ISEADDM – Capítulo 2 parte 1
Incluso si este amor desaparece del mundo esta noche
Un chico desconocido y su chica desconocida - Capítulo 2
Lo primero que hago por la mañana es lavar la ropa.
Vivo en un complejo de viviendas sociales con mi padre. Yo hago la mayor parte de las tareas domésticas. Quizá no haga falta que lave la ropa todos los días, ya que estamos solamente él y yo. Pero después de que mi hermana se fuera, quise mantener sus rutinas. Como ella siempre decía, es importante mantener la higiene. Puede que fuéramos pobres, pero ella siempre se aseguraba de que papá y yo tuviéramos las corbatas planchadas y que la ropa no estuviera descosida, rota o manchada.
Lo importante no es tener una fachada de limpieza, sino que la higiene forme parte de nuestra vida cotidiana. Eso es otra cosa que mi hermana solía decir mucho. Ahora que lo pienso, puede que lo dijera para proteger a nuestra familia de la suciedad.
Colgué la colada y estaba preparando el desayuno y los bentos (n/t: la locnhera) cuando papá se levantó y asomó la cabeza por el salón.
—Buenos días, Tooru. ¿Qué hay para desayunar?
—Buenos días, papá. Antes de que te lo cuente, ¿qué tal si te afeitas por fin esa barba que tienes?
Papá no parece especialmente higiénico a primera vista. Se cuida, pero su cara llena de barba echa por tierra todos sus esfuerzos. Trabaja en la cadena de montaje de una fábrica de coches cerca de casa. No trabaja de noche, y por eso le pagan menos.
Mi madre murió cuando yo era pequeño. Cuando ella vivía, me parecía que él tenía la ambición que se espera de un padre, pero ya no. Muchos de nuestros parientes dicen que realmente cambió después de la muerte de mamá.
Papá se sentó conmigo a desayunar. Yo terminé primero y junté el resto de nuestros almuerzos antes de fregar los platos. Cogí mi mochila y mi bento, me despedí de papá y salí. No olvidé mi pañuelo.
El cielo de mayo era alto y azul. El mes estaba a punto de terminar, pero me gusta mayo. Probablemente tenga que ver con la historia que se inventó mi hermana sobre el "la enfermedad de mayo". Ésta hacía referencia a los estudiantes universitarios de primer año que empiezan las clases en abril y se sienten desganados en mayo. Me dijo que para entonces ya han caído las flores de cerezos y ha pasado la época más ajetreada del año, así que todo el mundo se siente más relajado. Puedes sentarte a mirar las hojas frescas y la gente se vuelve un poco "perezosa". Según ella, eso era la "enfermedad de mayo". Qué mentira tan elegante.
Mi hermana era tan gentil y tranquila como un árbol. Excepto de vez en cuando, que me contaba una mentira tan sincera como esa.
Pensé en el pasado mientras caminaba hacia la estación. En el parque de camino, encontré unas hojas verdes especialmente brillantes. Me sentí tan conmovido que deseé haber podido dejar allí mi corazón mientras iba a la escuela.
Enfermedad de mayo. Qué elegante.
—Eso es muy interesante, Kamiya, pero creo que Wataya lleva un rato mirándonos.
Era la hora del recreo después de la segunda clase. Le estaba contando a Shimokawa, el chico que se sienta delante de mí, lo de la enfermedad de mayo cuando me señaló bruscamente a la chica del pasillo.
—Mira, allí. —me incitó.
Me di la vuelta. Una chica guapa pero de aspecto malhumorado estaba allí de pie. Era Wataya, la amiga de Hino. Algunos de nuestros compañeros la miraban confusos mientras ella se asomaba a nuestra clase.
Nunca había hablado con ella. Al igual que Hino, parecía ajena a mi vida. Había oído que era muy inteligente y que tenía un grupo secreto de admiradores chicos que amaban su fría belleza.
El día anterior, cuando detuve a Hino en el pasillo después de clase, Wataya estaba a su lado. No me había seguido cuando le dije a Hino que quería hablar con ella detrás de la escuela, pero me había mirado como si la desconcertara.
—Supongo que olvidé mencionar que ayer le dije a Hino que me gustaba. —murmuré, volviendo a mirar a Shimokawa.
—¿Qué? ¿Lo hiciste? ¿Por qué? —preguntó, apartando la mirada de Wataya.
Shimokawa había estado ausente ayer, así que era la primera vez que lo oía. Antes de contestar, eché un vistazo al grupo de chicos populares de nuestra clase. Cuando llamé la atención del que me había ordenado acercarme a Hino, apartó la mirada con expresión aburrida.
Hasta ese momento de la mañana, no habían acosado a Shimokawa. Parecía que cumplían su promesa.
