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HDH – Capítulo 13

Hombres del harén

Capítulo 13: El hermano de su ex-novio como consorte


Tal vez, el shock le haya hecho cerrar todos sus pensamientos. Latil se quedó boquiabierta al ver al príncipe Klein.

¿Qué es esto? ¿Es posible que Hyacinth haya enviado a su hermano como consorte? No puede haberse vuelto tan loco, ¿verdad?

Tras pensarlo un poco, Latil dio con una explicación un tanto probable. Lo más probable es que este hombre haya venido en compañía de mi consorte. Un simple acompañante, en efecto.

Sin embargo, el príncipe se acercó lentamente y la abrazó con fuerza. Fue entonces cuando Latil se dio cuenta de que este hombre realmente había venido como consorte.

—Por fin te he atrapado.
—¿Atrapado...?
—Debes estar feliz de que por fin sea tuyo.
—¿Qué?
—Pero no te sientas aliviada de repente. Puedes poseer mi cuerpo, pero no mi corazón.

Ella podía ver por qué Hyacinth envió a su hermano. 

—Idiota. Este tipo era un completo idiota.

* * *

Mientras el Gran Chambelán indicaba a Klein el camino hacia el alojamiento temporal, Latil se masajeaba las sienes, haciendo todo lo posible por serenarse. Poco a poco fue calmando la tempestad de perplejidad. Sin embargo, no lograba entender el motivo de la decisión de Hyacinth.

¿Quién iba a pensar que ese loco bastardo enviaría a su hermano como respuesta a la insistente petición? Si no estaba loco, ¿por qué iba a enviar a su hermano como amante de su ex prometida?

—¿No es ese el Príncipe Klein?

El Capitán Sonnaught parecía recordarlo de la boda real de Karisen. Cierto, Klein. Fue en ese momento cuando Latil recordó y murmuró su nombre, asintiendo.

—Sí, es él. Cielos... Nunca imaginé que Hyacinth enviaría a su hermano, ni que enviaría a un hijo de una familia noble.

No era inusual que un hijo ilegítimo o hija de un Emperador fuera enviado a una tierra extranjera como consorte o concubina. Más bien, se consideraba el gesto diplomático más amistoso que podía esperar un aliado. Sin embargo, ella no pudo encontrar ningún indicio de un gesto amistoso por parte del Príncipe, porque fue enviado por su ex-novio, haciéndole creer que tenía un motivo oculto detrás de esto.

¿Y cuál podría ser ese motivo? ¿El Príncipe ha sido enviado para robar alguna información de Tarium?

* * *

Habiendo sido Gran Chambelán desde el reinado del difunto Emperador, el Marqués Sablé conoce a Latil desde que era una niña. Por supuesto, no ha sido el único vástago real que ha visto desde su infancia. También ha sido testigo de los nacimientos de sus hermanos.

Sin embargo, a diferencia de los demás miembros de la familia real, a los que veía en raras ocasiones, como en las fiestas, a Latil la veía con mucha más frecuencia debido a su tendencia a acompañar al difunto Emperador como una sombra. Como Latil era a la que más había visto entre los hijos del Emperador, el marqués se encariñó fácilmente con ella.

Aunque podría haber seguido una carrera como poderoso estadista, se dedicó a la más tediosa y estresante tarea de Gran Chambelán bajo un Emperador y los otros que le siguieron, debido a su afecto hacia Latil.

El marqués no pudo evitar escrutar al príncipe Klein mientras le mostraba el camino hacia su alojamiento temporal. Quería averiguar si el príncipe sería o no un buen material de consorte para el Emperador.

En cuanto a su aspecto, era perfecto. Su piel ligeramente oscura contrastaba con su místico cabello plateado y sus ojos azul diamante. Su belleza era digna de deificación. La única persona que podía rivalizar con él era Ranamun Atraxil, el hombre más orgulloso y bello de Tarium.

En cuanto a estatus social, era un príncipe, merecedor de 10 sobre 10 puntos. Sin embargo, era hermano del Emperador Hyacinth. Por lo tanto, 5 puntos fueron deducidos por eso.

Y por último, por su personalidad...

—¿Quiere que me quede aquí?
—Sí, Su Alteza.
—Esta cámara es demasiado pequeña. ¿Ha tenido Tarium dificultades financieras?
—...
—Es un alojamiento temporal, ¿verdad? ¿Cuándo se me asignará una cámara oficial de residencia? ¿Será esa cámara tan pequeña y modesta como ésta?
—Tu cámara de residencia oficial...
—Sí, sí, lo sé. Algún día me llevarás allí. Si es así de modesta, puedo decorarla yo mismo. ¿Por qué me molesté en preguntar?
—Mientras estés en esta cámara...
—¿Dónde está la cámara de Su Majestad Imperial?

