.
"¡Te equivocas!" quiso decir Ariadne, pero rápidamente se mordió la lengua para guardar silencio. Antes de darse cuenta, experimentó una descarga de adrenalina.
En su vida anterior, la reina Margarita había sido asesinada en un acto en el que había estado presente la condesa Rubina. Y por eso la Condesa había sido acusada como principal culpable del asesinato. ¡Y ella intentaría el asesinato este sábado!
Toc. Toc.
Ariadne estaba a punto de darle la razón a la señora Carla cuando alguien llamó a la puerta. Era un empleado de correos.
—¿Por qué nos interrumpes? Tenemos un invitado aquí. —dijo Ariadne.
Su tono se tornó severo y exigió al sirviente que justificara su interrupción. Era una grosería irrumpir en presencia de un invitado distinguido.
—Señora, parece que tiene una carta importante. —dijo el criado, entregándole una carta a Ariadne. No había marcas en el sobre, pero Ariadne supo al instante quién la había enviado: Alfonso. El grosor de la carta y el material del papel lo decían todo: era del Palacio del Príncipe.
—Lo leeré más tarde. Tengo un invitado ahora mismo. —dijo Ariadne.
Ariadne trató de deslizar la carta en una mesilla de noche lo más discretamente posible para que la señora Carla no se diera cuenta de quién la había enviado.
Pero para frustración de Ariadne, el mensajero no se dio cuenta en absoluto de sus intenciones.
—Pero el personal del Palacio del Príncipe está esperando abajo. ¿Le gustaría escribir una respuesta ahora mismo?
Cuando el criado mencionó el Palacio del Príncipe la señora Carla enarcó las cejas al instante.
Ariadne dejó escapar un profundo suspiro en silencio, pero fingió estar sorprendida.
—¿Qué? ¡No tenía ni idea! No hay nada escrito en el sobre. ¡¿Esto era del Palacio del Príncipe?!
Pero Ariadne no tenía ningún talento para ser actriz y empezó a sudar de ansiedad.
Pero el tonto sirviente se limitó a mirar a Ariadne como diciendo: "¿De qué estás hablando? Sabes bien que todas las cartas anónimas y sin marca que te envían proceden del Palacio del Príncipe."
'¡Cállate! ¡Por favor, cállate!' Ariadne maldijo por dentro.
Esta vez, el criado debió leer sus pensamientos porque ya no dijo ninguna tontería.
En su lugar, preguntó.
—¿Le digo que no hay respuesta?
Ariadne se mordió el labio con fuerza y respondió.
—Sí.
Pero la señora Carla no era una persona tan fácil.
—Lady De Mare…
—¿Sí, señora Carla?
—¿Vas a recibir esa carta? —preguntó Carla con severidad—. No olvides la promesa a Su Majestad la Reina.
Carla quería decir que Ariadne debía negarse a recibir las cartas del Príncipe para enviar un mensaje claro.
Ariadne vaciló un momento, queriendo protestar: "Su Majestad la Reina dijo que no debíamos estar en contacto durante un tiempo, ¡no para siempre! Tampoco exigió que nos separáramos."
Pero rápidamente lo reconsideró y guardó silencio. El asesinato de la reina Margarita se intentaría este sábado. Solo tenía que esperar cuatro días más para ser promovida como su salvadora y distinguida invitada. Si le respondía a Carla y se cancelaría la invitación al almuerzo, se metería en un buen lío.
Ariadne soltó un pequeño suspiro y contestó.
—Tiene razón, señora Carla —recogió la carta de la mesilla de noche y volvió a entregársela al criado—. Devuélvela.
—Sí, señora.
Ariadne miró de reojo a Carla, que seguía mirándola con severidad, y añadió:
—Y dile que... no quiero contactar con él por el momento.
—Sí, Señora. —dijo el criado. Cogió la carta y salió del salón.
'Alfonso, por favor, espera. No tardaré.'
Ariadne lo lamentó, pero ocultó sus sentimientos.
* * *
—Lady De Mare... rechazó recibir la carta. —notificó el criado.
Alfonso no podía creer lo que estaba oyendo.
—¿Qué? Enviaste la carta correcta, ¿verdad?
—Sí, Alteza. Y fue entregada a su señora en persona, pero ella la rechazó… —informó el sirviente—. El mensajero pidió repetidamente al criado entregársela directamente a la señora.
—¿Sabía ella que la carta era mía? —preguntó Alfonso desesperado.
—El repartidor dijo que aclaró que la carta era del Palacio del Príncipe.
—¿Dijo algo más?