Volví a echar un vistazo al pasillo. Mis ojos se encontraron con los de Wataya. Tenía el pelo corto, que le quedaba muy bien, y un rostro simétrico difícil de leer. Aunque no soy nadie para hablar cuando se trata de caras de póquer.
Vi cómo su boca formaba la palabra 'um'. Teniendo en cuenta lo unida que estaba a Hino, podría haber escuchado lo que había pasado el día anterior. No quería llamar demasiado la atención, así que me levanté antes de que tuviera la oportunidad de decir mi nombre.
—Lo siento, Shimokawa. Vuelvo enseguida. —dije.
—¿Qué? Ah, vale.
Caminé hacia Wataya y pasé por delante de ella. Ella se volvió hacia mí con una mirada sospechosa. Señalé una esquina del pasillo. Debió de captar el mensaje, ya que me siguió en silencio.
—Lo siento. ¿Querías hablar conmigo? —le pregunté cuando llegamos a un lugar relativamente vacío.
—Eres Kamiya, ¿verdad? —preguntó secamente.
Asentí con la cabeza.
—¿Y tú eres Wataya, creo?
—Sí. Creo que nunca habíamos hablado. Me costó encontrarte.
Me miró con interés. Para decir lo obvio, no puede haber reacción si no hay acción. Es una cuestión de causa y efecto. Sin embargo, por alguna razón, sentí como si observara con curiosidad un objeto estático a punto de moverse por sí mismo.
—¿Querías hablar de algo? —le pregunté.
—Ah, sí. Es sobre Maori Hino... ¿Estáis saliendo de verdad?
Dudé. Suponía que me iba a preguntar algo así, pero las palabras se me atascaron en la garganta.
—Supongo que sí. —logré decir.
Puso cara de sorpresa.
—Así que es verdad. Pero es tan inesperado. Ni siquiera la conocías, ¿verdad?
—El corazón es algo misterioso.
—¿Quieres decir que fue amor a primera vista?
—Um, sí. Supongo. —dije vagamente.
Wataya parecía sumida en sus pensamientos.
—Va a sonar mal decir esto sin contexto, pero… —empezó diciendo.
—¿Decir qué?
—Sólo que... si no te gusta de verdad y sólo lo has dicho por fastidiar o por un impulso, me gustaría que te retractaras.
La miré, sorprendido. ¿Sabía algo? Solo un par de chicos de mi clase habían escuchado mi conversación con Hino, y dudaba que le dieran mucha importancia en las redes sociales o algo así.
—¿Por qué crees que no me gusta? —pregunté, dejando de lado mi otra pregunta por el momento. Enarcó ligeramente las cejas.
—Bueno, tengo fama de ser fría y brusca, y es bastante acertada, pero Maori es importante para mí. Si puedo evitar que le hagan daño, lo haré. Empecé a buscarte en cuanto supe lo que había pasado, porque no parece que te caiga bien.
Me había descubierto. No supe qué decir.
—¿Cómo sabes eso?
Logré preguntar.
—Simplemente lo sé. Eres como yo. Incluso hablas con frialdad. Normalmente, si alguien te preguntara por una chica de la que te enamoraste a primera vista, mostrarías alguna emoción en la cara. Pero ni siquiera parecías avergonzado. Sólo parecías molesto.
La miré fijamente. ¿También se me notaba algo en la cara? ¿Debería decirle que había mentido sobre lo de que me gustaba Hino?
Y finalmente, no puedes enamorarte de mí.
Recordé las palabras de Hino. Ella parecía haberse dado cuenta enseguida de que yo no estaba siendo sincero, de que había algo más. Tal vez por eso me había seguido la corriente, y Wataya podría no conocer las condiciones.
—De todos modos, he quedado con ella después de clase. ¿Podemos hablar en otro momento? —dije, tratando de esquivar el tema.
Wataya me miró largamente. Su expresión no cambió y no supe qué estaba pensando. Sus ojos se desviaron un momento.
—Lo siento. Sé lo raro que debe sonarte todo esto. También es raro por mi parte sacar el tema nada más conocernos. No pareces un mal tipo. No creo que le quieras hacer daño. No creo que le vayas a hacer daño. Sólo quería hablar un poco contigo.
Hice un pobre intento de sonrisa falsa.
—Eh, vale. ¿Así que lograste tu objetivo?
—Básicamente. Ah, una cosa más. Si alguna vez tienes problemas con ella, puedes hablar conmigo. ¿Podemos al menos intercambiar información de contacto?
Yo tenía un viejo teléfono plegable, así que opté por intercambiar direcciones de correo electrónico. Después de eso, Wataya se marchó. Quería hablar con Hino de inmediato, pero recordé la primera condición (no hablar entre nosotros hasta después de clase), así que volví a mi aula.
Cuando me senté, Shimokawa me preguntó con curiosidad—: ¿Tenías que hablar con Wataya de algo?
