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MCD – Capítulo 1

Un matrimonio por contrato con una doncella

Capítulo 1: Exenta

Hola. Me llamo Reina.
Soy una criada que actualmente trabaja en la gran finca del marqués Julius. Mi abuela, a la que quiero más que a nadie en el mundo, es mi única familia. Mi afición es recortar artículos de prensa, y mi sueño es vivir algún día en una playa tranquila, junto a mi abuela.

¿Te interesa saber si tengo marido o hijos?

Ah, casi me olvido de eso.

Estoy casada. A veces se me olvida. Hace cinco años me casé con un caballero en lugar de mi señora, a la que sirvo. Sin embargo, últimamente me lo recuerdan más a menudo, ya que toda la hacienda está en estado de emergencia a la espera de su inminente regreso en unos días.

***

3 AM. Las habitaciones de las criadas en la finca del marqués Julius.

Reina, la criada, está tumbada en su litera, apoyada en la pared del fondo. Con cuidado, abre un periódico lo más silenciosamente posible con la esperanza de no despertar a las otras criadas que duermen en la habitación. La tenue luz de la vela sujeta a la pared parpadeaba sobre las palabras del periódico.

【El general del siglo, Sir Arthur, llega al Vizcondado de Fontaire tras su triunfal victoria.】
【Ciudadanos de Fontaire arrojan flores a las tropas triunfantes.】
【El Marquesado de Julio al alcance de su mano. ¿Reencuentro inminente con su prometida, Lady Christina, tras cinco años de separación?】
【¿El marqués Julius en ventaja gracias a su yerno? Nuevo mapa del Dominio del Elector - La Marquesa vista aquí manteniendo su silencio.】
【Especial: "Sir Arthur, Caballero del Siglo", Yerno y sucesor del Marqués Julius.】
【El Príncipe Heredero Kyle totalmente recuperado de su enfermedad.】

Reina se frotó los ojos cansados mientras leía los artículos una vez más. Luego, con una sonrisa de satisfacción, los organizó por orden de preferencia en tres de sus álbumes de recortes.

"Príncipe heredero Kyle totalmente recuperado" iba en el libro negro.
El especial: "Sir Arthur, Caballero del Siglo", en el libro azul, con todos los demás artículos especiales.

El resto se guardaban en el libro gris por orden de fecha de publicación. Como algunos lugares publicaban las noticias más despacio que otros, tuvo que reordenar algunas páginas.

Las manos de Reina se movían con rapidez. Estaba claro que lo había hecho infinidad de veces. Después de ordenarlas, hizo agujeros en los lugares habituales con un punzón y no se olvidó de enhebrar la cuerda. Cuando terminó, Reina miró orgullosa sus tres álbumes de recortes.

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Aunque normalmente tenía que recortar las partes de los periódicos que no le interesaban, estos días los boletines estaban llenos de cosas sobre las que Reina quería leer. Así que no había que recortar nada.

Sin embargo, lo que Reina quería leer no era nada especial. Era lo que todo el imperio estaba esperando: noticias sobre el Comandante Supremo Sir Arthur y sus tropas, que volvían a casa tras una valerosa victoria en la guerra. La gente estaba tan ansiosa por saber de ellos que el periódico de la iglesia se vendía a gran escala sin precedentes desde su primera publicación.

—Sólo un pequeño titular en la esquina sobre el Príncipe Heredero. Sin ilustración tampoco.
—¿El Príncipe Heredero? ¿Sigue vivo?

Parecía que había otras criadas que aún no se habían dormido, pues Reina podía oírlas susurrar desde el otro lado de la habitación. Parecía que también habían comprado el periódico. Reina suavizó aún más su respiración para que no supieran que seguía despierta. No le gustaría que dejaran de hablar. Por suerte, de las decenas de camas alineadas en los aposentos de las criadas, la de Reina estaba escondida en un rincón, lo que le facilitaba pasar desapercibida.

—Ya no te importa, ¿verdad? Lloraste cuando el príncipe heredero anunció que iba a la batalla.
—Eso ya es viejo. Eso fue hace cinco años. ¡Cinco! Ya nadie está interesado en el Príncipe Heredero. Es como una flor delicada en un invernadero... Apuesto a que apenas habría sobrevivido de no ser por Sir Arthur.

