SLR – Capítulo 35
Hermana, en esta vida seré la reina
Capítulo 35: La chica que ve a través de la verdad
El rostro sonrojado del comerciante palideció ante la pregunta. Observó nervioso su entorno y echó a correr hacia la entrada más cercana.
—¡Atrápenlo!
—¡No lo dejen escapar!
Un grupo de personas persiguió al comerciante, pero no fue fácil capturar al desesperado fugitivo.
Bam.
En realidad, fue el príncipe Alfonso quien atrapó al mercader de Oporto. Alfonso, que era más alto y corpulento que la mayoría de sus compañeros, tenía unas dotes atléticas excepcionales.
Cuando Alfonso vio que Victoria Nike se caía, escoltó a las nobles y escapó hacia el lado derecho de los asientos de invitados.
Y cuando se dio cuenta de que el comerciante corría hacia la puerta de la derecha, lo abordó rápidamente y lo inmovilizó contra el suelo.
Alfonso ató las manos del mercader y gritó a sus subordinados.
—¡Arresten a este hombre y enciérrenlo en la prisión de palacio!
—¡Sí, Alteza!
—Además, autentifiquen el resto de obras de arte. Si son falsas, anulen la transacción. Y si son auténticas, ¡Asegúrense que el pago vaya al dueño original!
—¡Sí, Alteza!
* * *
Se desató un caos total en la mansión de la familia Chibaut. La estatua de mármol forjado estaba atascada en el suelo de madera, en medio de la sala de fiestas. Los agentes de paz del palacio real corrían afanosamente por la mansión, interrogando a los socios del mercader, así como a la marquesa y al marqués Chibaut.
Los diletantes de San Carlo chismorreaban ruidosamente sobre el acontecimiento de hoy.
—¡La segunda hija del Cardenal ha vuelto a salvar el día, después de aquel incidente con el apóstol de Assereto!
—¿Es realmente capaz una niña de 15 años de alcanzar tal nivel de conocimiento y sabiduría?
—Es versada en diversas materias, como teología, arte e historia... ¿Y si sus conocimientos no se adquirieron simplemente estudiando? ¿Quizás tiene ojos especiales que pueden discernir la verdad?
Así, el sobrenombre de Ariadne se convirtió en “el ojo de la verdad.”
Mientras tanto, “el ojo de la verdad” estaba en el patio trasero de la mansión de la familia Chibaut, discutiendo con el hombre más absurdo y desconcertante de su vida pasada y presente.
—Conde de Como, ¿en qué demonios estaba pensando?
Ariadne lo llamó “Conde De Como” en vez de “Conde Césare.”
Según este principio, era costumbre que el apellido siguiera al título. Pero nadie en San Carlo se atuvo al principio al dirigirse a Césare y a su madre, la condesa Rubina.
Dirigirse con el apellido del título era una señal de respeto a la familia. Sin embargo, casi todos los nobles de clase alta de la alta sociedad de San Carlo sabían vagamente que el padre de Césare -el difunto conde de Como- era una persona ficticia que sólo existía sobre el papel. De ahí que llamar a Césare “Conde de Como” pudiera dar la impresión de que se estaba menospreciando a Césare por su pedigrí defectuoso.
A pesar de todo, Ariadne estaba completamente cegada por la ira.
—Mentiste y limpié tu desastre.
Césare se limitó a encogerse de hombros.
—Vamos, señorita. Al final todo salió bien.
—¡No recuerdo haberme hecho amiga suya! ¡Por favor, usa los honoríficos! ¡Soy la hija del Cardenal!
—Alto ahí—Césare presionó la frente de Ariadne con el dedo—. Ni siquiera has debutado todavía. Eso significa que aún eres una niña, y una niña no puede exigir que un adulto use honoríficos.
Césare miró a Ariadne de arriba abajo. Luego añadió.
—Mírate, vestida con un infantil vestido amarillo. Pareces un pollito.
Ariadne temblaba de furia.
Césare continuó burlándose de Ariadne—: Usaré los honoríficos cuando te conviertas en una verdadera dama.
—¡Nunca volveré a entablar conversación con un irresponsable como tú!
Césare empezó por fin a defenderse.
—Oye, no soy tan irresponsable como crees. No lo solté por capricho. Ya sabía que el cadáver del verdadero Vincencio Del Gato fue encontrado flotando en el río Tivere.
En realidad, su investigación fue más exhaustiva y conocía más información. Pero no se molestó en contárselo todo a Ariadne.
—¡Entonces deberías haber dado un paso adelante! ¡¿Por qué me lo echas a mí?!
—Conoces mi situación, ¿verdad?
Césare puso cara de pena. La mirada lastimera complementaba su apuesto rostro y le hacía parecer más atractivo.
