HDH – Capítulo 14
Hombres del harén
Capítulo 14: Un zorro con una docena de trucos
¿Realmente está aquí por un informe urgente? ¿O está aquí para interrumpir la sesión de bebida? Mientras Latil seguía al duque Atraxil, sospechaba que debía de haber algún motivo secreto detrás de tan improbable coincidencia.
Sorprendentemente, realmente tenía un asunto urgente que discutir.
—Hemos encontrado pruebas de que el príncipe Thula había trabajado con potencias extranjeras en un intento de suprimir vuestra resistencia.
—¿Potencias extranjeras? —exclamó Latil con sorpresa—. ¿Puedes ser más específico sobre esas potencias?
—Estamos realizando más averiguaciones. Sin embargo, nuestros vecinos os apoyaron durante la guerra, y Karisen envió una consorte como gesto amistoso. Por lo tanto, parece razonable excluirlos de la lista de sospechosos.
—Ja. Esto es genial—Latil dio un suspiro—. Thula seguramente causó muchos problemas durante la corta ocupación del trono. ¿Usó el Sello Imperial?
—Sospecho que sí, Majestad. Tuvo fácil acceso a él mientras ocupó el palacio.
El Sello Imperial funcionaba como la firma de un Emperador, lo cual era muy efectivo cuando se trataba de asuntos diplomáticos o acuerdos.
No es un asunto menor.
Latil frunció el ceño, preocupado.
—Si el Sello Imperial estaba implicado en los acuerdos que hizo con las potencias extranjeras, la Casa Imperial debe estar cargando con la responsabilidad del cumplimiento de los términos. Thula, ese bastardo.
—Exactamente. Quedan posibilidades de que las otras partes saquen a relucir contratos ejecutados por el Sello Imperial para exigir a Vuestra Majestad que cumpla los términos en lugar del usurpador muerto.
Latil gimió y se frotó la frente.
—Así que aún no hemos terminado de limpiar el desastre de Thula.
Por el bien del mantenimiento de las relaciones, los gobiernos en términos amistosos con Tarium nunca se atreverían a hacer una demanda absurda basada en acuerdos desconocidos para Latil.
Dado que muchos de los gobiernos amigos apoyaban a Latil, era probable que las potencias extranjeras a las que se dirigiera Thula fueran las que estaban en malos términos con Tarium. ¿Se convencerían esas potencias de que el uso inelegible del Sello Imperial en un acuerdo por parte de un usurpador no tiene efecto? Lo más probable es que fingieran ignorancia y exigieran cumplirlo de todos modos.
—Sir Atraxil. Debemos averiguar qué potencia ha firmado un contrato con nosotros. Aunque extraoficialmente, tiene que haber algún tipo de documentación de este trato si se usó el Sello Imperial en él.
—Sí, Majestad.
Latil asintió.
—...
—...
—¿...?
Había algo extraño en el duque Atraxil. No parecía haber nada más del informe, pero él se limitaba a permanecer en la sala sin decir palabra. El incómodo silencio continuaba. Latil ya no tenía negocios con el duque. Como no estaba de humor para repetir la última conversación, le dirigió una mirada perdida.
—¿Tiene algo más que decir, Sir Atraxil?
Aparentemente animado por las palabras de Latil, el duque respondió con una expresión más seria que cuando hizo el informe.
—¿Cuándo debo enviar a Ranamun a palacio, Majestad?
Su preocupación no parecía un asunto serio, pero Latil respondió con una sonrisa, aunque con el ceño fruncido y los labios torcidos.
El duque parece realmente interesado en que su hijo sea el Consorte Real.
Si bien ella se había sorprendido de que el duque hiciera que su hijo solicitara primero entrar al harem, lo que era más sorprendente era su franca expresión de que quería a su hijo ahí lo antes posible.
A juzgar por su sonrojo, parece avergonzarse de sus propias palabras... ¿Qué puedo decir?
Latil puso los ojos en blanco. No podía responder a la pregunta, porque el Gran Chambelán aún no había elegido a los tres consortes de entre las solicitudes restantes. Y Latil no quería dejar entrar a Ranamun en el Harén antes de que los cinco consortes fueran nombrados.
Ranamun no era de una casa cualquiera. Si entraba primero en el harén, era obvio que el resto que le siguiera se desmoralizaría con su presencia. En el mejor de los casos, el descontrolado Príncipe Klein sería el único que no se vería afectado por Ranamun.
Y eso es una situación improbable.
Así no es como se suponía que funcionara el harén. Cada consorte debía ser tratado por igual. Cada consorte debe tener garantizada la igualdad de oportunidades para competir por la atención de los aristócratas hasta que llegue el día en que ella nomine a uno de ellos como Consorte Real. No debería permitirse una jerarquía dentro del Harén.
Latil llegó a una conclusión.
—Una vez elegidos las otros tres consortes, las cinco entrarán en el Harén en la misma fecha.
—Pero qué pasa con el Príncipe Klein...