Reina levantó un poco la mirada para ver a las dos doncellas mirando un periódico mientras cuchicheaban entre ellas. Ellas también tenían que depender de una tenue vela que parpadeaba junto a la ventana. Las oyó reírse por lo bajo.

—¡Eh! Mira este dibujo. ¿No es obvio que el ilustrador siente algo por Sir Arthur? Lo han dibujado como si midiera casi tres metros.

Reina se esforzó por ahogar la risa, disimulándola apenas con una pequeña tos. Guardó cuidadosamente sus álbumes de recortes en una caja y los escondió debajo de la cama. Luego se enterró en silencio bajo su manta y volvió a prestar atención a las voces de las criadas.

—¡Dios mío! Mira esto. ¿Crees que es verdad?
—¡Cielos! ¿Cómo es que no sabemos lo que le pasa a nuestra propia señora?

Reina sabía exactamente a qué parte del periódico se referían. Ya lo había leído diez veces. Prácticamente lo había memorizado.

【¡Impresionante! La hija del marqués Julius y Sir Arthur se casaron hace cinco años con la aprobación de palacio pero lo mantuvieron en secreto todo este tiempo...
Muchos hijos de familias nobles que se habían interesado por Lady Christina expresan su decepción...
Hijo del Conde "A" postrado en cama por la conmoción...】

—¿Están oficialmente casados? ¿Eso significa que se acostaron?
—Vaya... De ninguna manera. Es imposible que no lo supiéramos. ¡Hay demasiados ojos aquí en esta finca!
—Bueno, dice que lo han mantenido en secreto. Debo preguntar a todos sobre esto por la mañana. Me pregunto si alguien lo sabía.

Aunque hablaban en voz baja, se les notaba la emoción en la voz. Reina se tapó los labios con las sábanas. Aquí no había nadie que pudiera responder a sus preguntas. Nadie más que Reina...

—...

Bueno, era un asunto relativamente sencillo. Cinco años atrás...
En su abrumadora desesperación por convertirse en Conde elector, el marqués Julius vendió a su hija para ganarse la confianza de la corte imperial. ¿A quién? Pues nada más y nada menos que al hijo ilegítimo del emperador despreciado desde hacía tiempo por la alta sociedad.

Nota autor/ Conde elector: Siete Príncipes que tienen derecho a elegir y ser elegidos por el emperador. Son los nobles más honorables.

Esto había sido un shock para la altiva joven noble. Como alguien que había nacido y crecido en Julius, esto era algo que no había imaginado ni en sus sueños más salvajes. La reputación y el honor eran de suma importancia entre los nobles de la alta sociedad, y algo como un hijo ilegítimo distaba mucho de ser honorable. De hecho, incluso la corte imperial mantuvo sus labios sellados sobre el linaje del joven en ese momento, dejando sin reconocer públicamente el hecho de que era de ascendencia real. ¿Casarse con un humilde fragmento de un noble que posiblemente era hijo ilegítimo del emperador? Aunque su verdadero linaje era incierto, lo que sí era seguro era la desgracia que supondría para la hija del marqués. La marquesa montó en cólera, negándose a enviar a su preciosa hija, su única hija, a semejante familia. Pero a pesar de toda la oposición, el marqués Julius procedió a decir:

—Pronto se irá a la guerra, así que haremos la ceremonia de boda discretamente. Podremos hacer público el matrimonio más tarde, cuando su majestad reconozca su sangre real y cse restablezca su reputación en el mundo social. De todos modos, estamos en guerra y se han prohibido todas las reuniones sociales. Mientras permanezcamos en silencio, ¡nadie lo sabrá! La familia imperial ha accedido a mostrarnos tanta consideración por nosotros.