—Soy el bastardo del Rey, el hijo abandonado. Sería mi fin si alguien pensara que ansío el poder—hizo ademán de degollarse—. No puedo ejercer el poder administrativo ni el militar para iniciar una investigación sólo porque crea que alguien es sospechoso.
—¡Entonces por qué no te quedaste quieto!
—Oye, al final todo salió bien. Formamos un gran equipo, ¿verdad? El conde que investiga en secreto y sienta las bases, ¡y la hija del clérigo que desenmascara la conspiración y atrapa al criminal!
Ariadne había visto la astuta apelación de Césare a sí mismo varias veces en la vida pasada.
De vez en cuando se comportaba así delante de Ariadne cuando se sentía muy complacido. Pero la mayoría de las veces lo hacía para engatusar y convencer a alguien de que le diera algo que deseaba, como la princesa del reino vecino, el embajador o Isabella.
En el pasado, Ariadne organizaba regularmente fiestas del té, en las que Césare siempre saludaba hospitalariamente a Isabella. A menudo se burlaba de Isabella -que entonces era una hermosa viuda- con bromas amistosas e inofensivas. Ariadne pensaba que Césare trataba amablemente a Isabella por respeto a Ariadne. Pero la confianza de Ariadne se vio recompensada con la traición.
Césare era bastante atractivo cuando intentaba encandilar a alguien. Pero Ariadne se sentía extraña al verle comportarse así con ella, después de tanto tiempo.
En realidad, Ariadne sintió un pequeño triunfo al ver que Césare, que tan mal la había tratado, intentaba ganarse su favor.
Pero ella había muerto por culpa de Césare, y había viajado atrás en el tiempo. Si volvía a enamorarse de su ex prometido, sólo porque la trataba bien, significaría que tenía la memoria de un pez de colores.
Césare seguía siendo encantador, y verle intentando engatusarla era satisfactorio. Pero ella no quería aceptarlo, nunca.
—No eres más que un villano que echó la culpa en una joven que no conoce, que ni siquiera ha debutado todavía. No te atrevas a ir por ahí diciendo a la gente que somos un equipo, ni siquiera en broma. Tengo miedo de que incluso aparezcas en mis sueños.
—¡No soy tan malo como crees! No podía dejar que un estafador estafara 2.000 ducados a mi querido hermanito. Actué por... ¿amistad? ¿Amor fraternal? ¿Valentía? O algo así.
—Ja.
Ariadne se dio la vuelta, decidiendo que seguir conversando con él carecía de sentido.
Pero en ese momento, Césare alargó la mano y le agarró la muñeca.
—Espera. Hoy he venido hasta aquí sólo para verte. Me ha costado mucho colarme, porque la familia Chibaut no me ha enviado invitación. Hablemos un poco más.
Ariadne lo apartó y tiró de su muñeca hacia atrás. No dijo nada, pero su rostro revelaba un tenue sentimiento de disgusto.
Cuando Césare vio esto, levantó ambas manos en el aire y se rindió. El cambio en su rostro fue tan sutil que seguramente un hombre común no notaría. Pero Césare tenía un don para captar estas señales.
—Lo siento. Lo siento. Por favor, disculpe mi comportamiento grosero. Agarrar la muñeca de una dama de esa manera estuvo mal. Soy un caballero, así que no tienes que estar nerviosa. Mi negocio es simple.
Césare miró a Ariadne y habló como si tuviera una oferta increíblemente atractiva para ella.
—Hagamos un intercambio.
—No tengo nada que negociar contigo.
—No seas tan dura y escúchame.
Césare inclinó la parte superior de su cuerpo hacia Ariadne en un gesto amistoso. El viento soplaba y su colonia favorita, hecha de rosas, incienso y sándalo, le hacía cosquillas en la nariz.
En la vida pasada, Césare siempre se le acercaba así y la llevaba a un lugar hermoso. Siempre rompía su barrera. Cuando ella le cogía de la mano, él la llevaba a una aventura fantástica. Ella no tenía que pensar en las consecuencias.
Césare abrió la boca y ofreció.
—¿Por qué no me vendes el Corazón del Profundo Mar Azul? Te pagaré generosamente.
...Oh. Ariadne tenía el corazón roto.
Sintió un dolor punzante en el pecho. '¿Qué esperaba?'
Una vez pasado el dolor, su rostro se sonrojó de humillación e, inmediatamente después, sintió una rabia insondable.
Césare nombró el precio que estaba dispuesto a pagar por el Corazón del Profundo Mar Azul.
—¿Has oído hablar del Cisne de Linville? Es un diamante. Es una de las joyas más preciosas que tengo.
Ariadne conocía muy bien el Cisne de Linville. Era un broche engastado con perlas y un diamante talla lágrima de quince quilates, de una claridad excepcional.
El año en que Césare cumplió trece años, el rey León III le regaló una mansión, situada en San Carlo. El broche formaba parte de la colección que acompañaba a la mansión.