—El príncipe Klein es un invitado de una tierra extranjera que necesita alojamiento temporal. No goza de ninguna exención ya que aún no ha llegado al Harén.
El duque Atraxil parecía poco convencido, pero de todos modos asintió a regañadientes.
—Gracias, Majestad.
* * *
Lo primero que hizo el Duque Atraxil al regresar a su hacienda fue buscar a su hijo.
—¡Ranamun! ¡Hijo mío!
Era tarde en la noche, pero Ranamun rara vez se acostaba temprano. El duque pensó que hoy no sería la excepción.
—Mi señor.
—¿Dónde está Ranamun?
—Está en el estudio.
Tal como se esperaba, Ranamun estaba despierto. El duque Atraxil se dirigió al estudio después de entregar su bastón al mayordomo y desabrocharse el apretado cuello que le había irritado la garganta durante todo el día.
Ranamun estaba leyendo un libro mientras recostaba la espalda contra la silla y apoyaba los pies en un taburete. Aunque el título del libro era demasiado obsceno para leerlo en voz alta, Ranamun posaba como un hermoso erudito leyendo algún material pedante.
El duque se quedó mirando a su hijo. Aunque sólo había tenido un breve encuentro con el príncipe Klein, podía ver que éste rivalizaba con su hijo en aspecto…
—Padre.
Consciente de la mirada, Ranamun apartó los ojos del libro y se volvió hacia su padre.
—¿Qué ocurre, padre?
El duque Atraxil se acercó sin habla a su hijo.
—¿Ha ocurrido algo malo en palacio?
El duque Atraxil se apoyó en el escritorio y miró solemnemente a su hijo.
—Uno de los consorte nominados se va a quedarse en el palacio a partir de hoy.
Ranamun cerró su libro y bajó los pies del taburete. Su frente, perfectamente perfilada, se arrugó.
—¿Significa eso que ya se ha convertido en consorte?
—En realidad, no. Como procede de Karisen, se lo considera un invitado de honor.
—¿Un invitado de honor? ¿Qué clase de invitado de honor?
—El Príncipe Klein de Karisen, hermanastro del Emperador Hyacinth.
Ranamun arqueó una ceja.
—Nunca he oído hablar de él.
El duque Atraxil estuvo a punto de preguntarle a su hijo si en realidad conocía algún nombre.
—No participa en los asuntos de Estado. Probablemente tampoco era un fuerte aspirante al trono.
—¿Importa eso? Un consorte extranjero es más bien una muestra de diplomacia amistosa. Un imbécil cualquiera que no tiene más valía que su exotismo no es rival para mí.
Ante la firme respuesta de Ranamun, el duque puso los ojos en blanco.
—Bueno, hay un verdadero problema.
—¿Tiene otro punto a favor?
—Es hermoso, incluso para rivalizar contigo.
—...
—Tal como dijiste, es un hombre de belleza exótica.
El rostro de Ranamun, cuyo ego no tiene parangón en el mundo, se tornó severo al oír a su padre elogiar al Príncipe de otra tierra. Sin embargo, el duque Atraxil creyó que lo mejor para Ranamun era escuchar juicios honestos y sobrios sobre su adversario. Por lo tanto, en lugar de consolarlo, describió con más detalle los puntos fuertes de Klein.
—Es un zorro. Ha llegado hoy a Tarium, ¿Y sabes qué? Estaba esperando a Su Majestad frente a sus aposentos para pasar con ella su primera velada.
—¡No...!
—Es un zorro con una docena de trucos. Debes tener cuidado con él. ¿Me entiendes?
El duque Atraxil miró fijamente a Ranamun, cada vez más preocupado. Su hijo mayor tenía un ego ilimitado gracias a su origen y apariencia. Se encerraba en ese sólido ego. Ranamun ni se acercaba ni recibía a la gente. Tenía más debilidades que fortalezas.
Por otro lado, aunque el príncipe Klein tenía un estatus social y una apariencia no más humildes que Ranamun, también era un zorro astuto. Si tuvieran que competir por el matrimonio con el Emperador, Ranamun probablemente se quedaría atrás debido a su personalidad.
—...
Ranamun se quedó ensimismado hasta que se puso en pie con un suspiro.
—Haces que quiera verlo por mí misma, padre.
—Una vez que te conviertas en consorte, lo verás todos los días, quieras o no.
—Me gustaría verle mañana.
—¿Mañana?
¿Por qué mañana de repente?
—Visitaré el palacio mañana, y veré a aquel hombre por mí mismo.
* * *
El Canciller, conocido rival del duque Atraxil, se había mantenido neutral durante la guerra civil, sin dar su brazo a torcer a ninguno de los contendientes. Cuando Latil ascendió al trono, pudo sobrevivir durante la masacre de los partidarios de Thula. Sin embargo, cedió gran parte de su influencia política al duque Atraxil.