—Es difícil de decir. Más o menos sí, más o menos no. —dije sin compromiso. Shimokawa bajó la mirada.
—Me parece que te he vuelto a causar problemas.
—No, de ninguna manera. ¿Por qué?
—Quiero decir... que hoy no han hecho nada. Y mientras yo estaba fuera ayer, tu vida cambió drásticamente. Dijiste que le habías dicho a Hino que te gustaba. Siento que te obligaron a hacer algo por mi culpa.
Había algo infantil en su seriedad. Se burlaban de Shimokawa por ser un poco regordete, pero tiene un corazón hermoso. Aunque no se puede ver el corazón de una persona. La gente sin corazón se burlaban y descargaban su ira contra él. Eso es lo que llevó a la intimidación. Me opuse, así que empezaron a atacarme. La gente dejó de hablarme, lo que preocupó a Shimokawa, que empezó a acercarse a mí con regularidad.
No me importa que me aíslen o que me acosen de esa forma tan inmadura. Eso debería haber sido algo bueno, pero como ignoré por completo a los acosadores, volvieron a molestar a Shimokawa de una forma más cruel y mezquina. No me había dado cuenta enseguida, pero incluso empezaron a quitarle el dinero. Cuando Shimokawa se quedó en casa, me enfrenté a los matones y fue entonces cuando llegué a un acuerdo con el cabecilla. Así fue como acabé diciéndole a Hino que me gustaba.
Me sentí mal por haberle hecho eso, pero supuse que me rechazaría y lo pasaría por alto, y que más tarde podría presentarle mis más sinceras disculpas. Sin embargo, todo se salió de control, incluida mi respuesta.
Jurando a Shimokawa guardar el secreto, le conté todo lo que había pasado, excepto sus tres condiciones para salir conmigo. Al principio me escuchó con expresión inexpresiva, pero en cierto momento empezó a mostrarse inquieto y, finalmente, sorprendido.
—Así que eso es lo que pasó. —dijo cuando terminé.
—Sí. Me imagino que hablaré con ella al respecto después de clase.
—Bueno, gracias. Has venido a rescatarme otra vez. Pero...
Hizo una pausa, parecía ansioso.
—¿Qué?
—Nada, es sólo que... no estoy seguro de que sean el tipo de personas que se rindan tan fácilmente. Me voy a cambiar de colegio, y cuando me vaya, me preocupa que vuelvan a acosarte.
Shimokawa se mudaba de repente a China. Esperaba que no tuviera que ver con el acoso, pero me dijo que era por la situación de sus padres. Las vacaciones de verano empiezan antes en China que en Japón, a mediados de junio en algunos lugares. Por eso planearon la mudanza y estaban atando todos los cabos sueltos para irse.
—Me ocuparé de eso cuando ocurra. No tienes por qué preocuparte. Sólo te quedan dos semanas aquí. Deberíamos disfrutarlas. —le dije.
Aún parecía preocupado, pero asintió y dijo: "De acuerdo". Luego sonrió, cosa que no le había visto hacer en la escuela desde hacía mucho tiempo.
El resto del día transcurrió tranquilo y los matones nos dejaron en paz. Pero mi reunión con Hino me rondaba la cabeza. No habíamos decidido dónde quedar. No estaba segura de qué hacer, pero el día anterior había mencionado en qué clase estaba, así que decidí esperar en mi aula. Cuando terminó la clase, me despedí de Shimokawa. Ninguno de los dos estábamos en un club ni en un equipo deportivo, así que siempre íbamos juntos a la estación. Me preocupaba que los matones intentaran quitarle el dinero o algo así si iba solo, pero me dijo que su madre iba a venir a la escuela a entregar unos papeles relacionados con el traslado; hablarían con nuestro profesor y luego volverían a casa.
Observé la clase desde mi asiento junto a la ventana. Los matones se habían ido. Saqué una revista del bolso y me senté en mi pupitre para matar el tiempo. A medida que la clase se iba vaciando, oía a lo lejos a la banda del colegio afinando sus instrumentos y a los equipos deportivos calentando. Me gustaba esa sensación de estar a medio camino entre el aislamiento y la solidaridad de grupo. El cielo azul al otro lado de la ventana cuadrada hacía que el aula vacía pareciera sacada de una canción triste.
No sé cuánto tiempo estuve allí sentado. Los ruidos de las demás clases se habían silenciado y el pasillo de la puerta abierta estaba vacío.
Entonces oí unos pasos que se acercaban. No eran apresurados, pero tampoco relajados. Sonaban como los pasos de alguien que se dirige directamente a su destino con una pizca de nerviosismo.
Los pasos se detuvieron. Miré hacia la puerta. Ella estaba allí. Levantó brevemente las cejas, sorprendida, y luego sonrió inocentemente.
—¡He encontrado a mi novio! Tooru Kamiya, ¿verdad?