El broche también era conocido como “la joya que se regala al amor de tu vida.”
En su vida anterior, Ariadne deseaba el Cisne de Linville. No era sólo porque fuera valioso. Ariadne siempre estuvo insegura de los sentimientos de Césare hacia ella, y pensó que tener la joya probaría que el corazón de Césare le pertenecía.
Césare nunca le dio la joya mientras eran novios. Pero cuando ella se la pidió como regalo de bodas, él accedió de buen grado. Probablemente porque sabía que ella nunca recibiría la joya como regalo de bodas.
—A cambio del Corazón del Mar Azul Profundo, te daré el Cisne de Linville, junto con 6.000 ducados y otras joyas varias.
Pero ahora, Césare ofrecía el Cisne de Linville a Ariadne, cuando Ariadne no hizo nada por él. En esta vida, Ariadne no le dedicó sus años de juventud ni fue instigada a cometer asesinato. No arriesgó su vida por él, ni fue herida en su lugar.
Ariadne simplemente se hizo más valiosa. Y ahora, estaba a punto de obtener sin esfuerzo el Cisne de Linville, que no había conseguido tras años de dedicarse a Césare en el pasado.
En realidad, Césare no sólo le estaba dando el Cisne de Linville. Quería intercambiarlo con el Corazón del Profundo Mar Azul. Ariadne de Mare era un peón útil para Césare. Pero ella nunca podría ser la destinataria de la joya que representaba su amor.
Ariadne rió amargamente. Estaba furiosa, pero lo único que podía hacer era reír.
—Conde Césare de Como. Eres realmente estúpido.
—¿Qué?
'Has perdido a alguien que te era incondicionalmente fiel. Y esa es una pérdida crítica.' Pero Ariadne se tragó sus palabras. Él pensaría que deliraba si decía lo que realmente pensaba.
—Insultaste al Rey al llamarte hijo ilegítimo del Rey. Pero puedo pasarlo por alto, ya que yo también soy una bastarda. Ninguno de los dos somos honorables en ese sentido.
Ella atacó sus puntos débiles.
—Estás excluido de toda política y asuntos militares, porque heredaste parcialmente la sangre real de Su Majestad. Y tienes que depender de la benevolencia de Su Majestad para mantener tu patética vida. ¿No deberías tener más cuidado de no molestar a Su Majestad?
Césare pareció sorprendido por el inesperado insulto. Hasta ahora, nadie había respondido así a su amable y encantador acercamiento.
—¿En serio crees que Su Majestad me dio el Corazón del Profundo Mar Azul, para que lo cambie por un capricho? ¿Crees que eso le complacerá?
—¿Qué?
—¿Crees que venderlo al Reino de Gallico o a la República de Oporto por una buena cantidad complacerá a Su Majestad? Su Majestad me confió el Corazón del Profundo Mar Azul. Soy una guardiana, no la verdadera propietaria de la joya. No es algo que se pueda comprar así como así.
Hasta ahora, sólo contaba los hechos. Pero a partir de este momento, ella estaba actuando desde su rencor contra él.
—Me rompe el corazón ver al hijo de Su Majestad rogándome que venda el Corazón del Profundo Mar Azul, cuando incluso yo puedo comprender las verdaderas intenciones de Su Majestad. Eres demasiado codicioso para una persona que no puede discernir lo que está mal, lo que es malo, lo que debes tener y lo que no. Espero que recapacites pronto.
'En la vida pasada, no pudiste discernir a la mujer que debes tener. En cambio, codiciabas a la mujer que no debías tener. Veo que no has cambiado en absoluto. Sigues siendo el mismo. Sólo que esta vez, es con joyas.'
Ariadne sabía que tenía que marcharse ahora mismo. Había permanecido al lado de Césare durante catorce años. Y aunque nunca le entendió del todo, había memorizado sus pautas de comportamiento.
Sabía que Césare arremetería en ese momento, incapaz de controlar su ira.
—¡Tú! ¡Detente ahora mismo!
Efectivamente, Césare agarró la muñeca de Ariadne cuando ésta se daba la vuelta para alejarse. Ella trató de quitárselo de encima con todas sus fuerzas, pero él no se movió. A diferencia de antes, parecía estar muy alterado.
Le dolía la muñeca bajo el fuerte agarre de un hombre adulto.
—¡Déjame ir!
La voz grave de un hombre siguió al grito agudo de Ariadne.
—Suéltela, Conde de Como.
Sólo había dos personas en San Carlo con autoridad para llamar a Césare "Conde de Como" sin preocuparse por las repercusiones. Y el Príncipe Alfonso era una de ellas.
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Gracias por la traducción!!! Haces un excelente trabajo 🥰
ResponderBorrarMuchísimas gracias a ti por tus comentarios, me animan mucho. Saludos!! 💙❤️💜
BorrarJdksklslxn siiii!! Apareció Alfonso
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