0
Home  ›  Chapter  ›  Seré la reina parte 2

SLR – Capítulo 554


Hermana, en esta vida seré la reina

Capítulo 554: El pajarito con capucha

Gabrielle estaba tomando el té. Charlar con conocidos era la única forma que tenía de respirar lejos de su vida de sufrimiento con la familia política.

—Dios mío, la marquesa fue demasiado lejos —la hija del marqués Colonna se tapó la boca. Era la amada hija única de aquel estimado líder occidental, la niña de sus ojos.

—¿Entonces? ¡¿Dijiste que sí a convertirte en la dama de compañía de la condesa Contarini?!

—No, no —Gabrielle negó enérgicamente con la cabeza. La hija del marqués Colonna era una nueva amiga. Sus temporadas en la alta sociedad no habían coincidido antes de su matrimonio, quizá por la diferencia de edad, y no habían interactuado mucho debido a que sus territorios estaban muy alejados. Sólo habían intimado después de que ella se casara. El marqués Colonna, que dominaba el oeste, y el marqués Montefeltro, una potencia a tener en cuenta en la región centro-oeste, eran buenos amigos.

—Le dije que prefería morir —suspiró. Últimamente suspiraba mucho más—. Apreté los dientes y argumenté que alguien de la familia de un marqués trabajando para una condesa sería humillante para todos nosotros.

—Oh, vaya.

La hija del Marqués Colonna se cubrió la cara. Aunque una nuera atacando a su suegra era de mala educación, en este caso era comprensible. A decir verdad, su propia madre le había contado hacía algún tiempo que había recibido una oferta similar, pero que su padre la había rechazado de plano. No tenía ninguna inclinación a culpar a Gabrielle cuando el problema la había tocado también a ella.

—Sólo conseguí hacérselo entender argumentando que sería una desgracia no para mí, sino para toda la familia.

Suspiró aliviada. Qué suerte que Gabrielle se hubiera librado del insulto de convertirse en la dama de compañía de aquella vulgar mujer.

—Supongo que la marquesa es razonable cuando se trata de la familia.

Gabrielle rió amargamente al oír la palabra "razonable"; le temblaron las comisuras levantadas de la boca. No podía confesarlo todo con todo detalle porque hacerlo sería cortarse la nariz para fastidiarse la cara, pero la marquesa Montefeltro no lo había dejado pasar en absoluto de buena gana. La anciana era lo más alejado de lo razonable.

—¿La familia de un marqués? ¿Tú? —ella había resoplado, para empezar—. Tú eres la hija de un conde. Yo soy quien ostenta el rango.

Técnicamente, el rango no pertenecía ni a Máxima ni a Gabrielle, sino al marqués Oddantonio de Montefeltro. En opinión de Máxima, sin embargo, lo que era de su marido era suyo.

—El título temporal que recibió mi hijo es también el de conde, mi querida condesa.

Se había tomado un momento para apreciar la expresión de Gabrielle mientras se burlaba. 'Sí, definitivamente está temblando. Me gusta'. La preciosa hija del conde Delatore estaba en la palma de su mano.

—Sé que quieres negarte porque heriría tu orgullo trabajar para una amiga de la infancia.

Gabrielle había gemido a su pesar. Su suegra no había escuchado nada de lo que había dicho. Por desgracia, lo que había oído hasta entonces no había sido más que un aperitivo.

—Tienes que aprender a sacrificarte por la familia. Estoy segura de que tu madre no te consintió tanto como lo hizo con la esperanza de que actuaras así.

Había apretado tanto los puños que ni siquiera se dio cuenta de que las uñas le arrancaban sangre de las palmas. En realidad, la condesa Delatore había educado muy bien a su hija. La perseverancia de Gabrielle era de primera. En lugar de darle un puñetazo en la cara a su suegra o echarse a llorar, había vuelto al principio y le había explicado todo de nuevo en voz baja: el daño que haría a la familia convirtiéndose en la dama de compañía de Isabella de Contarini.

—Si voy a trabajar para una amante real, la gente también despreciará a los niños, madre.

Fue esta presentación de pruebas lo que hizo que la marquesa renunciara finalmente a la idea. A pesar de su frialdad, al parecer se preocupaba por el bienestar de sus nietos.

La hija del marqués Colonna frunció el ceño ante este relato, que Gabrielle había suavizado al máximo.

—Qué cruel por su parte. La táctica habitual en estos casos es reclutar a un primo lejano.