¿Por qué? ¿Por qué la hija del marqués tenía que pasar por todo este alboroto para casarse? El matrimonio no era fácil. No era como si dos personas pudieran susurrarse la una a la otra, "Bien. Ya estamos casados" y asentir con la cabeza. Este tipo de matrimonio habría planteado problemas incluso para una dama noble ordinaria. Pero la engreída hija de un marqués, que ni una sola vez había llevado zapatos que no quisiera, no iba a aceptar un matrimonio así tan fácilmente. Por supuesto, se rebeló contra ello...
Al final, llamó a una de las criadas que tenía una edad parecida e incluso era alabada por ser hermosa de vez en cuando...
Ella era Reina.
Y así fue como ocurrió todo.
Reina miraba al techo desde el interior de su manta. Es decir, la losa de madera podrida del fondo de la litera que tenía encima.

—... ¿Qué clase de persona crees que es? Sir Arthur...

La curiosidad de las criadas recorrió la habitación hasta llegar a oídos de Reina. Seguramente, mañana irían preguntando a todas las criadas, pero era muy probable que no le preguntaran a Reina. Como Reina tenía un secreto que no podía desvelar, se había mantenido algo distante del resto de las criadas. No es que fuera capaz de responder en primer lugar si le preguntaban...

¡Golpe!

—¡Criadas, reuníos!

La puerta de los aposentos de las criadas se abrió de golpe sin previo aviso cuando la voz de la señora Hearst, la jefa de las criadas, atravesó el aire. Las criadas que se habían quedado profundamente dormidas y las que habían estado cuchicheando entre ellas se esforzaron por levantarse de la cama. Pero esto no era nada nuevo. Ser molestado y fastidiado día tras día se había convertido en una rutina diaria para toda la finca. Aunque era doloroso que las sacaran de su letargo, todas las criadas, incluida Reina, se movieron con un movimiento familiar y ordenado mientras se levantaban de la cama y cogían sus uniformes, despertando a las que seguían dormidas por el camino.

***

—¿Quién se encargó de limpiar esta zona? —preguntó la marquesa mientras observaba una débil mancha en la barandilla de la escalera. Entre los empleados que estaban alineados en perfecta formación, una joven criada dio un paso adelante con un rostro fantasmagóricamente pálido. Tenía la cabeza gacha, avergonzada. Sin mirarla siquiera, la marquesa se acercó a la ventana y corrió las cortinas.

—¿Y aquí?

Había restos de plumas y un poco de sangre de un desafortunado pajarillo que había muerto tras chocar contra la ventana. Otra criada dio un gran trago y se adelantó en silencio con los ojos en los pies. Siguieron llamando a unas cuantas criadas y empleadas más. Ninguna dudó. Todas conocían las repercusiones de reflejar siquiera un ápice de vacilación.

Reina miró el suelo de mármol. Estaba tan limpio que el reflejo de su propia cara le devolvió la mirada. Puede que la finca del marqués fuera enorme, pero más de doscientas criadas habían sido molestadas incansablemente durante el último mes para asegurarse de que hasta el último rincón estuviera impoluto. Era imposible que la finca no estuviera limpia a este ritmo. Una mancha tan tenue como la de la barandilla se producía muchas veces a lo largo del día, cuando los criados subían y bajaban la escalera moviendo maletas, muebles o lo que fuera. ¿Y cómo podría alguien haber evitado que un pájaro volara hacia la ventana? Aún así, todos ponían una cara avergonzada con la esperanza de no caerle mal a la señora. Si mantenían una actitud obediente, estas cosas solían pasar sin que nadie tuviera que ver sangre. Incluso la más joven de las criadas, que solía temblar ante la ira de la señora, se había vuelto mucho más resistente después de todo el acoso del último mes.

Todas sabían bien que, al fin y al cabo, la limpieza no era el problema. Una casa chirriantemente limpia no haría que Sir Arthur pensara de repente con cariño en sus suegros después de que le hubieran tratado como a un extraño durante los últimos cinco años. Las criadas sabían muy bien que ésa era la forma que tenía la marquesa de aliviar su estrés por haber estado en vilo durante tanto tiempo.

No hacía falta ser muy inteligente para saber que la familia del marqués había sido negligente con Sir Arthur y sus soldados. Así que, por supuesto, la marquesa estaba en un estado de histeria por su regreso.

—Estoy bastante segura de que no te estoy pagando para que dejes una mancha como esta.