No era otra que la mismísima Maori Hino.
—Eh, sí.
Asentí con la cabeza.
Me miró con profundo interés. Teniendo todo en cuenta, había sonado tan despreocupada un segundo antes. Me había preparado para lo peor. Mientras pensaba en eso, ella entró en el aula.
—¿Te importa si me siento aquí? —preguntó, caminando directamente hacia el asiento frente al mío, sentándose de lado en él. Su pelo negro brillaba a centímetros de mis ojos. Se colocó frente a mí. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sonrió feliz—. ¿No estás en un club? —preguntó antes de que pudiera decir nada.
—¿Yo? No. ¿Y tú?
Apoyó el codo en el escritorio y apoyó la barbilla en la palma de la mano. Sonreía. Nunca había visto a nadie tan feliz en esa pose.
—Yo tampoco estoy en nada. El club de los que se van a casa, como se suele decir. Me alegro de que no estés ocupada con nada. Ayer no te pregunté y me preocupaba que hoy hubieras faltado por mi culpa.
No veía muchas sonrisas en mi vida cotidiana. Hacía la ronda diaria de la escuela, la casa y el supermercado. Papá y yo tampoco sonreímos mucho. Hino, en cambio, mostraba todo tipo de expresiones faciales. Se quitó la mano de la barbilla.
—Además, siento no haberte dicho dónde quedábamos después de clase. Me sentí muy aliviada cuando te vi aquí sentado. Tengo muchas cosas que preguntarte sobre las citas.
—Sí, sobre eso… —dije, apartando la mirada. Por el rabillo del ojo, la vi tensarse ligeramente.
—¿Cambiaste de opinión? —preguntó—. Pensé que lo harías, ya que puse todas esas condiciones extrañas. Supongo que es inevitable. Qué pena. Siento haberte metido en esta situación incómoda.
—Oh, no, en absoluto. —respondí, tratando de decidir qué hacer.
¿Debía decirle la verdad y retractarme de lo que había dicho?
—Wataya vino aquí después de la segunda clase. —dije, tratando de ocultar mi confusión.
—Sí, lo he oído. Como estaba allí cuando te acercaste a mí ayer, le conté lo que había pasado. Supongo que se interesó. En fin... lo siento. No se lo dije a nadie más, pero a nadie le gusta que hablen de más.
Bajó la voz, parecía culpable. No pretendía hacerla sentir así.
—No, no pasa nada— me apresuré a decir—. Es normal contar cosas así a los amigos. ¿Así que sois íntimas?
—Sí. Izumi parece normal, pero en realidad es bastante rara. Justo cuando estás pensando en lo extrañamente tranquila que es, dice algo súper raro. Es muy graciosa. Y es muy buena persona, así que siempre acabo contándoselo todo.
Así que el nombre de pila de Wataya era Izumi. Reflexionando sobre este descubrimiento, dije—: Ya me lo imaginaba al hablar con ella. Pero sobre lo que dije ayer...
Esta vez, fui al grano. Le conté la historia. Pensé que se enfadaría, pero no parecía muy sorprendida e incluso sonrió feliz cuando terminé.
—Oh, así que eso es lo que pasó. Pensé que era una especie de reto, pero lo hiciste para ayudar a alguien que estaba siendo acosado. Impresionante.
—No fue para tanto. Es un buen chico, teniendo en cuenta que está dispuesto a ser amigo de alguien como yo. No quería que lo pasara mal. De hecho, pronto cambiará de colegio.
—¿En serio? Qué lástima.
—Sí. De todos modos... sé que dije que sí a tus condiciones. Es raro. No sé por qué lo hice.
Me di cuenta de que me miraba fijamente.
—Tooru, ¿no quieres salir conmigo?
Hacía mucho tiempo que nadie, salvo mi padre, me llamaba por mi nombre de pila. Por extraño que parezca, el simple hecho de que ella dijera mi nombre lo hacía parecer más especial.
—No lo sé... Tal vez.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó, sonriendo como si le pareciera divertido.
Intenté sonreír pero no lo conseguí, en su lugar busqué algo que decir.
—Esto puede sonar grosero, pero pensé que podría ser divertido. —dije—. Tres condiciones, ¿no? No seríamos realmente lo que la gente suele llamar novio y novia, ¿verdad? Más bien una falsa pareja. No se nos permite enamorarnos, así que si a ti te parece bien, supongo que a mí también.
Concluí finalmente. Volvió a apoyar el codo en mi escritorio y apoyó la barbilla en él, esbozando su sonrisa de felicidad.
—¡Entonces hagámoslo! Pero Izumi se preocupará, así que tendremos que decirle a todo el mundo que estamos saliendo de verdad. No le he dicho nada de mis condiciones.
Ese fue el extraño acuerdo al que llegamos aquel día. Íbamos a salir, con ciertas reglas.
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