El señor Delfinosa también había preguntado a su padre si estaría dispuesto a ofrecer a una prima lejana en lugar de a su hija. Tendría que haber sido una muy lejana, porque en su familia no abundaban las mujeres, mientras que los Montefeltro tenían muchas parientes cercanas.

—Supongo que se siente más unida emocionalmente a las hijas de sus parientes que a su propia nuera. —No pudo evitar replicar Gabrielle con una sonrisa cínica.

'No, no lo hagas. Si vamos más lejos, realmente estaremos hablando a sus espaldas'. La hija del marqués Colonna se apresuró a cambiar de tema para no ir demasiado lejos.

—...de todos modos, debe ser cierto que nadie quiere ser la dama de compañía de la condesa Contarini.

Ya que Gabrielle le había revelado un secreto, era hora de que ella le devolviera el favor. Se inclinó hacia Gabrielle y le susurró al oído:

—Sólo te cuento esto porque tú me lo has contado todo. Al parecer, el señor Delfinosa vino a ver a mi padre antes de que partiéramos hacia Harenae y le preguntó si conocía a alguna chica de la familia que pudiera ser adecuada para el trabajo.

No quería admitir que la oferta iba dirigida a ella; era demasiado embarazoso. Incluso que se lo pidieran era vergonzoso. ¿Cómo se atrevía?

—¿Tu familia también dijo que no? —Gabrielle se dio cuenta inmediatamente de lo tonta que había sido su pregunta. No habría sido el objetivo si los Colonna hubieran producido una dama de compañía…

Sin embargo, en el futuro se daría cuenta de que eso no era del todo cierto.

Las dos mujeres pasaron a otros temas, pero Isabella seguía siendo el centro de todos sus cotilleos.

—¿Es cierto que la Boutique Lanaro canceló todas las órdenes de Lady Julia Helena?

Gabrielle suspiró ante la pregunta. Su reacción hizo que su amiga aplaudiera y preguntara:

—¡¿Así que es verdad?! ¿Que la marquesa Montefeltro presionó a la boutique para que dejara de trabajar en el vestido de lady Julia Helena?

—No me hagas empezar. Ha sido un terrible dolor de cabeza.

Incluso un simple gusano tenía que tener algún tipo de talento para sobrevivir en la alta sociedad de San Carlo, y el talento de Máxima de Montefeltro era complacer hábilmente a sus superiores. Por exceso de lealtad, había conseguido lo que León III no se atrevía a ordenar a pesar de desearlo desesperadamente.

—Dijo que era para proteger los sentimientos de la condesa Contarini, pero no sé si necesitaba empujar el barco tan lejos.

Gabrielle no tenía ni idea del efecto mariposa que produciría este incidente. Que un tonto se callara y podría parecer un sabio, decían, y sin embargo su suegra seguía apostando cantidades peligrosamente altas en sus apuestas.

—¿Qué le prometió a la boutique a cambio de hacerles cancelar un contrato tan importante? He oído que el pedido era de un vestido y joyas por un valor total de ¡3.500 ducados!

—No estoy segura de los detalles —Gabrielle se interrumpió al final, avergonzada. El hecho era que la marquesa Montefeltro no había ofrecido a la boutique ninguna recompensa por cancelar el contrato. Sólo les había asustado con amenazas.

—¡Lo más racional es rechazar esa orden!

—Pero señora, eso no es lo que Su Majestad ordenó... y además, nosotros como diseñadores tenemos que ser concienzudos con nuestros clientes.

La plebeya con la que había hablado no había dicho directamente: "No es posible que rompamos un contrato por valor de 3.500 ducados", lo que hablaba de un carácter más digno que el de la marquesa. En realidad, todas las boutiques y modistas del país estaban en crisis a causa de la repentina orden del gobierno central que prohibía a los plebeyos vestir de seda. Había una ley que lo prohibía, supuestamente; nadie había oído hablar de ella, pero los altos mandos habían afirmado que se trataba de un estatuto con más de cien años de tradición a sus espaldas y que quien lo infringiera sería severamente castigado.

Esta evolución fue una tortura para las boutiques. Las modistas y las boutiques de calidad media-alta, a diferencia de las más lujosas, fueron las más perjudicadas por la aplicación de esta ley. Las de gama alta no podían aceptar encargos de plebeyos porque su clientela estaba formada exclusivamente por aristócratas de alto rango. Aunque Lanaro era una boutique excelente, no estaba en la capital; no podía obtener beneficios sin los ricos mercaderes de todo el sur que les hacían pedidos.