0 puntos por personalidad. Cada vez que el Gran Chambelán era interrumpido, su ceño se fruncía, sin ver ninguna razón para dar al príncipe una puntuación más alta. Aunque inesperadamente traicionada al final, Latil había sido tratado con cortesía por Hyacinth durante sus años de estudio en Tarium. La personalidad del príncipe Klein estaba muy por debajo de su apariencia.

—¿No te acabo de preguntar dónde está la cámara de Su Majestad Imperial?

Cuando el Gran Chambelán fue instado por el Príncipe Klein a responder a la pregunta, su ceño se frunció aún más.

—¿Por qué sigue preguntando, Alteza?
—¡Ja! ¿Qué clase de pregunta es ésa?

A pesar de la indisimulada brusquedad del Marqués, Klein soltó una risita y dio una respuesta, de todos modos.

—Su Majestad deseará venir a verme en cuanto tenga ocasión. Pienso ahorrarle el viaje y esperarla allí.

Qué completo imbécil. El último atisbo de expresión cortés se apagó en el rostro del Gran Chambelán. En su tarjeta de puntuación imaginaria, la valía de Klein en todos los aspectos era baja.

* * *

Tras despedir a Klein, Latil se dirigió al despacho oficial para escuchar al Conde Breta sobre sus asuntos en Karisen. El Conde la siguió hasta el despacho cuando, de repente, empezó a mirar a su alrededor.

—¿Conde Breta? ¿Qué ocurre?

Ante la pregunta de Latil, el Conde respondió cuidadosamente.

—Majestad, ¿puedo solicitar una audiencia privada?

¿Privada? Latil arqueó las cejas. Ahora que el Gran Chambelán estaba fuera con Klein, el capitán Sonnaught era la única persona de los alrededores cuya presencia preocupaba al Conde.

Latil miró de reojo al capitán. No parecía ofendido, pero tampoco estaba dispuesto a abandonar la sala. Latil no quería despedirlo, independientemente de lo que fuera a escuchar del Conde Breta.

—Se va a quedar. Hable, por favor.

El Conde Breta vaciló antes de sacar una carta de su pecho y depositarla sobre el escritorio de Latil. ¿Qué? ¿Pedía una reunión privada por esto? Mientras Latil ponía cara de perplejidad, el Conde se apresuró a explicar.

—El Emperador Hyacinth me pidió que le entregara esta carta en secreto, Majestad.
—¿Lo hizo?

Latil rompió el sello, preguntándose de qué trataba la carta. Estaba alarmada por el motivo de su autor, sospechando que la carta estaba llena de palabras insultantes que la provocarían la ira y la locura...
Se dejó llevar por la sospecha por un lado y por la curiosidad por otro cuando abrió la carta. 

—Hmm. 

Lo que estaba escrito dentro no se parecía en nada a lo que ella había esperado.

[No lo entiendo. Te he estado enviando una carta y un regalo cada semana.]

No era más que una carta de queja. ¿Por qué querría que la carta fuera entregada en secreto...?

Aunque Hyacinth afirma que me ha estado enviando cartas y regalos todas las semanas, yo no he recibido ninguno. Además, quería que la carta se entregara en secreto.

El rostro de Latil se nubló al pensar en ello. ¿Está insinuando que alguien podría haber interceptado sus cartas?

Aunque Hyacinth acabó traicionándola, sabía que su integridad moral no le permitiría mentir en asuntos como este.
Con una mirada profunda, Latil rascó un reposabrazos del trono. Si las cartas de Hyacinth hubieran llegado a manos de Latil, era probable que las hubiera tirado directamente a una papelera. Sin embargo, el hecho de que las cartas de un Emperador a otro fueran interceptadas no era poca cosa, sobre todo cuando el asesino que asestó el golpe mortal al difunto Emperador seguía sin ser capturado.

—Debes estar cansado después de tu largo viaje. Tu servicio no quedará sin recompensa. Terminemos por hoy.

El Conde Breta abandonó la habitación, dejando a Latil a solas con el Capitán Sonnaught. Ella reveló sus pensamientos sobre la carta de Hyacinth.

—Parece que una rata ha estado robando las cartas de Hyacinth y los regalos destinados a mí.
—¿Cree que esta rata está en Tarium, Su Majestad?
—¿Quién sabe? Podría estar en Karisen, Tarium, o incluso en la Tercera Tierra. Probablemente Hyacinth le pidió al Conde Breta que me entregara la carta en secreto porque él tampoco lo sabe.

El rostro del capitán Sonnaught se nubló. Al igual que Latil, parecía estar pensando en el asesino no capturado del difunto Emperador.

—Puede que esto no tenga nada que ver con el asesinato de mi padre... pero no estará de más tener cuidado. Aunque la parte implicada no esté relacionada con el regicidio, manipular el correo de un Emperador es de por sí un delito grave, para empezar. —murmuró Latil, volviendo a meter la carta en su sobre. 