—Dijo que sería mejor permanecer no contactarle por el momento…
¡¿Ariadne no quería hablar con él?! Fue como un relámpago. Cuando su subordinado terminó el informe, Alfonso se desplomó en la cama con la mirada perdida.
—Esto no puede estar pasando…
Lo había dado todo por primera vez en su vida. Había tirado por la borda sus obligaciones, su amigo y subordinado, su futuro sólo por ella. Pero todo lo que volvió a él fue un frío rechazo.
'¿Era porque no era lo bastante bueno?
¿Porque no era lo bastante fiable? ¿Porque no podía protegerla completamente del peligro? ¿Porque mi base de poder no era lo suficientemente firme?'
Por más que pensaba, el príncipe Alfonso no lograba averiguar cuál era la verdadera razón. En realidad, Ariadne nunca le había pedido nada. Pensó mucho, pero lo único que ella le pedía era su amor y que mantuviera las distancias con la Gran Duquesa Lariessa. Ella nunca había deseado que él le concediera derechos, intereses, poder, dinero o incluso joyas.
Quería correr hacia ella en este instante y preguntarle qué había hecho mal y que no se detendría ante nada para conseguirle lo que quería, que lo único que necesitaba era cogerle la mano y decirle que le quería como antes. Haría cualquier cosa por sentir su calor, tocar su cuerpo y frotar su mejilla contra la suya.
Pero Ariadne fue clara.
'No quiero contactar contigo.'
Si Ariadne no lo hubiera dejado claro como el agua, Alfonso habría irrumpido en la puerta principal de la mansión De Mare y se habría reunido con ella. Pero Ariadne, su querida novia, no le quería. Alfonso se sintió como si fuera el fin del mundo y enterró la cabeza en el escritorio.
* * *
Era el día señalado. Ariadne sintió extrañamente que su corazón bombeaba de emoción y se despertó al amanecer.
'Me sentí así el día antes de derrotar al Apóstol de Assereto.'
Por aquel entonces, a Ariadne le temblaban las manos de preocupación ante la idea de fracasar. Pero si uno estaba preparado, podía tener éxito. Aunque no disponía de mucho tiempo, se había preparado a conciencia.
En su vida anterior, la reina Margarita había sido envenenada con arsénico en un almuerzo en el que estaba presente la condesa Rubina.
'La comida rociada con el arsénico probablemente estaría... en el agua que bebía Su Majestad.'
Todos comparten el mismo menú en un banquete formal. Sería de mala educación que el anfitrión tuviera un menú diferente al de los invitados. Por lo tanto, si Rubina hubiera envenenado la comida con arsénico, no sólo se habría envenenado la reina Margarita, sino también todos los demás invitados al almuerzo.
'El único alimento que Su Majestad la Reina no comparte con los demás es el agua.'
La reina Margarita era extremadamente sensible al frío y siempre consigo llevaba agua caliente con trozos de cidra. Una de las razones por las que no la servía a los invitados era que la bebía por su salud y, objetivamente hablando, tampoco era agradable de beber.
Nota traducción - Cidra: Citrus médica. Fruta similar al limón también llamada limón poncio, limón francés o toronja rara vez se consume fresca por su sabor agrio, pero su piel se usa en repostería y como aromatizante.
Otra opción sería que Rubina hubiera aplicado arsénico sólo en la vajilla de la Reina, pero el arsénico funcionaba mejor mezclado en líquido.
'Lo primero que tengo que comprobar es el agua que bebe la Reina. Y lo segundo es el estofado servido con otros platos.'
Ariadne había enviado a Sancha y a Guiseppe a registrar todos y cada uno de los rincones de la zona residencial de los gitanos y apenas consiguió obtener concentrado de manantial de azufre. Llegó a conocer este líquido bloqueando varias veces los intentos de asesinato de Césare en su vida anterior, mientras se jugaba la vida.
Pero pocas personas del continente central sabían que se utilizaba para detectar arsénico. Si el concentrado del manantial de azufre se refinaba con precisión, una vez mezclado con materiales que contuvieran arsénico aparecían sedimentos de color amarillo brillante.
'Puedo hacerlo.'
Toc. Toc. Sancha llamó a la puerta con cuidado desde fuera, abrió la puerta y entró en la habitación de Ariadne.
—¡Señora, el carruaje está listo! —notificó Sancha.
Ariadne se guardó la botella de cerámica blanca en el pecho y se levantó.
—Estupendo. Vámonos.
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Con tantas cosas malas que han pasado estoy ansiosa, ojalá salga bien
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