Probablemente, el canciller sintió la presión del rezago, motivo probable para que su segundo hijo solicitara entrar al Harén. Latil aceptó la solicitud sin dudarlo.
El heredero de una importante empresa comercial también fue aceptado a pesar del motivo no disimulado que había detrás de la solicitud. Los aristócratas se quedaban sin dinero, al igual que los de otros estatus sociales. De hecho, se gastaban toneladas de dinero en mantener la apariencia y la hacienda, los sueldos a los caballeros y otros gastos varios.
Los mercaderes ricos se aprovechaban de la extravagancia y casaban a sus hijos con aristócratas arruinados para ascender en la escala social. Incluso mantenían relaciones nupciales con aristócratas divorciados.
Latil no era sólo una aristócrata. No sólo era Emperadora, sino que además estaba soltera. Si nacía un bebé entre el Emperador y un comerciante plebeyo, el padre del bebé podía convertirse inmediatamente en miembro de la casa imperial. ¿Quién sabe si el bebé nacido de esa relación se convertiría algún día en el próximo Emperador?
Cualquier comerciante inteligente haría todo lo posible por casar a su hijo con la Casa Imperial.
Y para Carlein, alias el Rey Mercenario...
Latil se quedó mirando la solicitud del Rey Mercenario durante 30 minutos.
—Es inesperado.
Latil no podía entender por qué de todas las personas el Rey Mercenario solicitó entrar al Harén.
—¿Debo eliminarlo de la lista de candidatos, Su Majestad?
Volvió a preguntar el Gran Chambelán mientras a Latil le costaba decidirse.
—Ya tenemos otro candidato para sustituirle. Hay un hombre con talento de la academia de magia al que quizá quiera echar un vistazo.
—En realidad... aún no me decido. Hay algo en él que no me cuadra, pero....
Latil vio brevemente el retrato del Rey Mercenario y tragó saliva. Estaba bueno. Era muy, muy sexy. Y como es un mercenario, parecía haber un encanto salvaje en él. Ranamun y Klein tenían una belleza poco común que sólo se encuentra una vez en un siglo, mientras que el segundo hijo del Canciller tenía una belleza suave. El heredero de una importante empresa comercial era probablemente inteligente y astuto. Así que no estaría de más tener un consorte salvaje y bestial al mismo tiempo...
El Gran Chambelán leyó los pensamientos de Latil y se tapó la boca con el puño.
—¿Lo elegimos, Majestad?
* * *
Al día siguiente, Ranamun partió hacia palacio con la perspectiva de ver al príncipe Klein. El duque Atraxil se paseaba inquieto por el salón y esperaba el regreso de su hijo.
El príncipe Klein parecía bastante imprudente, mientras que Ranamun se enemistaba con todas las personas del mundo. El duque no podía imaginar lo que sucedería inmediatamente después de su encuentro.
—Probablemente se presentará y volverá a casa. ¿Quieres dejar de dar vueltas?
La duquesa reprochó al duque su inquietud. El duque Atraxil detuvo su paso, pero no podía volver a su habitación.
Justo cuando terminaba la hora de comer, Ranamun regresó a casa.
—Hijo mío, ¿cómo te ha ido?—el duque Atraxil corrió a la puerta para saludar a Ranamun y lo colmó de preguntas—. ¿Viste al zorro? ¿Hablaste con él?
La expresión cotidiana de Ranamun era fría e inexpresiva, sin sugerir un solo indicio de sus pensamientos. Al duque se le estaba acabando la paciencia con Ranamun porque no mencionó cómo fue el encuentro.
—Sí, lo vi.
Eso fue todo. Ranamun cruzó el vestíbulo y subió la escalera de caracol.
—Vamos, hijo. Me gustaría saber qué pasó.
El duque Atraxil alcanzó a Ranamun y exigió detalles.
—¿Qué te dijo? ¿Dijo algo ofensivo para ti?
Ranamun permaneció impasible.
—Afirmó que Su Majestad ha estado encaprichada de él durante los últimos años.
Su tono era frío, pero el duque estuvo a punto de caerse, antes de recuperar la postura agarrándose a la barandilla de la escalera. El duque miró fijamente a Ranamun, que ya se había adelantado mucho en ese breve instante.
“¿Encaprichado? ¿Su Majestad? ¿De él?”
El duque alcanzó de nuevo a Ranamun.
—Eso no es probable. ¿Dónde podría haberlo conocido Su Majestad para que se haya encaprichado?
—No escuché más detalles.
—Bueno, ¿dijo algo más?
—Me dijo que aunque me convirtiera en su consorte, sólo sería uno de los bonitos alhelíes.
—¿Un alhelí?
El duque Atraxil resopló, incapaz de creer lo que su hijo acababa de decir. Ranamun era un atrapamoscas, más que un alhelí. No obstante, el duque Atraxil gritó a su hijo con rabia.
—¿Le has dejado salirse con la suya?
—...
—¡No debes haberlo hecho! Dijiste algo a cambio, ¿verdad?
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