También había un problema con las materias primas. Había aparecido de la nada una ley que prohibía a cada familia poseer más de cinco ovejas. Las oficinas administrativas regionales se vieron inundadas de preguntas: "¿Qué se entiende por "familia"?" "¿La ley se refería un núcleo familiat o a todo el clan?" Si un segundo hijo, con mujer e hijos propios, sigue viviendo con su padre, ¿los habitantes de la casa son una familia o dos?

N/T: La principal diferencia entre el núcleo familiar y la "familia" es que en el primer caso solo se tiene en cuenta a las personas que viven bajo un mismo domicilio, por ejemplo tu primo es tu familiar pero si no vive en tu misma casa no se le consideraría "núcleo familiar".

No había forma de que la Boutique Lanaro adivinara si el precio de la lana subiría o bajaría una vez resuelto este asunto. Por eso tenían que ganar dinero mientras pudieran.

—Marquesa —prácticamente había suplicado Madame Lanaro—, por favor, no nos haga esto. Ya que prometimos a la señora de Manchike que haríamos lo que ella ordenara, es nuestro deber hacerlo.

—¡¿Cómo te atreves, como ciudadana de este país, a ir en contra de los deseos de Su Majestad el Rey?!

Madame Lanaro había sentido que esto era increíblemente injusto. El rey no le había dicho nada de anular la orden de Lady Julia Helena.

La marquesa Montefeltro había resoplado con arrogancia.

—Su Majestad le ordenó priorizar la orden de la condesa Contarini sobre todas las demás, que es lo mismo. ¿Realmente afirmas que no entiendes sus intenciones?

Madame Lanaro sólo pudo parpadear. Era una experta en leer a las mujeres de la nobleza, pero sólo en los casos en que no les gustaba lo que había creado o cuando un vestido perfectamente bueno no les hacía parecer atractivas. Nunca se había encontrado en una situación así. Debía ser cierto, por supuesto, que una noble de verdad comprendía mejor los verdaderos sentimientos del rey.

—Vosotros, plebeyos de poca monta, no tenéis tacto... —había murmurado la marquesa para sus adentros, pero Madame Lanaro aún no había accedido a anular la orden de Julia Helena.

'Cosa malvada'. Al final, la marquesa había soltado la última pizca de veneno de su arsenal:

—¡Cancela el pedido ahora mismo, o serás arrestada! Si no lo haces, ¡le diré personalmente a Su Majestad que la Boutique Lanaro actuó con desprecio hacia él!

Con lágrimas en los ojos, Madame Lanaro había escrito a Lady Julia Helena la siguiente carta:

[Nos vemos obligados a cancelar su contrato porque todo el tejido que ha seleccionado está agotado. Le devolveremos su depósito.]

—¡La alta sociedad debe estar alborotada!

Gabrielle volvió a suspirar.

—Lady Julia Helena es desenvuelta, no fastidiosa. Tendremos que esperar que se lo tome bien…

Mientras las dos jóvenes estaban ocupadas con su conversación, una criada que había estado sacando brillo a los muebles con un paño seco en un rincón del salón se escabulló en silencio, con una mirada significativa en el rostro.

Se cubrió la cabeza con una capucha y se dirigió hacia la entrada. Una criada mayor la detuvo.

—¡Disculpa! ¿Qué haces?

—Estoy haciendo un recado para mi señora —respondió con frialdad—. Se ha quedado sin tinta...

—Hay tinta por toda la casa. ¿Por qué te vas?

—Ella sólo usa ese tipo particular de tinta.

Esta era la ventaja de ser una criada personal. La mujer mayor sólo podía quejarse inútilmente.

—No pierdas el tiempo mientras estés fuera. ¡Vuelve rápido!

—Sí, señora —respondió con indiferencia la criada encapuchada.

Pero una vez que llegó al mercado, que estaba a poca distancia, no se dirigió a la calle de la papelería para comprar tinta. En su lugar, contrató un carruaje para ir al palacio.

Bajó del carruaje de un salto y se quedó mirando a su alrededor. Una mujer rubia salió corriendo por una puerta lateral. Si sobornabas al centinela con un florín de plata y utilizabas una puerta lateral, tus movimientos no quedaban registrados en el libro de cuentas.

La mujer se fijó en la criada encapuchada e hizo un gesto con la barbilla. Esta persona -rubia y voluptuosa- no era otra que Bárbara.

Pink velvet
tiktokfacebook tumblr youtube bloggerThinking about ⌕ blue lock - bachira meguru?! Casada con Caleb de love and deep space 🍎★ yEeS ! ★ yEeS !
61 comentarios
Buscar
Menú
Tema
Compartir
Additional JS