La marquesa pasó rápidamente junto a Reina.

Por un momento, Reina sintió alivio al escapar de su mirada. Entonces, sintió que la marquesa giraba rápidamente su cuerpo y golpeaba con un abanico a la doncella que estaba a su lado.

—¡...!

La doncella que estaba a su lado chocó los hombros con Reina al perder el equilibrio. Reina contuvo la respiración.

—¿Te estás durmiendo?

La criada se inclinó desesperadamente por la cintura tras recuperar a duras penas el equilibrio.

—N-no, en absoluto, señora.

—¿No?

Bofetada.

La marquesa volvió a abofetearla con el abanico.

—¿Dices que me equivoco?

El delicado abanico estaba ahora hecho jirones. Un nerviosismo se extendió por todas las empleadas y el cuerpo de Reina se congeló. ¿Se había quedado dormida la criada que estaba a su lado? No estaba segura. No lo había sentido. Pero una cosa era segura: las cosas no iban por buen camino.

—Reina Astarin.

Antes de que Reina pudiera calmar su corazón, oyó su nombre.

—Sí, mi señora.

Reina se tensó al responder. Pero lo que escuchó a continuación fue completamente inesperado.

—Estás exenta de trabajar, a partir de hoy.

Reina abrió los ojos.

—... ¿Perdón?

Las doncellas que estaban a su lado se quedaron igual de sorprendidas mientras se giraban para mirarla, olvidando que debían bajar la cabeza.
Ah... ¿es lo que creo que es?

Reina sintió de pronto una corazonada sobre la razón por la que la llamaban "exenta" en un momento como aquel. Quizá se trataba del secreto que sólo conocían la familia del marqués y la doncella principal. Pero siguió fingiendo despiste y bajó rápidamente los ojos una vez más mientras esperaba la siguiente orden.

—Olga.

La marquesa llamó a la doncella principal.

—Sí, señora.

Luego hizo un gesto con la barbilla hacia Reina y se dio la vuelta. La señora Hearst continuó hablando en lugar de la marquesa.

—Lady Christina te ha elegido como su sierva. Te daré tus próximas órdenes, así que sígueme.

Reina mantuvo la cabeza baja para ocultar la sorpresa en su rostro.

—Sí, señora.

Las cansadas criadas, con los ojos hinchados por la fatiga, se apartaron de Reina. Reina sonrió amargamente por dentro… 'En todo caso era mejor servir a un noble como doncella.'

Aunque todas estaban sometidas a realizar duras tareas día tras día sin dormir adecuadamente, ninguna de las empleadas sentía envidia de ser convocada por la joven. Era un claro reflejo de la popularidad de la joven lady entre las sirvientas.

***

Reina hundió nerviosamente los dedos en el delantal mientras seguía a la criada principal hasta la habitación de lady Christina.

'La sierva de la dama... Lo dudo…' pensó Reina mientras miraba la nuca de la criada principal.

'...Llegará en cualquier momento, ¿verdad?'

Según todas las noticias de los últimos tiempos, Sir Arthur y sus tropas habían llegado a la vecina ciudad de Fontaire hacía dos días. Era común que las tropas permanecieran en una ciudad entre cinco días y una semana. De Fontaire a Julius tardarían unos cuatro días a caballo. Teniendo en cuenta que viajaría con sus tropas, probablemente tardaría alrededor de una semana. Por lo tanto, Sir Arthur tardaría como mínimo diez días en llegar a Julius.

'Cuando él llegue, Lady Christina tendría que asumir su papel de esposa. Ella no puede dejarme actuar entonces, ¿verdad?'

Toc, toc.

Reina se irguió al ver que la doncella principal llamaba suavemente a la puerta del dormitorio de Lady Christina.

—Mi señora. He traído a Reina.
—Adelante.

La criada abrió la puerta y saludó a Reina con la cabeza. Reina entró e inclinó profundamente la cabeza.

—Mi señora. He oído que ha llamado para...

¡Pum!

Un cenicero voló por la habitación, golpeó a Reina en la cabeza y cayó al suelo. La sangre empezó a correr por su cara.


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