Ninguna de las cartas y regalos de Hyacinth llegó a manos de Latil en tres años. Sin embargo, después de su coronación, ninguna de las cartas de Latil a Hyacinth fue interceptada cuando fue entregada por el Conde Breta.
Por lo tanto, si la parte implicada en el robo se encuentra en Karisen, debe haber interceptado al remitente. Por otro lado, si están en Tarium, deben haber interceptado el extremo receptor.

—Sir Sonnaught, parece que tendremos que movernos en secreto. Me gustaría que te hicieras cargo de la investigación sobre este asunto.

* * *

Maldita sea. Ni siquiera tuve la oportunidad de sentirme molesto porque Hyacinth enviara a su hermano menor.

El momento no era el adecuado. Sólo cuando regresaba a su dormitorio después de un largo día se le ocurrió la idea. Había estado tan absorta en averiguar quién era la parte implicada en el robo que se olvidó por completo de Klein.

Gimió y apoyó la frente en la pared. Era demasiado tarde para que Latil convocara al Conde Breta y diera rienda suelta a sus irritados sentimientos. En primer lugar, había designado al Conde Breta para la odiada tarea de dirigir la delegación debido a su anterior apoyo a Thula.
Latil suspiró profundamente.
Una cosa la sorprendía con seguridad; a pesar de que el doloroso e irritante recuerdo de la separación de Hyacinth aún persistía, era capaz de olvidarlo cada vez que se le encomendaba un trabajo ajetreado.

Pronto dejaré de pensar en ello, incluso cuando no esté ocupada. Así es como sigo adelante.

Latil soltó una carcajada amarga. Se le hinchaba el pecho. Había oído hablar de ese sentimiento, pero nunca imaginó que a ella le ocurriría lo mismo. Estaba perdida en el desgarrador recuerdo de un amor fallido hasta que encontró a un hombre en la puerta de su casa. Latil volvió a la realidad.

¿Pero qué demonios...?

Antes de llegar a lo alto de la escalera que conduce al piso donde se encuentra su dormitorio, Latil se detuvo y observó al hombre desde lejos. En el umbral de su puerta había una silla y el hombre estaba sentado allí. Los guardias salieron en tropel al pasillo para protegerlo, aunque de mala gana...

Latil se dirigió hacia el hombre, que no era otro más que el príncipe Klein, hermano de Hyacinth. Latil se quedó boquiabierta. No sólo estaba sentado, lo que implicaba que llevaba aquí muchas horas, sino que además estaba leyendo un libro, y además grueso.


—Majestad.

El propio responsable de montar la escena sonrió a Latil y se puso en pie. Inclinó la cabeza de una forma que cualquier experto en etiqueta pondría como ejemplo. Latil abrió la boca, pero no encontró palabras adecuadas para esta situación.

—¿Qué hace un príncipe como usted en un lugar como éste?
—Klein.
—¿?
—Por favor, llámame Klein.

Latil miró fijamente al príncipe Klein.

—¿Qué haces aquí, Klein?

El príncipe Klein dejó su libro y cogió una botella de un criado que estaba cerca.

—He venido a celebrar mi primera noche con Su Majestad. Usted se emborrachará conmigo, yo me emborracharé con este fino licor.

Latil gimió y se frotó la frente.

'Qué lunático es al burlarse así de mí.'

El príncipe Klein fingía amabilidad, mientras sacaba intencionadamente el mismo licor que habían bebido la noche en que se conocieron. Latil lo miró con los brazos cruzados, pero el príncipe Klein no se desanimó y volvió a excusarse.

—Para serle sincero, deseaba esperarle en la intimidad de sus aposentos, pero el Gran Chambelán dijo que no podía a menos que usted diera su permiso, Majestad. Sin embargo, me sugirió que esperara en el pasillo como alternativa.

Era obvio que el Gran Chambelán hizo esa sugerencia como expresión indirecta de que se largara. Latil soltó los brazos cruzados y se frotó la frente. Se preguntaba si Hyacinth había enviado a aquel hombre para poner a prueba su temperamento.
Latil dio un suspiro.

—Está bien, pasa.

Ya que estaba aquí como consorte, tenía que quedarse con él al menos durante el próximo medio año. En lugar de enterrar deliberadamente en el olvido la embarazosa experiencia del pasado, tal vez fuera mejor superarla con una conversación decente.

Justo cuando Latil estaba a punto de cruzar la puerta, la detuvo un grito procedente de la escalera. 

—¡Majestad!

Era el duque Atraxil.

—¿Qué hace aquí a estas horas?

¿Y ahora qué? Latil frunció el ceño al ver acercarse al duque. Con mirada seria, el Duque Atraxil se interpuso entre Latil y Klein.

—Tengo algo muy importante que comunicarle, Majestad.

'Esto sí que parece una coincidencia bastante improbable.'

Justo cuando pensaba que algo raro estaba pasando, pudo ver al príncipe Klein frunciendo el ceño a la espalda del Duque, como si quisiera estar en sintonía con ella.

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